Amor y anarquía (32 page)

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Authors: Martín Caparrós

Tags: #Novela, #Histórico

"Esa mañana Silvia vino a tocar el timbre a nuestra casa de Villa Rosa", dirá Gabriela Rosas. "Entonces me llama y me dice 'vení, que te tengo que contar algo'. Yo voy hasta su casa y ella dice 'me parece que está pasando algo raro porque me llamaron de la pensión de allá para decirme que fue la policía a preguntar por Soledad'. Yo no quería que se enteraran mis viejos hasta que yo no supiera bien qué era lo que estaba pasando, para tranquilizarlos".

Silvia y Gabriela se fueron hasta un locutorio y llamaron al Asilo: alguien, allí, no cumplió con la consigna —o no la conocía— y les dijo que Soledad ya llevaba varios días arrestada. Pero no supo o no quiso explicarles por qué.

—Carajo, ¿qué puede haber pasado?

—La deben haber agarrado sin documentos, Gaby, a veces pasan esas cosas.

Entonces llamaron al cónsul argentino en Milán, a ver si sabía algo. "Le habló Gabriela, le dijo que era la hermana de Soledad y le preguntó qué había pasado", dirá Silvia Gramático. "El tipo no sabía nada, le dijo que lo llamara de nuevo en una hora, que iba a averiguar. Cuando volvimos a llamar fue un golpe: el tipo le dijo que estaba muy asombrado por la gravedad de la situación, que no era una pavada. No, dijo que era algo muy pesado".

Gabriela decidió guardarse el secreto, por el momento. "Fue por esa cuestión de protegerla", dirá Gabriela. "Hasta saber bien qué pasaba, de qué se la acusaba. Yo quería hacerlo bien, saber qué decirles. No quería ir a decirles 'Soledad está presa'. Quería tener el abogado, decirles 'Soledad está presa, pero no se preocupen que hay alguien que se está ocupando del tema'".

Aquel sábado Gabriela volvió a hablar un par de veces con el cónsul, que le explicó que su hermana estaba acusada de ecoterrorismo. Y el domingo llamó a un abogado muy amigo suyo que se puso en campaña para ayudarla: el lunes a primera hora ya se había comunicado con un abogado milanés con relaciones argentinas, Ugo Pruzzo. El martes, Pruzzo les mandó los primeros faxes con precisiones sobre los motivos del arresto.

"Recién ahí, cuando me dijeron bien los cargos y ya tenía el abogado, hablé con papá", dirá Gabriela Rosas. Y los dos se pusieron de acuerdo en no decirle nada a Marta Rosas.

—¿Por qué?

—No sé. No teníamos huevos para decírselo, esperábamos un milagro del cielo, que pasara algo y Soledad saliera y ya está, fue un mal sueño, no hace falta que se entere. Yo esperaba que pasara algo así y no tener que decírselo a nadie, que fuera una pelotudez, que no pasaba nada, que no era nada serio, que se había afanado algo. Jamás me imaginé que la acusación era tan seria.

—¿Ni siquiera cuando te dijeron que era por ecoterrorismo?

—No, no caía. Pensaba que se habían equivocado de persona, no sé. Pensaba cualquier cosa, que en una semana ya está, que estaba detenida en una comisaría. Nunca me imaginé que estaba en una cárcel de alta seguridad en Torino. Yo esperaba sinceramente no tener que decírselo a mamá.

