Su hermano está llorando, está desolado y roto. A pesar de que sus sollozos son apenas perceptibles, puede verse que su llanto es absolutamente desgarrador. Nunca lo había visto así. Nunca había visto a nadie así. Una muestra tan desnuda de emoción resulta alarmante y aterradora a la vez.
Willow se agarra a la barandilla con una mano insegura y se sienta en el suelo. Sabe que lo que está haciendo no es correcto, que debe dejarle a su hermano algo de intimidad. Pero no puede evitar mirarlo.
Willow lo mira boquiabierta. Ella sería incapaz de algo así, de dar rienda suelta a sus sentimientos. Se pregunta si debería acercarse a él. Pero no puede, porque ella es quien lo ha puesto en esa situación. Sus acciones son las que ahora, a él, le producen dolor.
Mientras piensa en esto, Cathy aparece detrás de David. Él no la ve, pero Willow sí. Sobre la espalda le cae su lacia melena negra, cubierta por el chai rosa que se ha echado a los hombros, encima del camisón.
Cathy abraza a David con ambos brazos y lo coge de los hombros, acercándoselo a su cuerpo.
Willow está paralizada. La nostalgia y el anhelo que emanan del rostro de David la tienen hipnotizada. Willow observa cómo Cathy le abraza cada vez más fuerte, tanto como puede, y baja la cabeza para besarlo.
Willow se siente como una polilla atraída fatalmente hacia la luz. ¿Qué se debe sentir al llorar así? ¿Cómo debe sentar que te consuelen de este modo?
Si ella se dejara llevar, caería en un universo de dolor. Pero no puede permitir que eso le ocurra, porque simplemente no sería capaz de soportarlo, al menos no ese tipo de dolor. Por suerte, ella conoce el modo de prevenirlo.
Willow mete la mano en el bolsillo de la bata para coger lo que ella sabe que encontrará ahí.
No aparta su mirada de ellos dos al hundir la cuchilla en su piel. El mordisco de la hoja es tan profundo que siente que podría desmayarse, y sin embargo, no aparta los ojos de David y de Cathy.
La sangre brota con la misma fuerza que las lágrimas de David. Las gotas caen libremente, le bajan por el brazo hasta estrellarse contra el suelo mientras Willow observa cómo Cathy seca las lágrimas de David con su largo cabello negro.
Willow sabe que debería irse. En cualquier momento podrían levantar la mirada. Pero no puede irse, no puede moverse. Solamente puede seguir cortando cada vez más profundamente.
La cuchilla apenas le duele, por lo menos ya no tanto como al principio.
No duele como otras cosas, de todos modos.
Willow vuelve a hender la hoja con brutalidad.
No como otras cosas.
Willow se recuesta sobre el tilo que hay en los jardines del instituto y cierra el libro con un profundo suspiro. Lleva media hora intentando leer, pero es inútil. Es incapaz de concentrarse. En lugar de ver las páginas que tiene delante, no puede quitarse de la cabeza la imagen de su pobre hermano.
Tiene miedo de lo que pueda ocurrir la próxima vez que hablen. ¿Se delatará con la mirada? Ella sabe perfectamente que David no hubiera querido tener ningún testigo en aquel momento. Había algo tan profundamente… bueno, íntimo es la única palabra que lo podría describir… algo tan íntimo en su tristeza y en el consuelo que Cathy le daba.
Por primera vez, tener que ir al instituto ha sido un alivio. Ha salido de casa especialmente temprano esta mañana para evitar encontrarse con ninguno de los dos, esperando poder olvidar lo que vio al no tener que enfrentarse a la cara de David y a sus ojos rojos esta mañana.
¡Sí, exacto!
