Saga Vanir - El libro de Jade (43 page)

dos brazos apoyados sobre los respaldos de las sillas de las chicas. Como un conquistador.
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Aileen lo miró desafiante, y él vio como ella levantaba una ceja y le sonreía con frialdad. ¿Qué

hacía él con ellas? Le entraron ganas de marcar el territorio, golpear a las rubias hasta hacer una versión femenina del hombre elefante y luego cortarle las pelotas a Caleb. ¿De dónde salía toda esa furia corrosiva? Tenía que controlarse.

—Menos mal que hemos llegado —dijo Ruth irritada mirando hacia atrás. —Hay una jauría humana que quiere tirarse encima de Eileen.

Aileen miró a Caleb y lo sintió incómodo y molesto por ese comentario.

¿Por qué reaccionaba así? Por lo visto a él le gustaban las rubias, meditó rabiosa y decepcionada. Sintió los dardos de unos celos irracionales que le atravesaban el estómago.

—Perdona, bonita —dijo un chico tras ella.

Aileen se giró, mirando todavía de reojo a Caleb, y cuando vio al chico que se le había acercado, agrandó los ojos con sorpresa y sonrió ampliamente.

—¿Bob?

El chico le devolvió la sonrisa y le dio un beso en la mejilla. Aileen al momento se tensó. Bob estaba ligeramente achispado y a ella no le gustaba que otro hombre se le acercara tanto. Con todos sus sentidos desarrollados, supo al momento que Bob no la veía sólo como una amiga.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó ella.

—He salido a tomar unas copas con mis... amigos. ¿Y tú?

—Eh... como ves, al final encontré a mis amigos en Wolverhampton. Hemos sal... Acercándose a ella más de la cuenta, se inclinó para hablarle al oído y cortarla.

—No me has llamado —le recriminó simulando enfado. —Supongo que perdiste mi papel con el número de teléfono.

Aileen recordó que Bob le había dado el teléfono. El papel lo tendría en el tejano que le había prestado Daanna y que había entrado directamente a la lavadora.

—No me he olvidado de ti. Es que...

Inmediatamente Bob dejó de mirar a Aileen, para mirar algo unos veinte centímetros por encima de su cabeza, sin duda más alto que él.

Aileen se giró y vio a Caleb, con la mirada oscurecida y la mandíbula pétrea.

—Toma —Caleb le entregó cinco dólares a Bob. —El dinero que le prestaste. Al final, no tuvo que utilizarlo. Ahora, ya no te debe nada. Así que apártate de ella y deja de babear. Bob arqueó las cejas, desafiándolo.

Aileen lo miró de hito en hito. ¿Cómo se atrevía? Caleb, la tomó del codo sin ninguna
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delicadeza y la invitó a que saliera del pub. Todos los vanirios, lo siguieron.
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—Más vale que me sueltes, cerdo arrogante.

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Caleb no la escuchaba. La ignoraba. Una vez en la calle Caleb la hizo girar bruscamente y frunció

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el ceño mirándola de arriba abajo.

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Ruth y Gabriel se miraron extrañados. Aquella situación era muy violenta. Sin duda se
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encontraban en medio de una discusión. Pero no sabían, ni cómo ni por qué se había iniciado.
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Aileen empezaba a enfurecerse y respiraba agitadamente, el pecho le subía y le bajaba a gran
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velocidad.

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—¿Por qué has hecho eso? Él me ayudó cuando... —intentó zafarse de su mano, —yo no te

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mencioné nada de Bob. ¿Cómo sabías que...?

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—Tu abuelo me lo explicó. Y me importa una mierda, Aileen. Andando —la empujó levemente
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para que emprendiera la marcha.

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Aileen nunca se había sentido tan avergonzada, y lo peor era que ella no tenía nada de lo que avergonzarse. Además, hacía un momento él estaba encantado con las atenciones de las dos rubias. Y de repente, se había levantado como alma que lleva el diablo al verla hablar con Bob. Y

ahora se encontraba en la calle, yendo hacia algún lugar donde Caleb se sintiera más cómodo. Ni hablar.

—Ni hablar, monstruo —lo miró a sus ojos llorosos y enrojecidos. Caleb parecía débil. El vanirio sintió una punzada al volver a oír esa palabra de su boca. Una boca carnosa, húmeda e hidratada.

—Oye, tú... —Bob apareció entre la multitud reunida en la calle. —¿Por qué no la sueltas? Ella no quiere irse contigo.

—Drama, drama —musitó Ruth emocionada por los acontecimientos. —Una princesita despampanante entre un jugador de rugby y un hombre que parece uno de los inmortales. Eileen, eres toda una rompecorazones.

Bob cogió a Caleb por el hombro e inmediatamente Cahal y Menw se le echaron encima.

—Ni se te ocurra, chaval —dijo Menw meneando la cabeza de un lado al otro. —Por tu bien.

