3001. Odisea final (26 page)

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Authors: Arthur C. Clarke

Tags: #ciencia ficción

En una caída libre cerca de la Tierra (despreciándose los efectos de la resistencia del aire), la velocidad aumenta en poco menos que diez metros por segundo, durante cada segundo. No obstante, la persona se siente sin peso: no hay sensación de que se esté acelerando, ¡aun cuando la velocidad se esté incrementando a razón de un kilómetro por segundo, cada minuto y medio!

Y esto seguiría rigiendo si se estuviese cayendo en la gravedad de Júpiter (tan sólo dos veces y media la de la Tierra) o, inclusive, en el enormemente más poderoso campo de una enana blanca o estrella neutrónica (millones o miles de millones de veces mayor). Nada se sentiría, aun si uno se aproximara a la velocidad de la luz saliendo del estado de reposo, en cuestión de minutos. Sin embargo, si uno fuera lo suficientemente necio como para estar dentro de unos pocos radios del objeto que lo está atrayendo, el campo ya no sería uniforme en toda la longitud del cuerpo de la persona que cae, y las fuerzas de marea pronto lo harían pedazos. Para ver más detalles, véase mi deplorable cuento corto, pero cuyo título fue puesto adecuadamente, "Neutrón Tide" (en
The Wind from the Sun).

Sobre el "impulso sin inercia", que se comportaría exactamente igual que un campo de gravedad controlable, nunca se discurrió con seriedad, fuera de las páginas de la ficción científica, hasta hace muy poco. Pero, en 1994, tres físicos norteamericanos hicieron exactamente eso, desarrollando algunas ideas del gran físico ruso Andrei Sakharov.

"Inertia as a Zero-Point Field Lorentz Forcé", de B. Haisch, A. Rueda y H. E. Puthoff,
Phys Review A
, febrero de 1994) algún día puede ser considerado como el trabajo que representa el hito y, para los fines de la ficción, eso es lo que hice yo. Enfrenta un problema tan fundamental, al que normalmente se da por sentado, con una actitud de encogerse de hombros y decir "Ese es justamente el modo en que está constituido el universo".

La pregunta que HR&P formularon es: "¿Qué le da masa (o inercia) a un objeto, de modo que se precise un esfuerzo para ponerlo en movimiento, y exactamente el mismo esfuerzo para restaurarlo a su estado original?".

La respuesta provisoria que dieron depende del hecho asombroso y, fuera de la torre de marfil de los físicos, poco conocido de que el así llamado espacio vacío es, en realidad, un caldero de energías en ebullición: el Campo del Punto Cero (véase la nota de arriba). HR&P sugieren que tanto la inercia como la gravitación son fenómenos electromagnéticos, resultantes de la interacción con este campo.

Hubo incontables intentos, que retroceden en el tiempo hasta llegar a Faraday, por unir la gravedad con el magnetismo y, aunque muchos experimentadores afirmaron haber alcanzado éxito, ninguno de esos resultados se verificó jamás. Sin embargo, si la teoría de HR&P se puede probar, eso abre la perspectiva, no importa cuán remota, de "impulsores espaciales" por antigravedad, y la posibilidad, aún más fantástica, de controlar la inercia. Esto podría conducir a algunas situaciones interesantes: si a alguien se le aplicase el toque más delicado, esa persona prontamente desaparecería a miles de kilómetros por hora, hasta que rebotara, en el otro lado de la habitación, una fracción de milisegundo más tarde. Lo bueno de todo esto es que los accidentes de tránsito serían virtualmente imposibles; los automóviles, y los pasajeros, podrían chocar a cualquier velocidad. (¿Y el lector cree que los estilos de vida actuales ya son demasiado turbulentos?)

La "ausencia de peso" que ahora damos por sentado en las misiones espaciales, y que millones de turistas disfrutarán en el próximo siglo, les habría parecido como magia a nuestros abuelos. Pero la abolición —o simplemente la reducción— de la inercia ya es harina de otro costal, y puede ser completamente imposible.
[1]
(Pero es un lindo pensamiento, pues podría proporcionar el equivalente de la "teleportación": se podría viajar a cualquier parte (por lo menos, en la Tierra) en forma casi instantánea. Con franqueza, no sé cómo la Ciudad de las Estrellas se las podría arreglar sin ella...

Una de las suposiciones que hice en esta novela es que Einstein está en lo correcto, y que ninguna señal, ni objeto, puede superar la velocidad de la luz. Varios trabajos sumamente matemáticos aparecieron hace poco, en los que se sugiere que, tal como incontables autores de ficción científica han dado por sentado, los viajeros galácticos a dedo pueden no tener que padecer esta irritante restricción.

En general, espero que tengan razón... pero parece haber una objeción fundamental: si la TLF es posible, ¿dónde están todos esos viajeros a dedo... o, por lo menos, dónde están los turistas adinerados?

Una respuesta es que ningún ET sensato construirá jamás vehículos interestelares, por precisamente la misma razón por la que nunca desarrollaron naves aéreas impulsadas por carbón: hay maneras mucho mejores de hacer el trabajo.

