Rama Revelada (34 page)

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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

—Doctor Azul no es un experto en este campo —interpretó Nicole—. Dice que una de las otras dos octoarañas tendrá que explicar los detalles del proceso.

Después de una breve conversación entre las tres octoarañas, Doctor Azul se hizo a un lado y otro alienígena se paró directamente delante de Nicole y Max. Doctor Azul informó entonces a Nicole que esta
octo
en particular, a la que llamaba “ingeniero en imágenes”, hacía muy poco que había empezado a aprender el dialecto octoarácnido más simple que se usaba para comunicarse con los seres humanos.

—El ingeniero podría ser un poco difícil de entender —manifestó.

—Los diminutos seres del frasco —dijo Nicole varios segundos después, cuando los colores empezaron a fluir alrededor de la cabeza del ingeniero— se denominan… cuadroides de imágenes, creo que sería una traducción satisfactoria… Sea como fuere, son cámaras vivas en miniatura, que van a arrastrarse por el interior de Eponine y tomar fotografías del bebé. Cada cuadroide tiene la capacidad de… varios millones de elementos de imagen fotográfica, los que se pueden asignar a tanto como quinientas doce imágenes por
nillet
octoarácnido. Pueden producir una imagen con movimiento, si así se desea.

Nicole vaciló y se dio la vuelta hacia Max.

—Estoy simplificando todo esto, si te parece bien. Todo es sumamente técnico, y todo está en la matemática octal de ellos. El ingeniero estaba explicando ahí, al final, todas las diferentes formas en las que el operador puede especificar que quiere las imágenes… Richard habría estado completamente encantado.

—Hazme recordar qué largo tiene un nillet —pidió Max.

—Alrededor de veintiocho segundos. Ocho nillets hacen un
feng
, ocho fengs hacen un
woden
, hay ocho wodens en un
tert
, y ocho terts en un día octoarácnido. Richard calcula el día de ellos en treinta y dos horas, catorce minutos y poco más de seis segundos.

—Me alegro de que haya alguien que entienda todo esto —declaró Max en tono calmo.

Nicole volvió a mirar de frente al ingeniero en imágenes y la conversación continuó.

—Cada cuadroide de imágenes —tradujo lentamente— penetra en el blanco especificado de la zona, toma las fotografías y después regresa al procesador de imágenes, que es la caja gris que está allá, apoyada en la pared, en el que “vacía” sus imágenes, recibe su recompensa y regresa a la cola.

—¿Qué? —dijo Max—. ¿Qué clase de recompensa?

—Después, Max —señaló Nicole, que estaba luchando por entender una frase que ya le había pedido a la octoaraña que repitiera. Quedó en silencio durante unos segundos, antes de menear la cabeza y volverse hacia Doctor Azul.

—Lo siento —dijo—, pero sigo sin entender esa última frase.

Las dos octoarañas tuvieron un rápido intercambio de conceptos en su dialecto natural y, después, el ingeniero en imágenes volvió a mirar a Nicole de frente.

—Muy bien —dijo ésta al fin—, creo que ahora lo entiendo… Max, la caja gris es una especie de administrador programable de datos, que tanto almacena los datos en células vivas como prepara la transferencia de las imágenes traídas por los cuadroides para que se las proyecte en la pared o en cualquier parte en la que queramos ver la imagen, según el protocolo seleccionado…

—Tengo una idea —la interrumpió Max—. Todo esto va más allá de lo que puedo entender… Si estás segura de que todo este aparataje no va a dañar a Ep en forma alguna, ¿por qué no seguimos adelante con esto?

Doctor Azul había entendido lo dicho por Max. A una señal de Nicole, él y las demás octoarañas salieron del hogar de los Puckett y trajeron del transporte estacionado lo que parecía ser una caja cubierta.

—En este recipiente —le explicó Doctor Azul a Nicole— hay un grupo de veinte o treinta de los miembros más pequeños de nuestra especie, morfos cuya función primordial es la de comunicarse de manera directa con los cuadroides y los otros entes diminutos que hacen que este sistema funcione… Son los morfos quienes manejan el procedimiento en realidad.

—¡Quién lo diría! —exclamó Max, cuando se abrió la caja y las diminutas octoarañas, de nada más que unos centímetros de alto, corretearon en medio de la habitación—, ésas… —Max tartamudeaba por la excitación— son las que Eponine y yo vimos en el laberinto azul, en la madriguera que está del otro lado del Mar Cilíndrico.

—Los morfos enanos —explicó Doctor Azul— reciben nuestras instrucciones y después organizan todo el proceso. Son ellos los que realmente programan la caja gris… Ahora, todo lo que necesitamos para poder empezar es unas pocas especificaciones sobre la clase de imágenes que deseas y dónde quieres verlas.

La gran imagen en colores que apareció en la pared de la sala de estar de los Puckett mostraba un feto masculino precioso, perfectamente formado, que llenaba casi todo el útero de su madre. Max y Eponine celebraron durante una hora, desde el momento mismo en que pudieron distinguir que su hijo por nacer era, ciertamente, un varón. A medida que la tarde avanzaba, y Nicole había aprendido mejor cómo especificar lo que deseaba ver, la calidad de las imágenes mejoró de modo notable. Ahora, la imagen tamaño natural que aparecía en la pared era pasmosa por su claridad.

