Amanecer (20 page)

Read Amanecer Online

Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

—O eres una mentirosa, o estás loca —afirmó.

—Es cierto —dijo Lilith con voz queda.

—Es una memez.

—Los oankali me modificaron —dijo Lilith—, para poder controlar las paredes y las plantas de animación suspendida. No puedo hacerlo tan bien como ellos, pero puedo Despertar gente, alimentarla, vestirla y proporcionarle una cierta intimidad. No debes estar tan decidida a dudar de mí como hasta el punto de ignorar las cosas que me veas hacer.

Y recuerda, en especial, dos de las cosas que te he dicho: una es que estamos en una nave. Actúa como si lo creyeses, aunque no sea así. En una nave no hay lugar al que escapar: incluso aunque pudieras salir de esta sala, no hay ningún lugar donde ir, ningún lugar en el que esconderse, ningún lugar en el que ser libre. La otra cosa es que, si soportamos el tiempo que hayamos de estar aquí, nos darán de nuevo nuestro mundo.

Seremos puestos en la Tierra como los primeros colonizadores humanos que regresen a ella.

—O sea que limítate a hacer los que te digan y a esperar, ¿eh? —comentó Leah.

—A menos que te guste esto tanto como para querer quedarte.

—No me creo ni una sola palabra de lo que dices.

—¡Piensa lo que quieras! ¡Yo te estoy diciendo cómo debes comportarte si es que quieres volver a notar el suelo bajo tus pies!

Celene empezó a llorar en silencio, y Lilith la miró con mala cara.

—¿Y a ti qué te pasa?

Celene agitó la cabeza.

—No sé qué creer. ¡Ni siquiera sé por qué sigo con vida!

Tate suspiró y agitó la cabeza, disgustada.

—Estás viva —dijo Lilith fríamente—. Aquí no tenemos suministros médicos, así que, si quieres suicidarte, puede que tengas éxito. Pero si quieres seguir viva y ayudar a que las cosas empiecen de nuevo en la Tierra..., bueno, a mí me parece que más vale tener éxito en esto.

—¿Tuviste algún hijo? —preguntó Celene, esperando claramente que la respuesta fuera un no.

—Sí. —Lilith se obligó a tender las manos y tomar las de la mujer, a pesar de que ya le caía fatal—. Toda la gente a la que tengo que Despertar aquí estará sin sus familias.

Todos estamos solos. Nos tenemos los unos a los otros, y a nadie más. Nos convertiremos en una comunidad: amigos, vecinos, esposas, esposos..., o no sobreviviremos.

—Entonces, ¿habrá hombres? —inquirió Celene.

—Dentro de un día o dos. Los próximos que Despertaré serán dos hombres.

—¿Y por qué no ahora?

—No. Primero les prepararé las habitaciones. Y comida y ropa para ambos..., lo mismo que he hecho contigo y con Leah.

—¿Quieres decir que tú construyes las habitaciones?

—Sería más adecuado decir que las hago crecer. Ya lo verás.

—¿También haces crecer la comida? —preguntó Leah, con una ceja alzada.

—La comida y la ropa están almacenadas a lo largo de las paredes, a ambos extremos de la gran sala. A medida que las usamos, van siendo reemplazadas. Puedo abrir los armarios donde están guardadas, pero no las paredes de detrás, eso sólo lo pueden hacer los oankali.

Hubo un momento de silencio. Lilith comenzó a reunir las pieles de las frutas y las semillas.

—La basura hay que tirarla a uno de los retretes —explicó—. No tenéis que preocuparos de que puedan atascarse. Son más de lo que parecen: pueden digerir cualquier cosa que no esté viva.

—¡Digerir! —exclamó Celene, horrorizada—. ¿Es... es que están vivos?

