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Authors: Michel de Nostradamus

Tags: #Ciencia Ficción, Otros

La cuarteta añade, además, que esto acarreará igualmente a la Iglesia grave daño y en especial el nuevo cabecilla que cambiará la faz de Rusia; sus acóli­tos perseguirán a la religión en la Eu­ropa meridional y septentrional, como realmente ocurrió en todo el territorio ruso, en no pocos países situados al otro lado del telón de acero y, durante el tiempo de la guerra civil, en España.

El cuadro de la
revolución rusa
se completa con los versos de la cuarteta cincuenta y nueve de la III Centuria, que dice:

Bárbaro imperio por el tercero usurpado

La mayor parte de su sangre condenar a muerte,

Por muerte senil, por él, el cuarto atacado,

Por temor de que sangre por otra sangre sea muerta.

Si a primera vista parece algo con­fuso el sentido, es suficiente etener­nos brevemente en cada una de las palabras para desentrañar su signifi­cado. El gran imperio, después de la usurpación del tercer estado, o sea, la burguesía, es llamado bárbaro, porque, efectivamente, a los dirigentes de la época zarista les sucedió una clase de baja y mediana burguesía que dio en seguida pruebas de crueldad y de bar­barie, llevando a cabo muchas san­grientas depuraciones en el seno de sus propios adeptos; por lo cual, transpo­niendo la frase, conseguiríamos una mayor coherencia de cuanto se dice. La interpretación podría ser ésta: el tercer estado condenará a muerte a una bue­na parte de los de su propia sangre; y a muchos de los del cuarto estado, es decir, obreros, campesinos y deshere­dados de la fortuna, serán por él perse­guidos y condenados mediante muerte senil (que es el hambre), indigencia y trabajos forzados, y ello por temor de que la sangre derramada se vuelva con­tra ellos y provoque otra sangre, o dicho con otras palabras más claras, para que no estalle una reacción y una abierta rebelión contra los jerifaltes que tanta sangre derramaron ya con el fin de reafirmar el nuevo régimen ruso.

Los principales acontecimientos de nuestro siglo son claramente mencio­nados en los versos del vidente. Veá­moslo:

La cuarteta cincuenta y cuatro de la Centuria dice con claridad que a la plaga de dos revoluciones seguirá la explosión nacional-socialista de la
Alemania hitleriana.
Leemos a este propósito:

Dos revoluciones hechas por el malvado hocero,

De reino y siglos hace mutación,

El móvil signo en su lugar se insiere,

A los dos iguales y de inclinación.

Cuando el malvado hocero, es decir Saturno, que es símbolo de la perversi­dad y se identifica con la hoz, habrá lle­vado a cabo dos revoluciones, la france­sa y la rusa, cambiarán, como conse­cuencia, tiempos y naciones. Aparecerá entonces otro partido revolucionario cuyo símbolo será la señal movible (la cruz gamada) y, sustituyendo al co­munista, será semejante a él en sus ob­jetivos y en sus métodos: la opresión y la muerte para cuantos a él se opongan.

La cuarteta cuarenta y siete de la I Centuria se refiere a la
Sociedad de las Naciones.
Dice:

Del lago Leman los discursos enojarán

Los días serán reducidos a semanas,

Luego meses, luego años, luego todos desfallecerán,

Los Magistrados serán condenados por leyes vanas.

La cuarteta es un juicio nada hala­güeño y más bien severo de la labor llevada a cabo por los ministros reuni­dos en Ginebra, como representantes de las naciones del mundo: los discur­sos que se pronunciarán a orillas del lago Leman, dice, cansarán a todos y serán causa de desunión y de fastidio; los días serán como semanas, después como meses, como años; todos abandonarán la lucha y al final las propias leyes que, por falta de un espíritu su­perior, se convertirán en letra muerta, condenarán a los mismos magistrados que las elaboraron.

La cuarteta sexta de la V Centuria es una clara referencia a la proclamación de
Víctor Manuel III
como emperador:

Al Rey augur la mano imponer sobre el jefe,

Vendrá a rogar por la paz itálica:

A la mano izquierda cambiará el cetro,

De Rey llegará a ser Emperador pacífico.

Es asimismo muy importante el anuncio en la cuarteta ochenta y nueve de la II Centuria, de dos personajes destinados a gobernar Europa totalita­riamente. La transcribimos para nues­tros lectores:

Un día se repartirán el mundo los dos grandes maestros,

Su gran poder se verá aumentado:

La tierra nueva estará en sus poderosas, manos,

Los días del sanguinario están contados.

Dos grandes maestros subirán al poder del Estado, es decir, serán coro­nados de autoridad, como se hace con una pieza en el juego de damas; su in­fluencia política aumentará considera­blemente.

Es clara la alusión a
Hitler y Musso­lini,
maestros de escuela ambos mien­tras que la Tierra Nueva, América del Norte, alarmada ante el predominio de los dos jefes sobre el resto de Europa y de la peligrosa extensión de sus doctri­nas, vigilarán el número siempre cre­ciente de sus adeptos y seguidores.

