—Si tenéis alguna idea, la escucharé.
—Démosles un espectáculo mejor. Consigue que tus amigos te ayuden a impresionarles.
—¿Mis amigos?
—Mira, a mí no me importa. Tú dices que son extraterrestres. Vale, son extraterrestres.
¿Qué infiernos van a ganar si esos hijoputas te matan?
—Estoy de acuerdo. Esperaba que devolviesen a Derrick, o aún mejor, que lo trajesen ellos. Quizás aún lo hagan. Pero su sentido de la oportunidad es terrible.
—Joe dice que puedes hablar con ellos.
Lilith se volvió a mirar a Joseph, sorprendida y traicionada.
—Tus enemigos están ganando aliados —dijo éste—. ¿Por qué vas a estar tú sola?
Ella miró a Tate, y ésta se encogió de hombros.
—Esa gente de ahí fuera son subnormales —dijo—. Si entre todos ellos tuvieran un solo cerebro, se callarían y tendrían los ojos y las orejas bien abiertos, hasta tener una idea de lo que realmente está pasando.
—Eso es lo único que yo esperaba —afirmó Lilith—. No confiaba en ello, pero lo esperaba.
—Esa gente está asustada y busca a alguien que la salve —intervino Gabriel—. No quieren ni razón ni lógica, ni tus esperanzas o deseos. Lo que quieren es que venga Moisés, o alguien así, y los lleve a unas vidas que puedan comprender.
—Van Weerden no puede hacer eso —afirmó Lilith.
—Claro que no. Pero justo ahora creen que sí, y lo están siguiendo. La próxima cosa que hará es decirles que el único modo de salir de aquí es darte de palos hasta que cuentes todos tus secretos. Les dirá que tú sabes el camino de salida. Y, para cuando esté claro que no lo sabes, estarás muerta.
¿Seria así? No tenía ni idea de cuánto tiempo costaría torturarla hasta la muerte. A ella y a Joseph. Lo miró, desanimada.
—Víctor Dominic —dijo Joseph—. Y Leah y ese tipo que se ha buscado. Y Beatrice Dwyer. Y...
—¿Aliados potenciales? —preguntó Lilith.
—Sí, y será mejor que nos apresuremos. Esta mañana vi a Beatrice con uno de los tipos del otro bando.
—Las lealtades pueden cambiar de acuerdo con quién se acuesta la gente —reflexionó Lilith.
—¿Y qué? —preguntó Gabriel—. ¿Así que no puedes fiarte de nadie? ¿Así que prefieres acabar tirada por el suelo, hecha pedazos?
Lilith agitó la cabeza.
—Sé que debe de hacerse. ¿No es realmente estúpido? Es aquello de «juguemos a los americanos contra los rusos». Otra vez.
—Habla con tus amigos —dijo Gabriel—. Quizá no sea éste el espectáculo que tenían en mente. Quizá te ayuden a reescribir el guión.
Lo miró, con el ceño fruncido.
—¿Realmente hablas así siempre?
—Uso lo que me sirve —contestó él.
Los oankali no quisieron interpretar el papel de amigos de Lilith. Cuando ella se encerró en su habitación y habló con ellos, ni aparecieron ni contestaron a sus llamadas. Y
continuaron reteniendo a Derrick. Lilith pensó que, probablemente, lo habrían puesto otra vez a dormir.
Nada de esto la sorprendía. Organizaría a los humanos en una unidad coherente, o serviría de chivo expiatorio para quienquiera que los supiese organizar. Nikanj y sus compañeros le salvarían la vida, si les era posible..., si les parecía que su vida estaba en peligro inmediato. Pero, fuera de eso, no contaría con ayuda exterior.
Pero tenía poderes. Al menos, eso era lo que le gente pensaba de las cosas que podía hacer con las paredes y las plantas de animación suspendida. Peter Van Weerden no tenía nada. Alguna gente pensaba que él había causado la desaparición de Derrick, quizá su muerte. Afortunadamente, Peter no era lo bastante elocuente, lo suficientemente carismático, como para pasarle la culpa de todo aquello a Lilith..., aunque lo había intentado.
