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Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

Amanecer (26 page)

Se volvió de nuevo hacia su habitación, luego se detuvo y regresó, al recordar:

—Voy a Despertar a diez personas más mañana. Los diez últimos.

12

Hubo un movimiento de gente. Algunas personas evitaban a Lilith porque le tenían miedo..., temían que no fuese humana, o al menos no lo bastante humana. Otros se acercaron a ella, porque creían que iba a ganar. No sabían lo que eso significaría, pero pensaban que sería mejor estar con ella que tenerla como enemiga.

Su núcleo de grupo: Joseph, Tate y Gabriel, Leah y Wray, no cambió. El núcleo de grupo de Peter sufrió cambios. Se le añadió Víctor: tenía una fuerte personalidad, y había estado Despierto más tiempo que la mayoría. Esto animó a que algunos de los nuevos lo siguieran.

Por su parte, Peter fue sustituido por Curt. El brazo roto de Peter lo mantenía silencioso, hosco, y habitualmente solo en su habitación. En cualquier caso, Curt era más brillante y más autoritario, físicamente hablando. Probablemente él habría dirigido el grupo desde el principio, si se hubiera movido algo más rápido.

El brazo de Peter siguió roto, hinchado, dolorido e inútil durante dos días. En la noche del segundo día fue curado. Peter durmió hasta tarde y se perdió el desayuno, pero, cuando se despertó, su brazo ya no estaba roto..., y él era un hombre muy asustado.

Simplemente, no podía dejar de lado aquellos dos días de debilitante dolor como si hubieran sido una ilusión o un truco. Los huesos de su brazo habían estado rotos, y malamente rotos. Todo el mundo que lo había visto había podido observar el desplazamiento de los huesos, la hinchazón, la decoloración. Todo el mundo había visto que no podía usar la

mano.

Ahora, todo el mundo veía un brazo sano, no distorsionado, normal, y una mano que funcionaba bien, sin problemas. La misma gente de Peter le miraba de reojo.

Tras la comida del día de la curación de Peter, Lilith contó a la gente historias censuradas de su vida entre los oankali. Peter no se quedó a escuchar.

—Tú necesitas escuchar estas cosas más que los demás —le dijo luego—. Los oankali serán un shock, aunque estéis preparados. Te arreglaron el brazo mientras estabas dormido, porque no querían tenerte aterrado y luchando con ellos mientras trataban de ayudarte.

—Diles lo muy agradecido que les estoy —murmuró.

—Ellos quieren cordura, no agradecimiento —respondió ella—. Ellos quieren, y yo también, que seas lo bastante listo como para sobrevivir.

La miró con un desprecio tan grande que hizo que su rostro se tornase casi irreconocible.

Ella agitó la cabeza y habló con voz suave:

—Te hice daño porque tú estabas a punto de hacerle daño a otra persona. Nadie más te ha hecho daño. Los

oankali te han salvado la vida. A su debido tiempo, te mandarán a la Tierra para que te labres una nueva vida.

—Hizo una pausa—. Piensa un poco, Peter... Ten un poco de cordura.

Se alzó para marcharse. Él no dijo nada, sólo la contempló con odio y desprecio.

—Ahora ya somos cuarenta y tres —añadió ella—. Los oankali pueden presentarse en cualquier momento. No hagas nada que pueda hacerles desear dejarte aquí solo.

Lo dejó, esperando que empezase a pensar. Esperándolo, pero no confiando en ello.

Cinco días después de la curación de Peter, la comida del atardecer fue drogada.

Lilith no fue advertida de ello: comió con los otros, sentada un poco apartada con Joseph. Mientras comía se dio cuenta de una creciente relajación, de un confort especial que la hizo pensar en... Se sentó rígida. Lo que sentía ahora sólo lo había sentido antes cuando estaba con Nikanj, cuando había establecido un nexo neural con él.

