Amanecer (11 page)

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Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

Kahguyaht no dijo nada durante varios segundos. Por fin se dio la vuelta, abrió una pared y salió de la habitación.

Cuando la pared se hubo cerrado tras él, Nikanj se recostó en la cama y cruzó sus brazos sobre el pecho, como si se abrazara a sí mismo.

—¿Estás bien?

—¿Cuáles son los otros dos idiomas? —inquirió en voz baja.

Ella logró sonreír.

—Español y alemán. Antes hablaba un poco de alemán. Aún sé algunas obscenidades.

—¿No eres... fluente?

—Lo soy en español.

—Pero, ¿por qué no en alemán?

—Porque hace muchos años desde que lo estudié y no lo he practicado..., años de los de antes de la guerra, quiero decir. Nosotros, los humanos, si no usamos un idioma..., lo olvidamos.

—No. No lo olvidáis.

Miró sus tentáculos corporales, apretadamente contraídos, y decidió que no tenía aspecto de estar contento. Realmente, le preocupaba el fracaso de ella para aprender rápidamente y retenerlo todo.

—¿Vas a dejarme que tenga material de escritura? —le preguntó.

—No. Lo haremos a nuestra manera, no a la vuestra.

—Como deberíamos hacerlo es de un modo que funcione. Pero..., ¡qué infiernos! Si quieres pasar el doble o triple de tiempo enseñándome, adelante.

—No quiero.

Se encogió de hombros, sin preocuparle si Nikanj comprendía el gesto o no se enteraba.

—Ooan estaba preocupado por mí, Lilith, no por ti.

—Pero por culpa mía. Porque no estoy aprendiendo lo bastante deprisa.

—No. Porque..., porque no te estoy enseñando como él cree que debería. Teme por mí.

—¿Teme...? ¿Por qué?

—Ven aquí. Siéntate. Te lo explicaré.

Tras un momento, ella volvió a encogerse de hombros y fue a sentarse junto a él.

—Yo estoy creciendo —dijo Nikanj—. Ooan quiere que me apresure contigo para que a ti te den tu trabajo y yo pueda aparearme.

—¿Quieres decir que, cuanto más deprisa yo aprenda..., antes te aparearás tú?

—Sí. Hasta que yo no te haya enseñado, haya demostrado que puedo enseñarte, no se considerará que estoy preparado para aparearme.

Allá estaba: no era exactamente su animal experimental. Era, en algún modo que no acaba a entender del todo, su examen final. Suspiró y agitó la cabeza.

—¿Me solicitaste, Nikanj, o simplemente nos han metido juntos en el saco?

No dijo nada. Dobló uno de sus brazos hacia atrás, de un modo que era natural en él, pero que aún sobresaltaba a Lilith, y se rascó el sobaco. Ella inclinó la cabeza para examinar el lugar que estaba rascando.

—Los brazos sensoriales, ¿no te crecen hasta que te has apareado?

—Me saldrán pronto, me aparee o no.

—¿Deberían crecerte después de que te hayas apareado?

—A los que se aparean les gusta más que salgan después. Los machos y las hembras maduran antes que los ooloi. Les agrada creer que han..., ¿cómo lo dirías tú...?, ayudado al ooloi a salir de su niñez.

—Que han ayudado a criarlo —dijo Lilith—. Que se han ocupado de él.

—¿...ocupado?

—Es una palabra que tiene múltiples significados.

—Oh. Esas cosas carecen de toda lógica.

—Probablemente existe una lógica, pero se necesitaría un etimólogo para explicarla.

¿Va a haber problemas entre tus compañeros de apareamiento y tú?

—No lo sé. Espero que no. Iré con ellos en cuanto me sea posible. Ya se lo he explicado. —Hizo una pausa—. Ahora, debo contarte una cosa.

—¿Qué?

—Ooan quería que actuase y no te dijese nada..., para..., para sorprenderte. No lo haré así.

