Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi (12 page)

Anduvo por entre las hileras de controladores hasta llegar al lugar donde el Almirante Piett se inclinaba sobre la pantalla trazadora del Controlador Jhoff. Piett se puso firme al aproximarse Vader e inclinó la cabeza saludando.

—¿Adónde se dirige esa lanzadera? —preguntó Vader con calma y sin rodeos.

Piett se volvió hacia la pantalla y habló por el intercomunicador:

—Lanzadera Tydirium, ¿cuál es su carga y su destino?

La voz filtrada del piloto de la lanzadera resonó en el receptor:

—Piezas y personal técnico para el Santuario Lunar.

El comandante del puente observó a Vader esperando una reacción. Deseaba que todo fuese correcto. Vader no aceptaba a la ligera que se produjeran errores.

—¿Tienen un código de vuelo? —cuestionó Vader.

—Es un código viejo, pero válido —replicó Piett inmediatamente—. Estaba a punto de darles paso —Era inútil mentir al Señor de las Tinieblas—. Él siempre sabía si uno mentía; como si las mentiras se proyectaran en el Señor Oscuro.

—Tengo una sensación extraña respecto a esa nave —dijo Vader, más para sí que para los demás.

—¿Debo retenerla? —se precipitó Piett, deseoso de agradar a su amo.

—No, déjela pasar. Me ocuparé personalmente de esto.

—Como vos deseéis, mi Señor. —Piett hizo una reverencia, en parte para ocultar su sorpresa. Asintió al controlador Jhoff, quien habló por el intercomunicador con la Lanzadera Tydirium.

En la lanzadera Tydirium, el grupo aguardaba en tensión. Cuantas más preguntas les hicieran acerca de la carga y el destino, más parecía que iban a ser descubiertos.

Han miró con afecto a su viejo compañero Wookiee.

—Chewie, si esto no cuela, vamos a tener que salir disparados. —Era un discurso de despedida, realmente—. Todos sabían que esa pequeña lanzadera no adelantaría a las naves que los rodeaban.

La voz, llena de estática, del controlador irrumpió a través del intercomunicador:

—Lanzadera Tydirium, la desactivación del escudo comenzará en seguida. Siga su ruta actual.

Todo el mundo, salvo Luke, exhaló un suspiro de alivio, como si hubieran acabado todos los problemas, en lugar de estar justo comenzando. Luke siguió mirando con fijeza a la nave de mando, inmerso en un monólogo silencioso y complejo.

Chewie ladró con fuerza.

—¡Eh! ¿Qué es lo que os dije? —exclamó Han haciendo muecas—. Sin sudores.

Leia sonrió cariñosamente.

—¿Es eso lo que nos decías? —ironizó.

Solo impulsó la lanzadera hacia adelante y la nave robada avanzó lentamente camino a la gran Luna del Santuario.

Vader, Piett y Jhoff observaban la pantalla de la sala de control, mientras la trama con forma de telaraña de escudo se abría para admitir a la lanzadera Tydiriun. Ésta se movió lentamente hacia el centro de la telaraña a Endor.

Vader se giró hacia el oficial de cubierta y habló con más apremio en la voz del que normalmente poseía:

—Rápido, mi lanzadera. Debo ir junto al Emperador.

Sin esperar respuesta, el Señor Oscuro alejóse a grandes zancadas, claramente absorto en algún sombrío pensamiento.

Capítulo 5

Los árboles de Endor se alzaban trescientos metros por encima de la superficie. Sus troncos, cubiertos por una peluda y mohosa corteza, crecían rectos como columnas; algunos mayores que una casa y otros delgados como una pierna. Las hojas, alargadas y de lustroso color, difuminaban la luz del sol dibujando bellos arabescos verdiazules sobre el suelo del bosque.

