Danza de espejos (34 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

—El conde Medianoche. Lástima, nadie lo sabe. El caballo murió antes que Vortala, la guerra terminó y al final lo heredó el hijo. Pero, junto al infame Complot de los Gatos Incendiarios, ése fue uno de los puntos culminantes de la fase zoológica de la variada historia política del Consejo. —Los ojos del conde Vorkosigan brillaron con un extraño entusiasmo mientras contaba todo eso. Luego miró a Mark y el entusiasmo se desvaneció—. Tuvimos muchos siglos para acumular los precedentes que quieras, y hay de todo tipo, desde absurdos a horrorosos. Y otros mejores.

El conde no hizo más preguntas sobre el día de Mark en la ciudad y Mark no le ofreció más detalles. La cena transcurrió tensa, y Mark se escapó apenas pudo.

Se hundió en la biblioteca, la habitación larga al final de una de las alas en la parte más antigua de la casa. La condesa lo había animado a que la visitara. Además de un lector que daba acceso a bancos de datos públicos y una comuconsola del gobierno con código de entrada y seguridad y uniones de comus, la habitación estaba tapizada de libros impresos e incluso escritos a mano sobre la Era del Aislamiento. La biblioteca hacía que Mark pensara en el castillo Vorhartung, con sus equipos modernos mal colocados en rincones extraños de una arquitectura que ni siquiera los había imaginado.

Mientras pensaba en el museo, vio con el rabillo del ojo un gran volumen sobre armas y armaduras y lo sacó con cuidado de su estuche para llevarlo a una de las dos habitaciones de lectura que flanqueaban las grandes puertas de vidrio hacia el patio trasero. Las habitaciones tenían muebles de lujo y una mesita cerca de una gran butaca con orejas para apoyar grandes volúmenes, tanto de libros como de personas. Mark lo hojeó despacio, pensativo. Cincuenta clases de cuchillos y espadas y cada pequeña variación tenía nombre y había nombres para cada una de las partes… qué base de conocimiento absolutamente fractual, el tipo de conocimiento creado por un grupo cerrado como el de los Vor, que a su vez recibía la creación de ese conocimiento…

Se abrió la puerta de la biblioteca y sonaron unos pasos firmes sobre el mármol y las alfombras. Era el conde Vorkosigan. Mark se encogió en la butaca de la habitación de lectura y levantó las piernas para que no se vieran desde lejos. No quería quedar atrapado en una charla íntima, tan fácil de iniciar en la comodidad de la habitación. Había logrado dominar el terror que le causaba el conde, pero el hombre todavía lo ponía terriblemente nervioso, aunque no dijera una sola palabra.

Desgraciadamente, el conde se sentó en una de las comuconsolas. Los reflejos de las luces de colores de la pantalla temblaron en el vidrio de las ventanas que quedaban frente a la silla de Mark. Era perfectamente consciente de que cuanto más esperara, así, escondido como un asesino, tanto más difícil le iba a resultar salir a la luz.
Bueno, di hola. Tira el libro al suelo. Suénate la nariz. Algo
… Estaba tratando de reunir coraje para toser y hacer ruido con las hojas del libro cuando la puerta volvió a crujir y se oyeron otros pasos, más leves. La condesa. Mark se hizo una bola en la butaca.

—Ah —dijo el conde. Las luces que se reflejaban en la ventana murieron cuando apagó la máquina para prestarle atención a ella, y giró en redondo sobre la silla. ¿Se inclinó sobre él para darle un beso rápido? La tela crujió cuando se sentó.

—Bueno, Mark está haciendo todo un curso rápido sobre Barrayar —hizo notar ella, ahogando el último impuso de Mark por hacerse notar.

—Es lo que necesita —suspiró el conde—. Tiene veinte años de atraso, tiene que empezar ahora si quiere funcionar.

—¿Tiene que funcionar? Quiero decir, ¿ahora mismo?

—No. Ahora mismo, no.

