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Authors: Michael Moorcock

Tags: #Fantástico

Portadora de tormentas (15 page)

—Si no detenemos ahora mismo a Jagreen Lern —dijo Kargan—, el resto del mundo no tardará mucho en caer presa de sus hordas.

Dyvim Slorm subió a cubierta y sonrió aliviado cuando vio a Elric.

—Te veo con vida, primo... aunque bastante maltrecho. ¿Estás dispuesto a continuar la lucha? Elric asintió y le dijo:

— Tormentosa me dará la fuerza que necesito.

Ya lograba pensar con más claridad, y recordaba algo que Jagreen Lern había dicho sobre otros aliados. ¿Pero qué clase de aliados? Quizá no hubiera sido más que un alarde, aunque no era seguro. Si atacaban en ese momento, tal vez hubiera tiempo de derrotarlo antes de que esos aliados acudieran en su auxilio.

Detrás de la nave insignia de Kargan vio al resto de la nota, los barcos más alejados eran diminutas siluetas en el horizonte. Las embarcaciones se disponían ya en formación de batalla, distribuyéndose en cinco escuadrones, cada uno al mando de un Señor del Mar experimentado de las Ciudades Purpúreas.

—¿Y Zarozinia? —preguntó.

—Está a salvo —repuso Dyvim Slorm con una sonrisa—. La envié a Karlaak acompañada de una fuerte escolta. En estos momentos se encontrará ya en la corte de su padre.

—Bien —dijo lanzando un suspiro. Había pasado tan poco tiempo con ella. Sin embargo, si lograban derrotar al Teócrata, quizá dispondría de mucho más para dedicárselo.

—Estas últimas noches hemos dormido muy mal —decía Dyvim Slorm—. A todos nos costó mucho conciliar el sueño, y cuando por fin llegaba, resultaba siempre agitado. Visiones de pozos, de monstruos y demonios, de formas horripilantes, de poderes sobrenaturales poblaban nuestros sueños.

Elric asintió sin prestar demasiada atención a su amigo. Los elementos del Caos que cada uno de ellos llevaba dentro habían despertado en respuesta al avance de la Horda del Caos. Abrigó la esperanza de que fuesen todos lo bastante fuertes como para resistir en realidad igual que habían hecho en sueños.

— ¡Hay una perturbación a proa! —gritó el vigía.

Elric hizo bocina con las manos y echó la cabeza hacia atrás.

— ¿Qué clase de perturbación? —preguntó.

—No se parece a nada de lo que he visto, mi señor... ¡no sé describirla!

Elric se dirigió a Kargan y le dijo:

—Instruye a la flota... aminora la velocidad a un golpe de tambor cada cuatro, y que los jefes de escuadrones esperen la orden de ataque.

A grandes zancadas se dirigió hacia el mástil y comenzó a subir al puesto del vigía. Cuando se encontró muy por encima de la cubierta, el vigía salió de su puesto y dejó pasar a Elric dado que sólo había sitio para una persona.

— ¿Es un enemigo, mi señor? —le preguntó mientras Elric subía a la plataforma.

El albino observó el horizonte y notó una especie de negrura enceguecedora que de vez en cuando soltaba unas descargas que permanecían en el aire unos instantes para volver a hundirse en la masa principal. Era una masa humeante, difícil de definir, que iba avanzando lenta hacia la flota de Jagreen Lern.

—Es un enemigo —dijo Elric en voz baja. Reconoció en aquella masa negra a una manifestación del Caos.

Evidentemente, Jagreen Lern no había alardeado. Sus aliados acudían en su auxilio.

Permaneció unos instantes en el puesto del vigía, estudiando la materia del caos que iba proyectándose en el cielo, como un monstruo amorfo presa de los estertores de la muerte. Pero aquellos no eran los estertores de la muerte. El Caos distaba mucho de estar al borde de la muerte.

Los restos de la flota del Teócrata habían virado y remaban velozmente en dirección de la extraña negrura que todavía no había adquirido una forma definida, aunque ya se distinguían unas siluetas borrosas. ¿Qué era? Elric se sintió invadido por la desesperanza. No les quedaba más remedio que luchar, pero estaban condenados de antemano.

Desde el puesto que ocupaba, alcanzó a ver claramente la flota que formaba sus respectivos escuadrones, disponiéndose en una cuña de más de un kilómetro por su parte más ancha y unos tres de profundidad. La nave de Kargan se encontraba al frente cié las demás, a la vista de los escuadrones. Elric gritó a Kargan al verlo pasar junto al mástil:

— ¡Espera la orden de avanzar, Kargan!

El señor del mar asintió sin detenerse. El escuadrón de cabeza estaba formado por las naves de guerra más pesadas que atacarían a la flota enemiga por el centro y tratarían de destruir su formación, apuntando sobre todo a la nave ocupada por Jagreen Lern. Si lograban matar o capturar a Jagreen, probablemente tendrían asegurada la victoria.

