Adiós Cataluña (14 page)

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Authors: Albert Boadella

Tags: #Ensayo

Hoy, antes de empezar en su estudio la sesión de pintura, bajará al jardín y, entre los cien rosales, escogerá un puñado de rosas para distribuirlas por todas las estancias. Según la época, pueden ser mimosas, jazmines, narcisos o flores de azahar caídas de nuestros naranjos y colocadas en pequeños recipientes. He citado antes su austeridad, pero ello no impide una enorme sensualidad que le hace transformar las cosas más corrientes de la vida en una sucesión de imperceptibles placeres. Si uno suma las sábanas de hilo bordadas por ella, sus pinturas repartidas por toda la casa, el perfume floral, la cocina de mil gustos, su ordenada capacidad para colocar los objetos en el lugar que más lucen, y un extenso jardín en el que su tenaz forcejeo con la naturaleza lo convierte en sumisa armonía vegetal, comprenderán que necesito hacer un esfuerzo enorme para salir a buscar brega en el exterior. Mis últimas guerras tienen, además, este mérito añadido. Aunque también, como consecuencia irremediable, han convertido este lugar tan grato y placentero en un «ortos clausus» rodeado de territorio comanche.

Las anécdotas con las que vengo describiendo algunos rasgos del carácter de mi mujer podrían inducir al retrato de un perfil femenino instalado en una cierta docilidad. Nada más lejos de lo real. Dolors se muestra implacable ante las arbitrariedades, y cuando la ocasión lo requiere hace gala de una obstinada tenacidad que persiste hasta que no consigue corregir el abuso. Hace unos años descubrió que el agua de nuestro pueblo estaba contaminada por un alto índice de nitratos a causa de los vertidos de purines de los cerdos y el Ayuntamiento no había informado de ello al vecindario. Llevábamos mucho tiempo bebiendo agua de la red en unas condiciones muy peligrosas mientras la Administración seguía autorizando la instalación de granjas de cerdos en la comarca sin ningún requisito. Intuyendo que el problema no se limitaba a nuestro municipio, y ante la negativa de los organismos competentes a proporcionarle los datos analíticos, Dolors inició una minuciosa investigación consistente en analizar el agua de numerosas localidades del Bajo Ampurdán y descubrió que más de cuarenta pueblos estaban en las mismas condiciones. Intentó por todos los medios que las Administraciones municipal y autonómica restablecieran la legalidad que les obligaba a intervenir en una contaminación tan grave de los acuíferos cuyas consecuencias afectaban a la salud pública. Después de innumerables gestiones no consiguió que emprendieran ninguna medida; todo lo contrario, la Generalitat seguía ocultando el problema a la ciudadanía en favor de los intereses de las empresas contaminadoras. Ante la pasividad política y judicial se dirigió a la Comisión Europea a fin de que tomara cartas en el asunto. Luchó tenazmente durante tres años; reunió toda clase de pruebas; hizo viajes a Bruselas y se entrevistó con funcionarios de la Comunidad hasta conseguir que el Tribunal de la Unión Europea condenara a la Generalitat, poniéndole un plazo para solucionar el problema. Al verla tan resuelta, eficaz e implacable en el tema, me divertía pensar que frente a las marrullerías del nacionalismo pujolista era mucho más peligrosa ella que mis rimbombantes invectivas públicas. No puedo dejar de reconocer que de la forma como combatió en la batalla del agua, una vez más, esta mujer me dejó encandilado.

En la literatura abundan los amores inalcanzables; se podría decir que han sido uno de los temas más recurrentes. Casi nunca se describe un amor conseguido, y si en alguna ocasión aparece, solo sirve para el desenlace. Tal vez porque se da por sentado que el alcance del bienestar y la complacencia amorosa es poco intrigante, falto de morbosidad. La constatación del ideal no es del gusto de los escritores de ficción; creen que todo se acabará en el primer capítulo, expresando simplemente: ¡Espléndida existencia! ¡Qué bien me lo paso!

En la vida real nada es lo que parece. No he tenido un solo minuto de aburrimiento junto a Dolors; casi nunca necesitamos amigos para salir y mucho menos para viajar. Nos bastamos solos, porque con el tiempo aumenta la percepción de que la cuenta atrás ha empezado. Así pues, como ya habrán observado que me gusta nadar contracorriente, sigo por el camino, literariamente arriesgado, de la bienandanza, convencido de que narrando los rasgos esenciales de una mujer inteligente, de una artista profunda y una amante leal, ofrezco mi mejor tributo a la realidad de la cual he acabado siendo un adepto compulsivo.

Ahora, con cierto fastidio, debo abandonar durante un tiempo los deleites del amor, pues salgo de nuevo a batallar, ya que el enemigo no cesa en su empeño de intentar silenciarme.

GUERRA VIII

El caporal de los
mossos d'esquadra
aparecía precipitadamente para entregarle al cabezudo mariscal Pujol una maleta con el rótulo «Banca Catalana» a ambos lados. El cabezudo limpiaba el contenido y metía precipitadamente también la pasta en sus bolsillos, mientras seguía bailando. Las huestes concentradas en el Palau de la Música, al percatarse de la operación, mostraban su euforia prorrumpiendo en vítores y aplausos.