Lo que sí consiguió fue presentar a Derrick como un héroe, un mártir que había actuado en bien del grupo y que, al menos, había intentado hacer algo. ¿Qué infiernos estaba haciendo Lilith?, preguntó. ¿Qué era lo que estaba haciendo su grupo? Se pasaban el día sentados, contemplándose el ombligo, hablando y hablando, esperando a que sus carceleros les dijeran la siguiente cosa a hacer.
La gente partidaria de la acción estaban del lado de Peter; la gente como Leah y Wray, Tate y Gabriel, que preferían esperar acontecimientos, aguardando a tener más información o hallar una verdadera posibilidad de fuga, lo estaban del de Lilith.
También había gente, como Beatrice Dwyer, que le tenían miedo a cualquier tipo de acción, pero que habían perdido toda esperanza de controlar alguna vez sus propios destinos. Éstos se ponían del lado de Lilith, con la esperanza de tener tranquilidad y una continuidad en su vida. Sólo querían, pensaba Lilith, que los dejasen en paz. Esto era lo que mucha gente había deseado, antes de la guerra. Esto era la única cosa que no podrían lograr, ni entonces ni ahora.
Sin embargo, Lilith reclutó a éstos también, y cuando Despertó a diez personas más, sólo usó a sus reclutas para ayudarlas. La gente de Peter se vio limitada a abuchear y lanzar gritos en la distancia. Así, la gente nueva los vio desde el principio como alborotadores. Quizá fuera por esto por lo que Peter decidió impresionar a sus seguidores, ayudando a uno de ellos a hacerse con una mujer.
La mujer, Allison Zeigler, aún no había hallado a un hombre que la gustase, pero había elegido el bando de Lilith, en contra del de Peter. Así que aulló el nombre de Lilith cuando Peter y uno nuevo, Gregory Sebastes, dejaron de discutir con ella y decidieron arrastrarla a la habitación de Gregory.
Lilith, sola en su habitación, frunció el ceño, no segura de lo que había oído. ¿Otra pelea?
Cansinamente, dejó el montón de informes que había estado repasando, en busca de más aliados. Salió, y vio de inmediato el problema.
Dos hombres agarraban a una mujer que se debatía, sujeta entre ambos. Al trío le impedía llegar a ningún dormitorio un grupo de gente de Lilith, que les bloqueaba el camino. Y a la gente de Lilith les impedía llegar hasta el trío un grupo de gente de Peter.
Un punto muerto..., potencialmente mortífero.
—¿Qué infiernos estás aguardando? —inquirió en voz muy alta Jean—. Tu deber es juntarte con alguien. No quedamos demasiados de nosotros.
—Mi deber es averiguar dónde estoy y cómo puedo liberarme —gritaba Allison—.
¡Quizá vosotros queráis darle, a quien quiera que nos tenga prisioneros, un bebé humano con el que experimentar, pero yo desde luego no!
—¡Hemos de aparearnos! —aulló Curt, ahogando la voz de ella—: Un hombre, una mujer. Nadie tiene el derecho de quedarse aparte. Eso sólo causa problemas.
—¿Problemas para quién? —preguntó alguien.
—¿Quién cojones te crees que eres, para decirnos cuáles son nuestros derechos y nuestros deberes? —gritó algún otro.
—¿Qué es lo que quieres tú de ella? —Gregory usó una mano libre para apartar a alguien de Allison—. ¡Búscate tu propia jodida mujer!
En ese momento, Allison le mordió. Él maldijo y la golpeó. Ella chilló y arqueó violentamente su cuerpo. Un chorro de sangre brotó de su nariz.
Lilith llegó hasta la muchedumbre.
—¡Basta! —gritó—. ¡Soltadla!
Pero su voz se perdió entre tantas.
