Amanecer (23 page)

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Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

—¿Sabías que ningún humano no drogado había hecho esto antes? —comentó el ooloi—. Algunos nos han tocado, accidentalmente, poco tiempo después de habernos conocido, pero nadie lo había hecho deliberadamente. Ya te he dicho que es inusual.

—¿Por qué no podías dejarlo en paz?

Desabrochó la chaqueta de Joseph y comenzó a quitársela.

—Porque ya hay dos machos humanos hablando mal de él, tratando de provocar a los otros en su contra. Uno de ellos ha decidido que es algo que llama mariposón, y al otro no le gusta la forma de sus ojos. En realidad, ambos están irritados por el modo en que se ha aliado contigo. Preferirían que no tuvieses aliados. Tu pareja necesita toda la protección que yo pueda darle ahora.

Escuchó, anonadada. Joseph le había hablado el peligro. ¿Había sabido lo inmediato que era ese peligro para él? Nikanj tiró de la chaqueta hacia un lado y se tendió junto a Joseph. Enroscó un tentáculo sensorial alrededor del cuello del hombre y el otro en torno a su cintura, atrayendo el cuerpo de Joseph hacia el suyo.

—¿Lo drogaste, o se desmayó? —preguntó ella..., luego se preguntó por qué lo habría preguntado.

—Lo drogué en cuanto le agarré la mano. No obstante, había alcanzado su punto de ruptura. Podría haberse desmayado por su cuenta. De este modo estará irritado conmigo por haberle drogado, no por hacerlo parecer débil a tus ojos.

Ella asintió con la cabeza:

—Gracias.

—¿Qué es un mariposón? —preguntó el ooloi.

Ella se lo explicó.

—Pero ellos saben que no lo es. Saben que se ha apareado contigo.

—Sí. Bueno, también han surgido algunas dudas acerca de mí, según he oído.

—Ninguno de ellos lo cree realmente.

—Y, no obstante...

—Devuélveles la pelota liderándolos, Lilith. Ayúdanos a enviar a casa a tantos como podamos.

Ella se lo quedó mirando durante largo rato, sintiéndose aterrada y vacía. Sonaba tan sincero..., y no es que aquello importase. ¿Cómo podía convertirse en la líder de una gente que la tenía por su carcelera? A un cierto nivel, hay que confiar en el líder. Y, en cambio, cada acto que realizara que demostrase la verdad de lo que ella decía también ponía bajo sospecha sus verdaderas lealtades, e incluso su misma humanidad.

Se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas y, al principio, mirando al vacío. Al fin, sus ojos fueron atraídos por Nikanj agarrando a Joseph en la cama. La pareja no se movía, a pesar de que oyó suspirar a Joseph. Entonces, ¿es que ya no estaba totalmente inconsciente? ¿Estaba aprendiendo ya la lección que, al cabo, enseñaba todo ooloi adulto? ¡Tanto en un solo día!

—¿Lilith?

Sufrió un sobresalto. Tanto Joseph como Nikanj habían pronunciado su nombre, aunque estaba claro que sólo Nikanj estaba lo bastante despierto como para saber lo que estaba diciendo. Joseph, drogado y bajo la influencia de múltiples nexos neurales, repetiría todo lo que Nikanj dijera o hiciese, a menos que ello dividiese lo bastante su atención como para impedírselo. Nikanj no se había molestado en hacerlo.

—Lo he ajustado, incluso le he dado un poco más de fuerza, aunque tendrá que hacer ejercicio para ser capaz de utilizar esto en ventaja propia. Será más difícil de herir, más rápido en curarse, y capaz de sobrevivir y recuperarse tras heridas que, antes, lo hubieran matado.

Sin saberlo, Joseph repetía cada palabra, exactamente al unísono con Nikanj.

—Acaba con eso —dijo secamente Lilith.

Nikanj cortó la conexión sin perder palabra.

—Acuéstate aquí con nosotros —dijo Nikanj, hablando sólo él—. ¿Por qué has de estar ahí abajo, separada de nosotros?