Y la dulce neblina de la anticipación se disipó: su cuerpo pareció expulsarla, y de nuevo estuvo alerta. Cerca, los demás seguían hablando entre ellos, riendo un poco más que antes. La risa nunca había desaparecido del grupo, aunque en ciertos momentos había sido escasa. Sí, durante los últimos días había habido más peleas, más cambios de cama y menos risas.

Ahora, los hombres y las mujeres habían empezado a darse las manos, a colocarse más cerca unos de otros. Se rodearon con los brazos y se sentaron muy unidos, sintiéndose probablemente mejor de lo que habían estado desde que habían sido Despertados. Era poco probable que ninguno de ellos pudiera sacudirse esa sensación, como había hecho Lilith. Ningún ooloi los había modificado.

Miró a su alrededor para ver si los oankali estaban llegando ya. No había señales de ellos. Se volvió hacia Joseph, que estaba sentado al lado de ella, con el ceño fruncido.

—¿Joe?

La miró. El ceño se suavizó, y tendió la mano hacia ella.

Ella se dejó acercar a él, luego le habló al oído:

—Los oankali están al llegar. Nos han drogado.

Él se sacudió la droga.

—Pensé... —Se frotó el rostro—. Pensé que algo andaba mal.

Inspiró profundamente, luego miró a su alrededor.

—Allí —dijo en voz baja.

Ella siguió la dirección de su mirada, y vio que la pared entre los armarios de la comida estaba ondulando, abriéndose en al menos ocho lugares. Los oankali estaban entrando.

—Oh, no —dijo Joseph, envarándose y mirando hacia otro lado—. ¿Por qué no me dejaste confortablemente drogado?

—Lo lamento —dijo ella, y apoyó una mano en el brazo. Él sólo había tenido una breve experiencia con un oankali. Lo que pasase ahora podía ser tan duro para él como iba a serlo para los otros—. No creo que la droga pudiera haber seguido haciéndote efecto, en cuanto las cosas se pongan realmente interesantes.

Más oankali llegaron a través de las aberturas. Lilith contó veintiocho en total. ¿Serían bastantes para controlar a cuarenta y tres humanos aterrorizados, cuando pasase el efecto de la droga?

La gente pareció reaccionar ante la presencia de los no humanos como a cámara lenta.

Tate y Gabriel se pusieron en pie juntos, apoyándose el uno en el otro, mirando a los oankali. Un ooloi se aproximó a ellos, y se echaron hacia atrás. No estaban aterrorizados como debieran, pero sí estaban asustados.

El ooloi habló con ellos, y Lilith se dio cuenta de que era Kahguyaht.

Se puso en pie, contemplando al trío. No podía distinguir las palabras de lo que les estaba diciendo Kahguyaht, pero el tono no era el que ella hubiera asociado con el ooloi.

Era un tono tranquilo, relajado, extrañamente convincente. Era el tono que Lilith había aprendido a asociar con Nikanj.

En algún otro punto de la sala estalló una pelea. A pesar de la droga, Curt había atacado al ooloi que se había aproximado a él. Todos los oankali presentes eran ooloi.

Peter trató de ir en auxilio de Curt pero, tras él, Jean lanzó un alarido, y él se volvió para ayudarla.

Beatrice huyó de su ooloi. Logró dar varios pasos antes de que la atrapara. Le enrolló un brazo sensorial alrededor y ella se desmayó, cayó inconsciente.

Por la sala, otra gente se desplomaba..., todos los que luchaban, todos los que huían.

No se toleraba ninguna demostración de pánico.

Tate y Gabriel aún estaban despiertos. Leah estaba despierta, pero Wray estaba inconsciente. Un olooi estaba calmándola, probablemente asegurándole que Wray estaba bien.

Jean aún estaba despierta, a pesar de su momentáneo pánico, pero Peter estaba en el suelo.

Celene estaba despierta y helada en su sitio. Un ooloi la tocó, pero apartó el brazo como si hubiese sentido dolor. Celene se desmayó.