—¡Joder, basta! —gritó, con una voz que la sorprendió incluso a ella.
La gente cercana a ella se quedó helada, mirándola, pero el grupo alrededor de Allison estaba demasiado furioso como para preocuparse de que la estuvieran impidiendo el paso. Incluso dos de ellos la cogieron por los brazos. Los empujó hacia los lados, sin siquiera llegar a verles las caras. Por primera vez, no le importó lo que les pudiera pasar.
Cavernícolas. ¡Imbéciles!
Agarró el brazo libre de Peter cuando éste intentó golpearla. Lo asió bien fuerte, apretó y lo dobló con violencia.
Peter aulló y cayó de rodillas, olvidado ya su intento de retener a Allison. Por un momento, Lilith lo miró. Era basura. Basura humana. ¿Cómo había cometido el error de Despertarlo? ¿Y qué haría ahora con él?
Lo empujó violentamente hacia un lado, sin importarle si se estrellaba contra una pared cercana.
El otro hombre, Gregory Sebastes, mantuvo su terreno. Curt estaba junto a él, retando a Lilith. Habían visto lo que le había hecho a Peter, pero no parecían creérselo. La dejaron acercarse a ellos.
Golpeó a Curt, con fuerza, en el estómago, doblándolo en dos, derribándolo.
Gregory soltó a Allison y se abalanzó contra Lilith.
Ella le golpeó también, alcanzándole en medio del aire, y su cabeza se echó violentamente hacia atrás y se desplomó al suelo, inconsciente.
De repente, todo quedó en silencio, a excepción de los jadeos de Curt y los gemidos de Peter:
—¡Mi brazo! ¡Oh, Dios, mi brazo!
Lilith miró a cada uno de los seguidores de Peter, retándoles a atacarla, casi deseando que la atacasen. Pero, ahora, cinco de ellos estaban heridos, y Lilith estaba indemne.
Incluso su propia gente se echó atrás, apartándose de ella.
—Aquí no habrá violaciones —dijo con voz controlada. Luego la alzó—: Aquí nadie es propiedad de nadie. Nadie aquí tiene el derecho de uso sobre el cuerpo de nadie. ¡No toleraré la jodida cosa esa de la vuelta a los usos del macho cavernícola de la Edad de Piedra!
Dejó que su voz descendiese a la normalidad:
—Vamos a seguir siendo humanos. Nos trataremos los unos a los otros como personas, y pasaremos por todo esto como personas. Cualquiera que desee algo más bajo que esto, tendrá su posibilidad cuando estemos en la selva. Allí habrá mucho sitio para que se largue y juegue a ser un mono.
Se volvió, y caminó de regreso a su habitación. Su cuerpo temblaba con ira y frustración residuales. No quería que los otros la vieran temblar. Nunca había estado más cerca de perder el control, de matar a alguien.
Joseph pronunció suavemente su nombre. Se volvió en seco, dispuesta a pelear, luego se obligó a relajarse al reconocer su voz. Se quedó mirándolo, ansiosa por ir hasta él, pero conteniéndose. ¿Qué pensaba de lo que había hecho?
—Sé que esos tipos no se lo merecen —comentó él—, pero algunos necesitan ayuda.
El brazo de Peter está roto. Los otros... ¿Puedes conseguir que los oankali les ayuden?
Miró hacia atrás, alarmada, a la carnicería que había hecho. Inspiró profundamente, consiguió controlar sus temblores. Luego habló con voz tranquila, en oankali.
—Quienquiera que esté de guardia, por favor, que revise a esta gente. Alguno de ellos puede estar malherido.
—No tanto —contestó, también en oankali, una voz incorpórea—. Los que están en el suelo se curarán sin necesidad de ayuda. Estoy en contacto con ellos a través del suelo.
—¿Qué hay del que tiene el brazo roto?
—Nos ocuparemos de él. ¿Debemos quedárnoslo?