Ella pensó que no podía haber nada más seductor que un ooloi hablando en aquel tono especial, haciendo aquella sugerencia en concreto. Se dio cuenta de que, sin quererlo, se había puesto en pie y dado un paso hacia la cama. Se detuvo y los miró a los dos. Ahora, la respiración de Joseph se convirtió en un suave ronquido; parecía estar durmiendo confortablemente, apoyado contra Nikanj, del mismo modo que ella se había despertado, muchas veces, para encontrárselo durmiendo confortablemente apoyado contra ella. No pretendió, ni exteriormente ni para ella misma, que fuera a resistirse a la invitación de Nikanj..., o siquiera que desease resistirla. Nikanj podía darle una intimidad con Joseph que iba más allá de la experiencia normal humana. Y, lo que él daba, era algo que también experimentaba ella. Aquello era lo que había capturado a Paul Titus, pensó. Esto, no la pena por lo perdido, o el miedo a una Tierra primitiva.

Apretó los puños, manteniéndose en su sitio.

—Esto no me ayudará —dijo—. Sólo me pondrá las cosas más difíciles cuando no estés por aquí.

Nikanj liberó un brazo sensorial de la cintura de Joseph y lo tendió hacia ella.

Se quedó donde estaba por un instante más, probándose a sí misma que aún controlaba su propio comportamiento. Luego, se arrancó la chaqueta y aferró aquel feo, feo órgano con pinta de trompa de elefante, y dejó que se enrollara alrededor de ella mientras se subía a la cama. Hizo un bocadillo del cuerpo de Nikanj, entre el de Joseph y el de ella, colocándolo, por primera vez, en la posición ooloi entre dos humanos. Por un instante, esto la aterró. Éste era el modo en que quizá, algún día, la dejaran preñada con un niño que sería otra cosa que humano. No ahora, cuando Nikanj quería de ella otro trabajo, pero sí algún día. Una vez se conectaba al sistema nervioso de ella, podía controlarla y hacer con ella lo que quisiese.

Lo notó temblar a su lado, y supo que ya estaba dentro.

7

Lilith no perdió el conocimiento: Nikanj no quería malgastar ninguna sensación. Incluso Joseph estaba consciente, aunque absolutamente controlado; sin miedo, porque Nikanj lo mantenía tranquilo. Lilith no estaba controlada. Podía alzar una mano libre por encima de Nikanj para tomar la fría y aparentemente sin vida mano de Joseph.

—No —le dijo suavemente al oído Nikanj..., o quizás estimulando directamente el nervio auditivo. Podía hacerlo: estimular sus nervios individualmente, o en la combinación que desease, para provocarle alucinaciones perfectas—. Sólo a través de mí —insistió su voz.

Lilith sintió un cosquilleo en la mano. Soltó la de Joseph e, inmediatamente, recibió a Joseph como una manta de calor y seguridad, una presencia que lo llenaba todo, tranquilizándola.

Nunca supo si estaba recibiendo la idea de Joseph que tenía Nikanj, una verdadera transmisión de lo que Joseph estaba sintiendo, alguna combinación de la verdad y su idea aproximada, o simplemente una ficción placentera.

¿Qué era lo que estaba sintiendo por ella Joseph?

Le parecía que ella siempre había estado con él. No tenía sensación de cambio de marchas, nada de estar un «tiempo sola», en contraste con el actual «tiempo juntos».

Siempre había estado allí, parte de ella misma, esencial.

Nikanj se enfocó en la intensidad de su atracción, en su unión. No le dejaba a Lilith otra sensación. Él mismo parecía desaparecer. Ella sólo sentía a Joseph, y notaba que él sólo la notaba a ella.

Ahora, la delicia que sentían el uno por el otro prendió y ardió. Se movieron juntos, sosteniendo una intensidad imposible, ambos incansables, perfectamente compenetrados, ardiendo en sensaciones, perdidos el uno en el otro. Parecían abalanzarse hacia arriba. Un largo tiempo después parecieron planear hacia abajo, lentamente, gradualmente, saboreando unos momentos más de estar totalmente juntos.