Víctor Dominic e Hilary Ballard estaban despiertos y juntos, sosteniéndose el uno al otro, aunque no habían demostrado ningún interés mutuo hasta el momento.

Allison aulló y lanzó comida a su ooloi, luego se giró y corrió. Su ooloi la atrapó, pero la mantuvo despierta, probablemente porque no se resistió. Se puso rígida, pero pareció estar escuchando, mientras su ooloi la hablaba tranquilizadoramente.

Por todas partes de la sala, pequeños grupos de gente, apoyándose los unos en los otros, se enfrentaban sin pánico a los ooloi. La droga los había tranquilizado lo bastante.

La sala era una escena de silencios y de un caos extrañamente suave.

Lilith contempló a Kahguyaht con Tate y Gabriel. El ooloi estaba ahora sentado frente a ellos, hablándoles, incluso dándoles tiempo de ver cómo se doblaban sus junturas y el modo en que sus tentáculos sensoriales seguían los movimientos. Cuando se movía, lo hacia muy lentamente. Cuando hablaba, Lilith no podía escuchar en su voz nada del desprecio intimidatorio, de la divertida tolerancia a los que ella estaba acostumbrada. —

¿Conoces a ése? —le preguntó Joseph. —Sí. Es uno de los padres de Nikanj. Jamás me llevé bien con él.

Al otro lado de la sala, los tentáculos craneales de Kahguyaht se movieron en dirección a ella por un momento, y supo que la había oído. Pensó decirle más, para así darle un tirón de orejas..., figurativamente hablando, claro.

Pero, antes de que pudiera comenzar, llegó Nikanj. Se puso ante Joseph y lo miró con aire crítico.

—Lo estás haciendo muy bien —dijo—. ¿Cómo te sientes?

—Estoy muy bien.

—Lo estarás. —Miró hacia Tate y Gabriel—. Pienso que tus amigos no lo estarán. En cualquier caso, no los dos.

—¿Cómo? ¿Por qué no?

Nikanj hizo sonar sus tentáculos.

—Kahguyaht lo intentará. Se lo advertí, y él admite que tengo un cierto talento para los humanos, pero los quiere de mala manera. La mujer sobrevivirá, pero puede que el hombre no.

—¿Por qué?—quiso saber Lilith.

—Puede que elija no hacerlo. Pero Kahguyaht es muy hábil; esos dos humanos son los que están más tranquilos de toda la sala, descontándoos a vosotros dos.

Enfocó su atención por un momento en las manos de Joseph, en el hecho de que había estado arañándose una con las uñas de la otra, y que la mano arañada estaba goteando sangre al suelo.

La atención de Nikanj cambió, llegando incluso a darle la espalda a Joseph. Su instinto era de ayudar, de curar una herida, de acabar con el dolor. Pero, sin embargo, sabía lo suficiente como para dejar que Joseph se siguiera haciendo daño.

—¿Qué es lo que estás haciendo, predecir el futuro? —preguntó Joseph. Su voz era un ronco susurro—. ¿Es que Gabe se suicidará?

—Indirectamente, puede llegar a hacerlo. Espero que no. Yo no puedo predecir nada.

Quizá Kahguyaht pueda salvarlo. Vale la pena salvarlo. Pero su comportamiento en el pasado nos dice que será difícil trabajar con él.

Tendió un tentáculo y tomó las manos de Joseph, aparentemente incapaz de seguir soportando su dolor.

—Sólo se os dio en la comida una suave droga de neutralización del temor hacia los ooloi —comentó—. Yo puedo ayudarte con algo mejor.

Joseph trató de apartarse, tirando de sus manos, pero el otro ignoró sus esfuerzos.

Examinó la mano que se había herido, luego lo tranquilizó aún más, sin dejar de hablarle en voz queda.

