Read Amos y Mazmorras II Online

Authors: Lena Valenti

Tags: #prose_contemporary

Amos y Mazmorras II (44 page)

—Las hermanas Connelly —exclamó Magnus colando la cabeza entre ellas.
Cleo lo miró y sonrió.
Magnus iba acompañado de Tim, que miraba embobado a Leslie. El capitán le cogió la nariz a Cleo y le pidió un baile.
—Teniente Cleo —hizo una reverencia—. Has regresado de tus vacaciones y todavía sigues de fiesta... ¿Qué te parece acompañarme en esta canción?
Leslie dio un sorbo de su cerveza y alzó la mano para saludar a su madre y a su padre, que se acercaban a ellas corriendo.
—Mira C: papá y mamá vienen a achucharnos —dijo entre dientes.
La simpática de Darcy venía con su consuegra Anna cogida del brazo. Mientras, Charles y Michael paseaban tras ellas, admirando el grupo de jóvenes que cantaban con voces tan armónicas.
—¿Estos son gays? —se preguntaban el uno al otro.
Darcy y Anna abrazaron a las dos hermanas.
—Aquí está mi maravillosa hija mayor que ha sido capaz de pasarse casi dos semanas sin llamarme ni decirme nada.
Leslie sonrió con educación y devolvió el abrazo a Darcy.
—Lo siento mamá, he estado muy ocupada. —Le guiñó un ojo a Anna y esta se echó a reír.
—Eso sí: insisten en dejarme a sus bichos verdes y miopes para que se los cuide. ¿Cuándo cuidaré a mis propios nietos? Quiero a bípedos. Cleo y Leslie se miraron la una a la otra con cara de póquer. —Te ha mirado a ti, L.
—No —respondió Leslie—, te ha mirado a ti, C. De hecho tiene su atención periférica centrada en ti. Solo en ti.
Darcy le pellizcó la mejilla a Leslie y, después, dedicó toda su atención a su hija pelirroja. Se puso las manos en la cintura.
—Hija mía, estás hecha un mapa, cariño —la reprendió.
—He demandado al hotel por tener unas escaleras en tan mal estado —mintió Cleo.
Como todavía tenía cortes y puntos, tuvo que poner la excusa de que las escaleras de una de las cabañas en las que se hospedaban se partió mientras ella subía a su habitación. Ahora incluso se convertiría en guionista.
—¿Vas a bailar con este chico? —preguntó Darcy dejando el bolso a Anna.
—Bueno, pues sí iba a hacerlo pero...
—Ah, pues se perdió tu turno —repuso su madre llevándose a Magnus y colgándose de sus anchos hombros.
Cleo y Leslie se echaron a reír. Pero entonces, Anna, la madre de Lion, ex consuegra suya, se acercó a las dos hermanas con su dulzura y su exquisita educación y les dijo:
—¿No os importará que después de ella vaya yo? Creo que hay que disfrutar de la buena salud de Nueva Orleans.
Que era como decir: como tengo a mi marido que tiene una única abdominal y no está tan prieto como el moreno de ojos verdosos, aprovechemos el producto joven y criollo y ¡palpemos que no es pecado!
Magnus habría sido una pareja ideal para ella, pensó Cleo mientras lo observaba bailar y sonreírle a su madre.
Los dos trabajarían juntos, sin demasiados sustos. Su madre estaría eternamente enamorada de él... ¿Por qué ella no podía estarlo también?
De hecho, ellos dos se llevaban muy bien. Magnus era simpático y divertido; y nada dominante. No como Lion.
Magnus cedía; y a Lion le costaba.
Magnus nunca la había herido. Lion la había hundido.
Sí: todo habría sido más sencillo con Magnus.
Pero el amor verdadero no era sencillo. El amor de verdad era una flecha de doble púa que una vez te alcanza, es casi imposible de arrancar; y si lo haces, los daños colaterales son más graves y sangrantes.
Nunca había creído en los cuentos de hadas. Y ahora menos.
Las dos hermanas se dieron la vuelta para observar a la multitud. Aquella mañana, el Barrio Francés se había despertado con impactantes primeras planas en los periódicos. Hablaban de Billy Bob y su trágica muerte; y del negocio del ron y las tendencias sádicas de los D’ Arthenay. Pero, en realidad, nadie conocería hasta qué punto todo aquel tema del sadismo y los Villanos era turbio, lleno de sombras, sin claros.
¿Tendrían secuelas?
Sí. La peor de todas, además de haber perdido a Clint, y de la muerte de Thelma, era saber que había perdido su corazón.
En el parque Louis Armstrong había una figura exacta de bronce del gran músico de jazz, y una escultura dedicada al recuerdo de los esclavos criollos. Lo rodeaba un jardín espacioso y un pequeño estanque bordeado por un pequeño puente por el que se podía caminar.
Y fue allí, en ese puente, donde Leslie posó su mirada plateada y no la volvió a apartar.
—Dios mío —murmuró Cleo—. Mohicano a las doce.
—Lo he visto —aseguró Leslie—. Así que me ha encontrado... —sonrió y se dio la vuelta, ignorándolo.
Markus negó con la cabeza y se echó a reír.
—¿Adónde vas, Les?
—Voy a jugar al gato y al ratón —contestó besando la mejilla de su hermana—. ¿Estarás bien?
—Sí. —mintió. Pero cuando su madre y su ex-suegra dejaran de tocar a Magnus, tal vez ella podría bailar con él y olvidar—. ¿Vienes a dormir a casa?
—Claro —frunció el ceño.
—No vienes. Ya lo veo venir.
—Oye, ¿por quién me has tomado?
—Ya... ¿Quién es el gato y quién el ratón?
—Bueno, yo soy la gata —le guiñó un ojo—. Buenas noches, ratona. —Se alejó de su hermana al ver que Markus caminaba hacia ella.
Cleo no sabía qué pensar. Leslie parecía muy cómoda jugando con Markus. Era extraño verla así: tan atrevida y segura de sí misma. Bueno, ella siempre había sido así. Pero la novedad era ver esa actitud con un hombre. Uno que le gustaba, al parecer.
Markus pasó por el lado de Cleo.