Mediodía, atardecer, penumbra, oscuridad.

A ella le dolía el cuello. Su primera sensación solitaria fue de dolor..., como si hubiese estado gritando, lanzando alaridos. Tragó saliva dolorosamente y se llevó la mano a la garganta, pero la mano sensorial de Nikanj

llegó allí antes que la de ella y la apartó.

Colocó su mano sensorial, que tenía al descubierto, sobre la garganta de Lilith. La notó anclarse con sus dedos sensoriales, arañando, agarrando. No notó los tentaculillos de su sustancia penetrar en su carne, pero al cabo de un momento el dolor de su garganta desapareció.

—Todo eso, y sólo gritaste una vez —le dijo el ooloi.

—¿Y cómo es que me dejaste, incluso esa sola vez?

—inquirió ella.

—Me sorprendiste. Nunca antes te había hecho gritar.

Ella le dejó retirarse de su garganta, luego se movió lánguidamente para acariciarlo.

—¿Cuánto de esta experiencia era de Joseph, y cuanto mía? —preguntó—. ¿Y cuánto invención tuya?

—Jamás me he inventado una experiencia para tí —dijo Nikanj—. Tampoco lo tendré que hacer para él. Ambos tenéis unas memorias repletas de experiencias.

—Ésta era nueva.

—Una combinación. Tú tuviste tus propias experiencias y las de él. Él tuvo las suyas y las tuyas. Y ambos me teníais a mí para mantener todo en marcha, mucho más tiempo del que lo hubierais logrado sin mí. La totalidad fue... abrumadora.

Ella miró en derredor.

—¿Y Joseph?

—Dormido. Muy profundamente dormido. No se lo induje yo. Está cansado. Sin embargo, está bien.

—¿Notó... todo lo que yo noté?

—A un nivel sensorial. Intelectualmente, él hizo sus interpretaciones, y tú hiciste las tuyas.

—Yo no llamaría a eso intelectual.

—Ya me entiendes.

—Sí. —Movió su mano sobre el pecho del ooloi, sintiendo un perverso placer al notar sus tentáculos retorcerse y luego aplanarse bajo su mano.

—¿Por qué haces eso? —preguntó él.

—¿Te molesta? —inquirió ella, deteniendo la mano.

—No.

—Entonces déjame hacerlo. Antes no era capaz.

—Tengo que irme. Tú tienes que lavarte y luego dar de comer a tu gente. Deja a tu compañero cerrado aquí dentro. Asegúrate de ser la primera en hablar con él cuando se despierte.

Lo miró pasar por encima de ella, con todas sus uniones dobladas de modo incorrecto, y bajar al suelo. Le tomó la mano, antes de que pudiera dirigirse a la pared. Los tentáculos de su cabeza apuntaron cansinamente hacia ella, en una pregunta no formulada.

—¿Te gusta él? —le preguntó Lilith.

Las puntas de sus tentáculos se enfocaron brevemente en Joseph.

—Ahajas y Dichaan no entienden nada —dijo—. Pensaban que elegirías a uno de los grandotes morenos, porque son más como tú. Yo les dije que escogerías a éste..., porque es como tú.

—¿Cómo?

—Durante sus tests, sus respuestas fueron más parecidas a las tuyas que ningún otro humano del que yo tenga noticia. No se parece a ti, pero es como tú.

—Podría... —se obligó a sí misma a airear el pensamiento—, podría no querer tener nada más que ver conmigo, cuando se dé cuenta de que te ayudé a hacerlo con él.

—Se sentirá irritado... y asustado; ansioso de que haya una próxima vez, y decidido a ocuparse de que no haya una próxima vez. Ya te he dicho que a éste lo conozco.

—¿Cómo es que lo conoces tan bien? ¿Qué has tenido que ver con él, antes?

La cabeza y el cuerpo del ooloi se alisaron de tal modo que, incluso con sus brazos sensoriales, parecía un delgado ser humano, sin sexo ni cabello.