La materia oscura se encontraba más cercana y se había reunido con la flota del Teócrata. Elric sólo logró distinguir las velas de los primeros barcos, desplegadas una detrás de la otra. Cuando se acercaron aún más, reconoció finalmente las siluetas que iban emergiendo de la negrura. Eran unas siluetas inmensas y centelleantes al lado de las cuales quedaban empequeñecidas incluso las gigantescas naves de Jagreen Lern.

Las Naves del Caos.

Elric las reconoció gracias a su conocimiento de las ciencias ocultas. Se decía que aquellas naves navegaban normalmente en las profundidades de los océanos, y que su tripulación estaba formada por los ahogados, capitaneados por criaturas que nunca habían sido humanas. Era una flota que provenía del más profundo y oscuro dominio submarino que, desde tiempos inmemoriales, había disputado por la posesión del territorio, entre los Elementos Acuáticos, bajo el mando de Straasha, su rey, y los Señores del Caos, que reclamaban las profundidades marinas como su principal territorio en la tierra. Según las leyendas, el Caos había dominado durante una época sobre todos los mares y la Ley, sobre toda la tierra. Esto explicaba quizá el miedo que el mar inspiraba a muchos seres humanos, y la atracción que ejercía en otros.

Pero el hecho era que a pesar de que los Elementos habían logrado conquistar las zonas menos profundas del mar, los Señores del Caos habían mantenido el dominio sobre las profundidades abismales gracias a la ayuda de su flota de muertos. Las mismas naves eran de fabricación sobrenatural, y sus capitanes tampoco provenían de la tierra, sólo sus tripulaciones habían sido humanas y eran indestructibles.

Al acercarse más, Elric ya no tuvo dudas de que se trataba de esas naves. La Señal del Caos brillaba en sus velas: ocho flechas color ámbar que surgían de un centro, que representaba la jactancia del Caos de que contenía todas las posibilidades, mientras que se suponía que la Ley destruía toda posibilidad y todo resultado en un estancamiento perpetuo. La señal de la Ley era una sola flecha con la punta hacia arriba, que simbolizaba el crecimiento dinámico.

Elric sabía que en realidad el Caos era el precursor del estancamiento, porque a pesar de que cambiaba constantemente, nunca avanzaba. Pero en el fondo de su corazón, seguía añorando aquel estado, porque su pasada lealtad a los Señores del Caos le había sido más útil en momentos de salvaje destrucción que en los de progreso estable.

Pero el Caos debía luchar contra el Caos; Elric debía volverse en contra de aquellos a los cuales había sido leal, utilizando armas forjadas por fuerzas caóticas para, ironías de la vida, derrotar a esas mismas fuerzas.

Abandonó el puesto del vigía, bajó por el mástil y saltó los últimos metros que le faltaban para plantarse en cubierta, en el momento en que aparecía Dyvim Slorm. Informó rápidamente a su primo de lo que había visto.

Dyvim Slorm no lograba salir de su asombro.

— Pero la flota de los muertos nunca sale a la superficie... salvo cuando... —se interrumpió y abrió desmesuradamente los ojos.

Elric se encogió de hombros y dijo:

—La leyenda cuenta que la flota de los muertos saldrá de las profundidades cuando llegue la lucha final, cuando el Caos esté dividido y se enfrente a sí mismo, cuando la Ley sea débil y la humanidad escoja un bando u otro en

esta batalla final de la que surgirá una nueva tierra dominada por el Caos total, o la Ley casi total.

—¿Es ésta esa batalla final?

— Podría ser —respondió Elric—. Será sin duda una de las últimas puesto que decidirá para siempre si imperarán la Ley o el Caos.

—Si somos derrotados, entonces es indudable que imperará el Caos.

—Es posible, pero recuerda que la lucha no la deciden sólo las batallas.

—Eso dijo Sepiriz, pero si hoy somos derrotados, nos quedarán muy pocas posibilidades de descubrir si es verdad o no —Dyvim Slorm aferró la empuñadura de Enlutada y añadió—: Alguien ha de utilizar estos aceros, estas espadas del destino, cuando llegue el momento de decidir el duelo. Cada vez tenemos menos aliados, Elric.

—Es cierto. 

13

La flota de Jagreen Lern avanzó hacia ellos y tras su estela planeaba la hirviente materia del Caos.

Elric dio la orden y los galeotes impulsaron sus remos haciendo que la nave insignia avanzara hacia el enemigo.

Mientras la nave insignia surcaba las olas espumosas, Elric desenvainó su espada y lanzó el antiquísimo grito de guerra de Melniboné, un grito lleno de alegre maldad. La voz espeluznante de Tormentosa se unió a la de su amo para entonar una canción insistente ante el inminente banquete que se daría con la sangre y las almas del enemigo.

La nueva nave insignia de Jagreen Lern se escudaba tras tres filas de buques de guerra y detrás de ella iban las Naves del Caos.

El espolón de hierro de la embarcación de Elric ensartó al primer barco enemigo y los galeotes se inclinaron sobre sus remos para retroceder y volver a ensartar a otro buque por debajo de la línea de flotación. Una lluvia de flechas partió desde la nave agujereada y fue a caer con estrépito sobre la cubierta y las armaduras. Varios galeotes perdieron la vida.