—Me alegro. Pensaba que estabas poniéndole una meta imposible. Y ya sabemos que lo imposible lleva un poco más de tiempo.

El conde dejó escapar una risita, que se desvaneció con rapidez.

—Por lo menos ya ha tenido una visión rápida de uno de nuestros peores rasgos sociales. Tenemos que asegurarnos de que comprenda profundamente la historia de los desastres de las mutaciones para que entienda de dónde viene la violencia. La razón por la que la angustia y el miedo llegaron tan hondo y por la que surgen esas ansiedades y esos… como diríais vosotros, los de Beta, esos malos modales.

—No estoy segura de que él pueda repetir la habilidad nativa de Miles para bailar en ese campo de minas. Ni ahora ni nunca.

—Yo diría que él prefiere atropellar y pasar arando —murmuró el conde con sequedad. Dudó un momento—. Su aspecto… Miles se preocupaba mucho por moverse, actuar, vestirse y demás para que su aspecto no llamara la atención. Hacía que su personalidad fuera más importante que su imagen física. Una especie de magia, si quieres. Mark… parece estar exagerando lo externo.

—¿La expresión de malhumor?

—Eso, y… confieso que su peso me inquieta. Y sobre todo la rapidez con que lo subió, a juzgar por el informe de Elena. Tal vez tengamos que hacerle un control médico. No puede ser bueno para él.

La condesa hizo un ruido despectivo con la nariz.

—Tiene veintidós años. Nada más. Por el momento no me parece preocupante su estado de salud. No es eso lo que te inquieta, querido.

—Tal vez no… no del todo.

—Te avergüenza mi amigo barrayarano. Tú siempre tan consciente de los cuerpos.

—Mmm. —Mark observó que el conde no lo negaba.

—Buen punto para él.

—¿Me podrías aclarar eso?

—Los actos de Mark son un lenguaje. Un lenguaje de la desesperación, sobre todo. No son siempre fáciles de interpretar. Pero creo que ése es obvio.

—Para mí no. Analízalo, por favor.

—Es un problema de tres partes. En primer lugar, está el lado físico. Supongo que habrás leído el informe médico con tanta atención como yo.

—He leído la sinopsis de SegImp.

—Yo he leído los datos con crudeza. Todos. Cuando los escultores de cuerpos de Jackson estaban tallando a Mark para que se pareciera a Miles, no le cambiaron el metabolismo genéticamente. Prefirieron formar un conjunto de hormonas y estimulantes de larga duración e inyectárselo mensualmente, cambiando la fórmula según las necesidades. Más barato, más simple, de resultado más controlado. Tomemos a Ivan como muestra del fenotipo de lo que hubiera resultado el genotipo de Miles sin el envenenamiento con soltoxina. Lo que tenemos en Mark es un hombre físicamente reducido a la altura de Miles pero genéticamente programado para llegar al peso de Ivan. Y cuando ese cuerpo dejó de sufrir los tratamientos de los komarreses, trató de llevar a buen término su destino genético. Si alguna vez lo miraras desapasionadamente, notarías que no sólo es gordo. Tiene huesos y músculos más robustos que los de Miles, más robustos que los que él mismo tenía hace dos años. Cuando alcance su nuevo equilibrio, probablemente será más bien macizo.

Quieres decir, esférico
, pensó Mark, que escuchaba horrorizado, consciente de haber comido de más en la cena. Puso todo su empeño en ahogar una arcada.

—Como un tanquecito —sugirió el conde, que evidentemente tenía una visión más esperanzada.