Khamaleona
—la saludó con la mirada amatista fija en el vestido violeta que desaparecía entre la gente.
—Markus.
Cuando los dos desaparecieron de su visión, se dio la vuelta para dirigirse al puente y disfrutar la fiesta desde allí, mientras les echaba los trocitos de rebozados a los patos del estanque.
Los Westlife bajaron del escenario, y le tocó el turno a una chica llamada Tata Young, parecía asiática.
Bloody valentine
cantaba.
Primero sonaron las teclas de un piano. Y después empezó el ritmo pegadizo.
Cleo cerró los ojos y se dejó llevar por la melodía.
Los seres humanos como ella era tan musicales que sus emociones se modificaban con el sonido de las notas correctas. Con las palabras susurradas, cantadas...
Cleo empezó a mover las caderas levemente; pero unas manos duras y exigentes detuvieron su vaivén.
Abrió los ojos y no se atrevió a mirar tras ella.
Olía a él. Al león que le había desgarrado el alma al rechazarla de aquel modo en el hospital.
—Me han dicho que no quieres volver al FBI.
Silencio.
—¿Cleo?
—¿Y a ti qué te importa lo que yo quiera hacer?
—Leona... —murmuró Lion pegando su cuerpo a su espalda—. Todavía tengo cosas que decirte; cosas que para alguien como yo no son fáciles de admitir.
—¿Qué haces aquí? ¿Ya estás bien? —preguntó retirándose de él.
—No. No estoy bien —contestó con humildad.
—Si estás convaleciente, deberías estar en el hospital, donde nadie pueda verte. Ah, no. Que la única que no podía verte era yo.
Lion cerró los ojos y hundió la nariz en su pelo.
—Quiero disculparme. No te apartes.
—Tú me alejaste —replicó apretando los dedos de las manos y clavándose las uñas en las palmas.
—No. No es verdad.
—Sí. Pasé cuatro días deseando verte. Y tú no me dejaste entrar ni una vez. No querías hablar conmigo... Después de todo lo que hemos pasado juntos... Me trataste mal. No tienes ni puñetera idea de cómo tratarme.
—Cleo... —susurró acariciando su nuca con su nariz—. Déjame decirte lo que me falta por decir; y después puedes decidir qué hacer conmigo. Si quieres, puedes tirarme al estanque para que los patos me coman los ojos.
Cleo resopló irritada.
—El carismático y simpático Lion ha vuelto, eh... Dime lo que quieras. Ya he decidido sobre ti.
—Bien, ¿te importa si te lo digo bailando?
—¿Ahora quieres bailar conmigo?
—Por favor.
—Esta canción es perfecta para nosotros —confesó sarcástica—. ¿Por qué no?
Lion le dio la vuelta y la cobijó entre sus brazos.
Dios, estar ahí era perfecto. Encajaban tan bien... Él la empezó a mover, sincronizados a la perfección. Llevaba una camiseta de manga corta azul oscuro, como sus ojos. Estaba muy moreno por el sol que le había dado en las islas. Unos pantalones tejanos claros y sus zapatillas casual blancas de tela, de la marca Adidas, con las rayas en azul, completaban su atuendo.
Y olía a colonia de hombre...
Lion se movía que daba gusto. Era tan sexy bailando... Pero, ¿qué no era sexy de ese amo, por el amor de Dios? Cuando él nació, se llevó todo el pecado terrenal para él.
—Hueles tan bien...
—No, Lion. Basta —suplicó. Volvería a camelarla; y no podía ser—. Dime qué quieres. ¿Qué haces aquí?
Él tomó aire por la nariz y lo sacó por la boca.
—He venido porque la noche que te dije que te quería, me dejé cosas en el tintero. Y es justo que las sepas. Y porque hay una explicación a cómo te traté en el hospital. —Pasó la mano por la espalda de Cleo.
—No me importa.
—No digas eso... Yo... Te mentí.
Ella se tensó entre sus brazos.
—No te quiero —dijo Lion.
Cleo hizo un mohín y luchó por alejarse de él; pero Lion no se lo permitía.
—¡Déjame en paz! —¿Pararía de lastimarla alguna vez?
—No te vayas... Lo que siento por ti es más que querer, es más que amor. Cleo... —sus palabras se precipitaron como el agua de un río desbocado—, mi corazón de hombre y de amo te pertenece desde que tengo ocho jodidos años. Creo que las almas afines se reconocen en cuanto se ven; y que un amo de corazón elige a quien desea proteger y provocar. Yo te elegí aquel día, hace veintitrés años.

