3001. Odisea final (27 page)

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Authors: Arthur C. Clarke

Tags: #ciencia ficción

Con autorización para tener acceso a material sumamente secreto, colaboró en gran medida con las investigaciones norteamericanas sobre cohetes de la década de 1950, pero durante la histeria de la era McCarthy se lo arrestó bajo acusaciones falsas de violación de la seguridad, cuando intentó hacer una visita a su China natal. Después de muchas audiencias tribunalicias y de un prolongado período de arresto, al final se lo deportó a su tierra... junto con todos sus conocimientos y experiencia sin par. Tal como afirmaron muchos de sus distinguidos colegas, fue una de las cosas más estúpidas (así como más oprobiosas) que alguna vez hubiera hecho Estados Unidos.

Después de su expulsión, y según Zhuang Fenggan, subdirector de la Comisión de Ciencia y Tecnología, Administración Nacional Espacial China, Tsien "comenzó la actividad en cohetes a partir de nada... Sin él, China habría sufrido un atraso de veinte años en su tecnología". Y una correspondiente demora, quizás, en la puesta a punto del letal proyectil antinaves "Gusano de seda" y del lanzador de satélites "Larga marcha".

Poco tiempo después de haber completado esta novela, la Academia Internacional de Astronáutica me honró con su distinción máxima, el premio von Karman... ¡que se me habría de dar en Pekín! Esa fue una oferta que no podía rehusar, en especial cuando me enteré de que el doctor Tsien ahora es residente de esa ciudad. Por desgracia, cuando llegué ahí descubrí que estaba en el hospital bajo observación, y que sus médicos no permitían visitas.

Por consiguiente, le estoy agradecido en extremo a su ayudante personal, general de división Wang Shouyun, por llevarle ejemplares convenientemente dedicados de
2010 y 2061
al doctor Tsien. En reciprocidad, el general me obsequió el enorme volumen que él editó,
Collected Works of H. S. Tsien: 1938 —1956
, Science Press, 16, Donghuangcheggen North Street, Pekín 100707, 1991. Es una colección fascinante, que empieza con numerosas colaboraciones con von Karman en problemas de aerodinamia, y que termina con trabajos individuales sobre cohetes y satélites. El último artículo de todos, "Plantas de energía termonuclear",
Jet Propulsión
, julio de 1956, se escribió cuando el doctor Tsien todavía era virtual prisionero del FBI, y trata una cuestión que tiene aún más vigencia hoy en día, aunque se ha avanzado muy poco hacia "la estación de energía que utilice la reacción de la fusión del deuterio".

Justo antes de partir de Pekín, el 13 de octubre de 1996, tuve la alegría de enterarme de que, a pesar de su edad actual (ochenta y cinco años) y de su incapacidad física, el doctor Tsien todavía continúa con sus estudios científicos. Es mi sincero deseo que disfrute
2010
y
2061, y
anhelo poder enviarle esta
Odisea final
a modo de tributo adicional.

CAPÍTULO 36: LA CÁMARA DE HORRORES

Como resultado de una serie de audiencias senatoriales sobre seguridad informática, en junio de 1996, el 15 de julio de ese año el presidente Clinton firmó el decreto 13010 para enfrentar los "ataques hechos con computadora a los componentes de la información o de las comunicaciones que controlan infraestructuras críticas ('amenazas cibernéticas')". Esto establece una fuerza de tareas para contrarrestar el terrorismo cibernético, y cuenta con representantes de la CIA, la NSA, los organismos de defensa y demás.

Pico, allá vamos...

Desde que escribí el párrafo anterior, quedé perplejo cuando me enteré de que el final de
Día de la independencia
, que todavía no vi, ¡también comprende el uso de virus de computadora a modo de caballos de Troya! También se me informa que su comienzo es idéntico al de
El fin de la niñez
(1953), y que contiene todos las frases manidas de la ficción científica desde el
Viaje a la Luna
(1903) de Georges Méliés.

Estoy indeciso entre felicitar a los guionistas por su golpe de originalidad... o acusarlos del delito transtemporal de plagio precognitivo. En todo caso, temo que nada hay que yo pueda hacer para impedir que el espectador Felipe Lícula crea que fui yo el que copió el final de
DI4.

El siguiente material se extrajo —por lo general, con grandes correcciones— de los libros anteriores de la serie:

De
2001: Odisea del espacio
: capítulo 18, "A través de los asteroides"; y capítulo 37, "Experimento".

De
2010: Odisea dos
: capítulo 11, "Hielo y vacío"; capítulo 36, "Fuego en las profundidades"; capítulo 38, "Paisaje de espuma".