Pero saltándose el desayuno no ha conseguido nada más que tener el estómago vacío. Porque, a pesar de que hace un día precioso, y a pesar de tener
un
rato libre para sentarse al aire libre a leer, no puede evitar pensar en David. Ella ya sabía que su hermano estaba sufriendo, claro que lo sabía, pero verle así…
Incluso ahora le cuesta creer que haya ocurrido esto. Desde el accidente David se ha mostrado tan contenido, tan reservado, que verle en ese estado de desesperación… En fin, aún le cuesta creerlo.
El estómago le da un vuelco al recordar cómo intentó animarle con falsos cumplidos. ¿Cómo había podido ser tan ingenua y estúpida? ¿Cómo podía pensar que nada de lo que ella pudiera hacer u ofrecer pudiera ayudarle después del infierno en el que ella misma lo ha metido?
Willow se odia a sí misma por lo que le ha hecho a su hermano. Pero, aún más que eso, se odia a sí misma por ser tan egoísta. Porque, después de presenciar su crisis, es consciente de que su primera preocupación debería ser por él. Pero en lugar de eso solo puede pensar en que, si él es capaz de dar rienda suelta a sus sentimientos de ese modo…
¿Por qué es siempre tan frío y distante conmigo ?
Willow levanta la mirada. Un grupo de estudiantes que acaba de llegar al jardín le llama la atención. Entre ellas reconoce a alguna compañera suya de clase.
—¡Eh, Willow! ¿Qué tal va todo? —le pregunta una de las chicas—. Tirando. —Willow esboza una pequeña sonrisa a la chica. Se llama Claudia. Willow no sabe mucho de ella, solo puede decir que ha sido simpática con ella un par de veces, y le agradece el detalle.
—¿Quieres venirte un rato con nosotras? —Claudia se sienta en la hierba. Inclina un poco la cabeza y sonríe a Willow con amabilidad.
No.
Willow no quiere sentarse con ellas. Quiere quedarse bajo el tilo y tratar de leer. Pero no ha tenido mucha suerte con eso y, de todos modos, ¿cómo podría decir que no? Claudia está siendo agradable, sonaría extraño rechazar la invitación, y tiene la sensación de que ella ya parece bastante rara.
Willow se levanta y se dirige lentamente hacia el grupo. No sabe muy bien qué hacer o qué decirles. Si esto hubiera ocurrido hace un año, ni siquiera hubiera esperado a que la invitaran. Hubiera sido lo más natural del mundo acercarse a Claudia y presentarse al resto de chicas. Pero ahora… No es exactamente que sea una chica tímida, es más bien que ha olvidado cómo comportarse cuando está con otra gente.
Pero hay algo más, piensa Willow mientras Claudia se aparta para hacerle un sitio. Se pregunta si la invitación es tan inocente como parece. Todo el mundo sabe que ella es una chica diferente. Bueno, aparte de todo lo demás, es la nueva, y con eso basta para que surjan todo tipo de preguntas, incluso de las más inocentes. Sin embargo, Willow está convencida de despertar un interés bastante más siniestro, debe haber cientos de rumores circulando sobre ella. Seguro que hay gente que sabe que ha perdido a sus padres. Seguro que hay gente que sabe que ella ha matado a sus padres. Por el momento nadie le ha preguntado nada directamente, pero está segura de que todos quieren saber su historia.
A Willow le resulta muy duro no sentir ansiedad cuando se sienta con ellas. Al hacerlo, es como si abriera una puerta. En cualquier momento, las preguntas que tanto teme pueden empezar. Así que, en lugar de relajarse y disfrutar del sol y de una inocente charla con otras chicas, espera, con tensión, lo que puede ocurrir.
—Si entro en primera opción, me tino el pelo de rojo —comenta la morena que está sentada junto a ella.
—Perdona, pero no veo qué tiene que ver una cosa con la otra —contesta otra chica. Willow la reconoce. Esta chica sí que es pelirroja. Es la que Willow estuvo mirando tan fijamente el otro día, justo antes de su batacazo en clase. Es la que tenía una herida en el brazo. La que Willow pensaba que podía ser una alma gemela—. Y de todos modos —prosigue la pelirroja—, ¿por qué quieres cambiarte de color?
