Saga Vanir - El libro de Jade (42 page)

—Créeme, a mí también me parece increíble—murmuró mirando a Caleb.

—Hay algo más... —dijo Gabriel rascándose la barbilla y mirándola pensativo. —Estás... más... más espectacular. Y tus dientes...

—Una limpieza bucal al mes —dijo ella quitándole hierro al asunto— y los tendrás así.

—No... hay algo raro en ti que...

—Señoritos, por favor, tomen asiento —interrumpió María. —Tengo un postre buenísimo preparado para ustedes. Ay, me da tanta alegría tener a gente joven en esta casa —suspiró

emocionada. —La llena de vida.

—María es un encanto —le dijo Ruth pasándole el brazo por la cintura. —Nos ha tratado como reyes en tu ausencia. Ya nos dijeron que tenías trabajo y que regresarías por la noche —se sentaron juntas.

—Sí, por la noche —dudó ella. —Ven a mi lado, Gabri —le dijo dando una palmada en la silla vacía a su vera. —Caleb. Daanna. ¿Queréis... sentaros con nosotros?

Caleb y Aileen se miraron a los ojos durante un largo rato, inmersos el uno en el otro. Fue cuando se percató de que Caleb estaba pálido y sudoroso, y las ojeras se le marcaban como círculos negros alrededor de sus bonitos ojos esmeralda.

¿Caleb?
Preguntó ella inquieta por él. Nunca lo había visto así, y encima no le contestaba. Daanna miró a su hermano y enseguida se colocó a su lado. El se apoyó en su hombro, ella lo miró preocupada. Su hermano perdía el poder, y con tantas heridas como tenía, se debilitaba y empezaba a escapársele la vida. Ni las atenciones de Menw y Cahal ni las de ella podían hacer nada. Su cáraid, Aileen, le había rechazado, lo seguía haciendo y no le daba consuelo. Sólo Aileen podía salvarlo con la entrega voluntaria de su cuerpo.

¿Por qué no me contestas, Caleb?

—Sácame de aquí —le dijo él a su hermana en un bajo susurro apenas audible. —No quiero que me vea así.

e

Daanna lo acompañó hasta la puerta. Aileen los alcanzó antes de que salieran por ella.
d

Ja

—¿Dónde vais? —le preguntó extrañada.

de

—Aileen, Caleb necesita que...

orbi

—No, Daanna —la cortó él con los ojos húmedos y enrojecidos. —Sólo necesito descansar.
LlE

Todavía me duele la espalda.

-1

Aileen agachó la mirada y tragó saliva. Quería calmar a Caleb, ayudarlo a que se sintiera mejor.
0rin

Ya había hecho lo que Daanna le sugirió. Lo había escuchado. Lo había perdonado. Ella sabía que
Va

había algo más por hacer con Caleb. ¿Pero qué era?

eire

—Quedaos un rato más, por favor —pidió ella.

S -

—No podemos —contestó él. —Hay que hacer guardias. Esta zona ya está vigilada por vanirios
tine

y berserkers. Pero falta la zona céntrica por cubrir, donde hay más alboroto. Iremos hacia allá, allí

l

nos necesitan. Y tú necesitas estar con ellos.

Vaa

Len

173

¿Y las guardias? Aquí también os necesito.
Sorprendida por su propia respuesta, Aileen lo miró

a la cara y él ni se inmutó. Con lo difícil que era para ella admitir eso, y Caleb la ignoró.

—Mañana nos vemos ¿vale? —le dijo Daanna forzando una sonrisa de tranquilidad. Se dieron la vuelta para irse de allí.

Buenas noches, Caleb. Muchas gracias.

Aileen cerró los ojos y arrugó la frente.