—Sí. La nave está viva, y también casi todo lo que contiene. Los oankali usan la materia viva del mismo modo que nosotros usamos la maquinaria. —Comenzó a ir hacia el lavabo más cercano, pero se detuvo—. Otra cosa que quería deciros es que estáis siendo vigiladas..., del mismo modo que nos vigilaban en nuestras habitaciones de aislamiento. No creo que, esta vez, los oankali nos molesten..., no hasta que cuarenta o más de nosotros estemos Despiertos y llevándonos bastante bien todos juntos. Sin embargo, entrarán aquí si empezamos a asesinarnos los unos a los otros. Y los aspirantes a asesinos, o asesinos ya realizados, serán retenidos aquí, en la nave, durante el resto de sus vidas.

—Así que tú estás protegida de nosotras —comentó Leah—. Qué conveniente...

—Estamos protegidos los unos de los otros —corrigió Lilith—. Somos una especie en peligro, casi extinta. Y, si hemos de sobrevivir, necesitamos protección.

4

Lilith no liberó a Curt Loehr de su planta de animación suspendida hasta que la planta de Joseph Shing estuvo tendida al lado de la otra. Entonces, rápidamente, abrió ambas plantas, alzó a Joseph, y arrastró afuera a Loehr. Puso a Leah y Tate a trabajar vistiendo a Curt, y ella se hizo cargo de Joseph, puesto que Celene se negaba a tocarlo mientras estuviese desnudo. Ambos hombres estaban ya vestidos para cuando lograron recuperar totalmente el conocimiento.

Tras el desconcierto y malestar iniciales del Despertar, se sentaron y miraron en derredor.

—¿Dónde estamos? —preguntó Curt—. ¿Quién manda aquí?

Lilith parpadeó.

—Yo — dijo—. Yo os he Despertado. Aquí todos somos prisioneros, pero mi función es Despertar a la gente.

—¿Y para quién trabaja? —preguntó Joseph. Tenía un ligero acento, y Curt, al notarlo, se volvió a mirarle e hizo una mueca.

Lilith hizo rápidamente las presentaciones.

—Conrad Loehr de Nueva York, éste es Joseph Shing de Vancouver. —Luego presentó a cada una de las mujeres.

Celene ya se había situado cerca de Curt, y una vez presentada añadió:

—En aquel tiempo, cuando las cosas eran normales, todo el mundo me llamaba Cele.

Tate alzó la vista al techo y Leah frunció el ceño. Lilith consiguió no sonreír. Había tenido razón respecto a Celene: si él se lo permitía, se pondría de inmediato bajo la protección de Curt. Eso lo mantendría ocupado. Lilith captó una leve sonrisa en el rostro de Joseph.

—Si tenéis hambre, disponemos de comida —les dijo a los hombres, en lo que ya se había convertido una introducción estándar—. Mientras comemos, contestaré a vuestras preguntas.

—Una respuesta ahora mismo —dijo Curt—: ¿Para quién estás trabajando? ¿Para qué lado?

No la había visto empujar su planta de animación suspendida de vuelta a la pared. Y

ella no le había dado la espalda desde el momento en que había estado totalmente despierto.

—Allá abajo en la Tierra —contestó cuidadosamente—, no queda gente para trazar líneas en los mapas y decir qué lado de esas líneas es el correcto. Ya no queda ningún gobierno. Al menos, ningún gobierno humano.

El frunció el ceño, luego la miró como antes había mirado a Joseph.

—¿Quieres decir que hemos sido capturados... por algo que no es humano?

—O rescatados —corrigió Lilith.

Joseph se acercó a ella.

—¿Los has visto?

Lilith asintió con la cabeza.

—¿Crees que son extra terrestres?

—Sí.

—¿Y crees que estamos en algún tipo de... astronave?

—Una muy, muy grande, que es casi un mundo en pequeño.

—¿Qué pruebas nos puedes dar de esto?

—Nada que no podáis pensar que es un truco, si decidís considerarlo así.

—De todos modos, haz el favor de mostrárnoslo.

