Amanecer (15 page)

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Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

—Te golpeó, Lilith —dijo Nikanj—. Te partió los huesos. Si no te hubiésemos curado, podrías haber muerto por lo que te hizo.

—¡Hizo aquello para lo que vosotros y su así llamada familia le montasteis toda una situación!

Él hizo crujir sus tentáculos.

—Eso es más cierto de lo que a mí me gustaría que fuese. Ahora es difícil para mí influir en la gente. Creen que soy demasiado joven para comprender las cosas. No obstante, les advertí que tú no te aparearías con él. Dado que aún no soy maduro, su familia y mis padres se impusieron sobre mí. ¡Esto no volverá a suceder!

Tocó su nuca, haciendo que su piel picoteara al contacto de varios de sus tentáculos sensoriales. Se dio cuenta de lo que estaba haciendo cuando se notó empezar a perder el conocimiento.

—Vuelve a hacérmelo a mí también —pidió, mientras aún podía hablar—. Déjame dormir de nuevo. Méteme donde lo hayan metido a él. Igual que él, tampoco yo soy lo que tu pueblo piensa que soy. Devuélveme allí. ¡Encuentra a otro!

10

Pero la facilidad de su despertar, cuando llegó, le dijo que su sueño había sido normal y relativamente breve, regresando demasiado rápidamente a lo que pasaba por la realidad. Al menos, no le dolía nada.

Se sentó. Halló a Nikanj echado, tieso como una piedra, junto a ella. Como era habitual, algunos de los tentáculos de su cabeza siguieron cansinamente sus movimientos cuando se levantó y fue al baño.

Tratando de no pensar, se bañó, y se esforzó para rascarse con el cepillo un extraño olor agrio que había adquirido su cuerpo..., algún efecto residual de la curación hecha por Nikanj, supuso. Pero el hedor no quería marcharse. Al cabo, lo dejó correr, se vistió y regresó fuera con Nikanj. Estaba sentado en la cama, esperándola.

—En unos pocos días ya no te darás cuenta del olor —le dijo—. No es tan fuerte como te parece.

Ella se alzó de hombros, sin importarle.

—Ahora puedes abrir paredes.

Asombrada, se quedó mirándolo, luego fue a una pared y la tocó con las yemas de los dedos de una mano. La pared enrojeció, como había hecho la de Paul Titus al toque de Nikanj.

—Usa todos los dedos —dijo éste.

Ella obedeció, colocando los dedos de las dos manos sobre la pared. Ésta se hendió y luego empezó a abrirse.

—Ahora, si tienes hambre, tú misma puedes ir a buscar tu comida —dijo Nikanj—.

Todo se abrirá para ti en esta vivienda.

—¿Y fuera de esta vivienda? —inquirió ella.

—Estas paredes te dejarán salir y se abrirán de nuevo a tu vuelta. También las he cambiado a ellas un poco. Pero no se te abrirá ninguna otra pared.

Así que podía caminar por los pasillos o por entre los árboles, pero no se podía meter en nada que Nikanj no quisiese. Y, sin embargo, aquella era una mayor libertad que la que tenía antes de que la pusiese a dormir.

—¿Por qué has hecho esto? —preguntó, mirándolo fijamente.

—Para darte lo que puedo darte. Nada de otro largo sueño, ni la soledad. Sólo esto.

Ahora ya conoces la disposición de nuestra vivienda y conoces Kaal. Y la gente del vecindario te conoce a ti.

Así que se le podía permitir que saliese sola de nuevo, pensó amargamente, Y, dentro de la vivienda, podía confiarse en que no hiciese el equivalente local de verter el detergente del fregadero o prender un fuego. Incluso se podía confiar en que no molestaría a los vecinos. Ahora, podía mantenerse ocupada hasta que alguien decidiese que ya podía ser enviada al trabajo que ni quería ni podía hacer..., el trabajo que, probablemente, acabaría por matarla. Después de todo, ¿a cuántos Paul Titus más podría sobrevivir?

