Blonde (39 page)

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Authors: Joyce Carol Oates

Tags: #Biografía, Drama

Por encima del rugido de mis oídos oí que me daban la enhorabuena / / andaba con dificultad y estuve a punto de desmayarme / / dentro de la ropa sangraba pero era una sensación lejana / / mi cuerpo estaba lejos e insensible / / en un lavabo de señoras me cambié los empapados pañuelos de papel que se me antojaban inoportunos en un momento tan feliz como aquél / / y el dolor pulsátil en mi vientre / / y las lágrimas calientes que se deslizaban por mi cara / / Ya había olvidado al señor Z / / de aquella visita no recordaría más que imágenes inconexas / / algunas de los pájaros del
AVIARIO / /
con sus ojos fijos en los míos y sus tristes cantos / / pero arrinconaría incluso estos recuerdos / / el rugido de felicidad en mis oídos igual que después de mi boda, cuando había bebido champán / /
¡Soy tan feliz, no puedo soportar tanta felicidad!

En medio de mi confusión telefoneé al señor Shinn para darle la noticia / / debería haber supuesto que ya estaba al tanto y en efecto se encontraba ya en La Productora reunido con el productor ejecutivo de la película / / entonces me avisaron de que me presentara de inmediato en el despacho del señor X / / cuando llegué el señor X y el señor Shinn estaban buscándome un nombre nuevo / / «Norma Jeane» es un nombre de pueblerina, de campesina de Oklahoma, decían / / «Norma Jeane» no tiene atractivo ni encanto / / Eso me dolió y habría querido explicarles que mi madre me había llamado así en honor a Norma Talmadge y a Jean Harlow pero naturalmente no pude porque el señor Shinn me hizo callar con una mirada / / Hablaban con entusiasmo entre sí y no me hacían caso como suelen hacer los hombres / / como si yo no estuviera allí / / entonces reconocí la voz misteriosa de mis sueños / / la voz de los presagios y premoniciones / / de hecho eran dos voces, voces masculinas hablando de mí pero no conmigo / / Uno de los ayudantes del señor X le había pasado una lista de nombres femeninos y él y el señor Shinn discutían al respecto

Moira / Mona / Mignon / Marilyn / Mavis / Miriam / Mina

y el apellido sería «Miller» / / Me molestó que no me consultaran porque ahí estaba yo, sentada entre los dos / / pero prácticamente invisible para ellos / / Detestaba que me trataran como a una niña y me acordé de Debra Mae cuyo nombre habían cambiado contra su voluntad / / Marilyn no me gustaba / / en el orfanato había una celadora que se llamaba así y era odiosa / / y «Miller» no me parecía un apellido bonito / / ¿Por qué era mejor que «Baker», que ni siquiera consideraron? / / Traté de explicarles que me habría gustado conservar por lo menos «Norma» / / había crecido con ese nombre / / y siempre sería mi nombre / / pero se negaron a escucharme

Marilyn Miller / / Moira Miller / / Mignon Miller

querían el sonido
MMMMMM / /
lo pronunciaban como si cataran un vino / / dudando de su calidad / / entonces el señor Shinn se dio una palmada en la frente diciendo ya existe una actriz llamada Marilyn Miller, trabaja en Broadway / / y el señor X soltó una maldición porque estaba perdiendo la paciencia / / me apresuré a proponer qué tal «Norma Miller» / / pero los hombres seguían sin escucharme / / añadí con tono suplicante que el apellido de mi abuela era «Monroe» / / en eso el señor X chasqueó los dedos como si la idea acabara de ocurrírsele a él / / y él y el señor Shinn dijeron al unísono como en una película

Mari-lyn Mon-roe

¡saboreando el sonido rumoroso!

M
ARI
-
LYN
M
ON
-
ROE

lo repitieron varias veces riendo y felicitándose el uno al otro / / y a mí / / y eso zanjó la cuestión

M
ARILYN
M
ONROE

sería mi nombre artístico y con él figuraría en los títulos de crédito de
Scudda-Hoo! Scudda-Hay! / /
Ahora eres una auténtica
starlet
dijo el señor Shinn con un guiño

Estaba tan contenta que lo besé / / y también al señor X / / y a todos los que estaban cerca / / y ellos estaban contentos por mí / /
ME DIERON LA ENHORABUENA

En septiembre de 1947 se cumplieron todos los sueños de Norma Jeane / / todas las esperanzas de la niña huérfana que miraba el mundo desde el tejado del orfanato / / que miraba la torre de RKO y las lejanas luces de Hollywood

