Cuidado con esa mujer (23 page)

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Authors: David Goodis

Tags: #Novela Negra, #spanish

—¿Quieres decir que ibas a asesinarla?

—No habría sido asesinato —dijo Clard—. Habría sido algo elegante. Un hecho completamente noble.

—¿Qué es ella?

—Una serpiente.

—¿Qué te hizo?

Clard sonrió otra vez. La sonrisa se agrandó y se convirtió en una mueca, como si algo le divirtiera.

Luego Clard dijo:

—Estábamos en Colorado. Yo era ingeniero de minas. Hace ocho años. Hace ochocientos años. ¿Qué importa? —Era un buen chico, ganaba mucho dinero y llevaba una vida buena y limpia. Oh, me iba bien. De una manera no profunda también era feliz. Aparte, pintaba acuarelas y pescaba mucho, y de vez en cuando practicaba el boxeo de afición. No era una mala vida, en absoluto. Un día conocí a Clara, y el problema fue que hasta entonces yo no había prestado demasiada atención a las mujeres, porque trabajaba mucho en aquella época. Así que entonces, cuando conocí a Clara, yo era susceptible. Y ya tienes la base para ello.

Clard tosió otra vez. Su respiración era muy dificultosa. Dijo:

—Tardó dos meses en venderme una lista de mercancías. La manera de vendérmela fue asombrosa. Yo fui quien habló, quien lo dijo casi todo. Pero ella hizo toda la venta. He aquí cómo lo hizo. Confesó de plano. Quiero decir que lo confesó todo. Dijo que no me impresionara por la manera de comportarse, de desenvolverse, de manejar las palabras, sus conocimientos de libros, de música y demás. Admitió que era algo muy nuevo en ella. Me dijo que hacía poco tiempo que había salido de la cárcel.

Barry se inclinó hacia adelante.

—¿Prisión? ¿Eso dijo?

—Así fue. Era una perdedora triple. A la brillante edad de quince años, se puso en contacto con algunas personas excelentes y hubo mucha brutalidad. Unas cuantas murieron a manos de la banda con la que ella trabajaba. Después de dos períodos en la cárcel, se puso a trabajar por su cuenta y le fue bien por un tiempo, hasta que tuvo hambre de un botín más grande. Así que conectó con uno de los dos más famosos estafadores y se hicieron socios. Ella era el cerebro y él el arma. El negocio fue bien hasta que un día en que él se descuidó. Finalmente fueron atrapados en una carretera de montaña después de una sarta de disparos. El hombre resultó muerto y encerraron a Clara durante un par de años en la Prisión Estatal de Mujeres. Allí ella leyó mucho, y empezaron a formársele ideas en la cabeza. De repente se trazó un futuro. Cuando salió, inició una nueva fase de su existencia.

—¿Y le contó a usted todo esto?

—Lo soltó todo —dijo Clard—. Ésa era la estrategia, y era la miel. Estábamos bebiendo cerveza una noche y me dijo que lo nuestro iba bien, pero que tendría que terminar porque tenía algunas cosas que contarme. Así que prosiguió y me lo contó. Recuerdo que empezó a hablar a las once y media y terminó a las cinco menos cuarto de la madrugada.

—¿Y usted qué dijo?

—Nada. Me limité a estar allí sentado y a escucharla. Yo bebía cerveza y observaba cómo se movían sus labios. Yo era muy joven.

—¿Qué ocurrió a las cinco menos cuarto de la madrugada?

—Empecé a hablar —dijo Clard—, No recuerdo gran cosa de lo que dije, pero tenía algo que ver con el hecho de que pensaba que era la mujer más notable que jamás había conocido. Lo de costumbre, pero yo no tenía nada más que decir porque aquello era lo que realmente quería decir. Y tenía la sensación de que quería que esta mujer estuviera conmigo todo el tiempo.

Clard tosió otra vez. Mantuvo los ojos cerrados unos segundos y luego sonrió una vez más.

