Viaje a un planeta Wu-Wei (21 page)

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Authors: Gabriel Bermúdez Castillo

Tags: #Ciencia Ficción

—De ti espero que vayas a África y la traigas… y ese objeto… ¡oh, Dios mío todopoderoso…! ese objeto fue elaborado cuando ellos tenían aún su fuerza íntegra para que sirviese para fecundar a su especie con la simiente del hombre mortal… Una nueva raza surgirá así… una nueva raza que unificará la Tierra… no el wu-wei… solamente así es posible… porque sino MI ALMA QUEDARA EN SU PODER PARA SIEMPRE…

La expresión de infinito terror con que Simón Herder pronunció esta última frase hizo que la sangre se helase en las venas de Sergio.

—Entonces debo traer esa piedra de Luna, y después…

—Después yacer con una de las Potencias, que tomará forma humana… No temas, no te sucederá nada… no es como Airunesia… No sé quién será, si ABRAHEL, ASTARTEA o HERMIONE, o cualquier otra… pero sólo será eso, y una vez que reciba tu semen, la Piedra de Luna hará lo demás… Lo hará, lo hará, y yo quedaré LIBRE… ¡LIBRE!

Al pronunciar Herder aquellos tres nombres, hubo un temblor en las paredes de la caverna… como un sordo retumbar que viniese de las paredes… Algo como una música sincopada pudo oírse durante unos segundos… y también por un momento Sergio tuvo una rápida visión de tres figuras juntas… la del centro llevaba una diadema festoneada, formando pequeños cuernos, de la que surgía una claridad semilunar…

La escalera había terminado en una caverna sin límites, iluminada por antorchas hundidas en los esponjosos muros… No se veía su final, ni su techo… solamente en los lados que conectaban con el arranque de la escalera, se apretujaba y amontonaba la roca descompuesta, cubierta de plantas desgarradas que surgían de todas partes, en un infernal desorden… Las ramas negruzcas se movían espasmódicamente, como si quisieran capturarles… El aire estaba lleno de vibraciones, como si mil tambores gigantes resonasen en el fondo de la oscuridad… De vez en cuando una chispa luminosa cruzaba las insondables tinieblas… iluminando cosas diversas a cual más odiosa; un hocico de cerdo gigantesco y sangrante… una entrelazada masa de serpientes que se removían… un cadáver entreabierto, dejando escapar un enorme hígado azul de donde emanaba un hedor pestilencial…

Las antorchas, con su temblorosa luz, iluminaban un gran círculo trazado en el suelo, de unos diez metros de diámetro, dentro del cual estaba trazado otro más pequeño. Entre los dos, con tiza roja, se hallaban escritas las palabras SALAMANDRAE IGNIS, ETERNITATE, ADONAI AGLA EMECTON… y en la parte que apuntaba hacia las más oscuras tinieblas, por tres veces BILETO, BILETO, BILETO. En este mismo sentido, y fuera del círculo, había un triángulo, con un vértice hacia el exterior, y dentro de él, dos cruces, y unas letras desconocidas, además de una estrella de seis puntas formada mediante dos triángulos cruzados…

En el interior del círculo, en el que Herder hizo entrar apresuradamente a Sergio, se hallaba un braserillo encendido, del que se desprendía un intenso y asfixiante aroma. A su lado, dos mesas bajas, cubiertas de damasco rojo. Sobre una de ellas una espada de brillante hoja y puño dorado, una vara de flexible madera, y dos anillos de plata. En la otra, un cuenco con agua lustral, un manojo de plumas de ave, y un cuchillo hecho, groseramente, con una burda hoja de hierro batido. Además, en el triángulo externo se hallaba un vaso de cristal lleno a medias de un líquido rojo espeso, que a Sergio le pareció vino…

Una paloma blanca aleteaba a los pies del braserillo, saltando desesperadamente dentro del círculo. Por último, la palabra TETRAGRAMMATON, escrita dos veces, en cruz, atravesaba el círculo interior formando dos diámetros.