—¿Puedo verlo patear una vez más? —pidió Eponine.

El ingeniero en imágenes le dijo algo al morfo enano jefe y, en menos de un nillet, se produjo la repetición del momento en que el joven señor Puckett pateaba hacia arriba, contra la panza de la madre.

—¡Mira la fuerza de esas piernas! —exclamó Max. Estaba más calmado ahora. Después que se recuperó de la conmoción de las imágenes iniciales, su preocupación fue toda esa “parafernalia” que rodeaba a su hijo en el útero. Nicole calmó al padre primerizo señalándole el cordón umbilical y la placenta y asegurándole que todo estaba normal.

—¿Así que no voy a tener a mi hijo antes de tiempo? —preguntó Eponine, cuando terminó la repetición de la película.

—No —contestó Nicole—. Mi presunción es que te quedan cinco o seis semanas más. Con frecuencia, los bebés salen un poco tarde… Puede ser que todavía tengas algunas de esas contracciones intermitentes entre ahora y el nacimiento, pero no te preocupes por ellas.

Nicole le agradeció profusamente a Doctor Azul, al igual que Max y Eponine. Después, las octoarañas juntaron todos los componentes, tanto biológicos como abiológicos, de su laboratorio portátil. Una vez que las
octos
partieron, Nicole cruzó la habitación y tomó la mano de Eponine.


Es-tu heureuse
? —le preguntó a su amiga.


Absolument
—contestó Eponine—. Y aliviada también. Pensaba que algo había salido mal.

—No —la tranquilizó Nicole—. No fue más que una simple falsa alarma.

Max cruzó la habitación y estrechó a Eponine entre sus brazos. Estaba radiante. Nicole se retiró ligeramente y observó la tierna escena que tenía lugar entre sus amigos.

No hay momento en el que los miembros de la pareja se amen tanto
, pensó,
como inmediatamente antes del nacimiento de su primer hijo
. Y empezó a salir de la casa.

—Espera un momento —le dijo Max—. ¿No quieres saber qué nombre le vamos a dar?

—Claro que sí.

—Marius Clyde Puckett —declaró él con orgullo.

—Marius —añadió Eponine—, porque ése era el amante soñado por la huérfana Eponine en “Los miserables”; durante mis largas y solitarias noches en el orfanato, anhelaba que me llegara un Marius, y Clyde por el hermano de Max, que está en Arkansas.

—Es un nombre excelente —dijo Nicole, sonriendo para sus adentros mientras se daba vuelta para irse—. Un nombre excelente —repitió.

Richard no podía contener su agitación cuando volvió a casa avanzada la tarde.

—Acabo de pasar dos horas absolutamente fascinantes con Archie y las demás octoarañas, en la sala de conferencias —le dijo a Nicole en su tono más alto—. Me mostraron todo el dispositivo que utilizaron contigo y Eponine hoy a la mañana. Asombroso. ¡Qué genialidad increíble…! No, hechicería es un término mejor; lo dije desde el principio, las malditas octoarañas son hechiceras de la biología.

—Oye esto solamente. Tienen seres vivos que son cámaras, otro conjunto de bichos microscópicos que leen las imágenes y almacenan cuidadosamente cada píxel individual, un alabeo genético especial de ellos mismos que controla el proceso, y una cantidad limitada de equipo electrónico, donde fuere necesario, para efectuar las simples tareas de la administración de datos… ¿Cuántos miles de años se precisaron para que ocurra todo esto? ¿Quién lo planeó en primer lugar? ¡Todo esto te retuerce los sesos!

Nicole le sonrió a su marido.

—¿Viste a Marius? ¿Qué pensaste…?

—Vi todas las imágenes de esta tarde —siguió gritando Richard—. ¿Sabes cómo los morfos enanos se comunican con los cuadroides de imágenes? Utilizan un intervalo especial de longitudes de onda en la parte ultravioleta más lejana del espectro. Así es. Archie me dijo que esos bichitos y las octoarañas enanas realmente tienen un idioma común. Y eso no es todo. Algunos de los morfos saben tanto como ocho idiomas de diferentes microespecies. Hasta el mismo Archie puede comunicarse con otras cuarenta especies; con quince empleando sus colores octoarácnidos básicos y, con las demás, en una gama de idiomas que comprende signos, sustancias químicas y otras partes del espectro electromagnético.

Richard se quedó parado un instante en el medio de la habitación.

—Esto es increíble, Nicole, sencillamente increíble.

Estaba a punto de lanzarse con otro monólogo, cuando ella le preguntó cómo se comunicaban las
octos
normales y los morfos enanos.

—Hoy no vi patrones de color en la cabeza de los morfos —dijo Nicole.