Condensada entre los viejos gigantes, crecía la flora usual de los bosques: pinos de distintas especies, árboles de hoja caduca, nudosos arbustos cargados de follaje. La superficie estaba recubierta por tal cantidad de helechos, que en ocasiones parecía un verde mar meciéndose suavemente al compás de la brisa del bosque.

Así era toda la luna: verde, primitiva, silenciosa. La luz se filtraba por el techo de ramas cayendo en hilillos de oro que, al moverse, daban vida al propio aire. La temperatura era templada y a veces fresca. Así era Endor.

La robada lanzadera Imperial yacía en un claro distante muchos kilómetros del astropuerto Imperial, camuflada bajo una capa de ramas secas, hojas, pajas y hierbas. Además, la pequeña nave se empequeñecía totalmente ante las arboladas torres. Su casco metálico hubiera sido una incongruencia dentro de ese mundo vegetal si no fuera porque pasaba completamente inadvertida.

En la colina contigua al claro, el contingente Rebelde trepaba por una inclinada senda. Leia, Chewie, Han y Luke encabezaban la marcha seguidos en fila india por la desigual escuadra, enfundada en sus cascos, del comando de asalto. La unidad estaba compuesta por la élite de la infantería de la Alianza Rebelde. Un andrajoso puñado de soldados que habían sido escogidos uno a uno debido a su iniciativa, astucia y ferocidad. Algunos eran comandos bien entrenados y otros criminales en libertad bajo palabra, pero todos odiaban al Imperio con una intensidad tal, que anulaba sus instintos de conservación. Y todos sabían que participaban en la principal incursión punitiva. Si fallaban en su misión de destruir el generador del escudo, la Rebelión estaba condenada. No tendría una segunda oportunidad.

Por consiguiente, nadie tenía que advertirlos que anduvieran alertas mientras ascendían por el sendero de la foresta. Todos ellos agudizaban sus sentidos como nunca lo habían hecho.

R2-D2 y C-3PO cerraban la marcha de la escuadra. La mollera cupular de R2 no paraba de girar mientras avanzaba enfocando con sus luces sensoras los altísimos árboles que los rodeaban.

—¡Bee-diip! —comentó R2 con asombro.

—No —respondió 3PO—, no creo que esto sea una belleza. Además —prosiguió con enojo— con nuestra suerte, el lugar estará habitado por monstruos devoradores de robots.

—¡Sssh! —mandó callar, ásperamente, el soldado que precedía a los robots.

—Silencio, R2 —ordenó 3PO, girándose hacia el pequeño robot.

Todos estaban un tanto nerviosos.

En la cabeza de la formación, Chewie y Leia alcanzaron la cresta de la colina. Se arrojaron de bruces al suelo, gatearon los últimos metros y atisbaron por el borde de la elevación. Chewie alzó su peluda zarpa para detener al resto del grupo. Al instante, toda la foresta pareció acallarse.

Luke y Han se arrastraron sobre sus estómagos hasta llegar a la altura de los otros. Señalando un punto entre los helechos, Chewie y Leia exigieron sigilo. No lejos, allá abajo, en una cañada junto a una charca cristalina, dos exploradores Imperiales habían asentado su campamento temporal. En aquel momento estaban cocinando sus raciones, que calentaban sobre una cocinilla portátil. Aparcadas en las cercanías, se erguían sus motos-cohete.

—¿Intentamos rodearlos? —sugirió Leia entre susurros.

—Nos llevaría demasiado tiempo —replicó Luke, negando con la cabeza.

—Sí —dijo Han, oteando tras una roca—, y si nos ven e informan sobre nosotros, todo nuestro grupo no vale para nada.

—¿Sólo estarán esos dos? —dijo Leia con un retintín escéptico.

—Echemos un vistazo —sonrió Luke, a punto de soltar un suspiro que aliviara la tensión. Todos sonrieron de igual modo. La fiesta estaba a punto de comenzar.