—Sabes que no te haré daño. No tienes miedo a que te hagan daño, o a sufrir. Y tu miedo por lo diferente que soy acabará por pasar. No, estáte quieto. Deja que tu cuerpo se quede muerto. Déjalo relajarse. Si lo dejas relajarse, será más fácil para ti controlar tu miedo. Eso es. Apóyate contra esta pared. Puedo ayudarte a mantener este estado sin embotar tu intelecto. ¿Lo ves?

Joseph volvió la cabeza para mirar a Nikanj, luego la apartó, con sus movimientos lentos, casi lánguidos, sin demostrar la emoción que había tras ellos. Nikanj se movió para sentarse a su lado y mantener su control sobre él.

—Tu miedo es menor del que fue antes —dijo—. E, incluso, el que sientes ahora pasará rápidamente.

Lilith contempló trabajar a Nikanj, sabiendo que sólo drogaría a Joseph ligeramente..., quizás estimulando la liberación de sus propias endomorfinas y dejándolo que se sintiese relajado y un poco colocado. Las palabras de Nikanj, dichas con tranquila confianza, sólo reforzaban los nuevos sentimientos de seguridad y bienestar.

Joseph suspiró.

—No comprendo por qué la sola visión de ti tiene que asustarme tanto —dijo Joseph.

No sonaba asustado—. No pareces tan amenazador..., simplemente muy diferente.

—Para la mayoría de las especies, diferente significa amenazador. Yo podría matarte.

Eso era cierto para tus antepasados animales y para tus parientes animales más cercanos. Y también lo es para ti. —Nikanj alisó los tentáculos de su cabeza—. Es más fácil para tu pueblo sobreponerse a esa sensación de un modo individual que como miembros de un grupo amplio. Es por esto por lo

que hemos manejado la situación

del modo en que lo hemos hecho.

Miró a los humanos a su alrededor, solitarios o en parejas, cada uno con su ooloi.

Nikanj se fijó en Lilith:

—Hubiera sido más fácil para ti ser tratada de este modo: con drogas..., con la ayuda de un ooloi adulto.

—¿Y por qué no lo fui?

—Tú estabas siendo preparada para mí, Lilith. Los adultos creyeron que sería mejor juntarte conmigo durante mi estadio subadulto. Jdahya creía que te podía traer a mí sin drogas, y tenía razón.

Lilith se estremeció.

—No querría volver a tener que pasar por algo como aquello.

—No tendrás. Mira a tu amiga Tate.

Lilith se volvió, y vio que Tate había tendido una mano hacia Kahguyaht. Gabriel la agarró y tiró de ella hacia atrás, discutiendo. Tate sólo dijo unas pocas palabras, mientras que Gabriel decía muchas, pero, al cabo de un rato, la soltó. Kahguyaht no se había movido ni hablado. Esperaba. Dejó que Tate lo mirara de nuevo, quizá que volviera a recuperar el coraje. Cuando extendió de nuevo la mano, se la agarró con una lazada de brazo sensorial, en un movimiento que parecía imposiblemente rápido, pero al mismo tiempo gentil, nada amenazador. El brazo se movió como una cobra que golpea, y sin embargo no resultaba amenazador. Tate ni siquiera pareció sobresaltada.

—¿Cómo se puede mover de ese modo? —murmuró Lilith.

—Kahguyaht tenía miedo de que ella no se atreviese a completar el gesto —explicó Nikanj—. Y creo que tenía razón.

—Yo me eché atrás varias veces.

—Jdahya tenía que dejar que tú hicieras todo el trabajo. Él no te podía ayudar.

—¿Qué pasará ahora? —preguntó Joseph.

—Estaremos con vosotros varios días. Cuando os hayáis acostumbrado a nosotros, os llevaremos al campo de entrenamiento que hemos preparado..., a la selva —Enfocó a Lilith—. Durante un corto período vosotros no tendréis nada que hacer. Podría llevarte a ti y a tu compañero fuera, a que vieseis más de la nave.

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