Amos y Mazmorras II (42 page)

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Authors: Lena Valenti

Tags: #prose_contemporary

El contacto directo con Markus Lébedev, agente secreto ruso, y la aparición de Leslie Connelly dieron origen a la colaboración conjunta entre el FBI y el SVR, en calidad de amo y sumisa. Markus reconoció a Cleo en una prueba del torneo y se la llevó a Peter Bay, donde tenía a muchas otras sumisas traídas por Belikhov: un mediador ruso entre Villanos y compradores, para que les hiciera la doma. Así entendieron lo que hacían con las mujeres y hombres que secuestraban y adiestraban para ser los esclavos, cachorros y sumisos de auténticos sádicos multimillonarios. Algunos vivirían y serían vendidos al mejor postor; otros morirían en Walpurgis.
Destapó la trama del ron y de cómo Lion sospechó correctamente de Mistress Pain, un ama niña rica y de la Upper East Side de Nueva York, encaprichada con el agente Romano, y responsable de la muerte de Clint Myers; y tal y como después testificó, de los otros dos sumisos sin identificar que se encontraron con sendos
guiches
en el perineo. Sombra espía, como era conocida Claudia entre los Villanos, secuestró a Cleo Connelly y a Lion Romano, llevándolos hasta Tiamat, formado por cinco cabezas pensantes con mucho poder, entre los que destacaban los D’ Arthenay.
Los D’ Arthenay eran una conocida pareja de multimillonarios de Nueva Orleans, cuyo hijo había sido encarcelado por Cleo Connelly, es decir, ella misma. El hecho de que los d’ Arthenay las reconocieran, a ella y a Leslie, como hijas de su misma ciudad y responsables de la infelicidad de su hijo, propició la aceleración del caso. Los D’Arthenay querían una venganza personal; y esperaban acabar con ellas. Pero no lo lograron.
Lion y Cleo escaparon de la gruta en la que estaban a punto de ser cruelmente ejecutados pero, en su salida, Billy Bob murió.
Después de eso, se abortó la noche de Walpurgis gracias a una excelente acción policial conjunta entre los equipos de las Islas Vírgenes, el FBI y la SVR.
Venger era Yuri Vasíliev, heredero de una dinastía siderúrgica única en Rusia. Su padre, Aldo Vasíliev, era uno de los diez hombres más ricos del país. El SVR estaba investigando la relación de Vasíliev con el negocio de la prostitución y la trata de esclavas en su tierra.
Tiamat estaba formado por los D’ Arthenay, un banquero americano que había triplicado su patrimonio comprando créditos baratos llamado Leonard Necho, y los gemelos Taylor, los propietarios de una cadena de hoteles que habían fundado su padre, Jonathan Taylor.
Todos estos personajes eran descendientes de la Old Guard o de simpatizantes de ellos. Tenían inclinaciones sádicas y una alta propensión a experimentar placer al controlar el dolor, el sufrimiento y la muerte ajena. No pretendían nada con ello, no buscaban nada con ello.
El procedimiento era el siguiente: pedían hombres y mujeres, trataban con Belikhov, y Belikhov se las facilitaba mediante sus contactos. A algunos los captaban a través del foro
Dragones y Mazmorras DS
, como había pasado con Irina, pero la mayoría eran facilitados por su propia red de tráfico. Los Villanos los redirigían a los amos que tenían contratados para su doma y sus disciplina. Los amos y amas trabajaban con ellos durante un máximo de dos meses, con el objetivo de ayudarles a soportar cuanto más dolor pudieran mucho mejor. Buscaban resistencia; personas que no pudieran sucumbir fácilmente ante un castigo; y por eso los adiestraban con ayuda de las drogas
popper
y
crystal
.
Después de la doma, los devolvían a los Villanos. Y, tal y como habían hecho esa noche, los mostraban y los vendían a un montón de millonarios en línea que los compraban vía webcam y paypal. Y aquellos que no quería nadie los llevaban a la hoguera y los castigaban para sacrificarlos y entregarlos como ofrenda al dios Beltane.
¿Por qué hacían eso? Había cincuenta personas encarceladas a punto de ser sometidas a juicio. Cincuenta hombres y mujeres que habrían disfrutado de una noche en la que torturarían, mutilarían y acabarían haciendo una cremación de todos esos sumisos que se habían entregado a ellos, confiados y drogados hasta las cejas. ¿Y qué responderían en el juicio esos cincuenta imputados? Lo mismo que habían contestado en las interrogaciones.
—¿Por qué el sadismo? ¿Por qué matar?
—Porque la vida no aporta nada nuevo. Porque no hay mayor entretenimiento ni mayor poder que saber que tienes entre tus manos la última brizna de oxígeno de una persona. Ese es el placer que le encontramos. Hallar en la confianza y la fragilidad de otros todo tu poder.
Ese era el lema del maltrato: abusar de la fragilidad y de la confianza de otros, de saber que se atrevían a ponerse en tus manos, atados, sometidos..., esperando aquello que les haría volar, para encontrarse con la otra cara de la moneda: Un abusador que golpearía, cortaría, violaría y reduciría cada parte de su alma.