Dijo:

—¿Sabes una cosa, Kinnett?, ella tenía cosas. Las tenía en un grado extraordinario. El porte y la dignidad sólo eran una pequeña parte. Lo que tenía que más me afectaba era la pasión, el poder. Por ejemplo, yo hallaba un gran placer en verla comer. Había tanta vida y energía en ello, tanta en todo lo que ella hacía y decía. Era como caminar con la suma total de todas las mujeres majestuosas de la historia. ¿Quién sabe? Quizá Clara habría estado entre todas las otras chicas famosas si no hubiera nacido en la era de la máquina.

—¿Piensa que había algo bueno en ella?

—Si lo había, nunca lo descubrí. No, pienso que todo era malo. Una clase muy especial de mal, moldeado, afinado y barnizado. Tenía una especie de capa externa que no se podía traspasar. Y, no obstante, no tenías realmente que agotarte intentando traspasarla porque tarde o temprano salía. El veneno real salía y te daba en la cara. Me casé con ella…

Tosió otra vez.

—…Sólo llevábamos casados cuatro meses cuando intentó asesinarme. Contrató a un sicario para hacerlo. Me enteré de eso más tarde. Sea como sea, a ese mercenario le fracturé la mandíbula y casi le arranqué el ojo con un dedo. Estuvimos mucho tiempo en Denver. El buen Denver en la primavera de las Montañas Rocosas.

Barry miraba fijamente el suelo. Dijo:

—Deberías descansar. Tal vez sea mejor que dejes de hablar.

Clard hizo esfuerzos por respirar. Dijo:

—Si hablo o no, no es muy diferente. En realidad, tengo ganas de hablar. Quiero hablarte de Clara. Contarte cómo me desangró. Me lo quitó todo. Todos los libros que había leído, toda mi instrucción, todo lo que había recogido, todos mis conocimientos y toda mi fuerza; me lo quitó todo. Pasábamos horas sentados mientras ella me hacía hablar. Lo tragaba todo, lo engullía como si fuera un jarabe dulce y denso. Me arrancó hasta la última gota y, cuando lo tuvo, ya no me necesitó más, salvo mi dinero. Tenía bastante, y estaba ansiosa por ponerle las manos encima, así que trató de eliminarme; contrató a esa gente. Yo sabía que no tenía ningún enemigo en el mundo, así que después del tercer intento empecé a atar cabos. Ella tenía que fallar en alguna parte, de manera que cuando falló, me di cuenta de lo que ocurría.

Clard se llevó una mano a los ojos, y bajo su mano los labios esbozaron una amplia sonrisa.

Dijo:

—Se hacen cosas que no se pueden explicar. Si yo tratara de explicarlo ahora, me confundiría y acabaría en nada. Cuando enfrenté a Clara con lo que había descubierto, me pidió que la matara. Cayó de rodillas después de ponerme un cuchillo en la mano, y allí estaba, en el suelo, con la cabeza echada hacia atrás mostrándome la garganta, muy tranquila, como si me pidiera que le cortara el cuello.

Manteniendo aún la amplia sonrisa, Clard meneó la cabeza lentamente.

—Qué actuación —dijo—. Qué hermoso teatro. Perfectamente ejecutada, hasta el último detalle. Ni la más leve muestra de emoción. La voz correcta, los ojos correctos, y allí estaba yo, con el cuchillo en la mano y Clara de rodillas en el suelo. Y yo dejé caer el cuchillo y me arrodillé con ella. No era que no supiera lo que estaba haciendo. Lo sabía muy bien, pero no me importaba. Le dije que podía quedarse con todo mi dinero, con todo lo que yo poseía. Y al día siguiente lo firmé todo a su nombre. Ella estaba allí cuando firmé. El abogado pensó que estaba loco, pero cuando empezó a discutir le hice callar. Dije, ¿qué importa? Clara podía tener todas mis posesiones porque Clara me tendría a mí junto con mis posesiones, y eso era lo único que yo quería. Yo pertenecía a Clara. Ella me poseía. Y me prometió que siempre estaría conmigo. ¿Entiendes el asunto, Kinnett? Quería que ella siempre me quisiera. La situación tradicional completamente al revés. Lo que una mujer quiere más que nada es que la quieran. Y yo, un hombre, quería ser querido por una mujer que sabía que no me quería. Pero lo prometió. De eso se trataba. Ella prometió que siempre estaría conmigo, y unos días más tarde hizo el equipaje y se fugó. Recuerdo lo que yo tenía a mi nombre. Setenta y cinco dólares y el carnet de conducir. Pero Clara tenía la licencia de propietario y el coche.