AGRADECIMIENTOS

Mi agradecimiento a IBM por obsequiarme la hermosa maquinita Thinkpad 755CD, en la que se compuso este libro. Durante muchos años me avergonzó el rumor, por completo carente de fundamento, de que el nombre HAL provenía del desplazamiento en una letra de IBM. En un intento por exorcizar este mito de la era de las computadoras, hasta me tomé la molestia de hacer que el doctor Chandra, inventor de HAL, lo negara en
2010: Odisea dos.
Sin embargo, hace poco me tranquilizaron cuando supe que, lejos de estar molesto por la asociación, el "Gigante Azul" ahora está muy orgulloso con ella. Así que abandonaré cualquier intento futuro por poner en claro las cosas, y enviaré mis felicitaciones a todos aquellos que participaron de la "fiesta de cumpleaños" de HAL en (claro está) la Universidad de Illinois, Urbana, el
12
de marzo de 1997.

Desconsolada gratitud a mi editora de Del Rey Books, Shelly Shapiro, por diez páginas de fruslerías que, una vez que fueron analizadas, mejoraron notablemente el producto final. (Sí, yo mismo fui editor, y no adolezco de la habitual convicción de los autores, de que los miembros de esa profesión son carniceros frustrados.)

Por último, y lo más importante de todo: mi profundo agradecimiento a mi antiguo amigo Cyril Gardner, presidente del directorio del Galle Face Hotel, por la hospitalidad de su magnífica (y enorme) suite personal, que mientras yo escribía este libro me brindó una Base Tranquilidad en un momento de serios problemas. Me apresuro a añadir que, aun cuando puede no proporcionar tan extensos paisajes imaginarios, las instalaciones del Galle Face son muy superiores a las que brindaba el Granomedes y nunca, en toda mi vida, trabajé en un ambiente más agradable.

O, si es por eso, en uno más inspirador, pues una gran placa en la entrada enumera más de cien de las cabezas de Estado y otros visitantes distinguidos a los que se atendió aquí; entre ellos figuran Yuri Gagarin, la tripulación de la
Apolo 12 —
la segunda misión a la superficie de la Luna—, y un excelente conjunto de estrellas de teatro y cine: Gregory Peck, Alee Guinness, Noel Coward; Carrie Fisher, de
La Guerra de las Galaxias...
así como Vivien Leigh y Laurence Olivier, que hacen una breve aparición en
2061: Odisea tres
(capítulo 37). Me honra que entre los de ellos figure mi nombre.

Parece lógico que un proyecto que comenzó en un famoso hotel —el Chelsea de Nueva York, aquel semillero de genio legítimo y de imitación— se deba concluir en otro que está a medio mundo de distancia. Pero resulta extraño oír el Océano Indico, castigado por los monzones, rugiendo a nada más que unos pocos metros de mi ventana, en vez del tránsito que fluye por la lejana y entrañablemente recordada calle 23.

IN MEMORIAM: 18 DE SEPTIEMBRE DE 1996

Fue con la más profunda pena que me enteré, literalmente cuando estaba corrigiendo estos agradecimientos, de que Cyril Gardner había muerto pocas horas antes.

Proporciona algo de consuelo saber que él ya había visto el tributo que le dediqué más arriba, y que le había gustado mucho.

Despedida

"Nunca explicar, nunca disculparse" puede ser un excelente consejo para políticos, magnates de Hollywood y poderosos empresarios industriales, pero un escritor debe tratar a sus lectores con la mayor consideración. Así que, aunque no tengo la más mínima intención de disculparme por algo, quizá la complicada génesis de la tetralogía de
Odisea
exija un poco de explicación.

Todo empezó en la Navidad de 1948 —¡sí, 1948!—, con un cuento corto de cuatro mil palabras que escribí para un certamen patrocinado por la British Broadcasting Corporation. "El centinela" describía el descubrimiento de una pequeña pirámide en la Luna, colocada ahí por una civilización alienígena para aguardar el surgimiento de la humanidad como especie capaz de viajar por el espacio. Hasta ese momento, según se daba a entender, seríamos demasiado primitivos como para despertar interés.
[2]

La BBC rechazó mi modesto esfuerzo y no se lo publicó sino hasta casi tres años después, en el único número de
10 Story Fantasy
(primavera de 1951), revista que, tal como la invalorable
Encyclopedia of Science Fiction
comenta con ironía, se "recuerda, principalmente, por su mala aritmética (había trece cuentos)".

"El centinela" quedó en el limbo durante más de una década, hasta que Stanley Kubrick se puso en contacto conmigo, en la primavera de 1964, y me preguntó si tenía algunas ideas para la "proverbial" (o sea, todavía inexistente) "buena película de ciencia ficción". En el transcurso de nuestras muchas sesiones de debate de propuestas, tal como lo narré en
The Lost Worlds of 2001
, decidimos que el paciente vigía de la Luna podría proporcionar un buen punto de partida para nuestro relato. Al final hizo mucho más que eso, ya que en algún momento, durante la producción, la pirámide evolucionó hasta transformarse en el ahora famoso monolito negro.