—Tal vez. Depende de los otros dos aspectos de su… lenguaje del cuerpo…

—Que son…

—La rebelión y el miedo. En cuanto a la rebelión… toda su vida ha habido gente a su alrededor que ha jugado con su integridad somática, y ha elegido la forma de su cuerpo. Ahora, por fin, le toca a él. Y miedo. De Barrayar, de nosotros, pero sobre todo de que Miles lo domine, lo ahogue y tú sabes que Miles puede ser muy dominante con todos, no sólo con sus hermanos menores. Mark tiene razón. Tuvo algo así como una buena idea. Los soldados y los sirvientes no tienen dificultad en reconocerlo, en decirle Lord Mark. El asunto del peso tiene esa brillantez medio atrevida medio consciente que me… me recuerda a alguien que los dos conocemos bien.

—¿Pero dónde termina? —Ahora sí que el conde se estaba imaginando algo esférico, pensó Mark.

—El metabolismo… cuando él quiera. Puede ir a un médico y hacer que se lo ajusten para tener el peso que quiera. Elegirá algo más moderado cuando no necesite rebelarse y no sienta miedo.

El conde hizo un ruido con la boca.

—Conozco a Barrayar, conozco las paranoias de Barrayar. Aquí no se puede estar seguro. ¿Qué hacemos si decide que no hay gordura suficiente?

—Entonces podemos comprarle una camilla flotante y un par de sirvientes musculosos. O… ayudarle a conquistar sus miedos.

—Si Miles está muerto… —empezó a decir el conde.

—Si no recuperamos a Miles y lo revivimos —corrigió ella con rapidez.

—Entonces, Mark es lo único que nos queda de Miles.

—¡No! —Las faldas crujieron cuando ella se levantó, y se puso a andar.
Dios mío, que no venga hacia mí
…—. Ahí es donde estropeas las cosas, Aral. Mark es lo único que nos queda de
Mark
.

El conde dudó.

—De acuerdo. En eso te doy la razón. Pero si Mark es lo único que nos queda… ¿tenemos al próximo conde Vorkosigan?

—¿Puedes aceptarlo como tu hijo aunque no sea el próximo conde Vorkosigan, o ésa es la prueba que tiene que pasar para entrar aquí?

El conde se quedó callado. La voz de la condesa bajó de pronto.

—¿Escucho tal vez un eco de la voz de tu padre en la tuya? ¿Es él quien me mira por tus ojos?

—Es… imposible… que él no esté ahí. —La voz del conde era igualmente baja, perturbada, pero desafiante, sin tono de disculpas—. En algún nivel. A pesar de todo.

—Sí… sí, entiendo. Lo lamento. —Ella se sentó de nuevo, para alivio de Mark—. Aunque seguramente no es tan difícil tener las aptitudes necesarias para ser conde en Barrayar. Mira algunos de los patos que estos días se sientan en el Consejo. O que no aparecen nunca, en algunos casos. ¿Cuánto tiempo me dijiste que hace que no vota el conde Vortienne?

—Su hijo ya tiene edad para ocupar su lugar —dijo el conde—, lo cual es un alivio para todos. La última vez que necesitábamos un voto unánime, el Sargento de Arma de la Cámara tuvo que ir a buscar el suyo en persona a la residencia, y lo encontró allí en la escena más extraordinaria que…bueno, parece que da ciertos usos únicos a su guardia personal.

—Sí, claro, ésas también son aptitudes únicas. Comprendo.— Había una sonrisa en la voz de la condesa Cordelia.

—¿Quién te dijo eso?

—Alys Vorpatril.

—Yo… bueno, no voy a preguntarte cómo lo sabe ella.

—Muy inteligente de tu parte. Pero la cuestión es que Mark tendría que esforzarse mucho para ser el peor conde del Consejo. No son la elite que dicen ser.

—Vortienne es un ejemplo injusto y horrible. Ese Consejo funciona sólo por la dedicación extraordinaria de muchos condes. El Consejo consume a los hombres. Pero… los condes son sólo la mitad de la batalla. El filo más agudo de la espada es el Distrito. ¿Lo aceptaría la gente? ¿Aceptaría la gente al clon perturbado de un original deforme?

—Terminaron aceptando a Miles, y yo creo que están más bien orgullosos de él. Pero… Miles irradia lealtad, y ellos no pueden evitarlo: reflejan una parte, es irremediable.