¿Por qué no hablas conmigo, Caleb? ¿He hecho algo mal?
Gruñó confundida. Pero Caleb y Daanna ya alzaban el vuelo. Aileen mordiéndose el labio y arrastrando los pies regresó al salón. Ruth y Gabriel la miraban expectantes. Ella no sabía cómo actuar. Resultaba que era rica. Que era híbrida por nacimiento. Que tenía a sus mejores amigos en su nueva casa, donde tenía un servicio a su disposición. Nosferátums, humanos y lobeznos, la habían perseguido por ser híbrida. Ahora también la perseguirían. Mikhail, que era el precursor de ese movimiento contra vanirios y berserkers, se había hecho pasar por su padre durante muchos años. Hacía seis días que lo había visto morir. Ahora resulta que estaba vivo, que venía a Londres con Víctor, quién creía que era uno de sus mejores amigos. Pero no, era un traidor. Un conspirador. Había descubierto que tenía un abuelo fantástico que era un berserker. Sin embargo, ninguna de esas cosas le preocupaban tanto como el gesto de derrota y cansancio de Caleb. Sí. El mismo vanirio que la había medio violado y la había arrancado de su falso hogar. Ahora, después de todo, estaba triste y herida porque él no le había contestado mentalmente. Porque no se había quedado cuando ella se lo había pedido. Porque no hablaba con ella. Era como si hubiese roto la comunicación. ¿Es que Caleb tenía que hacerlo todo tan bruscamente? Se iba a enterar ese creído vanidoso.

Miró a sus amigos y sonrió. Inevitablemente pensó que ellos estaban allí gracias a él. Brave, su perrito, estaba en Wolverhampton gracias a él. Gracias a lo que él hizo, ella llegó a recordar quién era. Aunque había sido bruto y cruel. Pero él la había hecho recordar. ¿Y si no la hubiesen secuestrado y hubiese sufrido la transformación en Barcelona, en manos de Mikhail y los de Newscientists? Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Nunca jamás hubiera vuelto a ver sus amigos.

—¿Te encuentras bien, cariño? —le preguntó Ruth con una de sus miradas intrigantes.

—Sí. Es sólo que ha sido un día muy duro...

—Ya —contestó desafiante. —¿Me vas a contar qué hay entre tú y ése hombre salido de una mezcla entre la revista Vogue y los cómics de Marvel? La virgen... Eileen —exclamó Ruth entornando los ojos. —¿Cómo puede estar tan bueno?

e

—No es para tanto —dijo Gabriel bostezando.

d

Ja

—No hay nada importante —dijo Aileen mirando a la puerta, recordando la cara de Caleb.
deo

—Claro, y yo soy Megan Fox —comentó sarcástica. —Ya quisieras —le dijo Gabriel.
rbi

—No te desvíes. Focalicemos, cari —le ordenó Ruth. —Él te mira como si fueras suya. Como
LlE

una posesión. A mí me pondría cachonda que alguien me mirara así.

-1 0

Aileen seguía pensando en él. No se lo sacaba de la cabeza. Quería estar con él, que la tomara
rin

entre sus brazos y que juntos, se echaran a volar como antes. Había sido la mejor experiencia de
Va

su vida.

eire

—Me está volviendo loca... —reconoció en voz alta cogiéndose de la cabeza.
S -ti

Gabriel y Ruth pusieron los ojos como platos.

nel

—¿Entonces es cierto? —preguntó Gabriel. —Hay algo entre vosotros.
Vaa

Len

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María trajo un
brownie
enorme de chocolate y nueces, con chocolate caliente por encima y tres bolas de vainilla.

—¿Has estado comiendo así desde que estás aquí? —silbó Ruth. —Tú no puedes comer esto. Eres diabética, cielo.

—Estoy mucho mejor —dijo ella lanzándose a por el
brownie
. Necesitaba consuelo, tenía más hambre que Jesús en sus cuarenta días de retiro en el desierto y el chocolate le iba a dar ambas cosas.

—No, Aileen —Ruth la cogió de la muñeca.

—No te preocupes —hincó la cuchara en el bizcocho. —Estoy muy controlada. Ruth la miró extrañada. Aileen nunca se comportaba así.

—¿Ese hombre te gusta mucho, verdad? —preguntó inquisitiva entrecerrando los ojos. —Te veo trastornada.

Aileen tragó el
brownie
y la miró sorprendida por la ligereza con la que Ruth afirmaba las cosas.

—Ese hombre me turba —dijo Aileen hincando otro cucharazo en el postre y mezclando esta vez el bizcocho con la bola de vainilla. —Y me cabrea como nadie.

—Lo miras como si esperaras algo de él. Algo que no te da—dijo Gabriel. —Mi perro me mira así cuando estoy comiendo pizza de cuatro quesos.

