Danza de espejos (15 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

El período vulnerable de otro trasplante de cerebro sería doblemente peligroso sin duda para un hombre cuyo poder deseaban tantos subordinados sin escrúpulos.
Con este hombre no se juega
, decidió Miles.

—Bharaputra —dijo el hombre de la túnica marrón, y esperó. En realidad, él y la Casa eran la misma cosa desde el punto de vista práctico.

—Naismith —dijo Miles—. Comandante de la Flota Mercenaria de los Dendarii Libres.

—Al parecer, el comando es parcial —dijo Vasa Luigi con toda tranquilidad.

Miles mostró los dientes, pero consiguió no enrojecer.

—Justamente. ¿Entiende que yo no autoricé ese ataque?

—Entiendo que eso es lo que usted dice. Personalmente, yo no estaría tan ansioso por anunciar un fracaso de ese tipo en el control de mis subordinados.

Te está poniendo nervioso. Tranquilízate
.

—Necesitamos que esto quede claro. Todavía no sé si el comandante Thorne fue sobornado o sólo engañado por mi hermano-clon. En cualquier caso, el clon es producto suyo y, por las razones sentimentales que sean, volvió para vengarse. Yo soy un testigo inocente, y estoy tratando de arreglar las cosas.

—Usted —parpadeó el barón Bharaputra, como una lagartija —es una curiosidad. Nosotros no lo fabricamos. ¿De dónde viene?

—¿Le importa?

—Tal vez.

—Entonces es información que pienso vender o canjear. No es gratis. —Ésa era la etiqueta jacksoniana y el barón asintió, sin ofenderse. Estaban entrando en el reino de los Tratos, aunque todavía no fuera un trato entre iguales.

Por el momento el barón dejó de interesarse en la historia de la familia de Miles.

—¿Y qué quiere de mí, almirante?

—Quiero ayudarlo. Si usted me da mano libre, puedo sacar a mi gente del dilema de ahí abajo con un mínimo de daño para las personas o propiedades de Bharaputra. Sin ruido, sin problemas. Incluso podría pensar en pagar costos razonables por los daños físicos ya sufridos.

—No me hace falta su ayuda, almirante.

—Si le interesa abaratar los costos, le aseguro que sí.

Los ojos de Vasa Luigi se aguzaron mientras lo pensaba.

—¿Es una amenaza?

Miles se encogió de hombros.

—Al contrario. En este caso, los costos de ambos pueden terminar en cifras muy altas o muy bajas. Yo las preferiría bajas.

Los ojos del barón se desviaron a la derecha, hacia alguna cosa o persona que el vídeo no captaba.

—Perdóneme un segundo, almirante. —La cara desapareció, y fue reemplazada por el logo del vídeo.

Quinn se acercó a Miles.

—¿Crees que podremos salvar a algunos de esos clones?

Él se pasó las manos por el cabello.

—Mierda, Elli, todavía estoy tratando de sacar al Escuadrón Verde… Lo dudo.

—Qué lástima, después de haber venido hasta aquí.

—Mira, tengo cruzadas mucho más cerca de casa si me da la gana. Se matan mucho más de cincuenta chicos todos los años en el interior de Barrayar por mutación o sospechas de mutación. Eso, para empezar. No puedo permitirme estas… quijotadas, como Mark. No sé de dónde sacó esas ideas, no puede haberlas sacado de los bharaputranos. Ni de los komarreses.

Quinn alzó las cejas, abrió la boca, y volvió a cerrarla como pensándolo de nuevo y sonrió sin ganas. Pero después dijo:

—Es que estaba pensando en Mark. Dices que quieres que confíe en ti.