—Me encantaría poder dejar que os lo quedaseis. Pero no, dejadlo con nosotros. Ya sospechan bastante que vosotros sois unos asesinos.
—Derrick está durmiendo otra vez.
—Me lo imaginaba. ¿Qué es lo que debemos hacer con Peter?
—Nada. Dejadle pensar por un tiempo sobre su comportamiento.
—¿Ahajas?
—Sí.
Lilith volvió a inspirar profundamente.
—Me sorprende ver lo bueno que es volver a escuchar tu voz.
No hubo respuesta. No había nada más que decir.
—¿Qué te ha dicho ese oankali? —quiso saber Joseph.
—Esa oankali. Me ha dicho que ellos se ocuparán de Peter, después de que haya tenido tiempo para pensar acerca de su comportamiento.
—¿Y qué hacemos con él hasta entonces?
—Nada.
—Pensé que no hablarían contigo —dijo Gabriel, con su voz llena de sospechas no ocultadas. Él y Tate y otros más se habían acercado a ella. Se mantenían a una cierta distancia, cautamente.
—Hablan cuando ellos quieren —explicó Lilith—. Puesto que esto es una emergencia, se decidieron a hablar.
—Conocías a ésta, ¿no?
Miró a Gabriel.
—Sí, la conocía.
—Lo supuse. Por tu tono de voz y por cómo se te veía cuando hablabas con ella... Te relajaste más, parecías casi melancólica.
—Ella sabe que yo nunca quise este trabajo.
—¿Es amiga tuya?
—Tan amiga como se puede ser de alguien de una especie totalmente distinta. —
Lanzó una carcajada desprovista de humor—. Ya es bastante difícil ser amigos entre los humanos.
Y, sin embargo, pensaba en Ahajas como en una amiga... Ahajas, Dichaan, Nikanj...
Pero, ¿qué era ella para ellos? ¿Una herramienta? ¿Una placentera perversión? ¿Un miembro aceptado de la familia? ¿Aceptado como qué? Gira y gira..., hubiera sido más fácil que no le importase. Allá abajo, en la Tierra, no importaría. ¡Los oankali la usaban implacablemente para sus propios fines, y ella estaba preocupada por lo que pensaban de ella!
—¿Cómo es posible que seas tan fuerte? —preguntó Tate—. ¿Cómo puedes hacer todo esto?
Lilith se frotó la cara con una mano, cansinamente. —Del mismo modo que puedo abrir paredes —contestó—: Los oankali me cambiaron un poquito. Soy fuerte. Me muevo rápido. Me curo deprisa. Y todo esto se supone que es para ayudarme a conseguir que tantos de vosotros como sea posible superen esta experiencia y regresen a la Tierra.
Miró en derredor.
—¿Dónde está Allison?
—Aquí. —La mujer dio un paso adelante. Ya se había limpiado la mayor parte de la sangre de la cara, y ahora parecía estar tratando de aparentar que no había pasado nada.
Así era Allison. No dejaba que la vieran en algo que no fuese su mejor aspecto por un momento más de lo necesario.
Lilith asintió con la cabeza.
—Bueno, puedo ver que estás bien.
—Sí. Gracias. —Allison dudó—. Mira, realmente te estaré agradecida, sin importarme cuál resulte ser la verdad, pero...
—¿Pero?
Allison bajó la vista, luego pareció obligarse a sí misma a enfrentarse de nuevo a Lilith.
—No hay modo alguno amable en que decir esto, pero tengo que preguntártelo:
¿realmente eres humana?
Lilith la miró, tratando de montar en cólera, pero
sólo consiguió hallar cansancio
dentro de sí. ¿Cuántas veces tendría que contestar a aquella pregunta? Y, ¿porqué se molestaba? ¿Servirían sus palabras para aliviar las sospechas de alguien?
—Esto me sería jodidamente mucho más fácil si no fuese humana —dijo—. Piensa en ello. Si no fuese humana, ¿por qué infiernos me iba a importar un higo que te violasen o no?