La cantidad sorprendentemente reducida de "bits" necesarios para definir un ser humano, o para almacenar toda la información que sería posible adquirir en toda una vida, se discute en "Machine Intelligence, the Cost of Interstellar Travel and Fermi's Paradox", por Louis K. Scheffer,
Quarterly Journal of the Royal Astronomical Society
35, N
9
2 junio de 1994], 157—175). Este trabajo (¡indudablemente el más estimulante del pensamiento que la fundamentada
QJRAS
haya publicado en toda su carrera!) estima que el estado mental total de un ser humano de cien años con perfecta memoria se podría representar en diez a la decimoquinta bits (un petabit). Aun las fibras ópticas actuales podrían trasmitir esta cantidad de información en cuestión de minutos.

Mi sugerencia de que un transportador como los de
Viaje a las estrellas
todavía no existiría en 3001 puede parecer, en consecuencia, ridículamente desprovista de previsión dentro de nada más que un siglo, y la presente carencia de turistas interestelares sencillamente se debe al hecho de que ningún equipo de recepción se preparó todavía en la Tierra. Quizá ya esté en camino en un barco lento...

CAPÍTULO 15: TRÁNSITO DE VENUS

Me da particular placer rendirle este tributo a la tripulación de la
Apolo 15
: en su regreso de la Luna me enviaron el hermoso mapa en relieve del sitio de descenso del Módulo Lunar
Falcon
, que ahora ocupa un lugar de honor en mi oficina. Muestra las rutas que tomó el Móvil Lunar durante sus tres excursiones, una de las cuales bordeó el cráter Luz de Tierra. El mapa lleva la inscripción: "A Arthur Clarke de la tripulación de la
Apolo 15
, con mucho agradecimiento por su previsión del espacio. Dave Scott, Al Worden, Jim Irwin". En retribución, ahora he dedicado
Luz de Tierra
(que, escrita en 1953, se ubicaba en el territorio que el Móvil iba a recorrer en 1971) "A Dave Scott y Jim Irwin, los primeros hombres que ingresaron en este suelo, y a Al Worden, que los vigiló desde su órbita".

Después de cubrir el alunizaje de la
Apolo 15
, en el estudio de la CBS junto con Walter Cronkite y Wally Schirra, volé a Control de Misión para observar el reingreso y el amerizaje. Yo estaba sentado al lado de la hijita de Al Worden, cuando ella fue la primera en advertir que uno de los tres paracaídas no había llegado a desplegarse. Fue un momento de tensión pero, por suerte, los dos que restaban fueron muy adecuados para hacer el trabajo.

CAPÍTULO 16: LA MESA DEL CAPITÁN

Véase el Capítulo 18 de
2001: Odisea del espacio
, para la descripción del impacto de la sonda. Precisamente un experimento así ahora se planea para la futura misión Clementine 2.

Estoy un poco avergonzado al ver que en mi primera
Odisea del espacio
, el descubrimiento del asteroide 7794 se le atribuía al Observatorio Lunar... ¡en 1997! Bueno, lo desplazaré para el 2017, justo a tiempo para mi cumpleaños número cien.

A las pocas horas de haber escrito lo de más arriba, me encantó enterarme de que al asteroide 4923 (1981 EO27), descubierto por S. J. Bus en Siding Spring, Australia, el 2 de marzo de 1981, se lo bautizó Clarke, parte en reconocimiento por el Proyecto Guardián Espacial (véase
Cita con Rama y El martillo de Dios).
Se me informó, con profundas disculpas, que, debido a una desafortunada omisión, el número 2001 ya no estaba disponible, al haber sido asignado a otra persona llamada A. Einstein. Excusas, excusas...

Pero me agradó mucho enterarme de que al asteroide 5020, descubierto el mismo día como 4923, se lo bautizó Asimov... aunque me entristeció el hecho de que mi viejo amigo nunca llegó a saberlo.

CAPÍTULO 17. GANIMEDES

Tal como se explica en la Despedida, y en las Notas del Autor para
2010: Odisea dos
y
2061: Odisea tres
, yo había tenido la esperanza de que, para esos momentos, la ambigua misión Galileo a Júpiter y sus lunas nos hubiese brindado un conocimiento mucho más detallado, así como pasmosas vistas en acercamiento, de esos extraños mundos.

Y bien, después de muchas demoras,
Galileo alcanzó
su primer objetivo —Júpiter mismo— y se está desempeñando de manera admirable. Pero, ¡ay!, existe un problema: por algún motivo, la antena principal nunca se desplegó. Eso significa que las imágenes tienen que ser enviadas de vuelta a través de una antena de baja ganancia, a una velocidad desesperantemente lenta. Aunque se hizo milagros de reprogramación de las computadoras de a bordo para compensar eso, se seguirá necesitando horas para recibir la información que se debió haber enviado en minutos.

Así que debemos ser pacientes... y estuve en la tentadora posición de explorar Ganimedes en la ficción, justo antes de que la
Galileo
empezara a hacerlo en la realidad, el 27 de junio de 1996.

