—Es un punto interesante, muy interesante —Jeyes se frotó sus arrugadas manos con un sonido seco y áspero—. Pero no debemos meternos ahora en argumentos teológicos, a pesar de lo tentadores que puedan ser, se lo aseguro. Así que creo que lo mejor será que haga una declaración de hecho, sí, realmente. Encontrará asilo aquí… ¿Ha venido para obtenerlo?
Bill, ahora que se había recobrado de su primitiva emoción, estaba comportándose cautelosamente, recordando todos los follones en que se había visto envuelto por abrir su boca.
—Escuche, no sé ni quién es usted ni donde estoy, ni qué me pedirá a cambio de eso del asilo.
—Muy correcto, aunque le aseguro que el error fue mío, ya que le tomé por uno de los desplanados de la ciudad, a pesar de que me doy cuenta de que los harapos que lleva puestos fueron en otro tiempo el uniforme de paseo de un soldado, y que el trozo de latón oxidado en su pecho es lo que resta de una noble condecoración. Bienvenido a Helior, el Planeta Imperial. Y ¿qué tal va la guerra?
—Bien, gracias… Pero ¿a qué viene todo esto?
—Soy el inspector Jeyes, del Departamento Municipal de Limpieza. Puedo ver, y sinceramente espero que perdonará mi indiscreción, que se halla usted en dificultades, mal uniformado, sin Plano, y tal vez hasta le habrá desaparecido su tarjeta de identidad. —Contempló el inquieto agitarse de Bill con ojos astutos, de pájaro—. Pero no tiene por qué ser así. Acepte el asilo. Proveeremos por ustedes, le daremos un buen trabajo, un nuevo uniforme, y hasta una nueva tarjeta de identidad.
—¡Todo lo que tengo que hacer es convertirme en un barrendero! —resopló Bill.
—Preferimos la apelación de Agentes de Saneamiento —contestó humildemente el inspector Jeyes.
—Ya me lo pensaré —dijo fríamente Bill.
—¿Puedo ayudarle a llegar a una decisión? —preguntó el inspector, apretando un botón en la pared. El pórtico a la oscuridad total se abrió de nuevo, chirriante, y el robot agarró a Bill y comenzó a empujarle.
—¡Asilo! —chilló Bill, y luego resopló cuando el robot lo soltó y la puerta se cerró de nuevo—. Iba a pedirlo de todas maneras, no tenía por qué empujarme.
—Un millar de excusas, deseamos que se sienta feliz aquí. Bienvenido al DM de L. aun corriendo el riesgo de embarazarle, ¿podría preguntarle si necesitará una nueva tarjeta de identidad? Muchos de nuestros reclutas prefieren iniciar una nueva vida aquí en el departamento, y tenemos una vasta selección de tarjetas entre las que pueden escoger. Tiene que recordar que eventualmente acabamos recogiéndolo todo, incluyendo los cadáveres y las papeleras vaciadas, y le sorprendería el número de tarjetas que recogemos de esta forma. Si me hace el favor de entrar en este ascensor…
El DM de L tenía un montón de tarjetas, cajones y cajones de ellas, limpiamente archivadas por orden alfabético. En poco tiempo, Bill encontró una con una descripción que se aproximaba bastante a la suya, emitida a nombre de un tal Wilhelm Stuzzicadenti, y se la enseñó al inspector.
—Muy bien, me alegra contar con usted, Villy…
—Prefiero que me llame Bill.
—.…y bienvenido al servicio, Bill. Siempre estamos faltos de personal aquí abajo, y podrá escoger las tareas que desee, sí, realmente, dependiendo naturalmente de su talento y de sus intereses. Cuando piensa en limpieza, ¿qué es lo que le viene a la mente?
—Basura.
El inspector suspiró.