—¿Qué?

—Debo de hacer pequeños cambios..., unos pocos pequeños cambios. Debo de ayudarte a llegar a tus recuerdos a medida que los vayas necesitando.

—¿Qué es lo que quieres decir? ¿Qué es lo que me quieres cambiar?

—Muy pocas cosas. Al final, se reducirá a una diminuta alteración en tu química cerebral.

Ella se tocó la frente, en un inconsciente gesto protector.

—¿Química cerebral? —susurró.

—Me gustaría esperar, hacerlo cuando sea maduro. Entonces podría hacer que fuese placentero para ti. ¡Tiene que ser placentero! Pero Ooan..., entiendo como se siente. Y

dice que tengo que cambiarte ya.

—¡No quiero cambiar!

—Dormirías durante todo el proceso, del mismo modo en que dormiste cuando Ooan Jdahya corrigió aquel tumor.

—¿Ooan Jdahya? ¿Fue el padre ooloi de Jdahya quien lo hizo? ¿No fue Kahguyaht?

—Sí. Eso fue antes de que mis padres se apareasen.

—Bien. —Al menos, no había razón de estarle agradecida a Kahguyaht.

—¿Lilith? —Nikanj colocó una mano de muchos dedos, una mano de dieciséis dedos, sobre su brazo—. Será una cosa así. Un toque, luego un pequeño pinchazo. Eso es todo lo que sentirás. Y, cuando te despiertes, el cambio ya habrá sido hecho.

—¡No quiero que me cambiéis!

Hubo un largo silencio. Finalmente, él preguntó:

—¿Tienes miedo?

—¡No es como si tuviese una enfermedad! ¡El olvidar cosas es algo natural para la mayoría de los humanos! ¡No necesito que le hagan nada a mi cerebro!

—¿Tan malo sería el recordar mejor? ¿El recordar del modo en que lo hacía Sharad..., del modo en que lo hago yo?

—Lo que resulta aterrador es la idea de que te toqueteen por dentro. —Inspiró profundamente—. Escucha, no hay cosa alguna que defina mejor quién soy que mi cerebro. No quiero...

—El quién eres tú no será cambiado. No soy lo bastante mayor como para hacer que la experiencia te resulte placentera, pero sí lo soy para funcionar como un ooloi en ese sentido. Si no estuviera dispuesto, hay otros que ya lo hubieran descubierto.

—Si todo el mundo está tan convencido de que sirves, ¿por qué tienes que pasar una prueba conmigo?

Se negó a contestar, y guardó silencio durante varios minutos. Cuando trató de hacerla bajar, para que se situase junto a él, ella se soltó y, poniéndose en pie, comenzó a pasear por la habitación. Sus tentáculos craneales la siguieron con algo más de premura que su habitual rastreo cansino. Se mantenían tensos, apuntándola, y al fin escapó al baño para acabar con aquel escrutinio.

Dentro, se sentó en el suelo, con los brazos cruzados, aferrándose los antebrazos con las manos.

¿Qué pasaría ahora? ¿Seguiría Nikanj las órdenes y la sorprendería en algún momento, cuando estuviese dormida? ¿La entregaría a Kahguyaht? ¿O los dos...? ¡Cielo Santo, que la dejasen en paz!

6

No tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado. Se halló a sí misma pensando en Sam y Ayre, su esposo e hijo. Ambos le habían sido arrebatados antes de los oankali, antes de la guerra, antes de que se diera cuenta de lo fácilmente que podía ser destruida su vida...

cualquier vida humana.