—Ya veo —murmuró mirando a Caleb. —Así que tienes niñeras... ¿Eres una nena?

—Bob, déjalo —le dijo Aileen poniéndole una mano en el pecho. Caleb tenía mucha fuerza y podría hacerle daño.

Inmediatamente Caleb gruñendo le cogió de la muñeca y le apartó la mano de él, mirándola iracundo. Se le removía el estómago cuando su cáraid tocaba a otro.

—No lo toques, Aileen.

Aileen apretó la mandíbula y sintió que la ira le recorría las entrañas y quemaba los últimos vestigios de su control y de su comprensión.

—Déjame en paz, Caleb... Me iré con quien me dé la gana... —le gritó apretando los puños a ambos lados de su cuerpo.

Caleb la ignoró y la cogió de la mano, tirando de ella.

—Tu hermano es un poco posesivo, ¿no crees? —preguntó Gabriel a Daanna. Daanna hizo una mueca con los labios. Bob era un inconveniente a su plan. Se suponía que Aileen debía arder de celos al ver a Caleb con Mina y Lona y que al sentir ese sentimiento su vena berserker tan territorial la hubiera hecho arrancarlo de ellas y después de una soberana bronca su vena vaniria la hubiera hecho comérselo entero. Thor le hizo eso a Jade y funcionó. Pero no, ese tal Bob estaba complicando las cosas.

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—¿Sabes qué? Eres un auténtico hijo de perra
—le dijo Aileen mientras forcejeaba con él. Para
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variar, no le contestó.

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Entonces todo sucedió demasiado rápido. Bob corrió tras ellos y placó a Caleb tirándolo al
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suelo. Aileen se apartó asustada. Caleb gruñó de dolor y se quedó tosiendo, a cuatro patas.
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Menw y Cahal fueron a por Bob y lo inmovilizaron. Ruth y Gabriel corrieron y se colocaron al

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lado de Aileen. Daanna socorrió a Caleb, que intentaba respirar.
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Un montón de gente rodeó la escena y de repente se oyeron gritos espeluznantes. De los
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cristales del pub, salieron cuerpos despedidos que caían sin vida contra el arcén de la calle. Dos
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bestias inhumanas corrieron a cuatro patas, como los monos, y con un rugido mostraron los
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dientes llenos de sangre.

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—Lobeznos... —gritó Menw.

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Cahal y Menw corrieron a detener a las bestias, sobrevolando los coches y saltando por encima
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de las cabezas de los peones. Tres hombres muy pálidos y delgados se acercaron a Aileen. Tenían
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las melenas negras y los ojos del mismo color. Las caras frías y sin expresión miraron a Daanna y la desafiaron. La gente corría desquiciada de un lado al otro.

Daanna se movió a la velocidad de la luz y con un movimiento propio de un samurái sacó su puñal y lo clavó en el cuello de uno de ellos rebasándole la garganta. El vampiro cayó de rodillas sujetándose la carne abierta y haciendo aspavientos. Uno de los otros dos la cogió por la espalda y entonces Gabriel lo golpeó con una de las maderas que habían salido despedidas del pub. El vampiro se giró hacia Gabriel y sólo con la mirada lo hizo volar por los aires hasta que impactó en la ventana delantera de un Volkswagen rojo. La alarma empezó a sonar inmediatamente. Gabriel miró al vampiro y vio como este perdía el brillo malvado de sus ojos. Con los ojos abiertos dirigió la mirada a su pecho, y vio como la mano de Daanna había hundido su daga hasta el corazón. Nada más quedar desplomado en el suelo, el cuerpo empezó a arder por sí solo.

—Púdrete en el infierno —espetó Daanna.

Ruth estaba paralizada, el otro vampiro sonrió a Aileen y luego la miró a ella. Ruth no supo cómo lo logró, pero el vampiro la tenía entre sus brazos y ella tenía el cuello descubierto e inclinado hacia atrás.

—No, Ruth... —gritó Aileen.

Aileen corrió como un ciclón y cogió al vampiro por el pelo. Tiró de él y lo hizo volar por los aires. Impresionada por su fuerza, se miró las manos. Eran igual de frágiles que siempre, pero ella por dentro ya no lo era. Era una híbrida.

Ruth salió de su letargo y miró extrañada alrededor.

—¿Qué ha pasado?

—No te apartes de mí —le dijo.

Aileen colocó a Ruth detrás de ella y miró hacia el cielo. Venían más, muchos más. Pero entonces divisó a un grupo de chicos que corrían hacia ellos.

Eran berserkers, liderados por Noah y Adam. Se colocaron a su lado y las rodearon haciendo de escudos humanos.

—Se acercan —les dijo mientras observaba el cielo.

Sus vaticinios se cumplieron. Un grupo de cinco vampiros aterrizaron sobre sus piernas y los rodearon. Uno de ellos se desvió y se centró en Caleb, que todavía yacía postrado a cuatro patas, mirando impotente todo lo que pasaba. Dos lobeznos fueron a por Daanna, que luchó como pudo con ellos.

