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Authors: Megan Maxwell

Deseo concedido (34 page)

—Necesitaré más —suplicó Mary mirando el puñadito que Megan puso en sus manos—. Esos
highlanders
son conocidos por su aguante con la bebida.

—Doble dosis, entonces —rio Megan divirtiéndose a pesar de lo que iban a hacer—. Esto tumba a un caballo. Eso sí, avisa a los criados de confianza para que no tomen ni un sorbo, o caerán ellos también.

Mary, con una encantadora sonrisa, asintió.

—Habrá que avisar a nuestros guerreros —replicó Shelma al ver a varios de los suyos bebiendo y riendo con aquellos brutos.

—No. Hablaré con Kieran —dijo Megan—. Si ellos dejan de beber, se darán cuenta de que algo raro ocurre.

—De acuerdo —sonrió Mary, que guardó las hierbas en una pequeña servilleta que sacó del bolsillo—. Hoy,
milady
, disfrutaré con el espectáculo.

Asomándose con cuidado a la ventana, Megan señaló al hombre rubio que reía junto a las furcias que se dejaban sobar.

—¿Realmente es tan malo?

—Milady
—susurró Mary acercándose a la ventana—, es la oveja negra del clan O'Hara y mi consejo es que os mantengáis lo más alejadas que podáis de él. Su lema es «Tomo lo que quiero, cuando quiero».

Unos golpes en la arcada atrajeron las miradas de las mujeres. Mary abrió y Kieran entró sin preguntar, plantándose ante ellas con gesto de preocupación.

—Sé que no debería estar aquí —dijo mirándolas a modo de disculpa—, pero mi hermano tiene intención de hacer noche aquí. Os ruego por vuestro bien y el mío que no salgáis en toda la noche de la habitación y que atranquéis la puerta.

—Pero ¿tan grave es? —se alarmó Shelma al sentir la angustia que el chico reflejaba en su mirada.

Kieran esbozó una triste sonrisa.

—A pesar del cariño que tengo a mi hermano por la sangre que nos une, existen ciertas cosas que yo me niego a aceptar —respondió con sinceridad—. Intentaré por todos los medios que no llegue hasta vosotras, pero sus métodos nunca han sido limpios y me puedo esperar lo peor.

—Hablando de métodos —sonrió Megan atrayendo su atención—. Le acabo de dar a Mary unas hierbas que, mezclándolas con la cerveza, conseguirán derrotar hasta al hombre más forzudo, sumiéndolo en un profundo sueño.

Aquello alegró el gesto del muchacho.

—¡Magnífico! —asintió Kieran al escucharla y ver que era mujer de rápidas soluciones—. Me aseguraré de que todos bebamos hasta caer derrotados. Por cierto, ¿el despertar será bueno?

Megan torció el gesto e indicó:

—Sentirás como si cien caballos te pisotearan las sienes.

Al escuchar aquello, Kieran suspiró pero sonrió.

—Prefiero eso a que los tontos de vuestros maridos piensen que tramé algo con mi hermano. —Y mirando a Mary preguntó—: Entonces, ¿te encargas tú?

—Sí, señor —asintió la criada con una alegre sonrisa echando unos troncos al hogar.

—¡Perfecto, Mary! —señaló Kieran y, despidiéndose, indicó—: Atrancad la arcada a mi salida.

Poco tiempo después, el sonido de unos nuevos golpes en la arcada hizo que las tres mujeres se mirasen. Era Yentel, una de las criadas.

—Miladies
—dijo con ojos avergonzados—, me envía James O'Hara para preguntar si le honraréis con vuestra compañía en la cena.

Megan y Shelma se miraron pero fue la joven criada quien contestó.

—Imposible —dijo Mary dando un paso hacia ella—.
Miladies
me indicaban en este momento que están agotadas y desean descansar. Dile a O'Hara que se lo agradecen, pero que será en otra ocasión. —Una vez que se deshizo de Yentel, Mary cerró la puerta y apoyándose en ella susurró—: ¿Cómo sabe él que estáis aquí?

—No lo sabía —maldijo Megan al ver cómo ahora James y Berta miraban hacia su ventana—. Pero la arpía de Berta ya le informó.

—¡Maldita mujerzuela! —apostilló Mary.

Desde la ventana, Shelma vio a Kieran llegar con paso decidido hasta su hermano y las mujeres.

—Creo que os estáis asustando demasiado, Mary —sonrió Shelma—. Lolach y Duncan llegarán en cualquier momento. Además, varios de nuestros guerreros siguen aquí. No creo que se atrevan a hacer nada.

La criada, tras suspirar con gesto grave, murmuró:

—Milady
, los hombres beben en ocasiones demasiado y pierden la cabeza.

—Tranquila, Mary —señaló Megan percatándose del peligro que habría pasado horas antes si Kieran no hubiera aparecido—. Las hierbas que te he dado nos ayudarán. De todas formas, atrancaremos la puerta en cuanto traigas a Zac. No saldremos de aquí.