Había unas atracciones..., unas atracciones de baratillo, de esas ambulantes, que se instalan en un terreno baldío, con tiovivos, casetas de tiro al blanco, tómbolas, ruido y diversión. Sam había decidido llevar a Ayre allí, mientras Lilith pasaba unos días con su hermana, que estaba encinta. Había sido un sábado corriente, en una ancha y seca calle, bajo el ardiente sol. Una chica joven, que justo estaba haciendo prácticas de conducción, se había empotrado de frente contra el coche de Sam. Había girado por el lado contrario de la calle, posiblemente había perdido el control del coche que estaba llevando. No tenía aún carnet de conducir, y se suponía que no podía ir en coche sin un instructor. Por su error, había muerto. Y también Ayre había muerto..., ya lo estaba cuando llegó la ambulancia, a pesar de que los policías de tráfico habían tratado de revivirlo.

Sam sólo había muerto a medias.

Tenía heridas en la cabeza..., daños en el cerebro. Le llevó tres meses terminar lo que había empezado el accidente. Tres meses para morir.

Parte del tiempo estaba consciente, más o menos, pero no reconocía a nadie. Sus padres llegaron de Nueva York para estar con él. Eran nigerianos que llevaban viviendo lo bastante en los Estados Unidos como para que su hijo hubiera nacido y crecido allí. No obstante, no se habían sentido complacidos con su matrimonio con Lilith. Habían dejado que Sam se educase como un estadounidense, pero, cuando habían podido, lo habían mandado a Lagos a visitar a su familia. Habían tenido esperanzas de que se casase con una chica yoruba. Jamás habían visto a su nieto. Y, ahora, nunca lo verían.

Y Sam no los reconoció.

Era su único hijo, pero miraba a través de ellos, del mismo modo que miraba a través de Lilith, con sus ojos vacíos de toda señal de reconocimiento, vacíos de él. A veces, cuando Lilith estaba a solas con él y lo acariciaba, lograba ganarse brevemente la atención de aquellos ojos vacíos. Pero el hombre, propiamente dicho, ya se había ido.

Quizá estuviese con Ayre, o atrapado entre ella y Ayre..., entre este mundo y el otro.

O estaba consciente, pero aislado en alguna parte de su mente que no podía hacer contacto con nadie de fuera..., atrapado en el más estrecho, en el más absoluto de los confinamientos en solitario..., hasta que, compasivamente, su corazón se había parado.

Eso eran los daños en el cerebro..., una forma de daños en el cerebro. Pero había otras, muchas y muy peores. Las había visto en el Hospital, durante los largos meses de la agonía de Sam.

Él tuvo suerte de morir con tanta rapidez.

Nunca se había atrevido a formular en voz alta este pensamiento. Se le había ocurrido muchas veces, mientras lloraba por él. Le volvió ahora: había tenido suerte de morir tan rápidamente.

¿Tendría ella la misma suerte?

Si los oankali dañaban su cerebro, ¿tendrían la decencia de dejarla morir? ¿O la mantendrían con vida, prisionera, estrictamente encerrada en el peor de los confinamientos en solitario?

De repente, se dio cuenta de que Nikanj había entrado silenciosamente en el baño y se había sentado frente a ella. Nunca antes había violado de aquel modo su intimidad. Lo miró, ultrajada.

—Lo que todo el mundo pone en duda no es mi habilidad para enfrentarme con tu fisiología —le dijo con voz queda—. Si no pudiera hacer cosas como ésa, mis defectos habrían sido descubiertos hace ya mucho.

—¡Sal de aquí! —le gritó ella—. ¡Déjame en paz!

Él no se movió: siguió hablando con la misma voz suave.

—Ooan dice que, por lo menos durante una generación, no valdrá la pena hablar con los humanos. —Sus tentáculos se estremecieron—. No sé cómo estar con alguien con quien no puedo hablar.

—Los daños en el cerebro no van a mejorar mi conversación—exclamó ella acerbamente.

—¡Antes dañaría mi propio cerebro que el tuyo! Aunque no dañaré ninguno de los dos.

—Dudó—. Sabes que me tienes que aceptar a mí o a Ooan.

Ella no contestó.

—Ooan es un adulto. Te puede dar placer. Y no es... tan adusto como parece.