Clard se echó a reír, pero un acceso de tos le interrumpió. Siguió tosiendo y apareció sangre en sus labios. Finalmente estuvo demasiado débil para toser más. Jadeó.

Barry se le acercó. Él levantó una mano e hizo un gesto para que Barry se apartara. Y después dijo:

—Intenté apartarla de mi mente. Intenté racionalizar, diciéndome a mí mismo que era lo mejor que podía haber pasado. Pero no servía de nada. Trabajaba en mi empleo en la mina tanto como le es posible a un hombre trabajar. Pero no iba a ninguna parte. Cometía errores, uno tras otro. Cuanto más duro trabajaba, menos conseguía. Y finalmente se hartaron un poco de cómo yo trabajaba y me lo hicieron saber. Yo sabía lo que eso significaba. Acepté la invitación de marcharme.

»Anduve durante mucho tiempo, Kinnett. No hay muchos estados en la unión que yo no recorriera. Y México y Centroamérica, y eso durante años. Y todo ese tiempo estuve intentando olvidar a Clara. Pensaba que viajando y con el tiempo lo conseguiría. Pero fue lo contrario. Empecé a verla como una fuerza más que como un ser humano. Finalmente llegué a un punto en que decidí encontrar a Clara y prescindir de ella de una vez por todas.

—Pero tú habías acabado con ella.

—No. Porque sabía que ella seguía viva. Sabía que mientras existiera una Clara, habría víctimas. Yo quería encontrarla y eliminarla, y quienquiera que fuera esa gente, yo quería ahorrarles muchas penas.

—¿Cómo la localizaste?

—Tardé mucho tiempo. Pero hay maneras. Y yo tuve paciencia. Una vez la hube localizado en esta ciudad, estuve seguro de que no tardaría mucho en solucionar el asunto. Y ahora lo único que puedo hacer es estar aquí sentado y toser echando sangre por la boca y lamentarme de no haber tenido entrañas para llegar hasta el final. Pero déjame decirte una cosa, Kinnett, si volviera a tener oportunidad, no vacilaría, ni un solo instante. Lo haría rápida, suavemente, como si una serpiente me hubiera mordido en la pierna y utilizara una navaja para cortarme la carne envenenada. La carne envenenada, la casa envenenada, la gente envenenada, las víctimas de Clara. Me muero. Maldita sea, y si no fuera por Frobey…

—¿Frobey?

—El hombre con el que peleaste.

—¿Qué pasa con él?

—Por eso estoy aquí. De la manera que estoy.

—¿Él te ha metido esas balas en el cuerpo?

—No. Lo ha hecho la policía. Después de lo que le hiciste a Frobey, quiso cogerte, pero no había manera de encontrarte. Luego se enteró de que yo cuidé de ti aquella noche. Me buscó. Hace sólo unas horas de eso.

—¿Qué ha sucedido?

—Ha dicho que yo sabía dónde se te podía encontrar, y yo he dicho que claro que lo sabía, pero que no iba a decírselo. Él ha dicho que haría que se lo dijera y se ha abalanzado sobre mí. Estábamos cerca de un puesto donde tenían esas botellas de sidra. He cogido una botella y le he golpeado varias veces. He seguido golpeándole incluso con la botella rota, y Frobey estaba muerto con la cara llena de sangre y sidra. Me he levantado y he echado a correr cuando he visto la policía. Me disparaban mientras corría, y he seguido corriendo incluso después de que me hubieran dado. No sé cómo he conseguido llegar hasta aquí arriba.