El 11 de julio de 1996, tan sólo dos días antes de terminar este libro, descargué las primeras imágenes provenientes del Laboratorio de Propulsión por Reacción: por suerte nada, ¡hasta ahora!, contradice mis descripciones. Pero si las imágenes actuales de campos de hielo salpicados de cráteres dejan paso a palmeras y playas tropicales o, peor aún, a carteles que digan ¡VETE A TU CASA, YANQUI!... pues voy a estar en verdaderos problemas.

Estoy aguardando con particular anhelo las imágenes de aproximación de "Ciudad Ganimedes" (capítulo 17): esta llamativa formación es exactamente como la describí, aunque vacilé en hacerla por temor de que mi "descubrimiento" pudiera ser nota de tapa del
Mentiroso Nacional
: lo que yo veo me da la impresión de ser considerablemente más artificial que la infamante "Cara Marciana" y sus alrededores. Y si sus calles y avenidas tienen diez kilómetros de ancho, ¿qué importa eso?: quizá los ganimedeanos eran GRANDES...

La ciudad se encuentra en las imágenes de la
Voyager
de NASA, números 20637.02 y 20637.29 o, de modo más conveniente, en la figura 23.8 del monumental trabajo de John H. ROGErs,
The Giant Planet Júpiter
, Cambridge University Press, 1995.

CAPÍTULO 19: LA LOCURA DE LA HUMANIDAD

Respecto de las pruebas que apoyan la pasmosa aseveración de Khan, de que la mayoría de la humanidad estuvo, por lo menos parcialmente, loca, véase el episodio 22, "Encontrar a María", de mi serie de televisión
El
universo misterioso de Arthur C. Clarke.
Y téngase presente que los cristianos representan nada más que un pequeño subconjunto de nuestra especie: cantidades mucho más grandes de devotos que las de los que han adorado a la Virgen María rindieron igual veneración a divinidades totalmente incompatibles, como Rama, Kali, Siva, Tor, Wotan, Júpiter, Osiris, etcétera, etcétera...

El ejemplo más llamativo —y lamentable— de hombre brillante cuyas creencias lo convirtieron en un lunático digno del chaleco de fuerza, es el de Conan Doyle; a pesar de que es interminable la cantidad de veces que se reveló que sus psíquicos favoritos eran un engaño, su fe en ellos permaneció incólume, y el creador de Sherlock Holmes hasta intentó convencer al gran mago Harry Houdini de que se "desmaterializaba" para llevar a cabo sus proezas de escape... a menudo basadas sobre ardides que, como gustaba decir el doctor Watson, eran "absurdamente simples". (Véase el ensayo "The Irrelevance of Conan Doyle", en
The Night is Large
, de Martin Gardner.)

Para encontrar detalles sobre la Inquisición, cuyas piadosas atrocidades hacen que Pol Pot y los nazis parezcan absolutamente bondadosos, véase el devastador ataque de Carl Sagan contra las Cretinadas de la Nueva Era,
The Demon-Haunted World.
Ojalá ese libro y el de Martin pudieran ser de lectura obligatoria en todas las escuelas secundarias y facultades.

Por lo menos, el departamento de Inmigración de Estados Unidos inició acciones contra una de las barbaridades inspiradas en la religión: la revista
Time
("Hitos", 24 de junio de 1996) informa que ahora se debe conceder asilo a las muchachas amenazadas por la mutilación genital en sus países de origen.

Ya había escrito este capítulo cuando me encontré con
Feet of Clay: The Power and Charisma of Gurús
, de Anthony Storr, The Free Press, 1996, que es, virtualmente, un manual sobre este deprimente tema. ¡Resulta difícil creer que, para el momento en que los alguaciles de Estados Unidos lo arrestaron tardíamente, un santo mentiroso había acumulado noventa y tres Rolls Royce! y, lo que es aun peor, el ochenta y tres por ciento de sus miles de fanáticos norteamericanos habían ido a la facultad y, por eso, cumplen con los requisitos de mi definición favorita de lo que es un intelectual: "Alguien a quien se educó más allá de lo que le da su inteligencia".

CAPÍTULO 26: TSIENVILLE

En el prefacio de 1982 para
2010: Odisea dos
, expliqué por qué a la nave espacial china que descendió en Europa la llamé
Tsien
: en honor del doctor Tsien Hsue-shen, uno de los fundadores de los programas de cohetes de Estados Unidos y China.

Nacido en 1911, Tsien ganó una beca que lo trajo desde China a Estados Unidos en 1935, donde se convirtió en alumno, y después colega, del brillante aerodinamista húngaro Theodore von Karman. Más tarde, en su calidad de profesor de la cátedra Goddard, en el Instituto de Tecnología de California contribuyó a crear el laboratorio Guggenheim de Aeronáutica —el ancestro directo del afamado Laboratorio de Propulsión por Reacción (JPL) de Pasadena. Tal como comentó el
New York Times
del 28 de octubre de 1966, "El jefe de la cohetería china fue preparado en Estados Unidos", inmediatamente después que China llevara a cabo, sobre su territorio, una prueba con misiles guiados portadores de armas nucleares, "La vida de Tsien es una ironía de la historia de la Guerra Fría".

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