—¿Y regalarle los clones? Ojalá pudiera. Cuando termine de estrangularlo con mis propias manos, y eso es lo que voy a hacer apenas cuelgue a Bel Thorne del palo más alto. Mark es Mark, y no me debe nada, pero Bel debería haber sabido qué hacer. —Apretó furiosamente las mandíbulas. Las palabras de ella lo habían sacudido con visiones galopantes. Las dos naves, con todos los clones a bordo, saltando en triunfo desde el espacio local de Jackson… haciendo un palmo de narices a los bharaputranos… Mark balbuceando su gratitud, llevándolos todos a casa, con mamá…
locuras
. Imposible. Si lo hubiera planeado todo él de principio a fin, tal vez. Sus planes no habrían incluido un ataque frontal de medianoche sin apoyo extra. La placa de vídeo chispeó de nuevo y él hizo un gesto para que Quinn se alejara. Volvió a aparecer Vasa Luigi.

—Almirante Naismith —dijo, asintiendo—. He decidido permitirle que ordene a su personal amotinado que se rinda ante mis fuerzas de seguridad.

—No me gustaría poner en peligro a sus hombres, barón, ya han tenido bastante. Han estado levantados toda la noche. Están cansados y nerviosos. Yo voy a recoger a mi gente.

—Eso no es posible. Pero le garantizo sus vidas. Las multas individuales por los actos criminales que cometieron ya las discutiremos más tardes.

Rescates. Se tragó la rabia.

—Eso… es una posibilidad. Pero las multas deben determinarse de antemano.

—No está en disposición de dictar condiciones, almirante.

—Sólo deseo evitar malos entendidos, barón.

Vasa Luigi se mordió los labios.

—Muy bien. Los de la tropa, diez mil dólares betaneses cada uno. Los oficiales, veinticinco mil. Su capitán hermafrodita, cincuenta mil, a menos que quiera que nosotros nos encarguemos de él, claro… No veo que le pueda servir de mucho su… su hermano-clon, así que lo voy a retener. A cambio de eso, renuncio a la compensación por daños a la propiedad. —El barón hizo un gesto de satisfacción por su propia generosidad.

Más de un cuarto de millón. Miles se encogió por dentro. Bueno, podía ser.

—Pero yo tengo interés en el clon. ¿Qué… qué precio le pone usted a su cabeza?

—¿Qué interés podría tener usted? —preguntó Vasa Luigi, sorprendido.

Miles se encogió de hombros.

—Pensaba que era obvio… Mi profesión está llena de riesgos. Soy el único superviviente de mi nidada de clones. El que yo llamo Mark fue una sorpresa para mí y yo para él, creo: ninguno de los dos sabía que hubiera otro proyecto. ¿Dónde podría encontrar otro… bueno, digamos otro donante de órganos tan perfecto y tan rápido?

Vasa Luigi abrió las manos.

—Podríamos ponernos de acuerdo para retenerlo nosotros aquí, a salvo.

—Si lo necesito, será con urgencia. En esas circunstancias, temo una subida del precio en el mercado. Además, hay accidentes. Mire lo que le pasó al pobre clon del barón Fell, que estaba bajo su custodia, barón.

La temperatura pareció bajar veinte grados y Miles se maldijo por su locuacidad. Al parecer, el suceso aún era información confidencial por esos lares, o por lo menos un botón rojo de algún tipo. El barón lo estudió, si no con respeto, por lo menos con recelo.

—Si desea que se haga otro clon para propósitos de trasplante, almirante, éste es el mejor lugar. Pero este clon no está a la venta.

—Este clon no le pertenece —ladró Miles, demasiado rápido. No, tranquilo. Debía parecer tranquilo, los pensamientos enterrados muy abajo, mantener esa apariencia suave de la persona que puede hacer un trato con el barón Bharaputra sin vomitar—. Además están esos diez años de tiempo. No me preocupa una muerte por vejez; lo que me quita el sueño son las sorpresas. —Después de una pausa, y con un esfuerzo heroico, se soltó—. No hay necesidad de renunciar a una compensación por daños.

—Yo no tengo necesidad de nada, almirante —señaló el barón con frialdad.