No se trata de ninguna fantasía: esta gesta sucedía cada noche en Barcelona ante dos mil personas, realizada por nuestra milicia. Poco tiempo antes, Banca Catalana había sucumbido, hostigada por unos cuantos prohombres del catalanismo, los cuales, bajo la noble divisa
Todo por la Patria
, se dedicaron a exprimir dicho símbolo de manera literal, no metafórica, como la Guardia Civil. El batallón de vivales que tenía encomendada la vigilancia de las arcas lo encabezaba el mariscal Pujol, antes de ser nombrado
Reichführer
y también antes de negarse a prorrogar la letra de la compañía, una letra que, afortunadamente, nada tuvo que ver con la hecatombe bancaria. Una vez ascendido el Mariscal a la presidencia del
Reich
regional, el fiscal general del Estado instruyó una querella contra el clan de marrulleros y su capo, por asalto injustificado al botín con resultado de evaporación. Fue entonces cuando el Mariscal realizó uno de los actos cumbre de su ensalzada carrera político-militar: disfrazó en ataque a Catalunya lo que solo era una acción de la justicia española contra un presunto sablazo en el que se hallaba implicado. El Mariscal organizó manifestaciones y proclamas, acusando al enemigo español de un ataque desleal a Catalunya.

La hazaña constituyó el punto de inflexión definitivo en la política regional. En la historia de la Catalunya moderna este episodio fue trascendental para comprender muchas de las cosas que han venido sucediendo. A partir de aquí, la simulación de hostilidades con el Estado español permitió encubrir cualquier amaño, mientras pareciera realizado en beneficio de la etnia oprimida. Comprobado el éxito de la argucia y bajo el lema «
Ara és l'hora, catalans
», que en cristiano vendría a ser «maricón el último», los elegidos se lanzaron al asalto del erario público con un éxito sin precedentes. Aquellos que no lo consiguieron momentáneamente, es decir, el resto de la élite autóctona, advirtieron que solo era cuestión de aguardar la ocasión y permanecer agazapados esperando un día imitar al jefe, el cual, como era previsible, salió judicialmente indemne de toda sisa o saqueo bancario, exceptuando el aura de rapacidad que ha compartido con la familia.

La paciencia los ha premiado a casi todos, y, con los años, nadie se ha quedado sin ración. Nacionalistas radicales, moderados, escépticos, juiciosos, indecisos, conformados, tibios, pacíficos o completamente sonados, todos han obtenido su parte del desvalijamiento patrio con cargo al contribuyente.

Para ello, el Gobierno regional desplegó un esfuerzo colosal de imaginación, inventando nombres altisonantes que dieran empaque a las miles de sinecuras repartidas. Encontraríamos cientos de ejemplos: Dirección General de la Memoria Democrática, Oficina de Promoción de la Paz y los Derechos Humanos, Departamento del Colectivo Gay, Lesbianas y Transexuales; Consorcio para la Normalización Lingüística, Consejo Asesor del Desarrollo Sostenible de Catalunya, Patronato pro Europa, Instituto del Mediterráneo, Oficina de la Gente Mayor Activa, Área de Historia y Pensamiento Contemporáneo, etc. En fin, un paraíso para los elegidos.

Una vez finalizadas las campañas de
Ubú
y
Teledeum
, con la intención de seguir combatiendo al ejército de sablistas que se apoderaba progresivamente del territorio, decidimos aumentar nuestro arsenal escénico, incorporando un arma de apariencia benigna, pero que en la práctica resultó ser particularmente maléfica. El ingenio llegó hasta nuestras manos por puro azar.

La compañía Comediants estaba realizando una película donde, en una de las escenas, aparecía el Teatre Municipal de Girona con todas las localidades repletas de cabezudos. Asomando por un palco habían colocado también un cabezudo de Pujol, pero como TV3 aportaba unos dineros en la producción de la película, los directivos de la cadena gubernamental amenazaron a los cómicos con retirar la subvención si aparecía el careto del Mariscal en la secuencia. Los chicos de Comediants, que siempre han sido fervientes devotos del movimiento «porro y buen rollo, tío», no quisieron entrar en hostilidades y se esfumó repentinamente de la película el importuno cabezudo. Enterados del lance, les sugerimos a los Comediants la posibilidad de utilizarlo nosotros, cosa que no tuvimos que repetirles dos veces, porque el endiablado cabezudo parecía quemarles las manos.

El ingenio estaba realizado con auténtica destreza, ya que aquella tropa tenía unas facultades extraordinarias para estos menesteres, pero también hay que reconocer que el propio Mariscal en persona favorecía enormemente su impacto visual. El artefacto descubría de forma incuestionable que Pujol era un genuino cabezudo en la realidad. En una sociedad normal, cualquier dirigente con una característica similar no constituye nada significativo, pero cuando se trata del «conductor de un pueblo» dispuesto a sacralizarse, el asunto toma otro cariz.

