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Authors: Matthew Stover

Punto de ruptura

 

Mace Windu es una leyenda viviente. Maestro Jedi, miembro veterano del Consejo Jedi, hábil diplomático y temible luchador. Hay quien dice que es el hombre más peligroso que existe. Pero es un hombre de paz, en un momento en que, por primera vez en mil años, la galaxia está en guerra.

A raíz de los terribles acontecimientos que culminaron en la batalla de Geonosis, el Maestro Mace Windu se ve forzado a iniciar un peligroso regreso a su mundo natal para evitar una crisis potencialmente catastrófica para la República... y enfrentarse a un misterio aterrador que tendrá terribles consecuencias personales.

El planeta selvático de Haruun Kal, el mundo natal que Mace apenas recuerda, se ha convertido en un campo de batalla para las crecientes hostilidades entre la República y el renegado movimiento Separatista.

Hace algún tiempo, el Consejo Jedi envió allí a Depa Billaba, la antigua padawan de Mace y su compañera en el Consejo Jedi, para que organizara a las tribus locales y formase con ellas una fuerza guerrillera que combatiera a los Separatistas, que estaban empleando sus ejércitos de droides para controlar el planeta y su sistema solar, de gran importancia estratégica.

Pero los Separatistas ya se han retirado, y Depa no ha vuelto. La única pista de su desaparición es una grabación codificada encontrada en la escena de una brutal masacre: una grabacion de locura y asesinato llena de la oscuridad de la jungla...Una grabación con la voz de la propia Depa.

Mace Windu la entrenó, y es el único que puede encontrarla. Sólo él puede descubrir qué ha podido cambiarla así. Sólo él puede detenerla.

Los Jedi no nacieron para ser soldados, pero en este momento no tienen otra opción. Mace debe viajar solo a la selva más traicionera de toda la galaxia, y sumergirse en su propia herencia. Para ello, dejará atrás la República a la que sirve, la civilización en la que cree, y todo menos su pasión por la paz y su devoción hacia su antigua padawan.

Y allí descubrirá el terrible precio que han de pagar los guardianes de la paz, cuando se ven forzados a hacer la guerra...

Matthew Stover

Punto de Ruptura

LAS GUERRAS CLON

ePUB v1.0

jukogo
16.11.11

Titulo: Punto de Ruptura (Shatterpoint: A Clone Wars Novel)

Autor: Matthew Stover

Coleccion: Guerras Clon

Editorial: Alberto Santos

Páginas: 344

Cronología: 22 años A.B.Y (Antes de la Batalla de Yavin)

Para Robyn, mi esposa,

por hacer que me sienta agradecido

de no ser un Jedi.

Y para los aficionados,

por mantener vivo el sueño.

Introducción
Peligrosamente cuerda

DE LOS DIARIOS PRIVADOS DE MACE WINDU.

En mis sueños, siempre hago lo correcto.

En mis sueños, estoy en la tribuna del circo. En Geonosis. Un brillo anaranjado arranca sombras de mis ojos. Abajo, en la arena, están Obi-Wan Kenobi, Anakin Skywalker y la senadora Padmé Amidala. Sentado en la piedra mal tallada, al alcance de mi mano, está Nute Gunray. Al alcance de mi hoja, Jango Fett.

Y el Maestro Dooku.

No. Ya no es un Maestro. El conde Dooku.

Puede que nunca me acostumbre a llamarle así. Ni siquiera en sueños.

Jango Fett está forrado de armas. Es un asesino instintivo, el hombre más letal de la galaxia. Puede matarme en una fracción de segundo. Lo sé. Notaría la violencia que irradia de él incluso sin haber visto el informe que envió Kenobi desde Kamino; es un púlsar de muerte en la Fuerza.

Pero hago lo correcto.

Mi hoja no ilumina la parte inferior de la mandíbula cuadrada de Fett. No pierdo tiempo con palabras. No titubeo.

Creo en lo que hago.