—No —corrigió Ruth. —Lo miras como estás mirando al
brownie
, como si quisieras hincarle el diente. ¿Qué te pasa? Te dejo seis días y te conviertes en una vampiresa. Aileen sonrió para sus adentros. Su amiga no sabía lo cerca que estaba de la verdad esa insinuación.

—Ella es muy guapa —comentó Gabriel como quien no quiere la cosa.

—Es su hermana —le informó Aileen relamiendo la cuchara. —Se llama Daanna.

—Un nombre muy bonito —dijo él. —¿Tiene novio? Ella sí que se parece mucho a Megan Fox.

—No estoy segura de que tenga novio.

—Gabriel no nos cortes —lo regañó Ruth. —¿Te has acostado con Caleb?

Toma ya. Qué directa era Ruth. Aileen se atragantó. Se esforzó en coger aire.

—Oh Dios mío... —susurró Ruth con una amplia sonrisa de incredulidad. —Lo has hecho...

—Ruth, no quiero hablar de ello —oscureció la mirada y entonces fue cuando Ruth se preocupó.

—¿Qué pasó? ¿Se portó bien?

e

Gabriel se tapó los oídos y apretó los ojos con fuerza. No quería escucharlo.
d

Ja

—¿Te hizo daño Aileen? —la cogió de la cara y la miró fijamente. —Cuéntamelo.
de

—No lo entenderías...

orbi

—Cuéntamelo. La primera vez es bastante confusa en cuanto a las sensaciones. Te duele,
LlE

sientes quemazón... y casi nunca llegas al orgasmo.

-1

¿Ah no? Pensó Aileen. Ella sí que llegó al orgasmo. Dos veces con él dentro. Tan adentro que
0rin

aún podía sentirlo en el estómago.

Va

—¿Qué? Habla. Soy tu amiga, Aileen.

eire

Aileen se mordió el labio, un poco avergonzada.

S -ti

—Fue sexo salvaje. No hubo emoción, ni sentimientos, ni confianza ni nada que nos vinculara
nel

de algún modo. Sólo sexo.

Vaa

—Sexo salvaje en tu primera vez. Caramba... ¿Y a ti no te pareció... bien? —preguntó confusa.
Len

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—Ya sabes cómo pienso Ruth. Mi primera vez tenía que ser especial, con alguien a quien yo quisiera. Con mi verdadera pareja. Quería abrirme para el hombre ideal.

—Tienes que dejar de leer a Kika Leypas.

—Lisa Kleypas —la corrigió Aileen ahogando una carcajada.

—Bueno, quién sea. Eso lo pensamos todas... ¿sabes? Pero luego descubres que tienes que tirarte a muchos sapos hasta que encuentras a tu príncipe.

—¿Qué ha pasado con los besos? —preguntó Aileen riéndose.

—Estamos en el siglo veinte, cielo. En fin. ¿Te corriste?

—Sí —se tapó la cara con las manos avergonzada.

—Entonces ese hombre sabe lo que se hace.

Por mucho que lo intentara explicar, su amiga nunca entendería lo que ella había sentido hacía cinco noches con Caleb. Terror, miedo, pavor... y luego ardor físico, calor volcánico, las llamas la quemaban, las manos de Caleb la marcaban por todos lados. Hasta que se fundió y luego cuando se despertó era alguien distinta.

Se sentía atorada por todas las preguntas a la que la sometían. Adoraba a Ruth, la quería como a una hermana, igual que a Gabriel, y agradecía de corazón que estuvieran con ella, pero estaba cansada y su cabeza se había dividido en dos. Una parte estaba con Caleb, intentaba ponerse en contacto con él. La otra estaba allí, en el salón, intentando hablar con sus amigos. Pero ella estaba partida, porque incluso esa parte quería rozar la mente del vanirio. Y él había cerrado la puerta. Quería descubrir su cuarto y echarse a dormir. Le costó mucho tomar la decisión, pero al final, por su bien y por el de sus amigos, decidió lo más conveniente.

—Ruth y Gabriel, miradme —bajó su voz una octava y habló con un tono suave y melódico. —

Vais a subir a vuestra habitación y os vais a ir a la cama.

—Nos vamos a ir a la cama —repitieron los dos como zombies.