—Esa es la reacción usual, pero había esperado algo mejor de usted. La Basura es una de las cosas con la que nuestra División de Recogida tiene que enfrentarse. También hay Restos, Desperdicios y Porquería. Además, hay los otros departamentos independientes: Limpieza de los Departamentos, Reparación de Cañerías, Investigación, Eliminación de Aguas Residuales…
—Este último suena realmente interesante. Antes de que fuera alistado a la fuerza estaba cursando por correspondencia la carrera de Operador Técnico en Fertilizantes.
—¡Pero si esto es maravilloso! Tiene que contarme más de eso. Pero antes siéntese, póngase confortable —llevó a Bill hasta un enorme sillón tapizado, y luego se giró para sacar dos recipientes de plástico de un dispensador—. y tómese una refrescante Alco-Sacudida mientras habla.
—No hay mucho que decir, nunca pude terminar mi carrera, y parece que jamás lograré satisfacer mi ambición de toda la vida de trabajar con fertilizantes. Tal vez su Departamento de Eliminación de Aguas Residuales…
—Lo siento, es algo que me destroza el corazón, visto que casi coincide con su especialidad por así decirlo, pero esa es una tarea que no nos da ningún problema, ya que está casi totalmente automatizada. Estamos muy satisfechos de nuestro récord con las aguas residuales porque es realmente grande: debe de haber ciento cincuenta mil millones de personas en Helior…
—¡Huau!
—.…tiene razón, puedo verlo en el brillo de su ojos. Sí, ese es un montón de aguas residuales, y espero en algún momento tener el honor de mostrarle nuestra factoría. Pero recuerde, donde hay aguas residuales tiene que haber comida, y con Helior importando toda su comida tenemos una operación en círculo cerrado que es el sueño de un ingeniero de Saneamiento. Las naves de los planetas agrícolas traen la comida procesada que va a la población, donde sufre lo que podríamos llamar la Cadena de Mando. Nosotros recogemos los efluvios y los procesamos, con los tratamientos usuales, físicos y químicos, bacterias anaerobias y similares… ¿No le estoy aburriendo con todo esto?
—No, por favor… —dijo Bill, sonriendo y secándose una lágrima con el puño—. Es simplemente que me siento tan feliz. Hacía tanto que no tenía una conversación inteligente…
—Ya me lo puedo imaginar; tiene que ser brutal en el servicio. —Le dio una palmada a Bill en el hombro, en un amistoso gesto de bienvenida—. Olvídese de todo eso: ahora está entre amigos. ¿Dónde estábamos? Oh, sí, las bacterias. Entonces hay la deshidratación y la compresión. Producimos uno de los mejores ladrillos de fertilizante condensado de toda la galaxia civilizada, y me enfrentaría con cualquiera que tratase de negarlo…
—¡Y seguro que ganaría! —afirmó fervientemente Bill.
—Las cadenas automáticas y los ascensores se llevan los ladrillos a los espaciopuertos, donde son cargados en las astronaves en cuanto son vaciadas, una carga completa por cada carga completa, ese es nuestro lema. Y he oído que en algunos de los planetas de suelo pobre dan vivas cuando las naves aterrizan. No, no podemos protestar de nuestro tratamiento de las aguas residuales, son los otros departamentos los que nos crean problemas —el inspector Jeyes vació su recipiente y se quedó sentado con cara huraña, habiendo desaparecido su placer tan repentinamente como había aparecido.
—¡No, no haga eso! —le chilló a Bill, cuando este terminó su bebida e inició el gesto de tirar el recipiente vacío al receptor de desperdicios de la pared—. No quería gritar en esa forma —se disculpó—. pero ese es nuestro gran, gran problema. Los desechos. ¿Ha pensado alguna vez en cuantos periódicos tiran cada día ciento cincuenta mil millones de personas? ¿O cuantos recipientes no recuperables? ¿O platos de un solo uso? Estamos trabajando en Investigación acerca de este problema, día y noche, pero no logramos solucionarlo. Es una pesadilla. Ese recipiente de Alco-Sacudida que tiene en la mano es una de nuestras respuestas, pero tan solo es una gota de agua en el océano.