Para celebrarlo el señor Shinn invitó a M
ARILYN
M
ONROE
a cenar esa noche / / y a bailar (¡aunque era un enano que apenas si me llegaba al hombro!) / / me apresuré a responder gracias señor Shinn pero no me siento bien esta alegría me ha dejado aturdida y mareada y quiero estar sola / / era la pura verdad / / me tambaleé, caí y dormí en un sofá en uno de los estudios de sonido / / desperté al anochecer y salí del edificio sin que nadie me viera / / cogí el tranvía en la parada de costumbre sonriendo y diciéndome soy una
starlet / /
Soy M
ARILYN
M
ONROE / /
mientras el tranvía traqueteaba mi mente volaba en distintas direcciones como pájaros en el cielo / / un cielo surcado por franjas rojas como llamas / / los incendios en las montañas y los cañones avivados por los vientos de Santa Ana / / aspirábamos el olor a azúcar quemada, pelo chamuscado y ceniza mientras mi madre huía conmigo en el Ford conduciendo hacia el norte en dirección al fuego hasta que la
POLICÍA DE
L
OS
Á
NGELES
nos detuvo / / pero no pensaba en ese lejano día ni tampoco en el
AVIARIO
que había visto esa mañana ni en el hombre que me lo había enseñado / / me dije a mí misma
¡Mi nueva vida! ¡Mi nueva vida ha comenzado! ¡Ha comenzado hoy!
Me dije
Empieza en este mismo momento, tengo veintiún años y soy
M
ARILYN
M
ONROE / /
entonces un hombre me habló en el tranvía como sucedía a menudo / / me preguntó si me encontraba mal y si podía ayudarme / / respondí disculpe, bajo en esta parada / / y me apresuré a apearme / / de hecho pensé que era mi parada en Vine pero estaba confundida, ese punzante dolor entre los ojos y en el vientre / / en la acera me tambaleé mirando al este, mirando al oeste / / estaba en algún punto de Los Ángeles al este de Hollywood pero no reconocí el lugar y me dije repentinamente desorientada / /
¿Dónde está mi casa?

La mujer

1949 - 1953

La belleza no tiene un uso evidente ni hay indicios claros de que sea una necesidad cultural. Sin embargo, la cultura no podría prescindir de ella.

S
IGMUND
F
REUD
,

El malestar en la cultura

El Príncipe Encantado

El poder del actor radica en su capacidad de encarnar el miedo a los fantasmas.

El manual del actor y la vida del actor

Supongo que nunca pensé que merecía vivir, como parecen pensar otras personas. Yo necesitaba justificar mi vida en todo momento. Necesitaba tu permiso
.

Era una estación de clima indeterminado. Un momento del verano demasiado prematuro para los vientos de Santa Ana pese a que el aire seco procedente del desierto sabía ya a fuego y arena. A través de los párpados cerrados podías ver danzar las llamas. En sueños podías oír cómo huían las ratas, desterradas de Los Ángeles por los frenéticos y continuos trabajos de remodelación. Desde los cañones del norte de la ciudad llegaban los lastimeros gritos de los coyotes. Hacía semanas que no llovía y sin embargo los días encapotados se sucedían con una luz pálida y deslumbrante como el interior de un ojo ciego. Esa noche el cielo se despejó brevemente encima de El Cayon Drive, revelando una luna lánguida con el húmedo matiz rojizo de una membrana viva.

No quiero nada de ti, ¡lo juro! Nada más que decirte que deberías conocerme. Soy tu hija
.

Esa noche de principios de junio la joven rubia aguardaba en un Jaguar prestado a la vera de El Cayon Drive. Estaba sola y no bebía ni fumaba. Tampoco oía la radio del coche. El Jaguar se encontraba aparcado al final del estrecho camino de grava, delante de una propiedad semejante a un fuerte de diseño vagamente oriental, rodeada de una muralla de piedra de tres metros y protegida por una verja de hierro forjado. Había incluso una caseta de seguridad, aunque estaba vacía. Más abajo, las luces de los reflectores bañaban las casas, y las risas y voces se elevaban como música en la noche templada, pero esta residencia situada en lo alto de El Cayon estaba prácticamente a oscuras. Alrededor de la alta muralla no había palmeras; sólo cipreses italianos convertidos por el viento en extravagantes esculturas retorcidas.

No tengo ninguna prueba. No la necesito. La paternidad se lleva en el alma. Lo único que quería era verte la cara, padre
.

A la rubia le habían dado un nombre. Se lo habían arrojado con indiferencia, como quien deja caer una moneda en la mano de un mendigo. Y ella, sumisa, tan necesitada como cualquier mendigo, lo había cogido en el aire. ¡Un nombre! ¡Su nombre! El del individuo que quizá hubiera sido amante de su madre en 1925.

¿Quizá? Probablemente.

Había estado hurgando entre los escombros del pasado. Como un mendigo, nuevamente, que escarba en la basura buscando un tesoro.

Poco antes, en una fiesta celebrada alrededor de una piscina de Bel Air, había pedido prestado un coche, varios hombres se habían disputado el honor de entregarle sus llaves y finalmente había salido corriendo, descalza. Si el Jaguar permanecía desaparecido durante demasiadas horas, denunciarían el «préstamo» a la policía, pero eso no sucedería porque la rubia no estaba borracha ni drogada y disimulaba bien su desesperación.

