Willow (8 page)

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Authors: Julia Hoban

Tags: #Romántico, #Juvenil

—¡Eh! —La voz de Guy no puede esconder el pánico. Willow sabe que debería haberse ido, pero está como clavada al suelo. Su mente funciona a toda velocidad, pero no se le ocurre nada que decir, no logra encontrar la manera de garantizar que el no se vaya de la boca.

—¡Eh! —exclama Guy una vez más. Le sube la manga y le mira el brazo. Willow se pone roja como un tomate. No podría sentir más vergüenza ni estando desnuda y con él mirándole los pechos. Puede sentir sus ojos, como se llenan de la terrible visión de las cicatrices viejas que se confunden con las nuevas, la sangre que se extiende por su brazo, las heridas mal curadas.

Levanta los ojos y la mira a la cara con una expresión entre susto y repulsión. Willow le devuelve la mirada. Guy, al igual que ella, no dice ni una palabra. Y no hay ni que planteárselo. Simplemente no hay nada que decir. Willow deja caer el brazo. Lo peor ya ha pasado. Quizás ahora la deje marcharse. Después de todo ¿qué puede hacer él? Pero al volverlo a mirar, Willow ve cómo ese terror que hay en los ojos de Guy se convierte en determinación. Se da cuenta de que, efectivamente, hay una cosa que él puede hacer, que tiene toda la intención de hacer, algo tan terrible que a Willow le flaquean las piernas solo de pensarlo.

Puede explicárselo a David.

Guy se gira repentinamente y echa a correr a través del césped. Willow, sin dudarlo, se lanza tras él. Pero él es rápido, mucho más de lo que ella pueda llegar a ser. Cruza la entrada de la universidad, sube la escalera corriendo. En cuestión de segundos llegará al edificio de antropología, y ella aún no lo ha alcanzado.

Willow quiere pegarle un grito para hacerle parar, pero tiene miedo de atraer sobre ellos más atención todavía. La gente ya ha empezado a girarse para mirarlos. En cualquier caso, se ha quedado sin aliento y además ¿de qué serviría gritar? Gotas de sudor le atraviesan la espalda, y el corazón le late con tal fuerza que realmente teme que le pueda estallar, pero eso no es nada, nada, en comparación con la desesperación que la invade al pensar en lo que está a punto de ocurrir. No puede permitir que Guy acabe con su secreto. No puede permitir que él le quite la única cosa que le ofrece algo de consuelo.

Un grupo de estudiantes sale del edificio de antropología cuando él está llegando a la entrada. Están hablando y riendo y bloquean la entrada. Willow no puede creerse la suerte que está teniendo. Guy se queda parado frente a la puerta, no puede hacer nada aparte de esperar a que se muevan.

Cuando los estudiantes finalmente despejan la entrada Willow consigue alcanzarle.

Guy abre la puerta pero ella le está pisando los talones. El sube la escalera de dos en dos. Willow se lanza tras él, extendiendo los brazos frenéticamente decidida a alcanzarle, a detenerle, a evitar como sea que logre su objetivo.

Willow consigue cogerle de la camisa. Estira, pero él es más fuerte y ella le suelta temiendo romper la tela. En ese momento, él se da la vuelta. A lo mejor está sorprendido de lo fácilmente que ella ha abandonado, o quizá le sorprenda lo absurdo, lo enfermizo que resulta que una persona que no tiene ningún problema en mutilar su propio cuerpo no sea capaz de destruir una camisa. Se quedan quietos en la escalera, respirando aceleradamente, sin decirse nada, midiéndose las fuerzas. Entonces, Guy vuelve a darse la vuelta. Esta vez Willow es suficientemente rápida como para cogerle la mano pero, aunque ella estira con todas las fuerzas, él logra avanzar. Con la otra mano, Willow se aferra a la barandilla y sus pies se enganchan al suelo como si fueran de plomo pero es inútil: él no da su brazo a torcer y lo único que ella puede hacer es caminar con él.

Cuando llegan al cuarto piso, todavía van cogidos de la mano. Guy se para un instante frente a la puerta de la oficina de David. Mira a Willow en silencio.

—Por favor, no le digas nada —le ruega Willow, al sentir como él duda—. Por favor. —Pero no le da tiempo de suplicar más porque, incluso antes de que Guy pueda llamar a la puerta, esta se abre mostrando a David tras ella. Con un gesto, les hace pasar al departamento.

—¡Vaya, hola! —David les mira con una gran sonrisa.

Los dos están sonrojados y respiran con intensidad, de pie, cogidos de la mano.

Es evidente, por la expresión de su cara, que ha malinter-pretado totalmente la situación.

—Ahora mismo no puedo estar por vosotros —dice unos segundos después—. Tengo que devolver un par de llamadas. Si no os sabe mal esperar… —Sin embargo, no se mueve un ápice. No puede ocultar una sonrisa bobalicona al verlos cogidos de la mano.

Willow casi no puede respirar, siente que va a desmayarse. Pero ni siquiera teme por sí misma. La idea de tener que abandonar su vicio es bastante dura. Pero la idea de que Guy se lo explique todo a David, de ver desaparecer esa sonrisa, es mucho peor. Hace meses que su hermano no está tan contento.