Inmediatamente se levantaron y subieron las escaleras, obedeciendo las órdenes de Aileen. Se quedó sola en la mesa. ¿Cuánto poder tenía? El sólo pensar en ese hecho, hizo que se estremeciera. Apoyada con los codos, hundió la cara entre sus manos y peinó su pelo hacia atrás con los dedos, entrelazándolos finalmente en su nuca y echando la cabeza hacia atrás.

—Caleb, qué es lo que me estás haciendo... —susurró desesperada. María entró al salón y recogió el postre que había sobrado. Aileen entró sutilmente en la cabeza de la mujer, y obtuvo imágenes de todo lo que tenía la casa. El garaje, la piscina interior, el gimnasio, las habitaciones, la biblioteca, la planta inferior... Su casa era preciosa.
e

Se levantó apoyándose en la mesa, y con los hombros caídos se dirigió a su habitación.
d

Ja

—El señorito Caleb es un buen hombre —dijo María en tono conciliador.
deo

Aileen se detuvo en la escalera y giró la cabeza para mirarla por encima del hombro.
rbi

—Su papá confiaba muchísimo en él. ¿Sabe qué, señorita Aileen? Yo no soy tonta. Desde que
LlE

conozco a Caleb, él no ha envejecido nunca, al igual que su papá. Nunca me lo quisieron decir,

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pero yo sé lo que son ustedes. Yo tengo el tercer ojo muy desarrollado —se tocó el entrecejo con
0rin

una sonrisa. —Sea lo que sean, a mí nunca me han hecho daño, al contrario, me han tratado muy
Va

bien y es por eso por lo que les respeto y les aprecio. Yo quise mucho a su papá ¿sabe? y espero
eir

ganarme su corazón también. Usted es diferente de sus amigos, es diferente de mí... pero se
eS

parece mucho a Caleb. Los dos tienen la misma aura poderosa alrededor. Casi los mismos colores.

-tin

Aileen dudaba en confesarse con la mujer, pero la escuchaba con atención y asombro.
el

—Tiene miedo de Caleb, pero sin embargo siente algo muy poderoso por él. Él se preocupa por
Vaa

usted señorita.

Len

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Apartando ese comentario de su memoria le preguntó:

—María... ¿le ha dicho algo a mis amigos sobre lo que usted... cree que sabe?

—Nunca señorita. Su secreto está a salvo conmigo. Yo nunca la traicionaré. Aileen respiró

tranquila y la miró agradecida.

—Entonces, sabe muchas más cosas que yo, sobre mí misma, sobre mi casa, sobre mi padre...

—Oh sí, señorita —sonrió con ternura. —Usted deje que la cuidemos y que nos ocupemos de todo. Limítese a vivir, mi niña. Cualquier cosa que necesite, nos la pide señorita. Cualquier cosa. Y

si algún día necesita hablar de su papá... Yo estaré encantada de hablarle de él. Ahora descanse. Mañana le presentaré al resto del servicio.

Aileen sintió que se le humedecían los ojos. Asintió con la cabeza y se fue a su habitación a descansar. Comprendió que podía delegar cualquier cosa a María, su intuición berserker así se lo decía.

Una vez en su nueva alcoba, descubrió que tenía los armarios llenos de ropa nueva y todavía con la etiqueta. Nunca en su vida había tenido tanta ropa. Había un papel con una nota, colgado en una percha.

Aileen, me he tomado la libertad de llenarte todo un vestidor. Ya sabes que a los vanirios nos
gusta la moda. Por supuesto, a mí también. Espero que te guste. Algunos vestidos los ha elegido
Caleb, pero no quiere que lo sepas.

A lo mejor podrías ponerte uno mañana para impresionarlo, ¿no?

DAANNA

A lo mejor
, pensó Aileen mientras tocaba los vestidos tan suaves y sexys que habían elegido. Si eso hacía que el arrogante vanirio la hablara otra vez y se fijara en ella, lo haría. Se quitó la ropa, se metió en la cama cubierta con un edredón nórdico blanco y apagó la lámpara de noche. Cerró los ojos y lo intentó por última vez.