Sigamos viendo el desarrollo de los sucesos bélicos de los años 1941-1945, a través de una serie de cuartetas que vaticinan los principales hechos (Cen­turia III, cuarteta LXXI; Centuria II, cuarteta V; Centuria IV, cuarteta LXVIII).

Algunos versos no necesitan expli­cación por su claridad. Cuando los ha­bitantes de las islas, después de un largo asedio, hayan recobrado fuerza y vigor, los sitiadores de fuera serán de­rrotados, y sufrirán de nuevo y más que nunca.

En cuanto a las tentativas de nego­ciar la paz, recordemos que en mayo de 1941 Rudolf Hess, enviado especial de Hitler, partió en avión para Inglaterra con el encargo de entablar negociacio­nes de Paz y lograr posiblemente una alianza contra la Rusia Soviética. Con el mismo fin, parece que también había comunicación apistolar secreta entre diplomáticos italianos y japoneses con los aliados; tentativas que no dieron resultado positivo, por lo cual, como dice el vidente, «muchos desearán par­lamentar con los grandes señores que llevaron la guerra a sus hogares, pero nadie absolutamente querrá oírlos. ¡Ay, si Dios no envía paz a la Tierra!». En esta exclamación parece encerrarse todo el horror de quien, con cuatro siglos de antelación sobre la realidad de los hechos, veía la espantosa carnicería que iba a seguir a estos vanos esfuerzos de paz entre los hombres.

El dolor por las desventuras que van a caer sobre la humanidad es nueva­mente vaticinado por los versos en los que Nostradamus dice que nunca se vio una tal alianza y amistad entre lobos que correrán famélicos a arreme­ter y despedazar la codiciada presa.

Y hace una clara alusión aquí a la guerra que se endurecerá más y más, empleando armas especiales y nuevos inventos cada vez más perfectos para lograr la victoria sobre Ios respecuvos adversarios. En pleno siglo XVI era de todo punto imposible imaginar un «pez de hierro»; frase en la que podemos ver una imagen de los submarinos, cuya torrecilla se abrey se cierra como se abría en la época de Nostradamus una carta cerrada con un sello-lacre.

En el año en que los habitantes de Saturno (o sea, las naciones más ricas), y los de Marte (que podemos identifi­car con las naciones belicistas) se ha­brán enzarzado en una terrible guerra y estará el mundo encendido en furia devastadora, el aire estará entonces seco (y de hecho el verano de 1944 fue particularmente duro para los pueblos envueltos en la contienda) y se emplea­rán fuegos secretos, es decir, armas desconocidas, a propulsión especial, que describirán una larga trayectoria y provocarán incendios, especialmente en una gran ciudad. Vemos en todo ello el devastador incendio de Londres, provocado por los alemanes con sus fa­mosas V1 y V2, las terribles armas que destruyeron la capital inglesa, dando lugar a grandes torbellinos y desplaza­mientos de aire (viento) a incendios (calor).

Un año después, en 1945, un año más distante todavía de Venus -que significa más alejado del bienestar y del amor entre los pueblos- los dos gran­des de África y de Asia que no pueden ser otros que Inglaterra (que poseía grandes colonias en África) y Rusia, in­vadirán todos los territorios compren­didos entre el Rhin y el Danubio, como asimismo las tierras comprendidas en­tre Malta y la Liguria. Las gentes, al principio, aplaudirán y enaltecerán la hazaña, pero luego habrá dolores, lutos y lágrimas, primero en Malta y después en toda Italia.

Además, el jefe supremo de los sitia­dos (la suerte se ha trocado y la situación, cada día peor, ha convertido a los sitiadores en sitiados) es el dictador alemán; y contra él y su loco proyecto de lucha a ultranza se ha tramado una conjuración que, sin llegar a conseguir plenamente su objetivo, ha sembrado el pánico entre los altos mandos alema­nes, fieles al Führer.

Finalmente, el cuadro conclusivo de la retirada germánica en Francia: las fuerzas anglo-americanas, después de haber desembarcado en las costas fran­cesas y de haber ocupado la famosa empalizada atlántica y toda la Bretaña, se dividieron en tres columnas y se dirigieron hacia el corazón de Francia, hacia las fronteras de Bélgica y de Ale­mania y hacia Italia.

Al mismo tiempo, otras tropas de­sembarcaban en Marsella con el claro objetivo de encerrar entre dos fuegos a las fuerzas alemanas, completamente dislocadas, y deshechas en el Sur de Francia. Los alemanes abandonaron Marsella (y a los soldados germanos les sustituyeron inmediatamente los alia­dos) y se dirigieron a marchas forzadas, en precipitada fuga, hacia Lyon, donde se encontraron con los ejércitos que procedían del Norte (Bordelés y Alto Garona) .

En esta trágica retirada, ciudades como Toulouse y Narbona sufrieron gravísimas pérdidas, y los mismos ale­manes perdieron, entre muertos y pri­sioneros, casi un millón de hombres.