—Él fue el sujeto de uno de mis primeros actos de responsabilidad adulta —dijo—. Por aquel entonces te conocía, y me puse a buscar a alguien para ti. No otro Paul Titus, sino alguien que tú pudieses querer. Alguien que te pudiese querer. Examiné las grabaciones de memorias de millares de machos. Éste podría haber sido enseñado para que fuese padre de un grupo propio, pero cuando mostré el emparejamiento a otros ooloi, estuvieron de acuerdo en que vosotros dos debíais estar juntos.

—¿Tú... lo elegiste para mí?

—Os ofrecí el uno al otro. Los dos hicisteis vuestra propia elección. —Abrió una pared y la dejó.

8

Cuando Lilith los llamó para la comida, la gente se reunió a su alrededor en silencio, irradiando hostilidad. La mayor parte de ellos ya estaban fuera, esperando impacientes, hoscos, hambrientos. Lilith ignoró su enojo.

—¡Ya era hora! —murmuró Peter Van Weerden, mientras ella abría los diversos armarios de la pared y la gente se adelantaba para tomar la comida. Aquél era, recordó, el hombre que afirmaba que ella no era humana.

—Antes, la señora tenía que acabar de joder, claro —añadió Jean Pelerin.

Lilith se volvió para mirar a Jean, y pudo contemplar su rostro hinchado y amoratado antes de que se diese la vuelta.

Buscapleitos. Hasta el momento, sólo aquellos dos buscaban líos abiertamente.

¿Cuánto duraría aquello?

—Mañana Despertaré a diez personas más —dijo, antes de que nadie pudiera marcharse—. Todos me ayudaréis en ello, individualmente o por parejas.

Caminó a lo largo de la pared de la comida, pasando, de modo automático, los dedos por las aberturas circulares de los armarios, impidiendo que se cerraran mientras la gente elegía lo que quería. Incluso la gente más nueva estaba acostumbrada a esto, pero Gabriel Rinaldi se quejó un poco:

—Es ridículo que tengas que estar haciendo esto, Lilith. Haz que se queden abiertos.

—Así es como funcionan —le recordó ella—: Permanecen abiertos durante dos o tres minutos, y luego se cierran, a menos que yo los toque de nuevo.

Se detuvo, tomó el último bol caliente de judías picantes de uno de los armarios, y lo dejó que se cerrara. El armario no empezaría a llenarse de nuevo hasta que la pared estuviera cerrada. Colocó las judías en el suelo, a un lado, para comérselas luego. La gente estaba sentada por el suelo, sirviéndose de los platos igualmente comestibles.

Había una cierta satisfacción en comer juntos..., una de sus pocas alegrías. Se formaban grupos, y la gente hablaba en voz baja entre sí. Lilith estaba tomando fruta para ella cuando Peter habló desde el grupo más cercano. Un grupo formado por Jean, Curt Loehr y Celene Ivers.

—Si queréis saber mi opinión, yo pienso que las paredes están preparadas de ese modo para impedirnos pensar en lo que deberíamos hacerle a nuestra carcelera —dijo.

Lilith esperó, preguntándose si alguien la defendería. Nadie lo hizo, aunque el silencio se extendió a los otros grupos.

Inspiró profundamente, caminó hasta el grupo de Peter.

—Las cosas pueden cambiar —dijo en voz tranquila—. Quizá puedas hacer que todo el mundo se ponga en mi contra. Eso me convertiría en un fracaso.

Alzó algo la voz, a pesar que su tono suave había sido escuchado por todos:

—Eso significaría que todos seríais puestos de nuevo en animación suspendida, para luego separaros y poneros de nuevo a hacer todo esto, con otra gente. —Hizo una pausa—. Si esto es lo que queréis..., el ser separados, el empezar de nuevo solos, el pasar por esto tantas veces como sean necesarias para que os decidáis a seguir hasta el final, pues adelante, seguid intentándolo. Quizá tengáis éxito.

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