De repente, a Willow se le ocurre una idea. Ya sabe cómo salvarse; el alivio que siente es tan fuerte que le fallan las fuerzas.

—Será un segundo —dice finalmente David. Cierra la puerta de la oficina, dejando a Willow y a Guy a solas.

Guy se derrumba en el suelo. Su mano y la de Willow siguen unidas y Willow se ve arrastrada tras él. Este es el único momento en el que ella tiene el control. Ahora sabe lo que debe hacer.

—¿Has visto lo contento que se ha puesto? —le susurra Willow al oído de Guy—. Se ha pensado que estábamos, ya sabes, juntos.

—¿Y? —contesta Guy con rudeza.

—¿No lo comprendes? —prosigue Willow—. Piensa que estamos juntos, que estoy mejorando. No se le veía tan feliz desde… en fin, probablemente desde el accidente. ¿Es que quieres borrarle esa sonrisa de la cara? —No piensa rendirse—. ¿Qué crees que vas a lograr con esto? Esto puede matarle.

Por unos instantes Willow se pregunta si todo esto es realmente cierto. No le cabe ninguna duda de que ha perdido el amor de su hermano, pero eso no significa que él no vaya a hacer todo lo que está en su mano para cuidarla a ella. Eso no significa que verla con Guy no le haya animado al pensar que su hermana estaba logrando tirar hacia delante su vida. Y, sobre todo, eso no significa que la posibilidad de enterarse de algo terrible respecto a su hermana no vaya a destruir su mundo un poco más. Willow no puede permitir que Guy haga algo así.

Pero Guy no parece estar tan seguro como lo estaba hace unos minutos. Mira a Willow y enseguida se vuelve, mirando al infinito.

—Eso le matará —repite enérgicamente.

—Pero servirá de algo. Vas a… —La voz de Guy se apaga. Es obvio que no puede aunar fuerzas para pronunciar las palabras.

—¿Suicidarme? —Willow acaba la frase por él—. No, lo mío no va de eso.

—Perfecto. —Guy la mira indignado—. Solo vas a mutilarte. Tienes razón, eso es mucho mejor.

—Mejor o peor, ¿qué narices te hace pensar que contárselo a mi hermano me va a hacer parar?

—¿No es así?

—Ni de lejos. —La voz de Willow suena como un latigazo—. Lo único que vas a conseguir es trastocarle tanto que… Bueno, no sé lo que puede pasar, no tengo ni idea, pero sí algo terrible, créeme. Ha pasado por muchas cosas. ¿Cuánto más va a aguantar? ¿Y de qué va a servir todo esto? Te lo digo en serio: que se lo cuentes no me va a hacer parar.

—¿Y que se supone que tengo que hacer entonces?

Guy la mira enfadado.

—No me importa lo que hagas. Pero no puedes decírselo.

Willow oye cómo se abre la puerta de la oficina de David. Se apoya contra la pared e intenta parecer calmada.

—Bueno, ¿para qué queríais verme? —pregunta David.

Guy se levanta. Está un poco inestable y se coge a Willow con más fuerza de la que piensa.

Willow está totalmente quieta. Ha hecho lo que ha podido. A partir de ahora, depende de Guy.

—Quería… —Guy se para a mitad de frase y mira a Willow y a David—. Quería saber si ya tienes listos los programas para el próximo semestre —logra decir entre dientes.

No está mal.

Willow mira a Guy con cierto respeto. No es que le importe lo que le diga a David, siempre que no la deje tirada, pero aun así, no cree que ella hubiera sido capaz de improvisar una excusa tan plausible.

En ese instante toma conciencia de la importancia de sus palabras.

No la ha dejado tirada.

Siente un alivio tan grande que las piernas le flaquean. Si Guy no la estuviera cogiendo con tanta fuerza, habría caído al suelo.

—Vaya, debo decirte que tienes una imagen de mí algo imprecisa si piensas que ya tengo el próximo semestre preparado —dice David riendo—. Casi no puedo ni llevar este semestre al día. Pero pasa y te explicaré algunas ideas que tengo en mente y tal vez pueda darte un par de consejos para otras clases que te pueden interesar. Mi hermana me ha dicho que quieres estudiar antropología el año que viene.

Willow mira al techo y empieza a silbar una melodía para disimular.

Pero Guy no parece enterarse mucho de lo que le dice David. Está claro que aún no se ha recuperado de todo lo que le acaba de ocurrir.

—Me parece genial —continúa David. Se sienta en su mesa y les invita con un gesto a que se sienten en el sofá—. De todos modos, aunque estés pensando en especializarte deberías probar asignaturas de otros departamentos.

Hace una pausa y empieza a hojear los papeles que están dispersos por su escritorio. Willow se sienta junto a Guy en el sofá. Nunca se había sentido tan incómoda y no ve el momento de que termine esta reunión improvisada.