Caleb... necesito hablar contigo. No sé por qué, pero lo necesito, así que contéstame.
Necesitaba sentir que él estaba allí con ella. Lo necesitaba como el aire para respirar. Subió las rodillas hasta su pecho y se quedó hecha un ovillo en posición fetal, con su pelo de ébano desparramado por la almohada.

¿Por qué me haces esto? Caleb... por favor... te necesito.

ed

Después de llamarlo durante horas, acabó rendida y abatida.

Ja

Te... odio.
Se durmió, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas y acababan en la
deo

almohada.

rbi

Mientras surcaban el cielo, Daanna mantenía a su hermano sobre su espalda. Por suerte las
LlE

mujeres vanirias tenían fuerza.

-1 0

—Caleb, tienes que reclamarla ¿me oyes? Mira cómo estás... —gritó desesperada.
rin

—No. Ella tiene que venir a mí... —musitó con los ojos cerrados.
Vaei

—Vas a morir, Caleb... No puedes aguantar ni un solo día más. Ya has perdido mucha sangre, y
reS

has gastado todo el poder que te quedaba al empeñarte a volar con Aileen.

-ti

—Oh, si... —sonrió medio ido. —Y lo volvería a hacer. ¿Viste qué cara tenía? Estaba preciosa.
nel

—Caleb —le suplicó secándose las lágrimas. —Eres mi hermano. No quiero que te hagas esto.
Vaa

Eres el guerrero líder, el más fuerte. No podemos perderte. Yo no quiero perderte...
Len

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—Causa y efecto, hermanita —murmuró contra su espalda. —Causa y efecto. Daanna tomó más velocidad y se mezcló con las nubes. Si su hermano pensaba que iba acabar así, lo tenía claro. Caleb era un guerrero fuerte y temible por todos. Guió a su pueblo contra los romanos, participó en muchas guerras y además lideraba a su clan. Era Caleb de Britannia. Aileen lo necesitaba, sólo que tenía que familiarizarse con ese sentimiento de dependencia. Y

ella, se lo iba a hacer saber.

ed

Ja

deorbi LlE -1 0rin

VaeireS -tinel

Vaa

Len

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CAPÍTULO 15

A LA MAÑANA siguiente el sonido de la canción de
Buffy Cazavampiros
la despertó. Frunció el ceño y se frotó los ojos que todavía estaban húmedos después del ataque de llanto. Miró a su derecha y sobre la mesita de noche vio un iPhone sonando. «Daanna calling.»

Muy apropiada la música.

—¿De quién se suponía que era ese teléfono? —Aileen cogió el móvil y lo descolgó.

—¿Sí?

—Buenos días —dijo la voz de Daanna al otro lado.

—Hola —se estiró y pensó inmediatamente en su hermano. —¿Está ahí Caleb?

Daanna se quedó en silencio unos segundos.

—No. No está.

—¿Dónde le puedo encontrar?

—¿Lo quieres ver? —preguntó con un tono esperanzador.

—Tengo que hablar con él.

—Ven esta noche a Birmingham y lo verás. Hoy es noche de solsticio. Luna llena.

—¿Y qué hago con mis amigos?

—Tráelos. Mejor que estén con nosotros a que estén solos.

—¿Es seguro?

—Esta noche no hay nada seguro, Aileen.

—Ya... —se quedó pensando. —Gracias por los vestidos. ¿Cuánto te debo? —Nada. Es un regalo de Caleb.

—Tengo que pagárselo, Daanna —contestó mientras pensaba conmocionada en el detalle del vanirio. —Hay mucho dinero en esas ropas.

—Si de verdad se lo quieres agradecer, encuéntrate con él en Birmingham. Ven esta noche.

—¿Y el móvil? ¿Se supone que es mío? ¿Puedo cambiarle la música del tono de llamada?

Escuchó como Daanna se reía.

—Aha. Están todos los teléfonos de los miembros del clan y de toda la gente que conocemos y nos ayudan casualmente. Cualquier cosa, los llamas y estarán dispuestos a entregar su vida por ti.

—Qué majos —susurró sin emoción caminando hacia la ventana y dándole al botón para que se

abrieran las persianas. El día era muy nublado en Londres. Para variar. —Está bien. Esta noche nos
ed

vemos. ¿Dónde?

Ja

—En el
The Queens Arms
. En el centro de Birmingham. Allí estará nuestro grupo de guardia.
deor

Algunos berserkers vendrán también con nosotros.

bi Ll

—¿Y qué se supone que pasará esta noche?