"Yo me acuerdo que cuando Sole cayó presa, un día Gabriela se va muy temprano con Silvia y me dice 'mami, quedate, Silvia quiere que la lleve con el auto a ver una cosa', era un sábado a las ocho de la mañana. Yo le creí", dirá Marta Rosas. "Y a la semana siguiente, no sé si estaba durmiendo la siesta pero sé que estaba acostada y que vino Luis con Gabriela, me despertaron y me dijeron 'te tenemos que contar una cosa de Sole'. Yo le digo 'bueno, ¿qué pasa? ¿Está embarazada?'. Y me dicen 'no, no está embarazada; está presa, pero no te preocupes'; todo así como que ya se resolvía. Me dijeron que era un problema de documentos, nada grave. Es más, yo decía que cómo podía ser, que estaban violando los derechos humanos, que no se puede tener incomunicada durante tanto tiempo a una persona indocumentada. Porque ellos no me explicaban cómo era el asunto. No entiendo por qué no me lo dijeron desde el principio, son esas estupideces que hacen algunas personas pensando que te protegen cuando en realidad te hacen mucho más daño. Es el día de hoy que no lo entiendo".

Después los Rosas le pidieron a Silvia Gramático que no dijera nada: como el asunto no había salido en los diarios argentinos, aquí nadie se había enterado. "Ellos me pidieron que no se lo dijera a nadie", dirá Silvia. "Que si alguien me preguntaba por Sole yo dijera que ella seguía en Europa, paseando, todo bien".

"Amor, buenas noticias", escribió ese domingo 15 Soledad. "Hay una guardia acá que se llama Antonella, siempre fue buena conmigo, me resolvió muchos problemas acá adentro, y ahora me llamó para preguntarme qué día quiero hablar con mi familia. Este sábado parece que voy a poder. Estoy muy contenta, así no se preocuparán por mí. Acá adentro cuando encontrás a una buena persona le ponés todas tus esperanzas. Antonella me da consejos, también ella me dice que la mejor defensa es el silencio. Quedate tranquilo que ni siquiera con ella hablo más de lo necesario pero se ve en sus ojos que es buena. Ella me dice que me respeta porque yo la respeto y que si salgo de acá no me olvide de ella.

"Y la segunda buenísima noticia es que casi seguro puedo tener la entrevista con vos. Llené todos los papeles y ella hará personalmente todo lo posible para que nos dejen.

"Amor mío, quedate tranquilo que nos vamos a ver pronto, estoy segurísima. Hacé visualizaciones de nosotros dos juntos y vas a ver cómo se hace posible. Y también ruego que no me den el arresto domiciliario. Debo ser la única persona del mundo que prefiere no salir de la cárcel. Claro que quiero salir, pero solo con vos, ya sabés.

"Chau, nos hablamos más tarde.

"Edo, hoy ya te escribí tres cartas pero ninguna me gusta y ahora empiezo otra porque quiero comunicarme con vos pero mis ideas están confusas, no consigo expresarme bien. Esta mañana me levanté y me di una ducha y lavé mi ropa. En el baño tuve un encontronazo con una chica, quería sacarme de la pileta, me dijo que ella la necesitaba. Después a la tarde, en el recreo, siempre hay cuatro que creen que porque hace más tiempo que están acá tienen más derecho a jugar, pero todas queremos pasar el tiempo. Mirá que pelearse por esas cosas. Esto es lo que me pone mal, tanta competencia, tantos chismes, celos, faltas de respeto, tantas conversaciones sin sentido, tanta obscenidad y ninguna solidaridad, o casi ninguna. No quiero contarte con detalle todo esto porque a vos también te pasa lo mismo, espero que no, yo pienso que las mujeres son peores que los hombres.

"Acá hay cinco que se gritan en el corredor todo el día, si no las mandás al carajo te aplastan, a mí me da lo mismo pelearme o no, no son mis amigas, estamos juntas por fuerza y no por elección. Yo sólo quiero estar tranquila y que me respeten, pero hasta son celosas. Ayer una me dijo que mis amigos hacían una manifestación por mí y yo le dije que sería mejor que pensara antes de hablar porque la manifestación era por todos los detenidos e incluso contra la cárcel, pero ellas parecen contentas de estar acá. (...)

"Al final este domingo no hablé con mamá. Pobre, va a empezar a preocuparse porque hace tres semanas que no la llamo. Le escribí una carta y le dije que estaba en la montaña con vos preparando la tierra para hacer un huerto biológico, a la fuerza tengo que ponerme mentirosa.