—¿Y la policía?

—Probablemente están haciendo preguntas en todo el vecindario.

—Pero yo no he visto a nadie. Todo está vacío y tranquilo por aquí.

—Supongo que tienen a muchos hombres en la comisaría —dijo Clard—. Y supongo que los hombres están hablando. Los hombres sabían que Frobey había salido para cogerte y sabían que quería utilizarme a mí como contacto, así que deben de saber quién lo ha hecho. Pero me imagino que no hablan porque, aun cuando estaban perplejos respecto a mí, les gustaba, y a Frobey le odiaban. Si no hubiera matado a Frobey, él me habría matado a mí, y ellos lo saben también, igual que yo. Pero ahora no importa mucho si es una cosa o la otra.

—Quizás si pudiera…

—Quédate aquí, Kinnett. Quédate aquí conmigo y escucha. Esto que llamamos el mal flota en ondas como el sonido, va de una cosa mala a otra, va de Clara a Frobey, de Frobey a otro Frobey y a otra Clara. Esto que llamamos mal es el exceso de sensualidad, el cruzar un límite, la exageración del deseo. Y para una Clara, para un Frobey, se convierte en la voluntad de destruir. Frobey sentía deseos de destruir con sus manos desnudas. Clara destruye con los ojos y la voz. Clara…

Y ahora Clard empezó a toser otra vez. La sangre le goteaba por la barbilla.

—No debes hablar más —dijo Barry…

—Clara seguirá destruyendo —dijo Clard. Y era como si estuviera recitando un tratado escrito por él mismo sobre el tema—. Clara seguirá destruyendo hasta que la propia Clara sea destruida. ¿Tengo derecho a proclamarlo? Creo que sí. Estoy seguro de ello. Aun cuando soy sólo otro ser humano, aun cuando yo mismo he cometido errores. He cometido los pequeños pecados que todos cometemos de vez en cuando, como golpear a la gente cuando estamos borrachos, enfadarnos y odiar a alguien durante un minuto o dos, robar leche de una puerta cuando estás tan hambriento que no puedes ni pensar. Y, con todo, cuando pude trabajar, trabajé. Ayer mismo gané tres honestos dólares cavando en las afueras. Por eso vivía aquí. Tenía muy poco dinero. Soy pobre, soy una ruina, pero no soy malo. No soy malo. Créeme…

—No es necesario que me lo digas. Nunca he dicho que tú fueras malo. Ahora lo que quiero de ti es que dejes de hablar, pues lo único que consigues es debilitarte más…

—¿Debilitarme? No. Soy fuerte ahora. Más fuerte de lo que jamás he sido. Porque ahora sé lo que es el mal. Y porque sé lo que es el mal, sé lo que es la bondad. La simple bondad. Tratar de conseguir un poco de felicidad de esta vida, un poco de amor y alegría y fruición, unas risas, un poco de sabor. Hallar placer cuando puedes hacer que otro esté sano, que sonría, que esté cómodo. No hacer nada para disminuir la salud y la felicidad y el confort. Dios sabe que he hecho todo lo posible por ser de esa manera. Y sé que así es como tú eres. Y la mayoría de nosotros somos así. Quiero creer esto cuando me vaya. Y tú sabes que me voy a ir pronto. Así que escúchame…

—No, Clard. Más tarde. Ahora deberías dormir.

—Escúchame, ¿quieres?

—Pero tienes que…

—Tengo que hablar. Tengo que decírtelo. Hacértelo entender. Quiero que lo veas tan claro como yo. Tomemos a… tomemos a Frobey. Era un bruto. Era malo. Le había visto romper el brazo a un hombre por el puro placer de oírle gritar. Tarde o temprano algún pobre diablo habría acabado en una tumba. O sea que vamos a echarle un vistazo. Yo peleé con Frobey. Le maté. ¿Tú le llamarías a eso asesinato?

—No.

Los ojos de Clard se abrieron de par en par. Trató de sentarse erguido. Lo consiguió, se mantuvo así un momento.

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