Esta peculiaridad convertía la efigie caricaturesca en mucho más auténtica que la de carne y hueso, y de aquí su fuerza transgresora con solo el gesto de fingir afanarle una peseta del bolsillo a un espectador. Hasta entonces, jamás me hubiera imaginado que una simple cabeza de cartón poseyera tan atrayente poder catártico, ya que solo con aparecer un instante bajo cualquier excusa transformaba la situación en un ataque directo al
Reichführer
y, por consiguiente, a todo un montaje que se pretendía sagrado. Con la misma inocencia que Einstein participó indirectamente en la creación de la bomba atómica, Comediants había fabricado y colocado en nuestras manos un ingenio letal.

En el Palau de la Música la prodigiosa efigie solo aparecía en la parte final de
Virtuosos de Fontainebleau
, pero era suficiente para convertirse en lo más transgresor de una obra que no reparaba en otros descaros. A partir de entonces viajábamos con nuestra arma amenazadora por todas partes. La gran testa del mariscal Pujol podía aparecer en los lugares más insólitos, y las reacciones iban desde la consternación al regocijo.

Entre las muchas apariciones hubo una que resultó particularmente señalada por sus consecuencias colaterales. Ocurrió durante una cena que mi entrañable amigo el diputado socialista Roma Planas había organizado para simular, en clave de humor, el juicio que los militares no habían conseguido hacerme. Era la época en que los socialistas nos reían las gracias, y allí estaban aguerridos capitanes del PSC como los alcaldes de Lleida, Mataró y Hospitalet, el rector de la Universidad Central y el estado mayor de la milicia socialista con varios diputados nacionales y regionales. Como nosotros no salíamos de casa sin el cabezudo, después del simulacro de juicio bufo le pedí al teniente de la compañía, Jesús Agelet, que se enfundara la cabeza del Mariscal y diera un par de vueltas por las mesas con la intención de poner un final sandunguero al acto.

La reacción de los comensales me dejó atónito. A medida que el cabezudo iba desfilando entre las mesas, los notables del socialismo catalán le propinaban golpes, insultos y empujones, con tal violencia, que temí por la integridad del teniente Agelet. Al llegar a la mesa presidencial, el alcalde de Lleida, como empujado por un resorte, se levantó y, colocándose detrás del supuesto Pujol, lo agarró por la cintura e inclinándole hacia delante empezó a simular una sodomización. La escena duró escasamente pocos segundos, pero lo suficiente para que toda la oficialidad socialista prorrumpiera en risas y aplausos ante la simbólica penetración del adversario por la retaguardia del Mariscal.

Toda la fiereza que el PSC no demostró jamás en el combate real ante el pujolismo fue exhibida allí contra el icono. La impotencia y el resentimiento concentrados durante tantos años, intentando conquistar la jefatura del
Reich
, transformó la cena en un aquelarre de enorme eficacia terapéutica para aquella buena gente. Naturalmente, una vez finalizado el acto, los notables del PSC volvieron a su dimensión gallinácea y andaban trastornados pidiendo carretes de fotos a los periodistas y reclamando su silencio. Como en el caso de san Pedro, el gallo se quedó ronco de tanto socialista que negó después la asistencia al satánico acto.

Nosotros, sin tenerlo previsto, le hicimos un servicio al Mariscal, desfogando para unos cuantos años más el rencor enquistado por una oposición acomplejada con el éxito popular del
Führer
regional. Lejos de considerarlo un favor, Pujol se puso como un basilisco al enterarse de los detalles del aquelarre, del cual se había chivado Marius Carol, periodista de
La Vanguardia Española
que estuvo presente. Poco agradecido como acostumbra a ser el Mariscal, juró venganza; pero sobre nosotros tenía un problema, y es que había apurado ya todas las represalias posibles. Entonces, el frenesí vengativo le hizo concentrar sus iras en el sodomita del cabezudo, el campechano Antoni Siurana, alcalde de Lleida. Este municipio era un feudo socialista muy apetecido por un Pujol que sentía una especial debilidad ante el mundo rural, donde cosechaba los mayores éxitos.

La represalia del Mariscal consistió en poner una cantidad ingente de efectivos y medios financieros para derrotar al alcalde Siurana durante la campaña de las elecciones municipales de Lleida. Algunos convergentes, ignorando los motivos profundos de la obcecación presidencial, encontraban desmesurada la inversión de dineros y esfuerzo empleados para asaltar aquella plaza. No comprendían que el revanchismo contra España que albergan las entrañas de Pujol forma parte del mismo espíritu vengativo con el que deseaba hundir a su simbólico violador. Para conseguirlo, llegó a pactar incluso con los acérrimos enemigos del PP y de otro grupo, de signo ultraderechista, llamado Grup Freixa. Lejos de lo que pueda parecer, Pujol es un hombre dominado por estas miserias. Si no hubiera sido así, Catalunya tendría hoy una dimensión distinta y se hallaría menos abocada al sectarismo pedestre, principal causante de la enorme incompetencia política que asola el territorio.

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