Amos y Mazmorras II (35 page)

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Authors: Lena Valenti

Tags: #prose_contemporary

No. No lo sabía. Y recibir esa información la inquietó. ¿Cuándo le diría lo que sucedió entre Sharon y Prince? Ardía en deseos de que se lo dijera.
—¿Cómo se la hizo?
—Hace un año. Se encontraron en un local al que yo también acudía. Prince se emborrachó y se propasó. Lion quiso ayudarlo a salir del local, pero Prince se revolvió y le dio un puñetazo... Llevaba un anillo en el dedo y cortó la ceja de Lion.
—Vaya... Lion no me había dicho nada. Antes eran buenos amigos, ¿no?
—Antes, todos éramos muchas cosas que ahora no somos. No hay que darle más vueltas —contestó sin ceremonias.
—Sobre todo si el pasado duele, ¿verdad, Reina?
—Tú no sabes nada de mí ni de mi pasado.
—Sé de tu presente; y lo poco que he podido ver es que tienes anhelos, como cualquier mujer enamorada y no correspondida. Y juraría que Prince tiene mucho que ver en tu desdén.
—No cruces la raya, guapa. Tú y yo no somos amigas.
—En eso te doy la razón. —Cleo alzó la copa con un gesto rebelde y temerario—. Mis amigas no me dan por culo.
Sharon se echó a reír un poco más relajada.
Ambas bebieron de sus copas tropicales de nuevo.
—¿Qué quisiste decir con lo que le contaste a Lion esta mañana mientras se peleaba con Prince? —preguntó Cleo. Cualquier información sería bien recibida.
Sharon comprendió al instante a qué se refería la joven deslenguada.
—Quise decir exactamente lo que quise decir. ¿Qué pasa, Lady Nala? —La miró por encima de su bebida rojiza—. ¿No sabes cómo sacar de su guarida al Rey León?
Cleo tuvo ganas de soltar una carcajada. Era especialista en desquiciar a Lion; esa mujer no tenía ni idea.
—Lo que no sé es cómo hacer hablar a un animal —repuso. Sharon la miró con impaciencia.
—Tómatelo como un juego de rol de DS. Ni los muebles ni los animales hablan, ¿verdad? Pero eso no nos impide jugar con ellos. Lo que tienes que hacer es conseguir que entren en tu juego y que acepten que tienen que obedecerte. Obliga al león a hablar y doma al hombre.
Cleo habría invertido el símil. Habría dicho: obliga al hombre a hablar y doma al león. Pero Sharon quería dar a entender lo que quería dar a entender: el hombre era más salvaje que el animal.
—Gracias —soltó Cleo de golpe.
El tono fue tan sincero que Sharon le prestó toda la atención.
—¿Por qué me das las gracias, switch? —le preguntó incómoda, deseando retirar esas palabras de la boca de Cleo.
—Por actuar en la mazmorra.
—No lo hice...
—Ya sé que no lo hiciste por mí —la cortó Cleo levantando la mano libre—. Pero si lo hiciste por Lion, también lo hiciste por mí; y te lo agradezco.
La rubia dejó escapar un ruidito incrédulo de sus labios.
—No fue solo por Lion. Fue por mi propia salud mental —contestó sombría—. Hay cosas que no puedo permitir y por las que no paso. —Se recompuso rápidamente, alejando sus demonios—. Ni como ama —puntualizó guiñando un ojo—, ni como mujer. Todas tenemos nuestros leones, ¿verdad? —Dio un paso, alejándose de ella y le mandó un beso a través del aire—: Un placer hablar contigo, leona. Felicidades por llegar a la final.
—Gracias —repuso Cleo con la boca pequeña, observando cómo la espléndida
dómina
se alejaba entre la multitud.
Estaba conociendo a individuos inquietantes y diferentes, de intensas personalidades. Prince, Sharon, Markus y el mismísimo Nick...
¿Qué rocambolescas historias habría tras ellos?
Seguramente no tan emocionantes como la que había entre ella y Lion. Nadie sabía que eran agentes federales. Y nadie debería sospecharlo nunca, o todo acabaría muy mal para ellos.
Buscó entre la multitud para ver si hallaba a Claudia. Pero, esta vez, el Ama Switch no estaba en la cena.
Dejó el coco sobre la barra, y alejó a un par de Criaturas que deseaban bailar con ella. Pero a ella no le apetecía bailar; no había ninguna
performance
que hacer.
Se despidió de Nick y esperó a que su rubio amigo se librase pronto de Thelma. Porque el agente sumiso tenía ojeras y se le veía cansado.
Después de dejar atrás la arena de la playa privada del Westin, se internó en la zona de las piscinas; pasó de largo el chiringuito de madera y paja del puente de la piscina mayor. Esperaba, con todo su corazón, que Lion no se la hubiera vuelto a jugar y la hubiera dejado sola y fuera de la misión. Eso no lo podría superar jamás.
Entonces, escuchó un gemido y un golpe duro y seco.
Cleo miró tras ella y centró sus ojos verdes en el chiringuito. El sonido había venido de allí.