E -1

—Lo que pasa la noche antes del solsticio y la luna llena. Guerra y caza, querida.
0ri

Aileen sintió como algo en su interior se despertaba. Algo fuerte, desafiante y anhelante de
n

adrenalina.

Vaeir

—Al atardecer, allí ¿ok?

eS -

—Sí. ¿Seguro que vendrá Caleb?

tine

—Sí. Él vendrá.

l

Va

La mañana pasó rápida. Los tres amigos desayunaron juntos. Se rieron de los comentarios de
a

Ruth sobre los desayunos altos en grasas y estimuladores de hipertensión que comían los ingleses.
Len

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Aileen sorteó las preguntas sobre Mikhail como pudo, y se inventó lo que creyó necesario para explicar cuál era el papel de Caleb y Daanna en la empresa. Gabriel no dejaba de mirarla a medio paso entre el embeleso y la extrañeza.

Aileen sabía que Gabriel notaba algo distinto en ella, algo que Ruth al ser una hembra, no percibía. Pero As ya le había advertido sobre la reacción que ella haría tener al sexo opuesto como híbrida.

María, a escondidas de Ruth y Gabriel, le presentó al resto del servicio entre los que había un chofer llamado Igor de piel negra de casi dos metros de alto y otros dos de ancho. Dos chicos más que se encargaban de los jardines y las piscinas. Y tres mujeres más, ambas de pelo blanco y largo y muy parecidas entre ellas. Era un servicio un tanto extraño, pero les gustaba. Eran sólo siete personas para una mansión. Allí había mucho que hacer.

—¿Cuánto os pagaba mi padre? —le preguntó Aileen a María.

—Lo suficiente señorita.

—Aquí hay mucho trabajo, María. Yo os subiré el sueldo.

—Niña —le puso la mano en la espalda. —Nosotros vivimos aquí, contigo. Tú nos das un techo, y te aseguro que nos pagas muy, muy bien. Todo lo que hacemos, lo hacemos contentos y con gusto.

María era un encanto de mujer. El grandullón de Igor era uno de esos hombres con cuerpo excepcional pero con la mente y el corazón de un niño pequeño. Aileen le cogió cariño enseguida. Y las tres mujeres la miraban y sonreían pero hablaban bien poco. Habían sido monjas de clausura, según le había comentado María.

—¿No hay ningún hombre contigo, María? —le extrañaba porque la mujer seguía siendo hermosa a su edad. —¿Un esposo, tal vez?

—Mi marido murió, niña —le dijo dulcemente con la mirada llena de melancolía.

—Lo siento, mucho —se disculpó, pero seguía sin entender por qué no había encontrado a nadie.

Esa misma mañana le pidió a su nuevo chofer que los llevara a dar un paseo por Londres. Vieron el Hyde Park, el Big Ben, el Westminster y acabaron en el club de fútbol del Arsenal por petición expresa de Gabriel.

Después comieron con Igor en un restaurante de comida japonesa donde descubrieron que a Gabriel se le daba fatal lo de usar los palos para coger el sushi.

—Entonces... —comentó Gabriel mientras se peleaba con un trozo de sushi. —¿Esta noche nos vamos a Birmingham?

ed

—Sí —Aileen se aclaró la garganta. —He quedado con Daanna, Caleb y sus amigos. Los vais a
Ja

conocer, tanto las chicas como los chicos son superatractivos.

deor

—Yo me conformo mientras estén como el morenazo peligroso de Caleb —había dicho Ruth
bi

abiertamente mientras se reía de Gabriel y su torpeza. ¿Morenazo peligroso? Sí. Sin lugar a dudas,
LlE

pensó Aileen.

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—Aileen —comentó Gabriel alzando una ceja, —¿ya has hablado con la Universidad por lo de tu
rin

puesto de trabajo? ¿Ya los has conocido?