No estés demasiado seguro de eso, maldito jacksoniano
.

—¿Para qué quiere usted a ese clon en particular, barón, teniendo en cuenta lo fácilmente que puede conseguirse uno?

—No es tan fácil. Su historial médico revela que fue todo un desafío. —Vasa Luigi se palmeó la nariz aguileña con un dedito y sonrió sin demasiado humor.

—¿Piensa en un castigo? ¿Una advertencia contra otros malhechores?

—Sin duda eso es lo que él va a pensar.

Así que había un plan para Mark, o por lo menos una idea que olía a beneficios.

—Nada en dirección de nuestro progenitor en Barrayar, espero. Ese complot murió hace mucho. Ellos saben sobre nosotros.

—Admito que las conexiones con Barrayar me interesan.
Sus
conexiones con Barrayar también me interesan, almirante. Es obvio por el nombre que usted tomó que sabe de dónde proviene. ¿Cuál es su relación con Barrayar, exactamente?

—Una relación difícil —admitió él—. Me toleran. Les hago un favor de vez en cuando. Por un precio. Fuera de eso, nos evitamos. Seguridad Imperial de Barrayar tiene un brazo todavía más largo que la Casa Bharaputra. No querrá usted atraer su atención. No le convendría, se lo aseguro.

Las cejas de Vasa Luigi se elevaron con escepticismo.

—Un progenitor y dos clones… tres hermanos idénticos. Y todos pequeñitos. Entre los tres supongo que pueden hacer una persona completa.

No venía al caso; el barón estaba buscando algo, posiblemente información.

—Tres, pero le aseguro que no idénticos —dijo Miles—. Lord Vorkosigan, el original, es un tipo gris. Pero lo menos, eso me dijeron. Las limitaciones de la capacidad de Mark son… bueno, acaban de quedar demostradas. Yo soy el modelo mejorado. Mis creadores planearon cosas importantes para mí, pero hicieron el trabajo demasiado bien y yo empecé a hacer mis planes por mí mismo, una característica que no me parece que posean los otros dos.

—Ojalá pudiera hablar con sus creadores.

—A mí también me gustaría que eso fuera posible, pero están muertos.

El barón lo obsequió con una sonrisa de hielo.

—Es usted un pequeño engreído.

Miles tensó los labios, pero no dijo nada.

El barón se sentó, jugueteando con los dedos.

—Mi oferta sigue en pie. El clon no está a la venta. Pero voy a subir la multa al doble por cada treinta minutos que pasen. Le aconsejo cerrar el trato cuanto antes, almirante. No va a conseguir uno mejor.

—Tengo que hacer una consulta breve con mi contable de la Flota —aceptó Miles—. Enseguida le llamo.

—Por supuesto —murmuró Vasa Luigi con una sonrisa leve por su propio ingenio.

Miles cortó el comu con rapidez y se quedó sentado. Le dolía el estómago, del que irradiaban por todo el cuerpo ondas de vergüenza y furia.

—Pero el contable no está aquí. —Quinn señaló hacia fuera. Parecía confusa. El teniente Bone había partido con Baz y el resto de los Dendarii, desde Escobar.

—No… no me gusta el trato con el barón Bharaputra.

—¿SegImp no puede rescatar a Mark más tarde?


Yo
soy SegImp.

Quinn no podía negarlo y se calló.

—Quiero mi armadura espacial —gruñó malhumorado, encogido en el asiento.

—La tiene Mark —dijo Quinn.

—Ya lo sé. Mi media-armadura. Mi casco de comando.

—También los tiene Mark.

—Ya lo sé. —Golpeó con fuerza sobre el brazo del asiento. El ruido sonó brusco y seco en la habitación tranquila y Quinn se encogió—. ¡Entonces, un casco de jefe de escuadrón!

—¿Para qué? —preguntó Quinn sin entusiasmo—. Dijiste que aquí no hay cruzadas.