Cleo se aproximó poco a poco, de puntillas, y asomó la cabeza en el interior. Se quedó consternada. El agente Romano estaba sentado sobre la espalda de un hombre castaño, sin camiseta, con los pantalones bajados hasta las rodillas y el culo al aire. Tenía tatuajes de zarpas por la espalda. Lion le retorció el brazo y lo dejó inconsciente de un golpe en la cabeza.
—¿Lion? —preguntó Cleo atónita—. ¡¿Pero qué es esto?!
Lion alzó sus ojos azules oscuros, levantó los brazos y la metió dentro de la cabaña, pasándola por encima del mostrador.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Lion.
—¿Yo? ¿Quién es este hombre? ¿Qué haces tú aquí?
Lion repasó su atuendo y le lanzó una mirada interrogativa. Esa pregunta debería hacerla él. Pero ya hablarían de eso más tarde.
—Trabajando —se levantó sudoroso, pasándose el antebrazo por la frente, y respirando con dificultad—. Este es el tipo que hizo la foto.
—¿Cómo? ¿La foto que supuestamente recibió Claudia?
—Sí. Joder, Cleo —repuso agotado—. Cuanto más me acerco a la verdad, menos me gusta.
Cleo tragó saliva y se acercó al tipo inmóvil.
—¿Quién es?
—Se llama Derek. Es parte de las criaturas, un switch —lo cargó por debajo de los hombros, y lo metió, inconsciente, atado de pies y manos y amordazado, bajo la barra del bar.
Cleo se agachó con él.
—¿Dónde... Dónde has estado, Lion? —necesitaba más respuestas. Había un hombre inconsciente en el chiringuito—. ¿Cómo lo has encontrado? Si lo retenemos aquí, nos denunciará cuando se despierte...
—No, no lo hará —repuso Lion.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Por esto. —Sacó un frasquito con una aguja diminuta—. Verted líquido. Provoca amnesia.
Cleo se horrorizó.
—¿Esto es legal?
—Para nosotros sí —contestó Lion.
Cleo se tapó el rostro con ambas manos, negando repetidamente.
—Derek es el tipo que hizo la foto de tu montaje, Cleo.
—¿Cómo sabes tú eso? ¿Por qué estás tan seguro?
—Porque anoche me llevé a Claudia y a Sharon con la intención de aprovechar algún despiste y quedarme con su teléfono. Quería ver quién había sido el que le había enviado el fotomontaje y, de paso, necesitaba investigar un poco a Claudia, porque había cosas de ella que no me cuadraban. Hoy... —Se sentó a su lado—, necesitaba aclararme las ideas. He ido a la base estación a recoger la información que habían tomado de su móvil. Me han insertado un programa en el HTC para localizar la ubicación GPS del teléfono que estábamos siguiendo. Se encontraba en el hotel. Le he seguido y he dado con él. Se estaba retirando de la fiesta.
—¿Qué le has preguntado, Lion? ¿Qué has averiguado?
Lion exhaló y se levantó poco a poco.
—Salgamos de aquí —la tomó de la mano y la ayudó a saltar la barra de bar.
—¿Adónde vamos?
—A la
suite
.
—Ahí no podemos hablar...
—Sí podemos —le aseguró él—. Jimmy y Mitch me han facilitado un anulador de audio. Interfiere sobre los semiconductores de los grabadores de las cámaras y de cualquier micro que haya en la habitación. Es como un iPod nano.
—¿Jimmy y Mitch? ¿Has ido a ver al equipo estación? ¿Por qué no me has dejado ir contigo? —Se detuvo en seco, mirándole acusadoramente—. ¿Por qué me mantienes en la inopia sobre tus movimientos? ¡Trabajamos juntos y no me informas de nada hasta que lo haces! —protestó airadamente.
Lion tiró de ella y la entró en el ascensor. Ahí, la arrinconó contra la pared y pegó todo su torso al de ella.
—¿Y eso no te suena de nada? ¿Verdad que molesta que pasen de ti, Lady Nala?
Cleo movió los ojos con comprensión. Sí. Ella había hecho lo mismo. Se relamió los labios, consciente del peso de su cuerpo, del olor a limpio de su piel y de lo bien que le quedaba aquel polo verde oscuro ajustado.
—No te costaba nada decírmelo —susurró. Dios, trinaba. Trinaba por dentro. Y, al mismo tiempo, lo amaba.
—Sí, eso mismo he pensado yo cuando he llegado y no he visto ni una puñetera nota que me dijera dónde estabas. Además, esta conversación es como un
déjà vu
. ¿No la tuvimos ayer? ¿Y antes de ayer? Ah no, claro —torneó los ojos—, que entonces eras tú quien me lo hacía y yo quien recriminaba y te exigía que, como tu superior, debías informarme y no hacer nada a la torera, como de hecho, has venido haciendo desde que empezamos el torneo.
Cleo bajó la mirada y la clavó en las puntas de los dedos de sus pies con manicura francesa, como los dedos de sus manos.
Lion la llevó por el pasillo hasta llegar a la
suite
.
Abrió la puerta y tomó el anulador de su bolsillo.