Leia ordenó al resto del comando que permanecieran en sus puestos y, junto con Han, Luke y Chewbacca, se arrastró en silencio cerca del campamento de los exploradores.

Cuando estaban ya muy cerca del claro, pero aún protegidos por la maleza, Solo se deslizó rápidamente, colocándose en primera posición.

—Quedaos aquí —dijo ásperamente—. Chewie y yo nos ocuparemos de esto —sonrió con la más picara de las sonrisas.

—Tranquilo —advirtió Luke—, podría haber más...

Antes que Luke acabara de hablar, Han saltó junto a su peludo compañero y se abalanzaron sobre el claro.

—...exploradores por ahí —terminó Luke, hablándose a sí mismo. Miró hacia Leia.

—¿Qué es lo que esperabas? —dijo Leia, encogiéndose de hombros. Algunas cosas jamás cambiaban.

Pero antes de que Luke pudiera responder; los interrumpió un sonoro estruendo proveniente de la cañada. Ambos se aplastaron contra el suelo y observaron.

Han estaba ocupado peleando a puñetazos con un explorador y daba la impresión de no haber sido tan feliz en muchos días. El otro explorador saltó sobre su moto-cohete, intentando escapar, pero justo cuando ponía el vehículo en marcha, Chewie disparó unos pocos tiros con su láser de bandolera. El malhadado explorador se estrelló contra un enorme árbol, produciendo una breve y sorda explosión.

Leia desenfundó su pistola de láser y corrió hacia el escenario de la lucha seguida de cerca por Luke. Tan pronto como alcanzaron el claro, se cruzaron varios disparos de láser, obligándolos a echarse rápidamente al suelo. Leia perdió su pistola.

Aturdidos, alzaron la vista para ver cómo dos exploradores Imperiales más surgían del extremo opuesto del claro, dirigiéndose hacia sus motos escondidas en el follaje. Los exploradores enfundaron sus pistolas al montar en las motos y encender los motores.

—¡Por allí, otros dos más! —dijo Leia, tambaleándose sobre sus pies.

—Ya los veo —contestó, levantándose, Luke —¡Quédate aquí!.

Pero Leia tenía sus propias iniciativas. Corrió hasta la moto restante, la puso en marcha y partió en persecución de los volantes exploradores. Al pasar junto a Luke, éste saltó sobre la moto-cohete y ambos despegaron.

—Rápido, el interruptor central —gritó Luke a Leia por encima del hombro y del rugido de los motores— ¡Interfiere sus intercomunicadores!

Mientras Luke y Leia partían vertiginosamente del claro en pos de los Imperiales, Han y Chewie estaban reduciendo al último explorador.

—¡Eh! ¡Esperad! —gritó Solo cuando ya se habían ido. Frustrado, tiró su arma al suelo. El resto del comando Rebelde descendió por la vertiente hasta el claro.

Luke y Leia volaban veloces a través del compacto follaje a un metro del suelo. Leia pilotaba mientras Luke se aferraba a su espalda. Los dos exploradores Imperiales huidos les llevaban una buena delantera, pero a trescientos veinte kilómetros por hora, Leia era mejor piloto, no en vano su talento era cosa de familia.

A intervalos, Leia disparaba una ráfaga de láser con el cañoncito de la moto, pero aún estaba demasiado lejos para tener precisión alguna. Los proyectiles no alcanzaban los blancos en movimiento, sino sobre los troncos de los árboles, astillándolos e incendiándolos mientras los vehículos zigzagueaban frenéticamente entre las colosales y macizas ramas.

—¡Acércate más! —gritó Luke.

Leia aceleró, acortando las distancias. Los dos exploradores advirtieron cómo sus perseguidores ganaban terreno y viraron temerariamente para pasar por una estrecha abertura entre dos árboles. Una de las dos motos rozó la corteza de un árbol y el piloto, descontrolado, hubo de frenar significativamente.

—¡Ponte a su lado! —vociferó Luke al oído de Leia.