Vae

Aileen tragó el arroz que tenía en la boca y se aclaró la garganta inquieta.
ireS

—No he tenido tiempo —ni lo tendría. ¿Cómo iba a ponerse a trabajar con un grupo de

-ti

pedagogos y educadores cuando ella ya no era humana?

nel

—¿El nazi de tu padre no te lo ha permitido? —preguntó Ruth bebiendo de su vaso de Coca
Va
cola Light. En serio, Aileen, hay que pararle los pies de algún modo.
a

Len

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Cuantas ganas tenía de poderle decir a sus adorados amigos todo lo que le había sucedido.

¿Qué pasaría si les dijese que ella era una mezcla de mujer lobo y vampira?

—Sí —susurró. —Le pondré remedio.

Siguieron hablando del tiempo de Londres, de los días que se quedarían sus amigos allí, de su hasta ahora apartado trabajo de pedagogía... todas esas cosas de las que podían hablar tres personas que se conocían desde muy pequeños. Con confianza y animosidad pasaron el día hasta que llegó el atardecer.

Igor los llevaba en coche hasta el The Queen Arms. Aileen se había puesto un vestido lila de Moschino, que le llegaba tres dedos por debajo de las nalgas, se le cogía a la nuca y que dejaba sus hombros al descubierto. Gabriel le había dicho que no tenía claro si era un vestido o una camiseta un tanto larga. Ruth sin embargo la había animado a hacer un pase de modelos en la entrada de la casa. Como calzado, llevaba unos zapatos negros que se cogían a la pantorrilla con tiras de piel de estilo romano y que dejaba que se le vieran los dedos. Se había hecho una manicura francesa, y sus pies tenían el toque femenino necesario para lucir ese tipo de accesorios. Tenían algo de tacón, pero tampoco mucho. Quería ir cómoda, pero también muy sexy. Guerra y caza, había dicho Daanna.

Había agarrado una levita negra para la noche. Seguro que refrescaría, como siempre. Inglaterra era así.

El coche los dejó delante de un edificio que abarcaba toda una esquina. La planta baja, tenía estructura de madera verde y estaba decorada con columnas blancas. La parte de arriba, era de ladrillo inglés rojizo y ventanas blancas. Había un letrero que ponía «MITCHELLS AND BUTLERS». Aileen se colocó la chaqueta. Las calles estaban abarrotadas de gente joven con ganas de fiesta. Muchos de ellos tomaban las cervezas afuera de los pubs, mientras charlaban animosamente. Aileen pensó que los ingleses parecían mucho más civilizados en su país que cuando pasaban las vacaciones bajo el sol de Barcelona. Entonces sí que se desmadraban. Daanna salió del pub y los saludó. Aileen se puso la chaqueta, y agarró su bolso colocándoselo tras la espalda.

—Pasad, estamos dentro —dijo Daanna mirándola con aprobación. —Caramba Aileen, estás impresionante.

—¿Estáis... todos? —preguntó Aileen abriendo los ojos.

—Sí, todos.

La última en entrar fue Aileen. Los hombres la repasaban de arriba abajo y la vitoreaban.

—Atento, Caleb —dijo Cahal cuando vio entrar a la híbrida. Sonrió divertido.
ed

Caleb, yacía sentado reclinado contra la pared, bebiendo una cerveza. Cuando vio aparecer a
Ja

Aileen, el líquido espumoso se le quedó a medio camino. La joven se había alborotado un poco el
deo

pelo, que le enmarcaba de forma graciosa la cara. Sus ojos lilas hacían juego con el vestido. Sus
rbi

piernas esbeltas, largas, exaltaban su feminidad y hacían desear a un hombre ser rodeado por
LlE

ellas. El vestido que él mismo le había comprado por Internet era todo un desafío. Apretó la jarra

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de cerveza y deseó no haberlo encargado nunca. Los hombres se la comían con los ojos y las
0ri

mujeres la miraban con admiración. Y él quería zarandearla, recriminarla por provocarlo de aquel
n

modo y luego arrancarle el vestido y sustituirlo por sus propias manos.
Vaeir

Aileen ignoró todas las alabanzas que oía a sus espaldas y se dirigió hacia la mesa. Su mirada
eS

pasó de Caleb a las dos mujeres rubias que tenía sentadas al lado. Dos preciosidades nórdicas,

-tin

observó irritada. Eran vanirias, si las observabas bien se podían ver sus pequeños colmillos
el

apareciendo por su labio superior, aunque intentaban esconderlos. Caleb estaba relajado, con los
Vaa

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