—Me estoy preparando para un trato mejor. —Miles se puso en pie. Le latía la sangre en los oídos, cada vez más caliente—. Ven.

Las bandas del cinturón de seguridad le apretaron el cuerpo cuando el transbordador aceleró para alejarse del costado del
Peregrine
. Miles echó una mirada por encima del hombro del piloto para controlar rápidamente la curvatura del planeta que se deslizaba por la ventana en diagonal y echar una mirada a sus transbordadores rápidos de combate que se alejaban de la nave nodriza para cubrirlo.

Después venía el segundo transbordador de combate del
Peregrine
, la otra mitad de su ataque a dos puntas. Su ataque fingido. ¿Se lo tomarían en serio los bharaputranos?
Eso es lo que tú quisieras que hicieran pero no es un hecho
… Volvió la atención al mundo global de datos suministrados por el casco de comando.

Después de todo no había tenido que conformarse con un casco de jefe de escuadrón. Había cogido el equipo de la capitana Elena Bothari-Jesek mientras ella se ocupaba de la táctica desde el
Peregrine
.
Tráemelo de vuelta sin ningún agujero
, le había dicho ella con los labios pálidos de ansiedad. Prácticamente todo lo que tenía puesto era donado. Un traje anti-destructor nervioso demasiado grande, con las mangas recogidas y sostenidas por bandas elásticas en los tobillos y las muñecas. Quinn había insistido en que se lo pusiera porque el daño que podían causar los destructores nerviosos era la pesadilla personal de Miles. Él no se había negado. Ropa de camuflaje demasiado suelta. Las bandas del equipo de campo de plasma rodeaban la tela sobrante con bastante eficacia. Dos pares de calcetines, uno sobre otro, mantenían las botas prestadas en su lugar. Era muy desagradable, irritante, pero ésa no era la mayor de sus preocupaciones. Estaba tratando de sacar adelante un ataque planeado con treinta minutos de anticipación.

Su mayor preocupación era el lugar de aterrizaje. Su primera elección fue encima del edificio de Thorne, pero el piloto del transbordador tenía miedo de que el edificio se derrumbara si ponía el transbordador encima, y además el tejado no era plano sino a dos aguas. El sitio más cercano estaba ocupado por el transbordador destruido y abandonado del
Ariel
. La tercera opción los obligaba a una larga caminata, especialmente de vuelta cuando la seguridad de Bharaputra ya habría tenido tiempo de tomar las medidas oportunas. Bueno, tal vez el sargento Kimura y el Escuadrón Amarillo en el segundo transbordador le darían al barón Bharaputra algo más urgente que hacer.
Cuida el transbordador, Kimura. Es nuestro único apoyo ahora. ¡Debería haber traído a toda la Flota, mierda!

Ignoró los crujidos y aullidos de desaceleración de su propio transbordador cuando golpearon la atmósfera —era una caída excelente, pero no lo suficiente rápida para él: ninguna velocidad le hubiera parecido suficiente —y miró el progreso del ataque de cobertura en los códigos y esquemas del casco. Los transbordadores de combate de Bharaputra, asustados y sorprendidos en la guardia alrededor del
Peregrine
, habían dividido su atención en dos. Perdieron unos tiros inútiles contra el
Peregrine
mismo, se alejaron persiguiendo a Kimura y luego se volvieron contra la formación de ataque de Miles. Uno de ellos estalló en pedazos casi inmediatamente y Miles susurró una recomendación para el piloto Dendarii en su grabador. El otro, asustado, se alejó para esperar refuerzos. Bueno, eso había sido fácil. Era el viaje de vuelta el que iba a ser divertido. Él ya sentía la adrenalina que se elevaba en su cuerpo, más extraña y más dulce que una droga a través de la sangre. Duraría horas, luego se iría de pronto, dejándolo quemado, vacío, con los ojos hundidos y la voz perdida. ¿Valía la pena esperar?
Si ganamos, sí
.

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