Nikanj se recostó de nuevo y pareció temblar. Sí, estaba temblando. Los tentáculos de su cuerpo exageraban el movimiento y hacían parecer que todo él estuviese vibrando. Ni sabía ni le importaba lo que le estuviese pasando, así que lo dejó donde estaba y se fue a buscar comida.

En un compartimiento de la aparentemente vacía sala de estar-comedor-cocina halló fruta fresca: naranjas, plátanos, mangos, papayas y melones de diferentes tipos. En otros compartimentos halló nueces, pan y miel.

Probando y eligiendo, se preparó una comida. Había pensado sacarla fuera, para comérsela al aire libre..., la primera comida por la que no tenía que esperar o pedirla. La primera comida que haría bajo los pseudoárboles sin que antes tuvieran que dejarla salir, como a un animalito casero.

Abrió una pared para salir, pero se detuvo. Al cabo de un momento la pared comenzó a cerrarse de nuevo. Suspiró, y le dio la espalda.

Irritada, volvió a abrir los compartimientos de la comida, sacó más alimentos y regresó a donde se encontraba Nikanj. Aún estaba echado, temblando todavía. Colocó algunas frutas junto a él.

—Han empezado a salirte los brazos sensoriales, ¿no? —preguntó.

—Sí.

—¿Quieres comer algo?

—Sí. —Tomó una naranja y le dio un mordisco, comiéndosela con piel y todo. Nunca antes había hecho aquello.

—Normalmente, nosotros las pelamos —le indicó ella.

—Lo sé. Un desperdicio.

—Oye, ¿necesitas algo? ¿Quieres que vaya a buscar a uno de tus padres?

—No, esto es normal. Me alegra haberte cambiado cuando lo hice. No me atrevería a hacerlo ahora. Sabía que esto estaba a punto de pasar.

—¿Y por qué no me dijiste que ya faltaba tan poco?

—Estabas demasiado irritada.

Ella suspiró y trató de comprender sus propios sentimientos. Aún estaba irritada..., irritada, amargada, asustada...

Y, sin embargo, había vuelto. No había sido capaz de dejar a Nikanj temblando en la cama, mientras ella disfrutaba de su mayor libertad.

Nikanj se acabó la naranja y empezó a comerse un plátano. Tampoco lo peló.

—¿Puedo verlo? —le preguntó.

Él alzó un brazo y le mostró una zona fea, rugosa y moteada, a unos quince centímetros por debajo del sobaco.

—¿Te duele?

—No. No hay en inglés una palabra para lo que estoy sintiendo. Lo más aproximado sería decir que estoy... sexualmente excitado.

Ella se apartó, asustada.

—Gracias por haber vuelto.

Ella asintió con la cabeza.

—Se supone que no deberías estar excitado, estando aquí yo sola.

—Me estoy convirtiendo en sexualmente maduro. Me sentiré así, de vez en cuando, a medida que mi cuerpo cambie, aunque aún no tengo los órganos que usaré para el sexo.

Es un poco como el notar un miembro amputado como si aún estuviese allí. He oído que eso les pasa a los humanos...

—Yo también he oído que nos pasa eso, pero...

—Me sentiría excitado aunque estuviera solo. No me lo haces sentir más de lo que me sentiría si no hubiese nadie. Y, sin embargo, tu presencia me ayuda. —Hizo nudos con los tentáculos de su cabeza y cuerpo—. Dame algo más que comer.

Le dio una papaya y todos los frutos secos que había traído. Lo comió todo con rapidez.

—Mejor —explicó—. A veces, el comer disminuye la sensación.

Ella se sentó en la cama y preguntó:

—¿Y qué pasa ahora?

—Cuando mis padres se den cuenta de lo que me está ocurriendo, mandarán llamar a Ahajas y Dichaan.

—¿Quieres que los busque? Me refiero a tus padres.

—No. —Frotó la plataforma, bajo su cuerpo—. Las paredes los alertarán.

