América (8 page)

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Authors: James Ellroy

Tags: #Histórico, Intriga

–Eres una amiga.

–Y tanto, sobre todo después de cómo me…

–El nombre es Darleen Shoftel. – Pete lo deletreó-. La última dirección conocida que tengo es North Alta Vista, 1541, Los Ángeles. Compruébalo todo…

–Déjame a mí, Pete. Espera un momento y no te retires.

Pete no se retiró. En la casa, las luces seguían encendidas; los federales encubiertos seguían trabajando. Karen volvió al teléfono.

–Darleen Shoftel, mujer, blanca, nacida el 9/3/32. No hay órdenes de detención contra ella, ni tiene antecedentes. Está limpia, aunque la brigada Antivicio de Hollywood Oeste recibió una denuncia contra ella. Hay una notificación, con fecha 14/8/57. Dice que la dirección de Dino's Lodge la acusaba de abordar a los clientes del bar con proposiciones. Fue interrogada y se le dejó en libertad. El detective que llevó la investigación la catalogó de «prostituta con clase».

–¿Eso es todo?

–Para una llamada telefónica, no está mal.

Pete colgó. Vio apagarse las luces de la casa y echó un vistazo al reloj.

Boyd y Littell salieron de la casa y cargaron el coche. Dieciséis minutos largos; un récord mundial entre zapadores.

Mientras se alejaban, Pete se apoyó en la cabina y recapituló.

Sol Maltzman estaba elaborando su propio plan, sin que los federales lo supieran. Boyd estaba en la ciudad para advertirle acerca del asunto de Gretzler y para instalar micrófonos en el apartamento de una chica de compañía. Boyd era un charlatán mentiroso: «Tengo un informador en el comité McClellan.»

Boyd sabía que él había eliminado a Gretzler, un testigo del comité, y así se lo había dicho a Hoover. Pero Hoover había respondido que eso le traía sin cuidado.

Según había comprobado, el coche de Boyd lo había alquilado el comité. Pero Hoover, cuya animadversión hacia Bobby Kennedy era bien conocida, era el rey del subterfugio. Boyd, mesurado y educado, era probablemente un buen elemento para infiltrarse.

Pregunta número uno: ¿la infiltración tenía que ver con el asunto de las escuchas? Pregunta número dos: si en el asunto había dinero, ¿quién pagaba su cheque? Pete reflexionó sobre ello.

Tal vez Jimmy Hoffa, el principal objetivo del comité McClellan. Fred Turentine era capaz de intervenir las escuchas de los federales y de enterarse de todo lo que éstos averiguaran.

Pete vio dólares: $$$, como en una máquina tragaperras.

Volvió en el coche a la casa desde la que vigilaban a la mujer de Hughes. Gail estaba en el porche; la punta encendida de su cigarrillo se movía arriba y abajo, delatando su ir y venir.

Pete aparcó y anduvo hasta la puerta. Allí, dio un puntapié a un cenicero rebosante de colillas y derramó éstas sobre unos preciosos rosales.

Gail se alejó de él. Pete mantuvo un tono de voz suave y calmada

–¿Cuánto llevas aquí fuera?

–Horas. Sol llamaba cada diez minutos, suplicando sus papeles. Decía que le habías robado unos documentos y lo habías amenazado.

–Ha sido asunto de negocios.

–Estaba frenético. Insoportable.

Pete la rodeó con sus brazos.

–Aquí fuera hace frío. Vamos dentro.

–No. No quiero.

–Gail…

–¡No! – Ella se desasió-. ¡No quiero volver a entrar en este caserón horrible!

–Yo me ocuparé de Sol. – Pete hizo crujir los nudillos-. No te molestará más.

Gail soltó una carcajada. Aguda y extraña y algo más…

–Ya sé que no.

–¿A qué viene eso?

–Viene a que Sol está muerto. Lo he llamado para intentar tranquilizarlo y he hablado con un policía. Ha dicho que Sol se había pegado un tiro.

Pete se encogió de hombros, sin saber qué hacer con las manos.

Gail corrió a su coche. Cambió de marchas cuando salía del camino privado de la casa y estuvo a punto de arrollar a una mujer que empujaba un cochecito de niño.

5

(Washington, D. C., 7/12/58)

Ward estaba asustado. Kemper sabía por qué: las reuniones privadas con el señor Hoover estaban rodeadas de leyendas.

Aguardaron en el antedespacho. Ward permaneció sentado, inmóvil, con la respiración contenida. Kemper sabía que Hoover se retrasaría veinte minutos, exactamente.

«Quiere ver acobardado a Ward», se dijo. «Y a mí me quiere aquí para reforzar el efecto.»

Kemper ya había enviado su informe por teléfono. El trabajo en casa de la Shoftel había salido perfecto. Se había asignado un agente con base en Los Ángeles para que, desde un puesto de escucha, controlara las grabaciones de los micrófonos y de los teléfonos intervenidos y enviara las cintas a Littell, en Chicago. Ward, el as de las escuchas clandestinas, las seleccionaría y enviaría los mejores fragmentos al señor Hoover.