—Bueno… —La morena se estira en la hierba y se cubre los ojos con una gorra—. Si entro en primera opción mis padres estarán tan contentos que no les importará si me tino el pelo. Además, me gusta ese color. Deberías sentirte alagada.
—Es cierto, Kristen, es muy llamativo —dice Claudia.
—¿Habéis traído algo para comer? —pregunta la morena bajo la gorra de béisbol. Willow puede ver su nombre escrito en los libros de texto que hay junto a ella: Laurie.
—Tengo una chocolatina de ayer en alguna parte —contesta Kristen, y comienza a rebuscar en su mochila.
—Gracias, pero creo que paso —replica Laurie riendo—. ¿Y tú? Te llamas Willow, ¿verdad? —Laurie levanta la gorra y asoma un ojo hacia ella—. Supongo que no tendrás nada más apetecible, ¿no?
—No, yo… nada —contesta Willow con voz entrecortada.
—¿Por qué no cortas el rollo y vas a por cruasanes? —Claudia mira el reloj.
—No tengo tiempo —contesta Kristen. Se vuelve hacia Willow para ver si tiene algo que decir al respecto.
Willow intenta sonreír, pero no le sale. Parece más bien que haga una mueca. Evita la mirada de Kristen y se pone a mirarse los zapatos.
—Willow —dice Claudia, mientras se abanica con una libreta—. ¿Qué clases haces? Aparte de historia, quiero decir. —Willow y ella van juntas a clase de historia a cuarta hora.
—¡Oh! ¿Y a quién le importa? —se queja Laurie desde debajo de la gorra—. No te ofendas, Willow, pero estoy hasta aquí del instituto —comenta haciendo un gesto con la mano por encima de la cabeza—. Tú no eres del último curso, ¿verdad? Este año solamente pienso en el instituto. ¿Qué voy a hacer el año que viene? ¿Qué actividad extracurricular debería hacer este último semestre para mejorar mi informe? Ya he tenido suficiente. ¿No podemos cotillear o algo así?
—Solamente intentaba dar conversación —replica Claudia amablemente, replica mientras le da un golpe a Laurie con el pie—. Solo intentaba ser educada, ya sabes, Laurie, saber algo de Willow.
—Claro —asiente Laurie—. No pienses que no me interesas, Willow. Me muero por saber cómo crees que quedaré de pelirroja.
Pero Willow se salva de tener que darle las gracias a la autentica pelirroja, Kristen. —Vamos, Laurie, tú siempre estás dispuesta a hablar de este tipo de cosas. Ahora pasas de esto porque sabes que tu primera opción es una apuesta segura. Tienes el mejor promedio de toda la gente que conozco. —Kristen ha encontrado la chocolatina y le da un bocado—. No tienes nada de qué preocuparte.
—Pero eso no es lo único importante —protesta Laurie—. No soy ninguna eminencia en ninguna de mis primeras opciones. Actualmente no basta con las notas y la media. —Laurie, Kristen tiene razón —replica Claudia—. Tu media es tan buena que todo lo demás da igual. Además, has hecho tantas actividades complementarias que es como si el Papa en persona hubiera venido a bendecir tu informe. Yo sí que tengo problemas. —Frunce el ceño mientras se recoge el pelo en una coleta—. O sea, no es solamente que mis notas no sean tan buenas sino, que ¿qué más he hecho yo?
—Quizá deberías repetir los exámenes —sugiere Laurie—.¿Y tú, Willow? ¿Vas a hacer algún curso preparatorio este año?
—Valen mucho la pena —asiente Kristen.
Willow sabe que debería decir algo. Cualquier cosa. Se siente mucho más incómoda ahí sentada en silencio, pero ¿qué les puede decir? ¿Un curso de preparación para los exámenes preuniversitarios? Nada podría parecerle menos importante.