Herder depositó la mano de Gloria y los pergaminos en la segunda mesita, junto al manojo de plumas, y arrojó en el braserillo algo que sacó de su hábito. Una nube de humo surgió hacia arriba, haciendo toser y lagrimear a Sergio…

—Voy a empezar —dijo Herder—. Veas lo que veas… no salgas del círculo… y esta vez, si lo haces, será por tu voluntad. Con Airunesia todo lo que arriesgabas era perder la virilidad, algo de sangre y unas cuantas mordeduras… Aquí es tu vida, material e inmaterial, lo que perderías para siempre…

—Espera. Quiero que sepas que una firma en ese documento no puede obligarme a nada…

—Lo sé… ¡lo se! Es puramente simbólico… pero ellos no aceptarían si no es así; sólo así conseguiremos evocar al poderoso BILETO, que tiene la jerarquía de Rey entre ellos… Es tu palabra lo que vale… tu nombre y tu divisa…

—Tengo que traerte esa Piedra de Luna, y después…

—Lo otro, para ti, no será diferente a fornicar con una mujer más… No habrá ninguna consecuencia maligna, ni será doloroso… Más bien creo que lo contrario… Cualquiera de ellas es muy hábil… Y ahora… ¿das tu conformidad?

—Sí; la doy… cuando sepa que conoces el Pilón del Alba.

—Pronto te convencerás… Recuerda; mantente inmóvil y no salgas del círculo…

Herder arrojó de nuevo algo en el braserillo, y otra nube de humo blanco se levantó hacia arriba, perdiéndose en las tinieblas superiores. El vibrar sordo de la oscuridad se acentuó. El mago tomó la espada, cerrando las dos manos sobre el puño, y trazó un círculo en el aire, musitando la palabra «RIBALD»; un nuevo círculo, y la palabra «NOBAL»; un último círculo y «VANARBI». Depositó la espada donde se hallaba anteriormente, y tomó en sus manos la paloma; con un solo golpe del burdo cuchillo de hierro batido, la degolló, arrojando la cabeza al fuego, y barriendo con la sangre que surgía del recién cortado cuello la parte exterior del círculo… Del brasero comenzó a surgir un humo apestoso y maloliente… Herder se inclinó tres veces, lanzó el cadáver descabezado al exterior del círculo, y tomó en la mano izquierda la varita de madera, tendiéndola en la misma dirección del triángulo.

—Por esta sangre que te he arrojado, y por la bebida que te espera, yo te conjuro fuerte, y terrible Rey BILETO… poderoso señor y amo… te conjuro por tres veces, por los nombres ocultos de tu dueño… por AVIYAZIRTOR que yace en un pergamino, por el poder de Azrael, que se halla en el desierto por siempre encadenado sobre rocas puntiagudas… Poderoso y eterno eres, pero estás encadenado a mí, y yo lo estoy a ti… Aparece, aparece, ¡aparece!

Hubo una
tensión
violenta en el aire, como si el mismo espacio se viera sometido a fuerzas indescriptibles… Unas figuras semitransparentes, enarbolando extraños instrumentos retorcidos comenzaron a dar vueltas en el aire cargado de perfumes y del olor a la carne quemada de la paloma. El suelo tembló ligeramente; una lejana música comenzó a llegar a los oídos de Sergio. Era una música absurda, sin sentido, con silencios que se interponían bruscamente, con notas que discordaban las unas de las otras, y que sin embargo, tenía una entidad y una consistencia inesperadas… pero al mismo tiempo, la vibración y la tensión ocultas aumentaban, y habían en el éter, a su alrededor, como una tenaz resistencia surcando el aire espeso…

Simón Herder alzó de nuevo la varita, la agitó de arriba a abajo tres veces, y gritó en voz muy alta:

—¡Yo te conjuro e invoco poderoso SIN NOMBRE, rey de lo profundo, soberano de los abismos, en mi sagrado trabajo y por orden de tu nombre, que pronunciaré, envíame a BILETO, por MASSAYEL, ASIEL, SACIEL, ARDEUL y ACORIB lo ordeno, y sin ninguna dilación, por tu nombre ordena que aparezca BILETO, por tu nombre que tres veces pronunciaré! ¡CAACRINOLAAS! ¡CAA…!