A Jack no se le esperaba en Los Ángeles hasta el 9 de diciembre. Darleen Shoftel recibía cuatro clientes por noche; el agente de las escuchas alababa su resistencia. En el
Times
de Los Ángeles apareció una breve mención al suicidio de Sol Maltzman. El señor Hoover comentó que Pete Bondurant, probablemente, lo había «despedido» con demasiada brusquedad.

Ward cruzó las piernas y se enderezó el nudo de la corbata. No debía hacerlo, se dijo; al señor Hoover no le gustaban las muestras de nerviosismo. Lo había mandado llamar para recompensarle, de modo que no debía mostrarse nervioso.

Hoover apareció en el antedespacho. Kemper y Littell se pusieron en pie.

–Buenos días, caballeros.

–Buenos días, señor -respondieron al unísono, pero sin solaparse.

–Me temo que tendremos que ser breves. Tengo una reunión con el vicepresidente Nixon y…

–Me alegro mucho de estar aquí, señor -dijo Littell.

Kemper casi torció la expresión: era mejor no hacer comentarios, por serviles que fueran.

–La agenda me obliga a ser breve. Señor Littell, aprecio el trabajo que usted y el señor Boyd han realizado en Los Ángeles. Voy a recompensarle con un puesto en Chicago, en la Unidad contra el Crimen Organizado. Lo hago contra la opinión del agente especial Leahy, que lo considera más adecuado para el trabajo de vigilancia política. Estoy al corriente de que usted, señor Littell, considera ineficaz, incluso moribundo, el Comité sobre Actividades Antiamericanas. Yo considero esta actitud peligrosamente necia y espero de corazón que algún día la supere. Ahora es usted colega mío, pero le aconsejo que no se deje seducir por la vida peligrosa. En eso, nunca alcanzará a ser tan bueno como Kemper Boyd.

6

(Washington, D.C., 8/12/58)

Littell cumplió con el papeleo envuelto en el albornoz.

Lo hizo con una exultante resaca, tras una celebración a base de Gordon Rouge y Glenlivet. Los daños eran visibles: botellas vacías y carritos del servicio de habitaciones rebosantes de platos intactos.

Kemper se había mostrado comedido. Él, no. La «brevedad» de Hoover le había escocido; el champán y el whisky le habían permitido reírse de ello. El café y la aspirina apenas tuvieron efecto sobre su resaca.

Una tormenta de nieve mantenía cerrado el aeropuerto. Estaba inmovilizado en la habitación del hotel. Hoover le hizo llegar una copia mimeografiada de un documento para que lo estudiase.

UNIDAD CONTRA LA DELINCUENCIA ORGANIZADA DE CHICAGO. CONFIDENCIAL: FIGURAS PROMINENTES, LOCALES, MÉTODOS OPERATIVOS Y OTRAS OBSERVACIONES SOBRE LA CRIMINALIDAD ORGANIZADA.

El documento constaba de sesenta páginas salpicadas de detalles. Littell engulló un par de aspirinas más y subrayó los hechos más destacados.

El objetivo declarado del Programa contra la Delincuencia Organizada (expuesto en la Directiva número 3401 del FBI, de fecha 19/12/57) es la recogida de información acerca del crimen organizado. A fecha de hoy, y hasta que se dé aviso directo de un cambio de política, todos y cada uno de los datos de información sobre el crimen que se recojan serán archivados y reservados exclusivamente para su utilización futura. El Programa contra la Delincuencia Organizada no tiene por objetivo reunir datos que puedan ser empleados directamente en apoyo de la Fiscalía Federal en la presentación de casos concretos ante los tribunales. Las informaciones sobre actividades criminales obtenidas a través de métodos de vigilancia electrónica podrán, a discreción del Mando Regional, ser trasmitidas a las policías y fiscalías municipales.

Una insinuación clave: Hoover sabía que no se podía llevar a juicio a la mafia y obtener victorias contundentes. Y no estaba dispuesto a sacrificar el prestigio del FBI a cambio de alguna condena esporádica.

Las unidades del Programa contra la Delincuencia Organizada pueden emplear los métodos de vigilancia electrónica que consideren adecuados. Las cintas empleadas y las transcripciones se conservarán bajo riguroso control y se trasmitirán periódicamente al Mando Regional para su revisión.

Carta blanca para micrófonos ocultos e intervenciones de teléfonos. Estupendo.

La unidad del PDO en Chicago ha efectuado una penetración por vigilancia electrónica (colocación de micrófonos solamente) en la sastrería Celano's, de North Michigan Avenue, 620. Tanto la Fiscalía Regional de Illinois Norte como la división de Inteligencia de la policía del condado de Cook consideran que este local es el cuartel general informal de los principales jefes de bandas de Chicago, de sus lugartenientes más destacados y de selectos subalternos. Se ha establecido un archivo completo de las cintas y de sus transcripciones mecanográficas en las instalaciones del puesto de escucha.