Y esa era la diferencia entre los Villanos y lo que Cleo había visto en Sharon, Prince, Brutus, Olivia, Lex, Cam, Nick, Louise Sophiestication (Sophie), Thelma, Markus, Leslie y todos los participantes que venían a jugar sanamente al torneo de
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; auténticos amos y sumisas que lo veían como un juego, como una práctica sexual, sana, segura y consensuada.
Los auténticos amos y amas alimentaban y reforzaban esa confianza, demostrando que el dolor solo era una antesala del placer; y nunca era dolor extremo. La dominación y la sumisión de
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no tenía tendencias sádicas.
Los sádicos con sociopatías, como todos los multimillonarios aburridos de su realidad que formaban los Villanos, destruían y se centraban en el dolor y en el sometimiento auténtico hasta el extremo de arrebatar la vida.
Saber que ese tipo de gente existía, y que no estaba tan lejos de ella como se pensaba, le asustó. Pero debía seguir adelante.
¿Seguía viva, no?
—Agente Connelly, su informe es exquisito. —La felicitó el subdirector.
—Gracias, señor —contestó con la mirada fija en la sala de espera del hospital.
—Será un honor oficializar su contrato con el FBI. Ya es una de los nuestros y, además, con matrícula —le dio la mano con afabilidad.
Ya era una de ellos. Ya era una agente doble del FBI.
Cleo estudió la mano que brindaba el subdirector y pensó que, seguramente, no sería una mano que se pondría en el fuego por ella.
La única mano que lo había hecho había sido la de Lion. Y el resultado lo tenía enfrente de sus narices: Lion había resultado gravemente herido; y aunque ya estaba fuera de peligro, Cleo nunca olvidaría las horas que estuvo con él en el helicóptero, taponando la herida, esperando a que la sangre no encharcara sus pulmones.
Un rostro tan hermoso como el de Lion, con ese increíble y tierno hoyuelo en la barbilla y aquellas facciones tan perfectas, nunca debía tornarse cerúleo como lo había hecho en aquellas horas agónicas.
Dios, estaba tan enamorada. Tan loca de amor por él. Tan ansiosa y adicta a sus palabras, a su toque, a sus sonrisas y sus bromas... Lion había despertado hacía veinticuatro horas; y las dos veces que había entrado a verlo, había tenido la mala suerte de encontrarlo dormido.
Parecía que lo hacía a propósito.
Porque no quería volver a pasar por lo mismo; porque no podría vivir así con él, con esa angustia, con ese miedo arrasador. Cleo tomó la mano que Montgomery le ofrecía y dijo:
—Rechazo el trabajo, señor.
—¿Cómo? —Montgomery arqueó las cejas.
—He decidido que... no quiero esto.
—Está bajo los efectos del
shock
, señorita Connelly. Es comprensible ...— La tranquilizó amablemente—. No pienso aceptar su negativa, hasta que no pasen, como mínimo, un par de semanas.
Cleo parpadeó y frunció el ceño.
—Señor, creo que lo tengo bastante claro...
—Seguro que ahora lo tienes. Pero posees ese factor X, Cleo, el que hace que consigas todo lo que te propones. Y nuestra oficina necesita personas como tú. Como tu hermana.
—Señor...
—No, Cleo. —utilizó su nombre—. No lo acepto. Te doy tiempo para que lo pienses. Tómatelo con calma. Vuelve a casa, relájate. Tienes unas merecidas vacaciones. En quince días te volveré a llamar.
—De momento mi no es no —alzó la voz para que su posición quedara clara.
—Lo sé. —Montgomery sonrió, se guardó el informe en la maleta, que utilizaría para hacer todas las interrogaciones pertinentes, y alzó la mano para despedirse—. Hasta pronto, Connelly.
—Adiós.
Cleo se quedó sola de nuevo.
El olor a hospital la deprimía mucho.
Visitaría a Lion otra vez.
Sabía que estaba agotado y que había recibido a Spurs y a Montgomery; pero ella se moría de ganas de verlo. De que abriera sus ojos y la mirase.
Se levantó extenuada.
El
shock
emocional siempre la dejaba a una hecha polvo.
Todavía le escocían las heridas. A algunas les habían dado hasta puntos, porque los cortes resultaron demasiado aparatosos.
Llegó al ascensor y tocó el botón de la quinta planta. Cuando las puertas iban a cerrarse, una mujer de precioso pelo castaño largo, vestida con minifalda negra, blusa blanca, americana y tacones, entró en el ascensor.
Cleo abrió los ojos y ella sonrió tímidamente.
—Sophie —la saludó Cleo. No la había vuelto a ver desde que Nick la eliminó.
—Hola, Cleo.