Aquella noche, dormir en la fortaleza se convirtió en algo imposible. El ruido ensordecedor que los hombres hacían al reír, cantar o luchar borrachos ponía el vello de punta. Megan observó cómo Kieran, cada vez más torpe, llenaba la jarra de cerveza de su hermano, que reía a carcajadas con Berta en su regazo.

Oculta tras las sombras de su habitación, miró cómo se desarrollaba la fiesta que habían organizado en el patio de la fortaleza, y se quedó impresionada al ver lo que aquellos hombres eran capaces de beber sin descansar, aunque sonrió al comprobar que algunos comenzaban a sentarse y adormilarse.

Con remordimiento, vio también que varios de los hombres de Duncan y Lolach, que reían y bebían junto a los recién llegados, cayeron derrotados al suelo. Y los pelos se le erizaron al observar a varias de las criadas desaparecer con algunos de ellos tras los muros de la fortaleza. ¿Acaso no sabían el problema que les crearía?

Estaba tan abstraída con el espectáculo que el patio ofrecía que, cuando sonaron unos golpes en la puerta, pegó un salto.

—¿Quién es? —preguntó Shelma, adormilada junto a Zac encima de la cama de su hermana.

—Milady
—reconoció la voz de Yentel—, James y Kieran O'Hara quieren que bajéis para brindar por vuestras recientes bodas.

—Decidles de mi parte —gritó Megan, que hizo una seña a su hermana— que les rogaríamos que fueran considerados y nos dejaran descansar.

—Milady
—insistió la muchacha, asustada—, han dicho que si en breve no bajáis, miréis por la ventana.

—Por favor, Yentel, hazles llegar mi mensaje —suspiró Megan.

Una vez que la criada se convenció de que ellas no bajarían, sus rápidos pasos se alejaron.

—¿Qué quiere ese idiota? —se desperezó Shelma.

—Seguro que nada bueno —se quejó Megan al ver a Yentel acercarse con temor a James; éste, tras escucharla, comenzó a reír a grandes carcajadas junto a Berta, que sentada encima de él se restregaba como una gata en celo mientras bebía de la jarra que de nuevo Kieran le llenaba.

—Te juro que me dan ganas de bajar y…

Pero no pudo terminar la frase. De las cuadras, un borracho grandullón sacó a lord Draco y a Stoirm. Con una antorcha comenzó a asustarlos, haciendo que los caballos relincharan de miedo.

—¡Eso sí que no! —gritó Megan al sentir cómo la sangre le bullía de rabia por lo que veía—. ¡No se lo voy a consentir por muy O'Hara
el Malo
que sea!

—¿Qué pasa? —susurró Shelma levantándose asustada de la cama. Se quedó de piedra al ver lo que ocurría—. Pero ¿qué están haciendo esos imbéciles?

—Cavando su propia tumba —rugió Megan cogiendo su carcaj de cuero.

Furiosa y sin pensárselo dos veces, cogió una de las flechas, apuntó con maestría hacia el borracho y disparó.

Momentos después, el borracho gritó de dolor. La flecha que había lanzado Megan se le clavó en la mano que llevaba la antorcha, la cual cayó al suelo. Eso hizo que todos callaran y miraran hacia la ventana.

Kieran, divertido por aquello, reía a grandes carcajadas, intentando no caer desplomado por todo lo que estaba bebiendo. James intentó distinguir la figura de Megan a través de las sombras, pero la oscuridad de la noche le hacía difícil conseguirlo. Sin pensar en Berta, se levantó bruscamente, cayendo ésta despatarrada al suelo, algo que a la fulana molestó al escuchar risas a su alrededor.

A su llegada a la fortaleza, James había buscado a la mujer morena, pero únicamente logró encontrarla cuando Sabina y Berta le informaron de que buscaba a la esposa de El Halcón, ese presuntuoso guerrero que siempre le hacía sombra ante Robert de Bruce. Con la vista borrosa por la bebida, James observó en la oscuridad. No la veía, pero la excitación por aquella gitana de ojos desafiantes le decía que había sido ella, la
sassenach
, la que había lanzado la flecha.

Con intranquilidad, Mary se acercó a la mesa, donde comenzó a llenar de nuevo las jarras de cerveza, mientras observaba cómo James
el Malo
miraba hacia la ventana. A su alrededor, los hombres dormían como troncos tirados por el patio; incluso Sabina yacía encima de un guerrero respirando con tranquilidad. Se fijó en Berta, que la miraba con una tonta sonrisa en la boca. «¡Bien!», pensó Mary con una media sonrisa que se le borró al notar cómo una mano la agarraba y tiraba de ella. James
el Malo
, atrayéndola hacia él, la besó. Al ver aquello, Kieran intentó ayudarla, pero al moverse lo único que consiguió fue caer derrotado al suelo.

Mary se zafó como pudo del beso, pero la fuerza del hombre le impedía librarse de sus manos, y un extraño escalofrío le recorrió el cuerpo cuando le escuchó gritar con voz pastosa:

—Sassenach
, veremos si esto lo atajáis con otra flecha.

—¡Desnúdala, James! —bramó Berta—. Mary es la criada de la
sassenach
.