Probablemente ya lo habrán hecho. Los tejidos de las paredes responden muy rápidamente a las metamorfosis.

—¿Quieres decir que las paredes tendrán un tacto distinto, cambiarán de olor o algo así?

—Todo eso, y más. —Cambió repentinamente de tema—. Lilith, durante la metamorfosis, el sueño puede ser muy profundo. No te asustes si, a veces, no parezco oír o ver.

—De acuerdo.

—¿Te quedarás conmigo?

—Te dije que sí.

—Tenía miedo..., bien. Tiéndete conmigo hasta que vengan Ahajas y Dichaan.

Estaba harta de estar tendida, pero lo hizo, a su lado.

—Cuando vengan para llevarme a Lo, ayúdales. Eso les dirá la primera cosa que tienen que saber acerca de ti.

11

Hora de irse.

No hubo una verdadera despedida: Ahajas y Dichaan llegaron y, de inmediato, Nikanj cayó en un profundo sueño. Incluso sus tentáculos craneales colgaban inertes y quietos.

Ahajas sola podría haberlo transportado. Era grande, como casi todas las mujeres oankali..., algo más grande que Tediin. Ella y Dichaan eran hermanos, como era habitual en los apareamientos oankali. Los machos y hembras estaban relacionados por lazos de sangre, y los ooloi eran los extraños. Una de las traducciones de la palabra ooloi era

«valioso extranjero». Y, según Nikanj, esta combinación de parientes y extraños daba mejores resultados cuando la gente era criada para un trabajo específico... como iniciar el comercio con una especie alienígena. El macho y la hembra concentraban las características deseables, y el ooloi evitaba el tipo erróneo de concentración. Tediin y Jdahya eran primos. A ambos no les habían gustado nada sus propios hermanos. Lo cual era inusual.

Ahora Ahajas alzó a Nikanj como si fuera un niño pequeño y lo mantuvo alzado hasta que Dichaan y Lilith lo tomaron por los hombros. Ni Ahajas ni Dichaan mostraron sorpresa alguna por la participación de Lilith.

—Nos ha hablado de ti —dijo Ahajas, mientras bajaban a Nikanj a los corredores inferiores. Kahguyaht los precedía, abriendo paredes. Jdahya y Tediin los seguían.

—También me ha hablado un poco de vosotros —respondió Lilith, incierta. Las cosas iban demasiado deprisa para ella. No se había levantado aquel día con la idea de que iba a dejar Kaal..., dejar a Jdahya y Tediin, que ya le resultaban familiares y cómodos. No le importaba dejar a Kahguyaht, pero éste le había dicho, cuando había traído a Ahajas y Dichaan a recoger a Nikanj, que pronto la vería de nuevo. La biología y las costumbres dictaban que, como padre del mismo sexo, a Kahguyaht le estuviera permitido visitar a Nikanj durante su metamorfosis. Como Lilith, Kahguyaht olía neutral, y no podía incrementar el malestar de Nikanj o provocarle deseos inapropiados.

Lilith ayudó a colocar a Nikanj en un tilio plano, que estaba aguardándoles en un pasillo público. Luego se quedó en pie, sola, mirando como los cinco oankali conscientes se unían, tocándose y juntando sus tentáculos craneales y corporales. Kahguyaht se encontraba entre Tediin y Jdahya, Ahajas y Dichaan estaban juntos y hacían sus contactos con Tediin y Jdahya. Parecía como si también ellos estuvieran evitando a Kahguyaht. Los oankali podían comunicarse de este modo, podían pasarse mensajes prácticamente a la velocidad del pensamiento..., o, al menos, eso era lo que le había dicho Nikanj. Estimulación multisensorial controlada. Lilith sospechaba que era la cosa más cercana a la telepatía que jamás fuera a ver practicar. Nikanj le había dicho que, cuando él fuera maduro, quizá podría ser capaz de ayudarla a percibir de aquel modo.

Pero aún faltaban meses para su madurez. Ahora, ella estaba de nuevo sola... la alienígena, la incomprensible forastera. Esto es lo que volvería a ser en la casa de Ahajas y Dichaan.