Cuando las últimas gotas de líquido se evaporaron del recipiente, este comenzó a agitarse obscenamente en la mano de Bill y, horrorizado, lo dejó caer al suelo, donde continuó agitándose y cambiando de forma, desmoronándose y aplanándose ante sus ojos.
—Tenemos que agradecerle a los matemáticos esta solución —dijo el inspector—. Para un topólogo, un disco o una taza o un recipiente de líquido tienen todos la misma forma: un sólido con un agujero, y cualquiera de ellos puede ser convertido en cualquiera de los otros por una continua transformación uno-a-uno. Así que hicimos los recipientes con un plástico con memoria que regresaba a su forma original una vez seco… mírelo ahí.
El recipiente había cesado de agitarse, y ahora yacía tranquilo en el suelo, un disco plano y finamente grabado con un agujero en el centro. El inspector Jeyes lo recogió y le arrancó la etiqueta de Alco-Sacudida, y Bill pudo entonces leer la otra etiqueta que había estado oculta debajo: Amor en órbita, ¡boing, boing, boing!, cantado por Los Coleópteros.
—¿No es ingenioso? El recipiente se ha transformado en un disco de una de las más molestas canciones del momento, un objeto que ningún adicto a la Alco-Sacudida puede, en ningún caso, arrojar. Es recogido pues y guardado con cariño, y no lanzado a un recipiente de basuras para crearnos otro problema.
El inspector Jeyes tomó ambas manos de Bill entre las suyas, y cuando lo miró directamente a los ojos los suyos estaban bastante húmedos.
—Diga que lo hará, Bill… que se dedicará a la investigación. Tenemos tal falta de hombres ingeniosos y entrenados que comprendan nuestros problemas. Tal vez no acabó con su carrera de Operador Técnico en Fertilizantes, pero puede ayudar, una mente joven con ideas jóvenes, una nueva escoba para ayudar a barrer las cosas, ¿eh?
—Lo haré —dijo con determinación Bill—. La investigación en los residuos es algo en lo que un hombre puede hincar el diente.
—Se lo ha ganado. Habitación, manutención y uniforme, más un salario digno, y todos los restos y porquerías que desee. Nunca le sabrá mal esta decisión…
Una aullante sirena lo interrumpió, y un instante después un hombre sudoroso y excitado entró corriendo en la habitación.
—¡Inspector, esta vez sí que se ha disparado el cohete: la Operación Platillo Volador ha fallado! Hay aquí un equipo de astronomía que se está pelando con nuestro grupo de investigación, revolcados por el suelo como si fueran animales…
El inspector Jeyes estaba en la puerta antes de que el mensajero hubiera terminado, y Bill corrió tras suyo, lanzándose por una rampa justamente después de él. Tomaron una cinta de sillas rodantes, pero era demasiado lenta para el inspector, que saltaba cómo un conejo de silla en silla, y Bill le seguía de cerca. Entonces entraron en un laboratorio repleto de complejo equipo electrónico y de hombres que se agitaban y luchaban, rodando y pateando en un lío inexplicable.
—¡Paren en seguida, paren! —chilló el inspector, pero nadie le escuchó.
—Tal vez yo pueda ayudar —dijo Bill—. Aprendemos estas cosas en el ejército. ¿Cuáles son los Agentes de Saneamiento?
—Los de uniforme marrón.
—No me diga más —dijo Bill, zumbando alegremente, se introdujo en la gruñente multitud y, con un puñetazo aquí, un aplastamiento de riñones allá, y tal vez con algunos golpes de karate que destruyen la laringe, restauró el orden en la habitación. Ninguno de aquellos agitados intelectuales tenía un gran físico, y pasó a través de ellos cómo un cuchillo por la mantequilla, y entonces comenzó a extirpar a sus nuevos camaradas del lío.