—No estoy seguro de lo que irradia Mark —musitó el conde—. Me parece más bien un agujero negro humano. La luz entre por ahí y no sale nada.

—Dale tiempo. Todavía tiene miedo. Proyección de culpa, supongo, de todos estos años en los que iba a ser tu asesino…

Mark, que respiraba por la boca tratando de no hacer ruido, se encogió. ¿Qué? ¿Tenía rayos X esa mujer? Era la aliada más terrible que se podía tener, si es que era una aliada…

—Ivan —dijo el conde —ciertamente no tendría ningún problema de popularidad en el distrito. Y aunque fuera a regañadientes, creo que respondería al desafío de ser conde. Ni el peor ni el mejor, pero del montón sí, por lo menos.

—Ése es el sistema que utilizó para terminar su educación, la Academia del Servicio Imperial y su carrera hasta el momento. El invisible hombre del montón.

—Es frustrante, sí. Él es capaz de mucho más.

—Está tan cerca del Imperio… ¿cuánto puede atreverse a brillar? Atraería a los conspiradores como una luz a los insectos, se le acercarían todos los que quisieran un mascarón de proa para su facción. Y sería un hermoso mascarón de proa. Se hace el tonto. Tal vez sea el menos tonto de todos nosotros.

—Es una teoría optimista, pero si Ivan es tan calculador, ¿cómo consiguió hacerlo desde que aprendió a caminar? —preguntó el conde, con tono de ruego—. Lo convertirías en un cuidadoso Maquiavelo de cinco años, querida capitana.

—Entonces no insisto con la interpretación —dijo la condesa, cómoda—. La cuestión es que si Mark tuviera que elegir una vida en, digamos, Colonia Beta, Barrayar conseguiría seguir adelante de alguna forma. Incluso nuestro Distrito sobreviviría… Y Mark no dejaría de ser nuestro hijo.

—Pero yo quería dejar mucho más… Sigues con esa idea de Colonia Beta.

—Sí. ¿Te parece raro?

—No. —La voz era más débil—. Pero si te lo llevas a Colonia Beta, nunca voy a tener la oportunidad de conocerlo.

Tras un breve silencio, la voz de la condesa sonó más firme.

—Estaría más impresionada por esa queja si mostraras cualquier signo de querer conocerlo ahora. Lo estás evitando con tanto cuidado como él a ti.

—No puedo dejar todos los asuntos de gobierno por esta crisis personal —dijo el conde con dureza—. A pesar de lo mucho que me gustaría.

—Lo hiciste por Miles, si mal no recuerdo. Piensa en el tiempo que pasabas con él aquí, en Vorkosigan Surleau… robabas tiempo como un ladrón para dárselo a él, arrancabas minutos aquí y allá, una hora, una mañana, un día, lo que pudieras conseguir, mientras llevabas la Regencia a la carrera atravesando seis crisis importantes, militares y políticas. No puedes negarle a Mark la ventaja que le diste a Miles, y después decir que no rinde lo mismo que Miles.

—Ah, Cordelia —suspiró el conde—. Yo era joven entonces. No soy el padre que tuvo Miles hace veinte años. Ese hombre ya no está, se quemó completamente.

—No te pido que seas el padre que fuiste entonces; eso sería ridículo, absurdo. Mark no es un crío. Te pido que trates de ser el padre que eres ahora.

—Querida capitana… —La voz se rindió, exhausta.

Tras un breve silencio, la condesa dijo con severidad:

—Tendrías más tiempo y energía si renunciaras. Dimite como Primer Ministro, por favor.

—¿Ahora? Cordelia, piensa un poco. No me atrevo a perder el control ahora. Como Primer Ministro, Illyan y SegImp me informan a mí directamente. Si me convierto en un conde cualquiera, estoy fuera de la cadena de mando. Pierdo el poder para seguir con la búsqueda.

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