Por supuesto, si las cosas no hubieran cambiado tanto, ahora mismo estaría pensando en apuntarse a uno de esos cursos. Pero las cosas han cambiado. ¿La universidad? ¿Y por qué no la luna? Si se pone a pensar en lo que hará después del instituto, lo único que le preocupa es que David tendrá que poner la casa a la venta para poder pagar sus estudios.
Existe un enorme abismo que la separa de todas estas chicas. Y lo sabe porque ella antes estaba al otro lado. Desearía con todas sus fuerzas poder conectar con ellas, pero simplemente ha olvidado cómo hacerlo.
Willow trata de encontrar algo que decir, lo que sea. En ese momento, Kristen hace una bola con el envoltorio de la choco-latina y alarga el brazo para guardarlo en la mochila. Por un segundo, se le puede ver la marca que le llamó la atención a Willow el otro día.
—¿Tú te co…? —salta Willow antes de poder reaccionar. No solamente es que la voz le ha salido casi en grito, sino que es peor…
Pero ¿qué estoy diciendo?
—Quiero decir, ¿tú te co…?
¡Dios santo!
¿Puede salvar la situación? El resto de chicas la están mirando fijamente, tiene que decir algo.
Te cortas, te cortabas, te cortaste,
¿cómo narices puede acabar ahora la frase? Willow mira a su alrededor, mira a Kristen y entonces se le ocurre…
—¿Te comprarías un gato?
Es mejor que cortarse a sí misma, ¿no?
—Quiero decir si… —Willow hace una pausa y cierra los ojos. Si se queda así, ¿se levantarán todas y se marcharán? Imposible. Ella no tiene tanta suerte. Será mejor que acabe lo que ha empezado—, si tú… si tú…
¿Qué? ¡¿Que si ella qué?!
—Si te gustan los gatos, si te comprarías uno —logra decir después de un momento. La chica la mira, sorprendida.
¡Bien! Por poco…
Willow siente que le arde la cara. ¡Y eso que se había sentado con ella para no parecerles rara!
—La verdad es que no —le contesta Kristen—. De hecho, soy alérgica. —Se gira hacia Laurie—. Por cierto, que la crema que me pasaste me ha provocado una irritación terrible. —Se sube la manga y comienza a rascarse con fuerza. Entonces Willow se da cuenta de que lo que tanto le había llamado la atención es, realmente, un rasguño. Y nada más. Lo más probable es que se lo haya provocado la misma Kristen al rascarse. Incluso ahora, mientras la mira, puede ver cómo la chica se arranca un par de costras.
A diferencia de las cicatrices que surcan los brazos de Willow, estas heridas son totalmente inocentes. Esta chica es tan alma gemela suya como cualquiera de las otras que están sentadas en el grupo.
Como cualquier otra persona en cualquier lugar—. ¿Y quieres saber mi opinión o algo así? —Kristen se coloca bien la camisa y mira a Willow—. ¿Estás… Estás pensando en comprarte un gato? —Habla despacio, como si se dirigiera a alguien que no habla muy bien su lengua. Intenta ser simpática, pero está claro que piensa que Willow es tonta. Es peor, no puede evitar percatarse de las miradas de sorna que comparten las oirás chicas.
—Bueno —dice Laurie. Aparta la gorra y se incorpora, apoyándose sobre un brazo—. Mi hermana hace de voluntaria en un refugio de animales abandonados, por si quieres que te ayude a conseguir un gato.
Willow asiente. Se da cuenta de que todas piensan que es rara. Intentarán ser amables y le darán consejos para conseguir un gato, pero a sus espaldas se llevarán las manos a la cabeza y darán gracias de no estar locas como ella. A lo mejor, hasta le cuentan a la gente que han estado charlando con la nueva. No, no saben su historia, pero está claro que es rara… Tal vez hasta se inventen algún que otro rumor.