—Toda su conversación es en el ultravioleta —contestó Richard y empezó a dar zancadas otra vez. De pronto se volvió y se señaló el centro de la frente—. Nicole, esa cosa como una lente que tienen en el medio de la ranura es un telescopio hecho y derecho, que tiene la capacidad de recibir información en cualquier longitud de onda, prácticamente… Es algo enloquecedor. De alguna manera han organizado todas estas formas de vida dentro de un gran sistema simbiótico, cuya complejidad trasciende, con mucho, cualquier cosa que pudiéramos concebir…

Se sentó en el diván, al lado de Nicole, y prosiguió:

—Mira —dijo, mostrándole los brazos—,
todavía
tengo piel de gallina… Estoy absolutamente admirado de estos seres… ¡Dios, qué bueno que no sean hostiles!

Con la frente surcada por una profunda arruga, Nicole miró a su marido.

—¿Por qué dices eso?

—Podrían dirigir un ejército de
miles de millones
, quizá hasta de
billones
. ¡Estoy seguro de que hasta hablan con sus
plantas
! Ya viste con cuánta rapidez se encargaron de aquella cosa del bosque… Imagina lo que pasaría si tu enemigo pudiera controlar todas las bacterias, hasta los
virus
, e hiciera que obedezcan sus órdenes… ¡Qué concepto aterrador!

Nicole rió.

—¿No crees que te estás dejando llevar? El hecho de que hayan modificado genéticamente un conjunto de cámaras vivas no entraña necesariamente que…

—Lo sé —interrumpió Richard, levantándose del diván de un salto—, pero no puedo dejar de pensar en la extensión lógica de lo que hemos visto hoy… Nicole, Archie admitió ante mí que el
único
objeto de los morfos enanos es el de poder habérselas con el mundo microscópico. Los enanos
pueden
ver cosas tan pequeñas como de un micrómetro de longitud, o sea, de un
milésimo
de milímetro… Ahora, ampliemos esa idea otros varios órdenes de magnitud. Imagina una especie cuyos morfos cubran cuatro o cinco relaciones similares a la que hay entre las
octos
normales y las enanas. La comunicación con las bacterias podría no ser imposible, después de todo.

—Richard —apuntó—, ¿es que no tienes nada para decir del hecho de que Max y Eponine van a tener un hijo…? ¿Y de que el bebé parece estar perfectamente sano?

Richard quedó en silencio durante unos segundos.

—Es maravilloso —concedió con un poco de timidez—. Creo que debo ir y felicitarlos.

—Probablemente puedas esperar hasta después de la cena —dijo Nicole, echándole una mirada a uno de los relojes especiales de pared hechos por Richard para ellos. El reloj seguía la hora humana, dentro de un marco de referencia octoarácnido.

—Patrick, Ellie, Nikki y Benjy han estado en lo de Max y Eponine durante la hora pasada —prosiguió Nicole—, desde el momento mismo en que Doctor Azul se detuvo en la casa con algunas fotografías en pergamino del pequeño Marius en el útero —sonrió—. Como dirías tú, deben de volver a casa dentro de un feng, más o menos.

3

Nicole terminó de cepillarse los dientes y contempló su reflejo en el espejo.

Galileo tenía razón
, pensó,
soy una vieja
.

Empezó a frotarse la cara con los dedos, masajeándose metódicamente las arrugas, que parecían estar por todas partes. Oyó a Benjy y los mellizos jugando afuera y, después, tanto a Nai como a Patrick, que los llamaban para que fueran a la escuela.

No siempre fui vieja
, se dijo.
Hubo una época en la que yo también iba a la escuela
.

Cerró los ojos, tratando de recordar qué aspecto tenía cuando era jovencita. No logró evocar una imagen clara de sí misma como niña. Demasiadas imágenes de los años intermedios difuminaban y distorsionaban la imagen que tenía de sí misma como niña en edad escolar.

Al fin, volvió a abrir los ojos y se quedó con la mirada fija en el espejo. En su mente se borró todas las bolsas y arrugas del rostro; se cambió el color del cabello y de las cejas, pasándolo de gris a negro intenso. Por último, se las arregló para verse como hermosa mujer de veintiún años. Experimentó un breve pero intenso anhelo por aquellos días de su juventud.
Éramos jóvenes, y sabíamos que nunca moriríamos
, recordó.

Richard asomó la cabeza desde la esquina, y dijo:

—Ellie y yo estaremos trabajando con Hércules en el estudio. ¿Por qué no te nos unes?

—Dentro de unos minutos —contestó. Mientras se retocaba el cabello, reflexionaba sobre las pautas cotidianas del clan humano en la Ciudad Esmeralda. Por lo común, todos se reunían en el comedor de los Wakefield para tomar el desayuno. La escuela terminaba antes del almuerzo. Después, todo el mundo, excepto Richard, dormía la siesta, que era la adaptación del grupo humano a un día ocho horas más largo. La mayor parte de las tardes, Nicole, Ellie y Richard estaban con las octoarañas, aprendiendo más sobre sus anfitrionas o compartiendo experiencias del planeta Tierra. Los otros cuatro adultos pasaban casi todo su tiempo con Benjy y los chicos en la sección para seres humanos, al final del callejón.

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