Ella asintió con la cabeza, demostrando que no le importaba. Cada pareja o grupo de gente nueva debía de ser tratado de un modo algo diferente. Les explicó lo que pudo de los cambios que habían sido hechos a su química corporal, y luego, mientras ambos hombres la miraban, hizo crecer otra habitación. Se detuvo en dos ocasiones para permitirles inspeccionar las paredes. No dijo nada cuando intentaron controlar las paredes a medida que ella las formaba, y luego trataban de derribarlas. El tejido vivo de las mismas se resistió a todos sus esfuerzos, ignorándolos. Su fuerza no servía de nada. Al fin, miraron en silencio mientras Lilith completaba la habitación.

—Es como el material con el que estaba hecha la celda en la que estuve antes —

comentó Curt—. ¿Qué es? ¿Algún tipo de plástico?

—Materia viva —explicó Lilith—. Más planta que animal.

Dejó que su sorprendido silencio durase un momento, luego los llevó a la habitación en la que Leah y ella habían dispuesto la comida. Tate ya estaba allí, ante un plato caliente de arroz y judías.

Celene le entregó a Curt uno de los grandes boles comestibles de comida, y Lilith le ofreció otro a Joseph.

Pero Joseph seguía inmerso en el tema de la nave viva. Se negó a comer o a dejar a Lilith en paz hasta que supo todo lo que ella sabía acerca del modo en que funcionaba la nave. Pareció molesto de que supiera tan poco.

—¿Crees en lo que ella dice? —preguntó Leah, cuando al fin cesó en su interrogatorio y probó su comida, ya fría.

—Creo que Lilith sí lo cree —contestó—. Yo aún no he decidido qué creer.

Hizo una pausa.

—Sin embargo, me parece importante que nos comportemos como si estuviésemos en una nave..., a menos que descubramos con certeza que no lo estamos. Una nave en el espacio podría ser una excelente prisión, aunque lográsemos salir de esta sala.

Lilith asintió con la cabeza, agradecida.

—Eso es —afirmó—. Eso es lo importante. Si soportamos este lugar, si nos comportamos como si fuese una nave, sin importar lo que cada uno piense individualmente, podremos sobrevivir hasta que nos manden de vuelta a la Tierra.

Y siguió hablándoles, de los oankali, de su plan de volver a poblar la Tierra con comunidades humanas. Luego les habló del comercio de genes, porque había decidido que tenían que saberlo. Si esperaba demasiado para contárselo, podrían sentirse traicionados por su silencio. Pero, diciéndoselo ahora, les daba tiempo más que suficiente para rechazar la idea, luego empezar a pensar lentamente en ella y darse cuenta de lo que podía representar.

Tate y Leah se rieron de ella, se negaron absolutamente a creer que cualquier manipulación del ADN pudiera mezclar a los humanos con unos alienígenas extraterrestres.

—Por mi parte —señaló Lilith—, debo decir que no he visto ninguna combinación humano-oankali. Pero, por las cosas que sí he visto, por los cambios que los oankali han hecho en mí, creo que pueden manipularnos genéticamente, y pienso que eso es lo que quieren hacer. Si eso será para mezclarse con nosotros, o para destruirnos..., es algo que ignoro.

—Bueno, yo no he visto nada —observó Curt. Había estado un rato en silencio, escuchando, pasando la mano alrededor de Celene cuando ésta se sentaba al lado de él y parecía asustada—. Hasta que vea algo..., y no me refiero a más paredes que se mueven, opinaré que todo esto es pura mierda de vaca.

—Yo no estoy segura de creer, vea lo que vea —dijo Tate.

—No es difícil imaginar que nuestros captores piensan hacernos algo de manipulación genética —intervino Joseph—. Lo podrían hacer, sean humanos o extraterrestres. Antes de la guerra se trabajó mucho en genética. Quizá luego todo aquello se haya convertido en algún tipo de programa de eugenesia. Hitler podría haber hecho algo así después de la Segunda Guerra Mundial, si la hubiera sobrevivido y hubiera dispuesto de la tecnología necesaria.

Inspiró profundamente.

—Creo que nuestra mejor jugada, ahora, es averiguar todo lo que podamos. Hacernos con hechos. Tener los ojos bien abiertos. Después, podremos hacer el mejor uso posible de cualquier oportunidad que tengamos de escapar.