—Aileen, mi hermano... —gritó ella con el rostro asustado. Caleb estaba indefenso.

En ese momento, las dos rubias lo ayudaron a levantarse. Pero un lobezno se les acercó por
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detrás y ambas se tiraron encima de él dejando a Caleb solo de nuevo.
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Caleb perdía el conocimiento y apenas les prestaba atención.

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Los berserkers se cargaron a los vampiros. Cahal y Menw llegaron a tiempo para detener a tres
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nosferátums más que llegaban recientemente. Parecía que llovían del cielo.
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Menw esquivó un puñetazo, se agachó para esquivar una patada que le iba a la cara y cuando
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volvió a levantarse atravesó el pecho del vampiro con su propio puño. Enrabietado, cogió el
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cuerpo sin vida del vampiro y lo lanzó contra los Lobeznos que luchaban con Daanna.
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Acompañando el impacto de los cuerpos, Menw se lanzó sobre uno de ellos y le abrió la
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mandíbula con las manos hasta descoyuntarla y abrirle el cráneo.
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Daanna y él se miraron fijamente. Menw sacó el puñal de su bota, y de un salto bloqueó al otro
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lobezno que se lanzaba de nuevo a por ella. Le arrancó la cabeza con el puñal. La volvió a mirar.
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—¿Problemas? —le preguntó él. —No deberías estar aquí, Daanna.

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—Oh, cállate... ¿quieres?

Aileen estaba horrorizada por lo que veía. Aquellas cosas eran bestias sin alma. Sólo sabían hacer daño, atacar a los humanos y destrozar todo lo que se les cruzaba por el camino. Sin perder detalle de nada, dio un salto por encima de los berserkers y socorrió a Caleb, que ya se había levantado del suelo.

Entonces el vampiro que ella había lanzado por los aires volvió para prohibirle el paso. La cogió

de la garganta y la alzó del suelo.

—Tú te vienes conmigo, bonita —le dijo enseñándole los colmillos y arrastrando las letras de un modo que hizo que Aileen se retorciera de asco. —Suéltala ahora mismo. Aileen miró a Caleb, que estaba de pie, mirándolo. Tenía la cara llena de agotamiento pero los ojos plenos de determinación.

—Vaya, vaya... ¿A quién tenemos aquí? —dijo el vampiro.

—Tócala, y te abro en canal —su voz era una seria amenaza. Una promesa. Aileen se retorció y golpeó la cara del vampiro con el tacón. La soltó con un grito de dolor y ella cayó de espaldas. El vampiro tenía un agujero abierto en la mejilla del cual chorreaba sangre espesa y negra.

—Puta... te vas a... —se cernió sobre ella.

No pudo decir más. Caleb lo agarró por el cuello y movió su brazo de arriba abajo, clavándole el puñal en el corazón.

Aileen se arrastró hacia atrás, apartándose asustada cuando el cuerpo del vampiro empezó a arder.

—Déjame... —se oyó gritar a Ruth.

Un lobezno le había rasgado la camiseta arañándole la piel y haciéndole un feo rasguño en el estómago.

Caleb corrió hacia ella y se interpuso entre los maxilares y las garras del lobezno y el cuerpo pálido y frágil de Ruth. El hombro, el pecho y el cuello de Caleb quedó desgarrado, abierto y sangrante. Caleb cayó de rodillas al suelo y se desplomó como un peso muerto hacia delante, no sin antes alargar el brazo y abrir al Lobezno en canal desde el pecho hasta el pubis.

—No... —Aileen corrió hacia Caleb con lágrimas en los ojos.

Daanna que acababa de matar a otro lobezno que mordía a un polizón, se arrodilló al lado del cuerpo de su hermano. Y Ruth se limitó a arrodillarse de cuclillas y abrazarse las piernas.

—Bratháir... Pelea, Caleb... —los ojos azules de Daanna lo miraban llenos de lágrimas. —

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Menw...

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Menw corrió hacia ellos.

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—Por favor, Menw, por favor... Caleb está muy mal, hay que hacer algo —miró a Menw como si
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él pudiera solucionar aquella situación.

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Menw soltó una maldición y cargó con el cuerpo de Caleb. Se impulsó y desapareció en los

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cielos.

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Una manada de berserkers y vanirios fueron a socorrerles, y eso provocó la retirada de los
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vampiros. Pero ninguno pudo salir de allí con vida. Los vanirios les dieron caza en el cielo y se vio
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como los cuerpos caían ardiendo en llamas.

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—¿Adonde lo llevan? —preguntó Aileen levantándose desesperada.

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—Escúchame —Daanna la cogió por los hombros y la zarandeó obligándola a mirarla. Su tono
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era duro. —Caleb está así por ti. ¿Me oyes? Está débil por tu culpa.
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