Ella acercó tanto su moto a la del explorador, que rozaron sus propulsores. Luke saltó como un rayo desde su moto a la parte trasera del vehículo del explorador, aferró al guerrero Imperial por el cuello y le tiró de la moto. La blanca armadura del soldado se estrelló —con ruido de huesos rotos— contra un árbol y se hundió para siempre en el mar de helechos.

Luke se abalanzó sobre el asiento del piloto, manipuló unos segundos los controles y salió disparado en pos de Leia. Ambos acosaban ahora al restante explorador.

Volaron sobre colinas y bajo puentes de piedra, apenas evitando colisionar y dejando una estela de ramas ardiendo por el calor de sus toberas. La caza los conducía hacia el Norte cuando pasaron sobre un barranco donde descansaban otros dos exploradores Imperiales. Momentos después, comenzaron a perseguirlos, colocándose a la zaga de Luke y Leia y disparando su arma de láser. Luke, aún detrás de Leia, hizo un rápido cálculo de un vistazo.

—¡Continúa persiguiendo a ése! —le gritó a Leia, indicando al explorador situado en cabeza—. ¡Yo me ocupo de los dos que nos siguen!

Leia partió como una flecha hacia adelante y Luke, en el mismo instante, encendió los cohetes delanteros frenando la moto rápidamente. Los dos exploradores que le seguían pasaron por cada lado como una exhalación, incapaces de frenar su inercia. Luke aceleró inmediatamente al máximo, disparando su cañón sin cesar.

Su tercera ráfaga alcanzó el objetivo. Uno de los exploradores perdió el control y, dando vueltas como una peonza, se estrelló contra un peñasco, al que envolvió en llamas.

El compañero del explorador miró sólo una vez a la explosión tras él, y activó su moto en la modalidad de superpotencia, acelerando como un rayo, pero Luke no perdió la pista.

Mucho más adelante, Leia y el explorador continuaban su vertiginoso eslalon por entre las inextricables barricadas de árboles y ramas bajas. Leia tenía que efectuar tantos quiebros que le parecía imposible acercarse más a su contrincante. De pronto, disparó al aire con un grado increíble de inclinación y desapareció de la vista. El explorador, confuso, se giró, dudando entre relajarse o desaparecer, extrañado por la súbita ausencia de su perseguidor. Pero el paradero de Leia se hizo pronto evidente. Desde la cima de los árboles, su moto cohete bajaba en picado disparando sin cesar. La velocidad de Leia era mayor de lo que ella misma creía y pronto estuvo volando en paralelo con el explorador. Antes de que se diera exacta cuenta de lo que sucedía, el explorador se aproximó empuñando una pistola y, sin darle tiempo a reaccionar, disparó.

La moto de Leia perdió el control y la Princesa saltó justo a tiempo de ver cómo estallaba, al aplastarse contra el tronco de un árbol gigante, mientras ella caía entre una maraña de ramas y raíces entretejidas, troncos podridos y una charca poco profunda. La última imagen que su retina registró fue la de una bola naranja de fuego vislumbrada a través del humeante verdor, luego la negrura...

El explorador miró la explosión tras de sí, sonriendo con desprecio, mas, cuando volvió la vista al frente, se desvaneció su presunción porque estaba a punto de chocar con un árbol caído. Instantes después, sólo las llamas eran testigos.

Mientras tanto, Luke se aproximaba rápidamente al último explorador. A medida que danzaban entre los árboles, fue dándole alcance hasta ponerse a su altura. El soldado Imperial dio un repentino golpe de manillar y golpeó con su moto la de Luke. Ambos se balancearon peligrosamente, evitando por milímetros un árbol caído en medio de sus trayectorias. El explorador pasó zumbando bajo el tronco y Luke lo hizo por encima. Al salir por el otro lado, el joven Jedi chocó con la parte superior del vehículo de su adversario y ambos quedaron enganchados.

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