En mis sueños, el fogonazo púrpura de mi hoja chamusca los cabellos grises de la barba de Dooku y, en el semisegundo crítico que tarda Jango Fett en apuntar y disparar, giro esa hoja, llevando conmigo a Dooku a la muerte.

Y salvo a la galaxia de una guerra civil.

Podría haberlo hecho.

Podría
haberlo
hecho.

Porque lo sabía. Podía sentirlo.

Pude notar, en el torbellino de Fuerza que me envolvía, las relaciones forjadas por Dooku con Jango y con la Federación de Comercio, con los geonosianos y con el movimiento separatista: relaciones de ambición y miedo, de engaño y de cruda intimidación. No sabía lo que eran —no sabia cómo las había forjado, ni por qué—, pero sentí su poder, ese poder que ahora identifico como una telaraña de traición tejida para atrapar a toda la galaxia.

Pude sentir que la telaraña se pudriría si él no estaba para mantenerla, para reparar sus defectos y reforzar sus débiles hilos; que se marchitaría y se descompondría hasta que bastara un soplido para romperla y dispersar sus hebras por los infinitos vientos estelares.

Dooku era el punto de ruptura.

Lo supe.

Ése es mi don.

Imagina una gema de Corusca, un mineral cuya entrelazada estructura cristalina lo hace más fuerte que el duracero. Se la puede golpear con un martillo de cinco kilos y sólo se mellaría la superficie del martillo. Pero esa misma estructura cristalina que le otorga esa resistencia, también la dota de puntos de ruptura, lugares donde la aplicación precisa de una fuerza cuidadosamente calculada —apenas un simple golpecito— puede romperla en pedazos. Pero para encontrar esos puntos de ruptura y, tallando la gema Corusca a partir de ellos, obtener algo bello y de utilidad, se precisan años de estudio, una comprensión íntima de la estructura cristalina y una práctica rigurosa que permita a tu mano combinar a la perfección la fuerza y la precisión necesarias para obtener el corte deseado.

A no ser que se tenga un talento como el mío.

Yo puedo ver los puntos de ruptura.

No los veo con el sentido de la vista, pero "ver" es la palabra en básico que más se acerca a definirlo. Es una percepción. Siento que lo que veo encaja con la Fuerza, y que la Fuerza, a su vez, lo enlaza consigo misma y con todo lo demás. Yo tenía seis o siete años estándar de edad —y estaba muy avanzado en mi entrenamiento en el Templo Jedi— cuando me di cuenta de que los demás estudiantes, los Caballeros Jedi adultos, y hasta los Maestros más sabios, sólo podían sentir esa conexión con dificultad, y sólo mediante la práctica y la concentración. La Fuerza me mostraba puntos fuertes y débiles, defectos ocultos y usos inesperados de los mismos: me mostraba líneas de tensión que se afinaban o alargaban, que se torcían o se cortaban; me mostraba cómo esas líneas se entrecruzaban para conformar la matriz de la realidad.

En palabras sencillas: cuando veo a través de la Fuerza, puedo ver por dónde cederá.

Miré a Jango Fett en la arena del circo geonosiano. Era una combinación perfecta de armas, habilidad y voluntad de utilizarlas. Un asesino que era como el entrelazado de un cristal. La Fuerza me insinuó un punto de ruptura, y yo dejé en la arena un cadáver sin cabeza. El del hombre más letal de la galaxia.

Ya sólo era un hombre muerto.

Las situaciones tienen puntos de ruptura, como las gemas. Pero en ese caso son fluidos, efímeros. Se descubren durante un instante y desaparecen nuevamente, sin dejar rastro de su existencia. Siempre son una cuestión de ritmo.

No existen las segundas oportunidades.

Si vuelvo a encontrarme con Dooku —
cuando
vuelva
a
encontrarme
con
él
—, ya habrá dejado de ser el punto de ruptura de la guerra. Ya no podré detener esta guerra con una única muerte.

Pero aquel día, en el circo geonosiano, podría haberlo hecho.