 

My Valentine running rings around me...
Hanging by thread but were loosening, loosening...

 

Los ojos de Cleo se llenaron de lágrimas de incomprensión. —¿De qué... De qué hablas?
—Cuando creías que te alejaba o que te trataba mal, era por mi miedo y mi ansia de sobreproteger lo que quiero y me importa —explicó Lion emocionado—. Siempre he sido así. Y contigo más todavía. No quería que te hicieras daño; no quería que hicieras lo mismo que Leslie y yo porque tú eras cuatro años más pequeña y no era tan fácil para ti. Después creciste, y me pusiste tan nervioso... Nunca me hacías caso, siempre me contestabas y me desafiabas. Yo no sabía cómo poner nombre a lo que sentía por ti... Mis amigos empezaban a salir con chicas de su edad y yo estaba obsesionado con una cría de doce años y aspecto de hada. —A cada palabra, Lion procuraba desnudar poco a poco su corazón. Pero teniéndola a ella, tan pegada a su cuerpo, perdía el control—. Fue por ti que me hice amo. Fue en ti en quien pensaba cada vez que una sumisa requería mis servicios, o cada vez que alguien quería jugar conmigo. Yo... Yo solo pensaba en ti, Cleo. Mi deseo de entregarme a alguien, mi deseo de que tú te entregaras a mí... Deseaba verte, deseaba saber de ti. Pero no me atrevía a preguntarte; porque no quería saber si ya habías encontrado a otra persona. Sabía por tu hermana los escarceos que tenías. Pero yo confiaba en mi fuero interno en que tú y yo nos pertenecíamos, y que yo te reclamaría en cuanto acabara la misión de
Amos y Mazmorras
. En cuanto encontrara el valor de exigir todo lo que necesito de ti. Lo tuve claro cuando nos vimos en el Smithsonian. Necesitaba besarte, probarte un poco... Me pusiste como una moto —sonrió melancólico.
—¿Por eso me besaste? —susurró—. Yo pensé que solo querías molestarme.
—Quería calmarme. Quería probarte, por eso te besé. Pensé: un poco de gasolina pelirroja para mantenerme sereno un tiempo más —la abrazó con posesividad—. Ese día juré que serías mía, que estaba cansado de desearte y no ir a por ti. Y, entonces, Leslie desapareció, y el FBI decidió contar contigo. Aquella fue mi oportunidad, y no la pensaba desaprovechar. Por eso pedí ser yo tu instructor. Era mi mundo, un mundo que yo deseaba que tú conocieras conmigo. Mi mundo, mis reglas. Y quería comprobar cuan apasionada y obediente podías ser.
—¿Y qué te parecí, Lion? —preguntó arisca, todavía reticente a mirarlo.
Lion sonrió y apoyó la mejilla en su cabeza.
—¿Que qué me pareciste, leona? Te has llevado mi corazón para siempre.
Cleo emitió un gemido y hundió la carita en el musculoso pecho del agente Romano. Arrancó a llorar.
—Cuando eras pequeña yo te lo ofrecí, ¿sabes? Mi corazón, digo... Un niño de ocho años que no sabía que tenía corazón de amo decidió que solo sería capaz de amar a una mujer. Y eras tú. Pero ahora —su voz se quebró—, ahora me siento indefenso contigo, Cleo. Y no me gusta. Yo quiero cuidar de ti, protegerte... En el hospital estaba tan débil. No quería que me vieras así. No soportaba que me vieras así.
—Te hirieron, Lion —le defendió ante sí mismo—. No eres invencible. Nadie lo es.
—Me da igual. Soy un hombre muy protector con lo que considero mío. Yo no te considero de mi propiedad, yo te considero una extensión de mi alma, Cleo. Me dio vergüenza ser tan poca cosa para ti... Estar postrado...
—¡Tú no eres poca cosa! ¡¿Estás loco?! —le empujó enrabietada—. ¡¿Sabes lo que he llorado estos días pensando que ya no me querías?! ¡Me he... Me he vuelto loca! —Le daba igual montar un espectáculo en plena fiesta.
Lion daba un paso atrás a cada empujón de Cleo. Pero la joven tenía razón. Él mismo se había reprendido por su comportamiento. Había sido un estúpido.
—Solo quería que supieras que no me gusta parecer débil ni ante ti ni ante nadie. Pero he aceptado que a tu lado siempre pareceré débil —se relamió los labios, nervioso.
—¡¿Pues sabes qué?! A mí no me gusta que me hagan daño y jueguen conmigo de esa manera, ¡¿Me oyes?! —le volvió a empujar, con los ojos verdes llenos de lágrimas—. ¡Porque ahora no me creo nada de lo que me dices!

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