"¿Sabés qué? Ahora me siento un poco hinchapelo tas con vos (y te escribo cartas de una chica de 15 años) pero en lo que siento soy sincera.

"Si hay algo que no te va en todo lo que te escribo decímelo. Yo solo quiero hacerte compañía y también quiero que al menos a través de estas hojas sientas el amor que siento por vos. Quizás ya te lo dije demasiado y te rompo las bolas. Bueno ahora te dejo, espero que te llegue esta última carta. Acordate que si la celda donde estás da a la sección femenina, podés agitar una camiseta tuya, así te veo. (...)

"Ahora son más o menos las nueve de la noche y terminé de leer toda esa mierda de hojas que nos dio el abogado, y todo eso me hace sentir mal y hasta me da miedo tomar conciencia de la gravedad del asunto. También me siento mal, casi sucia, de saber que esta gente de mierda se ha metido en nuestra vida. No sabés cuánto asco me da. Quiero saber de vos lo más pronto posible, decime qué pensás de estas hojas.

"Te quiero y te necesito tanto, siento que esto es una pesadilla, la cosa más horrible que sentí nunca. Esta vez te pido ayuda, por lo menos dos palabras que me hagan sentir bien. Espero que esto se termine pronto, no quiero más.

"Siempre, tu pequeña Sole".

La vida en la cárcel se le iba volviendo una rutina: es curioso como casi cualquier cosa puede volverse una rutina. Soledad leía los libros que le mandaban sus compañeros, escuchaba la radio, se preparaba las verduras que podía conseguir, se lavaba la ropa, trataba de charlar con otras presas. Su relación con ellas no era fácil: muchas la consideraban una rara, una especie de caprichosa que ni siquiera había tenido que robar para vivir o acuchillar a un hombre porque no quería que le pegara más: una nena con veleidades revolucionarias. A veces se peleaba con algunas; con otras se iba haciendo amiga. Pero su actividad principal seguían siendo las cartas:

"Hoy me desperté bien, al alba, cuando empieza a aclarar y me puse a hacer yoga, estaba lo más tranquila. Después limpié y me comí el desayuno, una naranja, una manzana y una zanahoria", le escribió a Edoardo el martes 17. "Después leí un libro de la guerra civil española. Lo que más me acuerdo de nosotros dos es cuando estábamos en España, el mar en Cádiz, qué belleza, y cuando estábamos en la casa rodante. ¿Te acordás de esa noche? Desde medianoche hasta las cuatro y me acuerdo de todo, amor mío, todo lo bello que vivimos juntos. Nuevamente me desperté romántica. ¿Te parezco demasiado infantil? Espero no aburrirte.

"Esta noche soñé que estaba en el supermercado haciendo las compras, estaba sin vos y no sabía qué comprar, hacía todo mal, hasta que en un momento ni siquiera sabía dónde estaba mi carrito. Al final lloraba porque te buscaba y no te encontraba".

Eran momentos: el desasosiego de quedarse sin el hombre que había adoptado como guía. Pero en esos días recibió una carta de él —que se ha perdido, que parece haberse perdido— donde Edoardo le contaba su mayor preocupación: se sentía terriblemente culpable "por haberla metido en este asunto", responsable de su encarcelamiento, desconsolado. Lo mismo les había dicho a sus padres, que pudieron visitarlo por primera —y única— vez el lunes 16:

—Yo lo que no soporto es que por mi culpa la gente que quiero está pasándola mal. Tengo miedo de que mi hermano tenga problemas en el trabajo por mi culpa. Y por ustedes, que se tuvieron que aguantar a todos esos hijos de puta por mi culpa.

Su padre trató de tranquilizarlo pero era cierto que la había pasado muy mal: al día siguiente de las detenciones en Collegno, dos docenas de policías se habían presentado en su cabaña de la Valchiusella para ponerlo todo patas para arriba. Dijeron que buscaban pruebas y se llevaron la mayor parte de sus herramientas —para ver si eran robadas. Y una impresora que Edoardo les había llevado un tiempo antes: los policías decían que era la que habían robado en la Municipalidad de Caprie.