¿Por qué? No sé por qué, tal vez únicamente para estrechar tu mano y decirte hola y adiós si eso es lo que quieres. Tengo mi propia vida, desde luego. No perderé nada
.

La rubia del Jaguar habría seguido esperando toda la noche de no ser porque un guardia de seguridad, al volante de un coche sin marcas que lo identificaran, subió a investigar a lo alto de El Cayon.

—¿Qué hace aquí, señorita? Éste es un camino particular.

La joven parpadeó rápidamente, como para contener las lágrimas (aunque ya no le quedaban lágrimas) y murmuró:

—Nada. Lo siento, agente.

Su cortesía y su actitud infantil desarmaron de inmediato al guardia. Además, había visto esa cara antes.
¡Esa cara! Le resultaba familiar, pero ¿quién era?
Titubeó, se rascó la barbilla cubierta por un leve rastrojo de barba y dijo:

—Bien, será mejor que dé media vuelta y regrese a casa, señorita. Si es que no vive por aquí. Los residentes de esta calle son bastante peculiares. Usted es demasiado joven para… —se interrumpió, pero ya había dicho prácticamente todo lo que tenía que decir.

La rubia puso en marcha el coche prestado y respondió:

—No, no soy demasiado joven.

Al día siguiente cumpliría veintitrés años.

Miss Sueños Dorados 1949

—No me pongas en ridículo, Otto. Te lo ruego.

Él rió. Era una venganza y todos sabemos que la venganza es dulce. Había estado esperando que Norma Jeane volviera arrastrándose a su lado. Esperaba la oportunidad de fotografiarla desnuda desde el momento en que la vio por primera vez, vestida con un sucio mono de trabajo, escondiéndose detrás de los fuselajes con un atomizador de barniz en las manos. Como si pudiera esconderse de
él
.

Pero
nadie puede esconderse
del objetivo de la cámara de Otto Öse, igual que nadie puede esconderse de los ojos de la muerte.

A cuántas mujeres había despojado Otto Öse de la ropa y de sus pretensiones de «dignidad», y todas en un principio habían jurado
¡Nunca!
, igual que esta joven, que se creía superior a su suerte y había exclamado
¡Jamás! ¡No lo haré jamás!

Como si fuera virgen. De alma.

Como si fuera incorruptible. En una economía capitalista y consumista, nadie, absolutamente nadie, es incorruptible.

Como si la diferencia entre «chica de portada» y «desnudo» fuera lo único a lo que podía aferrarse para conservar el respeto por sí misma.

—Tarde o temprano, pequeña, vendrás a mí.

Sin embargo, ella había rechazado sus ofertas mientras acariciaba la esperanza de hacer cine. Y también mientras era una cara nueva en la pantalla. La había descubierto
él
. Su foto había aparecido en todas las revistas de destape, en algunas revistas femeninas nacionales e incluso en unas pocas publicaciones de prestigio como
U. S. Camera
. Gracias a Otto Öse se había convertido en cliente de I. E. Shinn, un importante agente de Hollywood. La Productora la había contratado como figurante y más tarde como actriz en una insípida «comedia rural» protagonizada por June Haver y una pareja de mulas. Los cuatro minutos de rodaje habían quedado cruelmente reducidos a segundos después del proceso de edición, y en esos segundos se veía a la
starlet
Marilyn Monroe tan lejos —sentada en un bote con June Haver—, que ni siquiera ella se había reconocido a sí misma.

Ése fue el debut cinematográfico de Marilyn Monroe en 1948:
Scudda-Hoo! Scudda-Hay!

Había pasado más de un año. Desde entonces había interpretado papeles insignificantes en dos o tres películas de bajo presupuesto y mala calidad producidas por La Productora, breves escenas humorísticas en las que hacía de rubia tonta con buena figura. (En la más grosera, Marilyn Monroe se contonea provocativamente delante de Groucho Marx, que le mira el trasero con ojos desorbitados.) De repente, La Productora la dejó en la calle. No le renovaron el contrato.

En pocos meses, Marilyn Monroe dejó de ser alguien.

En la ciudad corrían rumores (falsos, como bien sabía Otto, aunque la mera existencia de los rumores y su cruel persistencia eran malos presagios) de que, en su desesperación por medrar y al igual que tantas otras actrices jóvenes, la chica se había acostado con algunos productores de La Productora, incluidos el célebre señor Z —un notorio donjuán que sin embargo detestaba a las mujeres— y un influyente director de cuyas influencias no había conseguido aprovecharse. Se decía que Marilyn Monroe se acostaba con el enano de su agente, I. E. Shinn, y con los amiguetes de Hollywood a los que éste debía favores. Los cotilleos aseguraban que había tenido al menos un aborto; probablemente, más de uno. (A Otto le hizo gracia enterarse de que, en una versión del rumor, él era el padre de la criatura y había concertado la operación ilegal con un médico de Santa Mónica. Como si Otto Öse, nada más y nada menos, fuera tan descuidado con su esperma.)

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