Unos días después de la batalla, el Maestro Yoda me encontró en una cámara de meditación del Templo.

—Tu amigo fue él —dijo el anciano Maestro, mientras cojeaba al cruzar la puerta. Yoda siempre tuvo el don especial de saber lo que yo pensaba—. Respeto le debías. Afecto incluso. Matarlo allí no podías, no por una sensación sólo.

Pero podría haberlo hecho.

Debería haberlo hecho.

Nuestra Orden prohíbe los apegos personales precisamente por esa razón. De no haberlo honrado —e incluso querido— tanto, la galaxia viviría ahora mismo en paz. "Por una sensación sólo", dijo Yoda.

Soy un Jedi.

Desde que nací, me he entrenado para confiar en mis sensaciones. Pero, ¿en qué sensaciones debo confiar?

Cuando me enfrenté al dilema entre matar a un antiguo Maestro Jedi o salvar a Kenobi, al joven Skywalker y a la senadora... dejé que la Fuerza eligiera por mí. Seguí mis instintos.

Hice una elección Jedi.

Y por eso Dooku escapó. Y por eso la galaxia está en guerra. Y por eso han muerto muchos de mis amigos.

Las segundas oportunidades no existen.

Resulta extraño. Soy un Jedi, pero me ahoga el pesar de haber perdonado una vida.

Muchos de los supervivientes de Geonosis sufren pesadillas. Los sanadores Jedi que les han atendido me han contado un caso tras otro. Las pesadillas son inevitables; no se masacraban tantos Jedi desde la Guerra Sith, hace cuatrocientos años. Ninguno de ellos podía imaginar lo que seria estar en ese circo, rodeados de cadáveres de amigos, bajo la abrasadora luna anaranjada, con la peste y la arena empapada en sangre. Puede que yo sea el único veterano de Geonosis que no tiene pesadillas de ese lugar.

Porque en mis sueños, siempre hago lo correcto.

Mi pesadilla es lo que encuentro al despertar.

Los Jedi también tienen puntos de ruptura.

***

Mace Windu se detuvo en el umbral de la puerta e intentó recobrar la calma. Un arco de sudor oscurecía la capucha de su túnica, que se le pegaba a la piel. Venía directamente de un entrenamiento en el Templo, y no se había parado ni a tomar una ducha. El ritmo rápido, casi de carrera, que había mantenido al recorrer el laberinto que era el Senado Galáctico no le había dado oportunidad de enfriarse.

Tenía ante sí el despacho privado de Palpatine, vasto y reluciente, en la suite privada del Canciller Supremo, situada bajo la Gran Rotonda del Senado. Lo componían un tramo de suelo de ebonita pulida, unos pocos sillones sencillos y una mesa de caballete, también de ebonita. Al margen de dos estatuas solitarias, no había retratos, pinturas o decoraciones; sólo repetidores holográficos que se alzaban del suelo al techo, mostrando imágenes en tiempo real de la ciudad galáctica, divisada desde el pináculo de la cúpula del Senado. En el cielo del exterior, los espejos orbitales no tardarían en dar la espalda al sol de Coruscant para provocar el crepúsculo en la capital.

En el despacho sólo estaba Yoda. Solo. Sentado de forma solemne en su silla flotante, cerrando las manos sobre el pomo de su bastón.

—A tiempo llegas —observó el anciano Maestro—, pero sólo por poco. Coge una silla; preparados debemos estar. Grave me temo que esto sea.

—No esperaba ninguna fiesta. —Sus botas taconearon por el pulido suelo. Se acercó a uno de los sillones sencillos y mullidos que había junto a Yoda y se sentó mirando al escritorio. La tensión hizo que le doliera la mandíbula—. El mensajero dijo que estaba relacionado con la operación de Haruun Kal.

El hecho de que el Canciller, entre todos los miembros del Consejo Jedi y el Mando Supremo de la República, sólo hubiera llamado a los dos miembros más antiguos del Consejo, implicaba que las noticias no eran buenas.

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