Elric y sus compañeros dirigían a sus hombres desde la cubierta principal, colocados en posiciones que les permitían observar cuanto ocurría a su alrededor. Elric miró de pronto hacia arriba, advertido por un sexto sentido, y vio que unas bolas de fuego verde bajaban del cielo.

— ¡Preparaos para apagar el fuego! —aulló Kargan, y el grupo de hombres se dirigió de inmediato hacia unas tinas llenas de una poción especial que los Señores del Mar habían preparado. Untaron con ella las cubiertas y mojaron las lonas, y cuando las bolas ígneas cayeron, se apagaron de inmediato.

—No entréis en combate a menos que sea preciso —gritó Elric a los marineros — , vuestro objetivo es la nave insignia. ¡Si logramos capturarla, conseguiremos una buena ventaja!

—Me temo que estamos condenados —dijo Kargan en voz baja, y estremeciéndose un poco al ver a lo lejos que la materia del caos se movía de repente y de ella partían unos zarcillos negros que se elevaban hacia el cielo. Elric no respondió.

Se encontraban ya en el centro de la flota enemiga, los barcos de su escuadrón los seguían de cerca, sus enormes remos partían la espuma de las olas. Las máquinas de guerra de su propia flota no cesaban de lanzar mego y piedras contra el enemigo. Sólo unas pocas embarcaciones del grupo de Elric logró romper la avanzada enemiga y alcanzar el mar abierto para dirigirse hacia la nave insignia de Jagreen Lern.

En cuanto fueron descubiertos, los barcos enemigos acudieron a proteger a la nave insignia, y las brillantes naves de la muerte, moviéndose a una velocidad increíble para su tamaño, protegieron el navio del Teócrata. Gritando por encima del rumor de las aguas, Kargan ordenó a su menguado escuadrón que adoptara una nueva formación. Dyvim Slorm sacudió la cabeza, sorprendido.

— ¿Cómo pueden unos mastodontes así aguantarse en el agua? —le preguntó a Elric.

—En realidad no se aguantan.

Mientras su barco maniobraba para quedar en la nueva posición, observó las gigantes embarcaciones, veinte en total, que empequeñecían cuanto flotaba en el mar. Parecían cubiertas por una especie de fluido brillante en el que relucían todos los colores del espectro, de modo que resultaba difícil distinguir sus siluetas y las tenues figuras que se movían por sus cubiertas gigantescas apenas se veían. En el aire comenzaron a flotar restos de materia negra que iban depositándose cerca del agua; entretanto, desde la cubierta inferior, Kargan gritó:

— ¡Mirad! ¡El Caos se acerca! ¡Cómo vamos a luchar contra eso!

— ¡Debemos intentarlo! —gritó Elric sacudiendo la cabeza—. Debemos atacar.

Kargan dio la orden con voz más aguda de lo acostumbrado.

Una amarga inquietud se apoderó cíe Elric al aferrarse de la borda para no balancearse. Dyvim Slorm masculló:

—Vamos hacia la muerte, Elric. No hay hombre que voluntariamente quiera acercarse a esas naves. ¡Sólo los muertos se sienten atraídos por ellas, y ni siquiera ellos van con gusto!

Pero Elric hizo caso omiso de lo que su primo le decía. 

Un extraño silencio descendió sobre las aguas y el sonido rítmico de los remos al golpear las olas se oyó claramente. La flota de la muerte los esperaba, impasiva, como si no necesitara prepararse para la batalla. El albino aferró con fuerza la empuñadura de Tormentosa. La espacia respondió al latir de su pulso moviéndose en su mano al ritmo de su corazón, como si estuviera unida a él a través de las venas y las arterias. Se encontraban tan cerca de las naves del Caos que lograron ver mejor las figuras que se agolpaban en sus amplísimas cubiertas. Espantado, Elric creyó reconocer las caras desoladas de algunos cíe aquellos muertos.

Las aguas se agitaron, formaron espuma y parecieron tratar de elevarse para volver a caer.

Desesperado, Elric le gritó a Kargan:

— ¡No tenemos escapatoria! ¡Obliga al barco a virar para que esquive la flota del Caos, intentaremos llegar a la nave de Jagreen Lern por la popa!

Bajo las órdenes del experto Kargan, el barco viró para evitar a las Naves del Infierno describiendo un amplio semicírculo. Sobre el rostro de Elric cayó una nube de rocío que envolvió las cubiertas con una blanca espuma. A través de aquella nube apenas lograba ver mientras se alejaban de las naves del Caos que habían trabado ya combate con otras embarcaciones y las destrozaban alterando la naturaleza de su madera, mientras los desgraciados tripulantes se ahogaban o adoptaban unas formas extrañas.

A sus oídos llegaron los gritos desesperados de los vencidos y el tronar triunfante de la música de la flota del Caos que avanzaba dispuesta a destruir las naves de los Señores del Mar. La nave insignia se zarandeaba de mala manera y resultaba difícil de controlar, pero al menos habían logrado alejarse del grueso de la flota infernal y se dirigían hacia la popa de la embarcación de Jagreen Lern.

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