—¿Qué ocurre, Basurero, qué ha pasado? —preguntó el inspector Jeyes.
—Son esos, señor. Irrumpen aquí gritando, diciéndonos que acabemos con la Operación Platillo Volador, justo cuando habíamos superado nuestro récord de eliminación, cuando habíamos hallado que casi podíamos aceptar el doble de entradas…
—¿Qué es eso de la Operación Platillo Volador? —preguntó Bill, muy confuso por lo que sucedía. Ninguno de los astrónomos estaba aún despierto, aunque alguno de ellos gemía ya, así que el inspector tuvo tiempo para explicarle, apuntando a un gigantesco aparato que llenaba todo un costado de la habitación.
—Quizá fuera la respuesta a nuestros problemas —dijo —Son todos esos malditos platos y vasos eliminables de las comidas preparadas y demás. ¡No me atrevo ni a decirle cuantos metros cúbicos se han acumulado! Tal vez sería mejor decir kilómetros cúbicos. Pero Basurero estaba mirando un día una revista y leyó un artículo sobre un transmisor de materia, e hicimos un pedido y compramos el modelo más grande que encontramos. Lo conectamos a la cinta sin fin y a los cargadores —abrió un panel al lado de la máquina, y Bill vio un torrente de utensilios de plástico usados que entraban a gran velocidad—. y alimentamos todos estos malditos desperdicios en el lado de entrada de la máquina, y ha funcionado cómo un sueño desde entonces.
—Pero… ¿adónde van? —Bill seguía alelado—. ¿Dónde está la salida del transmisor?
—Una pregunta inteligente: ese era nuestro gran problema. Al principio simplemente los lanzábamos al espacio, pero Astronomía dijo que demasiados de ellos regresaban como meteoritos y estropeaban sus observaciones estelares. Aumentamos la energía y los lanzamos más lejos, poniéndolos en órbita, pero Navegación dijo que estábamos creando una molestia en el espacio, formando un peligro para la navegación, y tuvimos que ir más lejos. Finalmente, Basurero consiguió de Astronomía las coordenadas de la estrella más cercana, y desde entonces los hemos estado echando a la estrella sin tener problemas y satisfaciendo a todo el mundo.
—So estúpido —dijo uno de los astrónomos, entre labios rotos, mientras trataba de ponerse en pie—. ¡Sus malditos desperdicios voladores han iniciado una nova en esa estrella! No podíamos imaginar qué era lo que la causaba hasta que hallamos su petición de información en los archivos y nos enteramos de su imbécil operación de aquí abajo…
—Cuidado con lo que dice o lo vuelvo a dormir, so mamón —gruñó Bill. El astrónomo retrocedió y se puso pálido, luego continuó en un tono más suave:
—Mire, tienen que comprender lo que ha pasado. No pueden estar lanzando todos esos átomos de carbono e hidrógeno a un sol y esperar que no pase nada. La cosa se ha vuelto nova, y me han dicho que no lograron evacuar completamente algunas bases de los planetas interiores.
—La eliminación de los desperdicios no se realiza sin peligros. Al menos murieron en servicio a la humanidad.
—Bueno, sí, eso es fácil de decir. Lo hecho, hecho está. Pero tendrán que detener su Operación Platillo Volador. ¡Inmediatamente!
—¿Por qué? —preguntó el inspector Jeyes—. Tengo que admitir que este pequeño asunto de la nova no estaba previsto, pero ya ha sucedido y no podemos hacer mucho al respecto. Y han oído decirle a Basurero que casi ha doblado la entrada, y que pronto recuperaremos el tiempo perdido…
—¿Por qué cree que se ha doblado la capacidad de eliminación? —gruñó el astrónomo—. Han convertido a esa estrella en tan inestable que está consumiéndolo todo y a punto de convertirse en una supernova, que no solo destruirá a todos sus planetas, sino que tal vez sus efectos lleguen hasta Helior y su sol. ¡Detenga inmediatamente su máquina infernal!