Herder no tuvo necesidad de continuar con su segundo conjuro. Hubo como una explosión en el fétido aire, a corta distancia del triángulo, la música aumentó de volumen y de discordancia… Sergio sintió un deseo espantoso de echar a correr inmediatamente…

—¡No te muevas! —ordenó Herder, con voz silbante. Algo había aparecido en la zona de sombra que se hallaba ante ellos; algo que aún no se veía con claridad, pero de lo que emanaba una intensa sensación de odio sin límites, de bestial deseo de hacer sufrir, y al mismo tiempo de potencia desmesurada, pero subyugada, vencida, por lo menos temporalmente. De la oscuridad surgieron las figuras de cuatros reyes, que enarbolaban hacia las alturas silenciosos y retorcidos cuernos de caza; tras ellos venía una figura de gran tamaño, vestida con un traje de caza, y con un arco en la mano… Su rostro era una mancha oscura, como si una nube negra flotase a su alrededor…

Pero tras esta figura se adivinaba algo mucho más grande y más temible, de lo que emanaba una continua y potente aura maléfica, cargada de furia, de odio irracional, de deseos bestiales casi indominables…

—¡Barrabam! ¡Barrabam! ¡Desaparece, BARBATOS, grande y poderoso duque, y deja paso a BILETO, a quien he invocado…! ¡Es a él solo a quien necesito! ¡Yo te conjuro e invoco, poderoso SIN NOMBRE…!

BARBATOS desapareció en el aire acompañado de los cuatro reyes que le precedían y una figura ciclópea que parecía alzarse hasta las estrellas ocupó su lugar. Sobre un enorme caballo blanco cuyas patas se abrían más allá del círculo, aunque sin sobrepasarlo, rodeado de las figuras sin forma que tocaban instrumentos retorcidos, un Ser vestido de escarlata, con un rostro caprino, enorme como el castillo mismo, rezumando ira y malignidad a torrentes, se inclinó sobre ellos…

—NO TIENES POR QUE MOLESTAR A BASIMOLAR GLASYA… AQUÍ ESTOY, MORTAL —dijo la Potencia, con una voz cuyo sonido gigante parecía proceder de muy lejos, en oleadas de fuego—. ¿NO TE CONFORMAS, COMO DE COSTUMBRE, CON BARBATOS, QUE PUEDE AYUDARTE A BUSCAR TESOROS O A RECONCILIARTE CON TUS ENEMIGOS? ¿POR QUÉ ESTA VEZ ME INCOMODAS A MI…?

—Poderoso BILETO —dijo Herder, con voz firme—. Tu aspecto es bueno, y te recuerdo que tenemos un pacto firmado… Bebe ese vaso de vino que yo te ofrezco, y obedece, pues obediencia me debes…

—TU VINO YA HA SIDO BEBIDO, MAGO. Y ES CIERTO QUE TE DEBO OBEDIENCIA… ¡MIENTRAS VIVAS!

Mientras Sergio contemplaba el vaso volcado y vacío, una risa demoníaca, intensa, procedente del terrible Ser que se hallaba ante ellos, resonó huecamente contra las rocas.

—He encontrado al hombre que puede producir la Unión, poderoso Rey —dijo Herder, en voz alta—. Está a mi lado, protegido por el Círculo y las Palabras…

—VEO QUE ES ASÍ… PUES NO TE PERMITIRÉ EL MAS MÍNIMO DESCUIDO…

—Tu aspecto es bueno, poderoso BILETO; tu caballo es hermoso, y noble tu apostura. Este hombre, cuyo nombre es Sergio ARMSTRONG y cuya divisa es SONRÍE ANTE LA ADVERSIDAD, se ofrece para traer el OBJETO que falta y para realizar el ACTO con la POTENCIA que designéis… Pero duda de lo que yo Le Ofrezco… y Tú, que tienes el futuro en tus manos, puedes mostrárselo…

—PUEDO —contestó la retumbante voz, resonando una y otra vez en la extensa caverna—. PERO SOLO PARA ÉL… TÚ, MAGO, VUÉLVETE DE ESPALDAS; YO TE LO PERMITO…

Silenciosamente, Simón Herder se volvió de espaldas a la Potencia, que le contempló con sus ojos sin sentimiento ni piedad, mostrando al sonreír, una hilera de blancos dientes… La barba capruna se agitó, y de las órbitas de BILETO cayeron dos lágrimas verdosas…

—VE, MORTAL… ¿ES ESTO LO QUE ESPERAS?