—Hum, oh, sí, supongo que tienes razón. —Guy está haciendo un esfuerzo evidente para calmarse—. Pero ya sabes, el año pasado hice un par de asignaturas aquí… las tuyas, que me gustaron mucho, y después un curso básico de redacción de textos. Me sabe mal decirlo pero fue una pérdida de tiempo total. Solo lo hice porque mi instituto recomienda que para hacer clases aquí empieces con eso… —Se vuelve hacia Willow— . Si al final decides hacer algo aquí el semestre que viene, seguramente tendrás que… —Sí, bueno. No creo que ese tipo de cosas sea lo más adecuado para Willow en este momento —le interrumpe abruptamente David.

Willow se siente un poco como si le acabaran de dar una bofetada. No es que tenga un deseo especial de hacer asignaturas extra, pero le duele oír a su hermano hablar de ella como si no estuviera allí. No le acaba de gustar cómo ha sonado eso de adecuado; está claro que a David le resulta mucho más fácil hablar sobre el futuro de Guy.

Quizás haya superado lo de estar celosa de su sobrina de seis meses, pero Guy no está exento de sus tonterías. Le mira con resentimiento.

—¿Sabes qué? —prosigue David—. Pensaba que tenía mis apuntes por aquí pero me los debo haber dejado en casa. ¿Por qué no me das tu dirección de correo electrónico? En cuanto consiga aclararme con todo esto, te mandaré lo que tengo.

—Perfecto, gracias. Mmm… Bueno, espero verte el próximo semestre… —Guy se levanta del sofá, y Willow sale tras él de la oficina de David.

—Joder, joder, joder —murmura por lo bajo Guy, abriendo la puerta del edificio con una fuerte patada.

Se ha hecho de noche. Mientras atraviesan de nuevo el cam-pus, una ligera brisa juega con el pelo de Willow. Con todo lo que acaba de ocurrir, resulta relajante y Willow está contenta de no hacer nada aparte de disfrutar de esa sensación. Está demasiado exhausta para hablar, demasiado exhausta para pensar. Sin embargo, Guy no parece tener esos problemas. —¿Qué estoy haciendo? —repite una y otra vez—. ¡No puedo creerme toda la farsa que acaba de ocurrir! Debo estar igual de loco que tú. —Guy se para y la mira con una expresión entre indignada y escéptica.

—Has hecho lo correcto —insiste Willow cansada—. Al menos déjame llevarte al servicio médico para estudiantes —dice Guy—. Es totalmente confidencial…

—No.

—¡Pero no puedo dejarte así! No puedes ponerme en este aprieto.

—Yo no te he puesto en ningún aprieto —contesta Willow fríamente. Acelera el paso. Casi han llegado al parque.

—Sí, sí que lo has hecho —contesta Guy, testarudo—. No puedo olvidarme de esto. ¿Y si tú…?

—Ya te he dicho que no tengo ninguna intención de suicidarme.

—¿Y se supone que así lo arreglas todo? —Se sientan en un banco—. ¿Rajarte la piel a tiras es guay siempre que no te mueras?

—Supongo que lo que quería decir es que tú no tienes de qué preocuparte, no tienes que…

—¡Perfecto! —le interrumpe Guy a media frase—. Yo no icngo de qué preocuparme. —No necesito algo así —continúa después de unos instan-tes—. Si no se lo cuento a tu hermano, entonces ¿qué? ¿Se supone que tengo que vigilarte? ¡No puedo! Estoy haciendo clases aquí, iba a empezar a buscar un trabajo. ¡Maldita sea! Tengo otras cosas. ¡Ahora estoy enganchado contigo!

Willow se pone tensa al oírle.

—¡No, en absoluto! ¡Ya te lo he dicho!

—¿Que no? —La mira enfadado—. Vale, vamos a dejar las cosas claras. Tú no quieres que le diga nada a tu hermano…

Willow asiente con fervor.

—Vale, perfecto, haces que te lo prometa y ahora esperas que simplemente me vaya por donde he venido. ¿Me tomas el pelo? Es posible que tenga mejores cosas que hacer, pero eso no significa que te necesite en mi conciencia.

De repente a Willow se le ocurre una idea.

—Si me acuesto contigo —dice—, ¿me dejarás en paz?

Guy se queda en silencio unos segundos y luego la mira. Se le ve totalmente tranquilo. Tal vez todo lo ocurrido en las últimas horas ha sido tan inquietante que ahora es inmune a cualquier otra cosa. La observa con atención, y Willow tiene La horrible sensación de que él está pensando si ella es lo suficientemente buena como para que valga la pena aceptar la oferta.

¿Y qué va a hacer ella si acepta?

Willow se siente cada vez más intranquila. El corazón le late con tanta fuerza como cuando le perseguía corriendo a través del campus. No puede creerse lo que acaba de hacer. ¿Realmente estaría dispuesta a sacrificar…?

Pero, después de todo, ¿sería muy diferente que con la cuchilla?

—¿Puedo preguntarte algo? —dice finalmente.

—Sí —asiente Willow—. Está segura de que va a preguntarle si es virgen o si alguna vez…

—¿Estás mal de la cabeza?

Sí.

—No, lo digo en serio —continúa sin esperar la respuesta—. ¿Estás mal de la cabeza? Además —continúa, dando una patada a una piedra—, ¿quién dice que yo sienta eso por ti?

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