Era como un iPod, en eso Lion tenía razón. Lo dejó sobre la mesa y lo encendió.
—¿Me vas a contar lo que has descubierto sobre Claudia? —preguntó apoyándose en la puerta cerrada—. Pero no hace falta que me digas que es una perra sociópata, porque eso ya lo sé. ¿Por qué empezaste a sospechar de ella?
Lion se giró y la miró con atención. Les separaban un par de metros de distancia, pero el espacio ardía entre ellos.
—¿Te has vestido así para mí? ¿Por qué tengo la sensación de que no es así?
—No respondas con más preguntas.
—Claudia había jugado conmigo otras veces. Yo había acudido a ella para conseguir información sobre los análisis de sangre de los participantes y averiguar donde los enviaban. Pero nunca averigüé nada sobre ello, pues afirmaba que no disponía de más información.
Cleo apretó los dientes y miró hacia otro lado. De acuerdo: Lion tenía un pasado, eso ya lo sabía. Pero no le gustaba.
—¿Habíais tenido sexo?
—Sí. Sexo BDSM.
—Como lo que tienes conmigo.
—¿Intentas iniciar una riña, Cleo? —preguntó siseando.
Cleo negó con la cabeza.
—Disculpa, señor. Continúa; no te interrumpiré más.
Lion exhaló y dejó caer la cabeza hacia atrás.
—Claudia es una Ama Switch muy popular. Eso ya lo sabes. Mi intención al entrar con ella era la de llegar a la final con total seguridad. El domingo, cuando llegamos a las Islas Vírgenes, se cayó algo de su mochila que me extrañó bastante —entró en el baño. Se sacó el polo por la cabeza y se dispuso a lavarse las manos con jabón—. Un pequeño paquete de
piercings
de acero, ideales para la zona del perineo. En un extremo tienen la M y, en el otro, la P.
—Las iniciales de Mistress Pain —caviló atenta, apoyándose en la puerta del aseo, mirándolo a través del espejo. «Toma tableta que tiene el moreno».
—Exacto, señorita Connelly. Son piercings de propiedad entre amos y sumisos. ¿Qué necesidad tenía Claudia de traer una bolsa con esos abalorios si iba a ser mi esclava? ¿Cuándo pensaba colocarlos y para qué?
—Los cuerpos sin identificar de los sumisos hallados al sur de Estados Unidos tenían agujeros entre los testículos y el ano. Señal de que habían llevado
guiches
. ¿Estás pensando en Claudia? —preguntó asombrada—. ¿De verdad?
Lion se encogió de hombros. Agachó la cabeza y se remojó la cara.
—Para empezar, me sorprendió que la hubieran aceptado de nuevo, para disfrutar de las actividades del torneo, cuando tú la eliminaste el mismo lunes. Y, después, ayer noche dijo algo que me sorprendió: me enseñó la fotografía que le habían enviado con la intención de desestabilizarme y ponerme celoso; y dijo claramente que era Peter Bay.
—¿Cómo lo sabía? ¿Por qué sabía que era Peter Bay? Markus dijo que la ubicación de su casa era secreta y que solo la sabían los Villanos, pues era quienes le habían facilitado la casa.
—A eso me refiero. Claudia lo sabía y, posiblemente, se le escapó. Por eso he querido contactar con el que le envió la foto y saber quién le había ordenado que lo hiciera. ¿Y sabes qué me ha dicho? Que se lo pidió su ama. ¿Y quién es su ama?
—¿Quién?
—La mismísima Sombra espía; conocida secretamente por sus sumisos como... Mistress Pain. Le he bajado los putos pantalones al sumiso para comprobar si tenía un guiche en la zona perianal —se excusó—. No soy gay, no he hecho nada con él.
—No lo he dudado —repuso divertida.
—La cuestión es que ese tipo tiene un guiche de propiedad. Con una M y una P en sus extremos.
—Dios mío... —Cleo se cubrió la boca con las manos. ¿Claudia era Sombra espía y formaba parte de los Villanos? Increíble. Sabía que esa mujer no le gustaba, pero lo que no se imaginaba era que estaba tan involucrada con los villanos—. ¿Claudia es Sombra Espía?
—Claudia conoce a todos los participantes del torneo, y sabe sus puntos flacos. Sombra Espía es como un chivato. Los villanos necesitaban su información para hacer las pruebas de este día, para los desafíos grupales. Claudia supo que yo tenía una debilidad contigo; y tú no ayudaste en cuanto te atreviste a echarla del torneo a las primeras de cambio. Y, entonces, decidió joderme con lo de la foto y con lo del trío. Por eso los Villanos plantearon esa prueba. Todo cuadra.
—Entonces, si Mistress Pain es Sombra espía... Ella sabe quiénes son los Villanos. Trabaja con ellos.
—Obviamente. Debemos seguirla y estar atentos a sus movimientos. Ella nos llevará directamente hasta ellos. Por el momento, tengo una copia de su teléfono y recibiré en mi HTC las llamadas que reciba Claudia, así como las que haga a partir de ahora.
—¿Ha hecho alguna más?

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