Siguen otras cuartetas de extraordi­naria importancia, porque contienen la descripción de los hechos que determi­naron la
caída del fascismo,
la lucha de los partisanos y los sucesos que acontecieron después.

En esta época a situación de la gue­rra en Italia era tal como la describe Nostradamus: desembarcos de los alia­dos en Sicilia que habían determinado la fuga y el abandono de las zonas cos­teras de la isla por parte de la pobla­ción para dirigirse al interior y hacia el continente; desembarcos en Córcega, Cerdeña, Napoles y Salerno con ocu­pación de toda la Italia meridional, en tanto que la población huía en gran parte hacia el norte; gran carestía de alimentos y hambre en todas estas lo­calidades, agravada por una epidemia de tifus (peste) y por las inevitables tragedias ue siguen a una ocupación por parte qe una fuerza bárbara (no ol­videmos que con los ingleses y ameri­canos había también marroquíes y tro­pas de color), sin olvidar os efectos derivados de la falta de higiene.

Un nieto ocupará el trono por la de­cisión de dos cosas bastardas; será él quien doble la enseña del fascio licto­rio a causa de las envenenadas saetas disparadas contra el mismo fascio. És­tos son, en resumen, los acontecimien­tos que determinaron la caída del go­bierno de Mussolini el 25 de julio de 1943. En cuanto al nieto, Víctor Ma­nuel III, que subió al trono en 1900 cuando el anarquista Bresci (de origen desconocido) mató a Humberto I, a él, dice Nostradamus, corresponderá la misión de derribar al fascismo. Segui­ría aquí, seguramente, la cuarteta ochen­ta y tres de la VII Centuria, de la que hablan muchos intérpretes y comenta­ristas, pero se ha perdido el texto ori­ginal.

Decía que en una noche de aire cá­lido, en Consejo, sería atacado sin armas; y que habría, algún tiempo des­pués, otras lágrimas y otros lamentos, al trocarse el epitalamio.

Y pasemos ya a los últimos días de la guerra en Italia.

La descripción de los hechos em­pieza en la Centuria VIII, cuarteta se­senta y cuatro:

En las islas los niños serán transpor­tados,

Los dos de siete caerán en desesperación:

Los del continente serán soportados,

Nombre de pala, conquistados por las ligas abandonada toda esperanza.

Se recordará muy bien que cuando comenzaron sobre Inglaterra los bom­bardeos masivos con las nuevas armas germanas (que tenían como objetivo especial Londres y las regiones meri­dionales de la isla), se deadió poner a salvo al mayor número posible de niños.

Los dos de los siete no son otros que Alemania y Japón, habida cuenta de que las naciones beligerantes en aquel entonces eran exactamente siete: Japón, Alemania, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Rusia a Italia. Ésta se había pasado ya de campo y su nueva posición no le hacía temer grandes pe­ligros; mientras tanto, sus antiguos aliados continuaban sufriendo los asal­tos de la coalición. Los del continente son los alemanes, mientras que con «nombre de pala» el vidente pretende significar Ancona. La conquista de esta ciudad or parte de los anglo-ameri­canos al principio del año 1945 signi­ficó el principio de la derrota germá­nica, primero en Italia y luego en el resto de Europa, sin nin una esperanza de reacción por parte de los alemanes (Centuria VII, cuarteta XXVII).

Si añadimos a esta cuarteta otras dos, tendremos completo el cuadro de la marcha de las operaciones aliadas en Italia, durante el período 1944-1945 (Centuria II, cuarteta XVI y Centuria V, cuarteta XCIX).

Mientras que la ocupación de las islas y de la Italia meridional había te­nido lugar con cierta facilidad y rapi­dez, la invasión de las demás regiones de la península había sido mucho más lenta; los aliados emplearon para com­pletarla dieciocho meses.

Así, Nostradamus dice que la gran masa de la caballería, es decir, las tro­pas acorazadas, de los auto-vehículos y de las fuerzas aéreas que procedentes de Sicilia habían llegado en muy breve tiempo hasta Vasto en los Abruzzos, tendrán que esforzarse mucho y fati­garse para alcanzar Ferrara, como si se viesen impedidos or una enorme can­tidad de bagaje (y por bagaje puede asimismo entenderse, además de los muchos obstáculos interpuestos por la metódica y lenta retirada de los alema­nes, el triste peso de las incontables pérdidas humanas). Pero llegado el ejército anglo-americano a las proximi­dades de Ferrara, desaparecerán los obstáculos y podrán extenderse fácil­mente por toda la Italia septentrional. Entonces, en aquella coyuntura, se ce­lebrarán grandes fiestas en Turín por la inminente llegada de los libertado­res. Y aquellos mismos que festejarán el acontecimiento darán caza a sus ene­migos (alemanes y soldados de la Re­pública de Saló) y sacarán de la cárcel de la ciudad a los rehenes, que los mis­mos habían capturado, para fusilarlos.

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