Cuando se separó el grupo, Tediin se acercó a Lilith y tomó sus dos brazos.

—Ha sido bueno el tenerte con nosotros —le dijo en oankali—. Hemos aprendido de ti.

Ha sido un buen trueque.

—Yo también he aprendido —dijo Lilith, honestamente—. Me gustaría poder quedarme aquí.

Mejor que ir con extraños. Mejor que ser enviada a enseñar a un montón de asustados y suspicaces humanos.

—No —contestó Tediin—. Nikanj debe de ir. No te gustaría separarte de él.

No tenía nada que decir a eso. Era cierto. Todo el mundo, incluso Paul Titus sin quererlo, la había ido empujando hacia Nikanj. Y lo habían logrado.

Tediin la dejó ir y Jdahya vino a hablar con ella, en inglés.

—¿Tienes miedo? —preguntó.

—Sí —aceptó ella.

—Ahajas y Dichaan te recibirán bien. Eres algo poco común..., una humana que puede vivir entre nosotros, aprender sobre nosotros, y enseñarnos. Todo el mundo siente curiosidad respecto a ti.

—Creí que iba a pasar la mayor parte del tiempo con Nikanj.

—Así será, durante un tiempo. Y, cuando Nikanj haya madurado, serás llevada a entrenarte. Pero habrá tiempo para que llegues a conocer a Ahajas y Dichaan, y a otros.

Ella se alzó de hombros. Nada que dijera iba a calmar ahora su nerviosismo.

—Dichaan ha dicho que ajustará las paredes de su casa para que puedas abrirlas. Él y Ahajas no pueden cambiarte en modo alguno, pero sí pueden ajustar tu nuevo ambiente.

Así que, al menos, no tendría que volver al status de animalito doméstico, pidiendo que la ayudasen cada vez que quería entrar o salir de una habitación o comer algo.

—Al menos, eso es de agradecer —murmuró.

—Es un trueque —dijo Jdahya—. Quédate cerca de Nikanj. Haz lo que él confía que harás.

12

Unos días más tarde, Kahguyaht fue a verla. La habían instalado en la habitual habitación desnuda, ésta con una plataforma-cama y dos mesas, un baño y un Nikanj que dormía tanto y tan profundamente que, más que un ser vivo, también parecía formar parte del mobiliario.

Casi agradeció la visita de Kahguyaht: la alivió de su aburrimiento y, ante su sorpresa, le trajo regalos: un montón de recio y fino papel blanco, más de una resma, y un puñado de bolígrafos marcados Paper Mate, Parker y Bic. Los bolígrafos, le explicó Kahguyaht, habían sido duplicados de grabaciones tomadas de originales desaparecidos hacía siglos.

Ésta era la primera vez que veía algo que sabía que era una recreación a partir de una grabación. Y era la primera vez que sabía que los oankali recreaban cosas no vivientes a partir de esas grabaciones. No pudo hallar diferencias entre esas copias y los originales, tal como los recordaba.

Y Kahguyaht también le dio algunos quebradizos y amarillentos libros..., tesoros que no había imaginado: una novela de espías, otra sobre la Guerra Civil estadounidense, un texto de etnología, un estudio acerca de la religión, un libro sobre el cáncer y otros sobre genética humana, un volumen sobre un mono al que se le enseñó el lenguaje de los signos, y otro acerca de la carrera del Espacio en la década de 1960.

Lilith los aceptó todos sin comentarios.

Ahora que sabía que lo de cuidar de Nikanj iba en serio, era más fácil llevarse con Kahguyaht: estaba más dispuesto a contestarla si le hacía una pregunta, era menos agresivo con sus propias cuestiones retóricas. Regresó varias veces a pasar el tiempo con ella mientras atendía a Nikanj y, de hecho, se convirtió en su maestro, utilizando su cuerpo y el de Nikanj para ayudarla a comprender algo más de la biología oankali.

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