—Yo... —No sabía qué decirle. Sophie lo había arriesgado todo por Nick; hasta el punto de meterse en un torneo en el que creía que su marido participaba de buen grado y jugar como sumisa de una
dómina
un tanto peculiar. Thelma había muerto... Se lamentó—. Dios; ni siquiera sé qué decirte...
—No digas nada —contestó con una voz calmante y suave. Sus gafas grandes y de pasta negra cubrían parte de un moretón que tenía en la mejilla—. No hace falta que digas nada. Las palabras, en estos casos tan obvios, sobran.
—Sí. —Cleo se retorció las manos y recogió un mechón de pelo rojo detrás de su oreja. Caray, al lado de la elegancia de Sophie, y viendo cómo iban vestidas, se sentía como una piltrafa. Cleo llevaba un pantalón tejano agujereado y bajo de cintura, unas sandalias surferas amarillas y una camiseta blanca de tirantes. Tenía tiritas y vendas por todos lados. En cambio, y por suerte, a Sophie no le habían hecho casi nada, aunque seguro que el verdadero corte lo llevaría por dentro. El miedo y la sensación de descontrol no se borrarían jamás—. ¿Vas a ver a...?
—¿A Nicholas? Sí —contestó carraspeando—. Eso si me deja, claro. Las dos veces que lo he visitado me ha echado de la habitación —murmuró avergonzada.
—Qué zoquete —opinó Cleo—. Fue un acto muy valiente por tu parte hacer eso por él, Sophie —reconoció—. No sabía que eras Miss Louise Sophiestication. Dios... No lo hubiese imaginado nunca.
La castaña se encogió de hombros.
—Iba siempre enmascarada. Era normal que no me reconocieras.
—Pero tú a mí sí.
—Oh, Dios —resopló—. Sí. Y cuando vi que hacías de ama de Nicholas no me lo podía creer. No entendía qué hacía Nick ahí, de sumiso... Me dejó desorientada.
Cleo sonrió comprensiva. Tenía ganas de darle un abrazo a aquella mujer valiente.
—No soy capaz de imaginar el miedo que pasaste cuando te diste cuenta de que te ponían a la venta...
Sophie apretó los dientes y miró hacia otro lado.
—Me retuvieron en la isla. Pensé que... Pensé que me iban a matar... —Exhaló, como si no tuviera fuerzas para continuar—. No sabía qué estaba pasando... Me drogaron, nos drogaron a todas...
—Pero eso ya ha pasado. —Cleo le puso una mano sobre el hombro, sabiendo que aquella mujer nunca iba a olvidar la experiencia traumática vivida—. ¿Sabes? Nick dejó de jugar de dominante en la misión, después de lo tuyo.
—Bueno, no me extraña... Le traumaticé —juró arrepentida.
—Fuiste tan osada... Te admiré mucho cuando Nick me dijo que eras tú. ¿Cómo te atreviste a meterte ahí, en un torneo así?
—Yo solo quería recuperar a mi marido... Las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. ¿No dicen eso?
—Sí.
—También fue una gran estupidez todo lo que le hice cuando me asustó. Y... Eso no me lo va a perdonar.
—Con el tiempo...
—¿Con el tiempo? —repitió ella mirándola de reojo—. Llevaba siete años casada con él. Hemos tenido una niña maravillosa... Y, ahora, ya no sé ni con quién me había casado. Nicholas es un agente del FBI, no un agente comercial... Me secuestraron en el maldito torneo de BDSM y a él por poco lo matan... Vi cómo... Vi cómo Venger mataba a Thelma. —Los ojos se le llenaron de lágrimas—. Y yo no tenía ni idea —protestó levantando un poco la voz—. Ni idea de nada, de... —susurró mordiéndose el labio inferior.
Cleo comprendía el desasosiego de la mujer. Pero, a veces, ser agente doble comportaba mentir y ocultar la identidad hasta a los que más se amaba.
A veces, ser agente doble era arriesgar la vida de aquel modo. Las dos se bajaron en la planta quinta.
—Bueno, voy a intentarlo de nuevo —aseguró la hermosa mujer secándose los ojos humedecidos.
—Suerte. —Le deseó Cleo parándose enfrente de la puerta de Lion—. Ponte en contacto conmigo cuando lo necesites, Sophie. Nick... Nicholas tiene mi teléfono.
—Gracias —contestó Sophie con cara de enfrentarse al diablo—. No lo descarto. —Siguió caminando hasta pararse en la puerta de Nick. Picó con los nudillos y abrió la puerta.
Cleo rezó porque Nick le diera una oportunidad a aquella chica que tanto se había arriesgado por él. Tenían algo que arreglar y mucho que reconstruir. Pero, si se querían, debían lograrlo.
Cleo miró el número de la habitación de Lion. 513.
Se asomó al cristal de la puerta y por fin vio que él hablaba con Mitch y Jimmy, o lo intentaba.
Verlo despierto llenó de luz su corazón.
Sus ojos de león se encontraron con los de ella a través del cristal.
Cleo levantó la mano y lo saludó, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Hola —le dijo a través del cristal, como una niña pequeña y feliz.

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