Todos los agentes de las unidades del PDO deben considerar prioritario el soborno de informantes. Hasta la fecha (19/12/ 57), no se ha conseguido la colaboración de ningún informante con un conocimiento íntimo del sindicato del crimen de Chicago.

Nota: cualquier transacción que implique la obtención de informaciones a cambio de dinero proporcionado por el FBI deberá contar con la autorización previa del Mando Regional.

Traducción: BÚSCATE TU PROPIO SOPLÓN.

El mandato del Programa contra la Delincuencia Organizada permite actualmente la asignación de seis agentes y una secretaria/ mecanógrafa por cada oficina regional. Los presupuestos anuales no excederán las líneas generales establecidas en la directiva número 3403 del FBI, de 19/12/57.

Venía a continuación un desglose minucioso del presupuesto. Littell pasó las páginas hasta llegar a otro apartado: FIGURAS PROMINENTES DE LA DELINCUENCIA ORGANIZADA.

Sam Giancana
, alias «
Mo
», «
Momo
», «
Mooney
». Nacido en 1908. Giancana es el «jefe de jefes» de la mafia de Chicago. Sucede a
Al Capone
,
Paul Ricca
«
El Camarero
» y
Anthony Accardo «Joe Batters»/ «Big Tuna»
como amo del juego, los préstamos usureros, las loterías ilegales, las máquinas expendedoras, la prostitución y la extorsión sindical.
Giancana
vive en el barrio de Oak Park y se le ve con frecuencia en compañía de su guardaespaldas personal,
Dominic Michael Montalvo, alias «Butch Montrose»
, nacido en 1919.
Giancana
mantiene una estrecha relación personal con el presidente de la Hermandad Internacional de Camioneros,
James Riddle Hoffa
. Se rumorea que tiene vara alta en el proceso de concesión de préstamos del fondo de pensiones del sindicato de Transportistas de los estados del Medio Oeste, un fondo sindical extraordinariamente rico y administrado de forma bastante turbia que, según se cree, ha servido para financiar muchos negocios ilegales.

Gus Alex
, nacido en 1916. Numerosos alias. Alex es el antiguo jefe de las bandas de extorsionadores del North Side; actualmente, está destacado como «mediador» político de las bandas de Chicago y como enlace con los elementos corruptos del departamento de Policía de Chicago y de la oficina del comisario del condado de Cook. Es un estrecho colaborador de
Murray Llewellyn Humphreys
, alias «
Hump
» y «
El Jorobas
», nacido en 1899.
Humphreys
es el «padrino viejo» de la mafia de Chicago. Está prácticamente retirado, pero a veces es consultado sobre decisiones estratégicas de la organización en la zona.

John Rosselli
, alias «
Johnny
», nacido en 1905.
Rosselli
es un firme aliado de
Sam Giancana
y sirve de testaferro del hotel y casino Stardust de Las Vegas, propiedad de la mafia de Chicago. Se rumorea que
Rosselli
tiene participaciones sustanciales en casinos y hoteles de La Habana, junto con los magnates del juego en Cuba,
Santo Trafficante Jr.
y
Carlos Marcello
, jefes de la mafia de Tampa, Florida y de Nueva Orleans, Luisiana, respectivamente.

Seguían unas listas de inversiones y de socios conocidos. EA asombroso: Giancana, Hoffa, Rosselli, Trafficante, Marcello y demás conocían a todos los delincuentes de altura en todas las ciudades importantes del país y tenían intereses legítimos en empresas de transporte, clubes nocturnos, fábricas, carreras de caballos, bancos, salas de cine, parques de atracciones y más de trescientos restaurantes italianos. La proporción entre acusaciones y condenas en aquel grupo de individuos era de 308 a 14.

Littell echó un vistazo al apéndice titulado FIGURAS SECUNDARIAS DE LA DELINCUENCIA ORGANIZADA. Los peces gordos no se irían de la lengua, pero los pececillos tal vez sí.

Jacob Rubenstein
, alias «
Jack Ruby
», nacido en 1911. Este individuo dirige un club de
striptease
en Dallas, Tejas, y se sabe que ha participado en préstamos usureros de poca monta. Se rumorea que en ocasiones traslada dinero de la mafia de Chicago a diversos políticos cubanos, incluyendo el presidente Fulgencio Batista y el líder rebelde, Fidel Castro.
Rubenstein/Ruby
es natural de Chicago y ha mantenido fuertes vínculos con la mafia de dicha ciudad, a la cual viaja con frecuencia.

Herschel Meyer Ryskind
, alias «
Hersch
», «
Hesh
» o «
Heshie
», nacido en 1901. Este hombre es un antiguo miembro de la «Banda Púrpura» de los años treinta, con base en Detroit. Reside en Arizona y Tejas, pero mantiene fuertes vínculos con la mafia de Chicago. Se rumorea que está activamente implicado en el tráfico de heroína de la costa del Golfo. Se dice que es buen amigo de
Sam Giancana
y de
James Riddle Hoffa
y se cuenta que ha mediado en disputas sindicales en nombre de la mafia de Chicago.

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