—Y sobre todo me preocupo por Sole, tan jovencita, tan fresca, quién sabe cómo va a poder aguantar la cárcel, y todo por mi culpa.

Soledad no estaba de acuerdo: le parecía que esa culpa la menospreciaba y contestó aquella carta con un tono entre gracioso y decidido, casi peleador; era una discusión que ya habían tenido alguna vez:

"Amor mío, ¿sabés una cosa muy importante? Decile al chico que duerme con vos que se está equivocando mucho. Vos a mí no me metiste en ningún quilombo. Yo soy un ser independiente y todo lo que hago lo decido yo, ni vos ni ninguno son responsables de mi arresto. Él dice que vos me hiciste arrestar y eso no lo puedo permitir. Nosotros dos nos encontramos bien juntos y por eso hicimos cosas juntos, y todavía otro motivo muy importante es que compartimos una idea. Ése no tiene nada de razón. Vos no tenés ninguna responsabilidad y no tenés que sentir ningún tipo de culpa. Quedate tranquilo, amor, vos no me metiste en nada. Soy libre para decidir qué hago y qué no hago".

Quizás la alivió habérselo dicho. Ese mismo día, en otra carta, Soledad le dio una gran noticia: "Tres de la tarde: quiero darte una buena noticia. Hoy empecé a reír. Al menos así el tiempo se pasa más rápido y me divierto un poco. En el patio somos una decena de chicas, más o menos, algunas toman sol, otras juegan al calcetto. Hoy jugamos todas juntas al orologgio di Milano fa tic-tac. Me divertí, me armé un traje de baño y tomo el sol y me gusta mucho y me quedé dormida. A esta hora me llega el correo. Qué bueno, hay una carta tuya. Voy a leerla.

"Amor, gracias por esas bellas flores que me mandaste. Son tan lindas, mucho más lindas que las que estaban en la cocina. ¿Sabés una cosa? Sos más dulce que toda la miel del mundo, a tu manera tan especial. Sos especial para todo y eso te hace ser único. No hay nadie en el mundo como vos, estoy segurísima de eso, tan segura que tuve que venir hasta Italia para encontrarte.

"Las dos últimas noches soñé con vos. La primera entrabas en mi celda con el abogado y preparábamos una historia para hacerte salir. Al final yo te abría la ventana y salías. Y esta noche he soñado que volvíamos a la Casa. Todas mis plantas estaban todavía vivas, yo les daba mucho agua.

"¿Escuchás la radio, ahora? Han puesto tangos para mí, para todos nosotros, y no te podés imaginar lo que me hace sentir. Me da tanta fuerza, me hace salir por la ventana, me libera el corazón. Me permite volar, que es tan importante acá adentro. En este momento me siento mucho más libre, yo, que toda esta mierda de guardias que veo dando vueltas acá adentro, porque mi cabeza es libre, cada día más libre".

4. MUERTE DE UN ANARQUISTA

En las calles de Turín los anarco-punx-okupas trataban de mantener vivo el asunto. Era, por supuesto, una cuestión de solidaridad, pero también de supervivencia: tenían la clara sensación de que la ofensiva les apuntaba y que si dejaban pasar sin más reacciones este intento de criminalización de todas sus actividades en poco tiempo más estarían dadas las condiciones para su destrucción definitiva. Varias veces, en esos días, grupos de veinte o treinta interrumpían una avenida con alguna puesta en escena o simplemente gritos y petardos; el miércoles 17 dos docenas de anarquistas entraron en la oficina de
La Stampa
en la calle más elegante de Turín, via Roma 80. Llevaban bengalas amarillas, serpentinas y gusanos, pintaron la A en la pared de mármol, filmaron todo con una video y dejaron volantes —firmados Moscas Blancas — que resumían su relación con la prensa: "Terroristas son los periodistas".

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