¡Aprended y huid!, pensó Lilith, casi con alegría. Podría haber abrazado a Joseph.

Pero, en lugar de eso, dio otro bocado a su también enfriada comida.

5

Dos días más tarde, cuando Lilith vio que no era probable que Curt causase problemas..., al menos, no pronto, Despertó a Gabriel Rinaldi y Beatrice Dwyer. Le pidió a Joseph que la ayudase con Gabriel, y entregó Beatrice a Leah y Curt. Celene seguía siendo una inútil en lo que a vestir y orientar a la gente se refería. Y, aparentemente, Tate estaba empezando a aburrirse de todo el proceso de Despertar a la gente.

—Creo que deberíamos duplicar nuestro número cada vez —le dijo Tate a Lilith—. De este modo no nos repetiríamos tanto, las cosas se harían más rápido, y bajaríamos antes a la Tierra.

Al menos, ya estaba empezando a aceptar la idea de que no estaba en la Tierra, pensó Lilith. Eso ya era algo.

—Probablemente estoy Despertando a la gente demasiado deprisa —contestó Lilith—.

Deberíamos de ser capaces de trabajar todos juntos, antes de alcanzar la Tierra. No es bastante que nos abstengamos de matarnos los unos a los otros. Allá en la selva probablemente seremos mucho más interdependientes de lo que jamás antes lo hayamos sido. Y quizá seamos un poco más eficientes en eso, si le damos a cada grupito de gente el tiempo necesario para adaptarse, y una estructura creciente a la que adaptarse.

—¿Qué estructura? —Tate empezó a sonreír—. ¿Quieres decir una familia..., contigo como la Mamá?

Lilith se limitó a mirarla.

Al cabo de un rato, Tate se encogió de hombros.

—Sólo tienes que despertar a un grupo de gente, sentarlos, explicarles lo que está sucediendo..., naturalmente, no te creerán..., responder a sus preguntas, alimentarlos y, al día siguiente, empezar con un grupito nuevo. Rápido y fácil. No pueden aprender a trabajar juntos si no están Despiertos.

—Siempre he oído que las clases pequeñas servían mejor para aprender que las muy grandes —le contestó Lilith—, y esto es demasiado importante para apresurarlo.

La discusión acabó como todas entre Lilith y Tate: no hubo acuerdo: Lilith continuó Despertando poco a poco a la gente, y Tate continuó no estando de acuerdo.

Al cabo de tres días, Beatrice Dwyer y Gabriel Rinaldi parecían estar ajustándose.

Gabriel se emparejó con Tate. En cuanto a Beatrice, era como si evitase a los hombres en lo sexual, pero se unía a las interminables discusiones acerca de su situación, al principio negándose a creerla, luego acabando por aceptarla, así como la filosofía de «aprender y huir» del grupo.

Ahora, decidió Lilith, era hora de Despertar a otras dos personas. Despertaba a un par cada dos o tres días, no preocupándose ya por el que fueran hombres o no, visto que éstos no le habían causado ningún problema. Aunque, deliberadamente, Despertaba a unas cuantas mujeres más que hombres, con el fin de minimizar la violencia.

Pero, a medida que crecía el número de gente, también lo hacía el potencial de desacuerdo. Hubieron varias cortas, pero salvajes, peleas a puñetazos. Lilith trató de no inmiscuirse, dejando a la gente que solucionase por sí misma sus diferencias. Su única preocupación era que las peleas no causasen daños graves. A pesar de su cinismo, Curt ayudaba en esto. Una vez, mientras separaban a dos luchadores ensangrentados, él le dijo que habría sido una buena policía.

Other books

Jimmy and the Crawler by Raymond E. Feist
The Race for God by Brian Herbert
Simply Love by Mary Balogh
This Is a Book by Demetri Martin
Lost and Found Family by Leigh Riker
Challenged by O'Clare, Lorie
Bond 07 - Goldfinger by Ian Fleming