Para poner la serie de
Odisea
en perspectiva, hay que recordar que cuando Stanley y yo empezamos a planear lo que llamábamos, en privado, "Cómo se ganó el sistema solar"
,
la Era Espacial apenas tenía nueve años de edad, y ningún ser humano se había alejado del planeta natal más que un centenar de kilómetros. Aunque el presidente Kennedy había anunciado que Estados Unidos pretendía ir a la Luna "en esta década", para la mayoría de la gente ese debe de haber parecido un sueño muy lejano. Cuando comenzó la filmación en el sur de Londres,
[3]
un gélido 29 de diciembre de 1965, ni siquiera sabíamos qué aspecto tenía la superficie lunar vista de cerca. Todavía existían los temores de que la primera palabra que pronunciara el astronauta que salía de la nave fuera "¡Socorro!", mientras desaparecía en una capa de polvo lunar con la consistencia del talco. En general hicimos conjeturas bastante buenas: únicamente el hecho de que nuestros paisajes lunares eran más dentados que los verdaderos, alisados por eones de desgaste producido por polvo meteorítico, revela que
2001
fue hecha en la era pre
Apolo
.

Hoy, claro está, parece risible que pudiéramos haber imaginado gigantescas estaciones espaciales, Hoteles Hilton en órbita y expediciones a Júpiter, en fecha tan temprana como 2001. Ahora resulta difícil darse cuenta de que allá, por la década de 1960, había planes en serio para establecer bases permanentes en la Luna y descensos en Marte... ¡para 1990! En verdad, en el estudio de la CBS, e inmediatamente después del lanzamiento de la
Apolo 11
, oí al vicepresidente de Estados Unidos proclamar, exuberante: "¡Ahora debemos ir a Marte!".

Tal como resultaron las cosas, tuvo suerte de no ir a prisión. Ese escándalo, más Vietnam y Watergate, es una de las razones por las que esos argumentos optimistas nunca se materializaron.

Cuando la película y el libro de
2001: Odisea del espacio
hicieron su aparición en 1968, la posibilidad de una segunda parte nunca me cruzó por la cabeza. Pero en 1979 tuvo lugar una misión a Júpiter, y obtuvimos nuestras imágenes en acercamiento del gigantesco planeta y de su asombrosa familia de lunas.

Por supuesto, las sondas espaciales
Voyager
[4]
carecían de tripulación, pero las imágenes que enviaron volvieron reales, y totalmente inesperados, a mundos que, hasta ese momento, no habían sido más que puntos de luz en los telescopios más poderosos. Los volcanes sulfurosos en continua erupción de lo, la faz con múltiples impactos de Calisto, el paisaje de misterioso contorno de Ganimedes... casi era como si hubiéramos descubierto un Sistema Solar completamente nuevo. La tentación de explorarlo fue irresistible, y de ahí nació
2010: Odisea dos
, que también me dio la oportunidad de averiguar qué le había ocurrido a Dave Bowman, después de que despertara en aquella enigmática habitación de hotel.

En 1981, cuando empecé a escribir el nuevo libro, la Guerra Fría todavía estaba en marcha, y sentí que salía a un limbo, así como me arriesgaba a las críticas, al mostrar una misión conjunta ruso-norteamericana. También subrayé mi esperanza de una cooperación futura, al dedicarles la novela al ganador del Nobel, Andrei Sakharov (a la sazón, todavía en el exilio) y al cosmonauta Alexei Leonov que, cuando en la "Ciudad de las Estrellas" le dije que la nave llevaría el nombre de él, exclamó con típica efervescencia: "¡Entonces va a ser una buena nave!".

Todavía me parece increíble que cuando Peter Hyams hizo su excelente versión fílmica de 1983, pudiera emplear los acercamientos reales de las lunas jovianas, obtenidos en las misiones
Voyager
(algunos de ellos después de un útil procesamiento por computadora en el Laboratorio de Propulsión por Reacción, fuente de los originales). Sin embargo, se esperaban imágenes mucho mejores de la ambiciosa misión
Galilea
, planeada para llevar a cabo una exploración detallada de los satélites principales durante un período de muchos meses. Nuestros conocimientos de ese nuevo territorio, previamente obtenidos de nada más que un breve vuelo de circunvalación, se ampliarían enormemente... y yo no tendría excusas para no escribir
Odisea tres.

¡Ay!... algo trágico en el camino a Júpiter: se había planeado lanzar la
Galileo
desde el trasbordador espacial en 1986, pero el desastre del
Challenger
descartó esa alternativa, y pronto se hizo evidente que no obtendríamos nueva información sobre lo y Europa, Ganimedes y Calisto, durante otra década por lo menos.

Decidí no esperar, y el regreso (1985) del cometa Halley al Sistema Solar interior me brindó un tema irresistible. Su próxima aparición en 2061 sería una buena oportunidad para una tercera
Odisea
, aunque yo no estaba seguro de si podría entregarla. Le pedí a mi editora un adelanto bastante modesto. Es con mucha tristeza que cito la dedicatoria
de 2061: Odisea tres
:

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