Un círculo de fuego se formó alrededor de BILETO, ocultándolo casi completamente entre las llamaradas… Una nube de humo fue aclarándose, y surgió una de las Columnas Negras… La visión no era muy clara, como si la Potencia no se esforzase mucho, o no pudiera suministrar algo mejor… La horripilante música dejó de sonar durante unos segundos… Algo inmenso y anaranjado descendía sobre la columna negra… algo que temblaba y vibraba sobre un cielo azul… El espectáculo cambió… había un hombre agazapado en un suelo herboso, tras un tronco caído… con un arma en las manos, apuntando hacia adelante… como si un pájaro volase al infinito desde allí, lo que había en el campo de tiro fue ampliándose, ampliándose… Había hombres reunidos, vestidos con uniformes… alrededor de otro en un trono… La visión se amplió hasta mostrar el rostro de este último…

Sergio lanzó un grito, cubriéndose los ojos con las manos, al reconocer aquel rostro odiado… Cuando volvió a mirar, la visión había desaparecido, y BILETO oscilaba de forma repugnante sobre el disforme caballo blanco. Este piafó, lanzando una nube escarlata por las narices…

—¿Te satisface lo que has visto…? —dijo Herder. aún vuelto de espaldas—. ¿Crees ahora?

Sergio, sin fuerzas para hablar, afirmó, con la cabeza.

—¡LIBÉRAME YA! —aulló BILETO, y pareció que el estruendo iba a derribar los muros—. ¡LIBÉRAME YA, MAGO, O TUS TORTURAS SE VERÁN AUMENTADAS!

—Aún no es hora, poderoso Señor. Buena es tu presencia y tu aspecto… Responde, responde, responde… por tres veces te lo ordeno, y si no contestas, recurriré al que debes obediencia… ¿Es apto este hombre para la Unión?

Un resoplido gigante precedió a la brutal respuesta de BILETO.

—¡SÍ, MIL VECES MALDITO, SÍ LO ES! ¡LIBÉRAME YA, TE LO ORDENO!

—Con el acero de fuego divino te atormentaré, si no me ayudas en mi trabajo, ¡oh, BILETO! —dijo Herder, enarbolando la espada—. Tú sabes que me está permitido…

—LO SÉ, LO SÉ —respondió BILETO, untuosamente—, DEJA ESO, RESPONDERÉ…

—¿Logrará este mortal traer la piedra de Luna?

—SÍ; LO CONSEGUIRÁ —una brutal carcajada subrayó la afirmación de la Potencia.

—¿Realizará el acto con el Ser que tú y tus compañeros elijáis…?

—SÍ; LO HARÁ…

—Recuerda que debes decir la verdad… No puedes mentirme.

—NO TE HE MENTIDO EN NADA, MORTAL. PERO RECUERDA TÚ A TU VEZ EL PACTO… SI EN ALGO TE EQUIVOCAS, TU ALMA SERA MÍA PARA SIEMPRE…

El rostro de BILETO se torció sobre su cuello al pronunciar estas palabras. Algo como un coágulo de fuego se escapó de su boca y cayó al suelo extendiéndose como un charco de lava.

—Entonces, el pacto —dijo Herder—. ¿Es preciso convocar a BAALBERIT?

—NO. YO MISMO PONDRÉ MI SIGNO AL PIE DEL PACTO.

Herder tomó el cuchillo de hierro batido y lo sumergió en el agua lustral. Después, sin salir del círculo, se acercó a Sergio y tomándole la mano le hizo una pequeña incisión en la muñeca.

—¿Firmarás?

—Sí.

Herder mojó en la sangre de Sergio una pluma de ave, y se la entregó, juntamente con el pergamino. Temblorosamente, Sergio estampó su firma al lado de la de Herder… Este, riendo débilmente, temblando de alegría, prendió el pergamino en el extremo de la vara, y lo extendió, fuera del círculo hacia la aterradora Presencia…

Hubo un luminar deslumbrador sobre el pergamino; las músicas obscenas sonaron con más fuerza… una nueva carcajada, esta vez ininterrumpida, demoníaca, odiosa, comenzó a resonar… Sin saber por qué, a Sergio le pareció que era una carcajada de burla, que algo no andaba bien en todo aquello, que había un error fundamental en cualquier parte… y que ni el mismo Herder se había dado cuenta.

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