—No ando buscando placer. Ni siquiera sé de qué me estás hablando. Sólo quiero que me dejes sola.

—Sí. Pero tienes que confiar en mí, o dejar que Ooan te sorprenda cuando esté harto de aguardar.

—¿Tú no harías eso..., no caerías sobre mí cuando estuviese distraída?

—No.

—¿Por qué no?

—Hay algo malo en hacerlo de ese modo..., en coger a la gente desprevenida. Es...

tratarla como si no fuese gente, como si no fuese inteligente.

La risa de Lilith fue cáustica.

—¿Y por qué ibas a ponerte, de repente, a preocuparte por eso?

—¿Quieres que lo haga por sorpresa?

—¡Naturalmente que no!

Silencio,

Al cabo de un rato, ella se alzó y fue a la plataforma-cama. Se tendió y, al cabo, logró quedarse dormida.

Soñó con Sam, y se levantó empapada en sudor frío. Ojos vacíos, vacíos. Le dolía la cabeza. Nikanj se había echado a su lado, como habitualmente. Parecía inerte, muerto.

¿Cómo sería despertarse para encontrarse de pronto con Kahguyaht en su lugar, tendido a su costado como un grotesco amante, en lugar de aquel niño desgraciado? Se estremeció, y el miedo y el asco casi pudieron con ella. Yació inmóvil varios minutos, calmándose, obligándose a tomar una decisión, y luego a actuar en consecuencia, antes de que el miedo pudiera callarla.

—¡Despierta! —le dijo secamente a Nikanj. El raspante sonido de su voz la hizo sobresaltarese a ella misma—. Despierta y haz eso que dices que tienes que hacer.

¡Acabemos de una vez!

Nikanj se sentó al instante, la hizo volverse sobre un costado, y levantó la chaqueta con la que ella había estado durmiendo para dejar al descubierto su espalda y su nuca. Y, antes de que ella pudiera quejarse o cambiar de idea, empezó.

Fue en su nuca en donde notó el prometido toque, luego una presión más fuerte, y por fin el pinchazo. Le dolió más de lo que había supuesto, pero el dolor terminó rápidamente.

Durante unos pocos segundos flotó en una seminconsciencia indolora.

Después hubo recuerdos confusos, sueños y, finalmente, nada.

7

Cuando se despertó, tranquila y sólo ligeramente confundida, se halló totalmente vestida y a solas. Se quedó quieta, preguntándose qué le habría hecho Nikanj. ¿Estaba cambiada? ¿Cómo? ¿Había acabado ya con ella? Al principio no podía moverse, pero cuando esto logró penetrar en su confusión, descubrió que la parálisis estaba cediendo.

Volvía a ser capaz de utilizar sus músculos otra vez. Se sentó, con gran cuidado, justo a tiempo de ver a Nikanj entrando a través de una pared.

Su piel gris era lisa como el mármol lijado mientras se colocaba en la cama junto a ella.

—Eres tan compleja —le dijo, tomando sus dos manos.

No apuntó los tentáculos de su cabeza hacia ella en el modo usual, sino que colocó su cabeza cerca de la de ella y la tocó con ellos. Luego se echó hacia atrás, y entonces sí que la apuntó. De algún modo lejano, Lilith pensó que este comportamiento era inusitado, y que debería haberla alarmado. Frunció el ceño y trató de sentirse alarmada.

—Estás tan llena de vida y de muerte y de potencialidad para el cambio —prosiguió Nikanj—. Ahora comprendo por qué a alguna gente le costó tanto tiempo sobreponerse al miedo hacia vuestra especie.

Enfocó los ojos en él.

—Quizá sea que aún tengo la mente comida por las drogas, pero la verdad es que no sé de qué me estás hablando.

—Sí. Realmente nunca lo sabrás. Pero, cuando ya sea maduro, trataré de mostrártelo.

—Acercó de nuevo su cara a la suya y escarbó en su cabello con sus tentáculos.

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