—Eres peor que una bruja —gritó Mary, que se alegró al ver cómo aquélla caía contra la mesa.

Desde la ventana, Megan respiraba con dificultad. Lord Draco, seguido por Stoirm, desapareció por la arcada de entrada hasta perderse en la oscuridad. Pero cuando vio que James intentaba volver a besar a Mary y ésta luchaba, gritó acercándose a la ventana con el rostro desencajado por la rabia:

—¡Soltadla, James O'Hara! Bajaré a brindar con vos.

—¡No,
milady
! —chilló Mary al escucharla—. ¡Esperad!

—¡Cállate, mujer! —la abofeteó torpemente él al oírla.

En su prisa por salir de la habitación, Megan chocó con Shelma.

—¿Qué se supone que vas a hacer?

—No voy a permitir que ese bruto haga daño a Mary —replicó poniéndose encima de la ligera camisa de hilo que utilizaba para dormir una bata larga azulada, anudada con dos cintas bajo el pecho. Antes de salir, tocó su pierna derecha y se cercioró de que su daga estaba en su lugar. También cogió su espada.

Shelma tomó su espada y, una vez que se cubrió el cuerpo con otra bata verde, sin despertar a Zac salió y dijo:

—Te acompañaré, aunque con la cantidad de brebaje que han bebido esos bestias, poco creo que puedan hacer.

James se quedó impresionado cuando Megan apareció más radiante de lo que la recordaba. La luz de las antorchas hacía que su pelo negro la volviera más salvaje, más etérea; parecía una ninfa del lago. Aquella
sassenach
le miraba con ojos desafiantes, y por la rigidez, de su mandíbula intuyó que la furia o la risa la estaba consumiendo. Anonadado por su belleza, soltó a Mary, que corrió hacia Megan. Una vez que intercambiaron unas palabras, la gitana de ojos oscuros la ocultó tras ella.

—Bien, O'Hara. Aquí estoy —dijo mirando a su alrededor, donde los hombres roncaban plácidamente—. ¡Qué animada fiesta!

—La fiesta comenzará ahora —susurró él andando con cierta dificultad hacia ella.

—Por vuestro bien, no os acerquéis más —señaló Megan extendiendo su espada ante ella, viendo cómo los rudos guerreros caían sin fuerzas a su alrededor.

—¡Vaya! —susurró Shelma con su particular sentido del humor—. Tus métodos asesinos son infalibles. Doy gracias que seas mi hermana, porque cualquiera se fía de ti.

Aquello las hizo reír.

—Pero… —dijo de pronto James al percatarse de que uno tras otro sus hombres se desplomaban inconscientes y él notaba que su visión se borraba—. ¡Brujas inglesas! ¿Nos habéis envenenado?

Mary y Shelma continuaban riendo.

—Digamos —bajó Megan su espada al verle doblar las rodillas y caer de bruces contra el suelo— que hemos adelantado el fin de la fiesta. ¡Felices sueños!

El golpazo de aquel guerrero contra el suelo sonó mal, muy mal.

—Oh, por Dios,
milady
… ¡Qué golpe! —se horrorizó Mary mientras se tapaba la boca para no reír.

—¡Por san Fergus! —rio Shelma señalando al hombre despatarrado—. Creo que mañana cuando despierte le faltará algún diente.

—¡Mejor que le falten a él y no a nosotras! ¿No creéis? —dijo Megan con una carcajada.

Tras asentir las tres, varios de los criados McPherson y mujeres de la aldea que habían permanecido ocultas comenzaron a aparecer. El susto se leía en sus caras al comprobar que en el patio había hombres inconscientes en el suelo, sobre las mesas, en las sillas. Megan, Shelma y Mary reían a carcajadas sentadas en el centro de todo aquel caos. Cuando lograron dejar de reír y todos se tranquilizaron, con cuidado recogieron a Kieran y lo echaron a descansar sobre una piel en el salón.

—Volvamos a nuestras habitaciones, necesitamos dormir —sugirió Megan tras recuperar a Stoirm, que como un cordero seguía a lord Draco. Con una sonrisa en los labios dijo a los criados y a las mujeres de la aldea—: Recordad. Aquí no ha pasado nada. Ellos llegaron, celebraron una fiesta y no molestaron a nadie. Vuestro
laird
y nuestros maridos están al llegar y no deseamos problemas con estos brutos.

—¿Y si no llegan pronto? —preguntó Yentel, asustada.

—Llegarán —afirmó Megan intentando aportar seguridad. Aunque algo en ella le decía que, si no llegaban, cuando despertaran aquellos brutos las cosas se pondrían muy, muy difíciles.

Capítulo 23

Cansados y agotados por el viaje en busca de Briana, de madrugada llegaron a la aldea, que presentaba una quietud inquietante. Cuando divisaron la gran arcada de la fortaleza, Duncan fue el primero en percatarse de que no había ningún soldado vigilando, por lo que aceleró el paso junto a Lolach y McPherson. Al entrar se quedaron sin palabras al ver aquel espectáculo.

—¡Por todos los santos celtas! —bramó McPherson al reconocer al hombre que dormía boca abajo en el centro del patio—. ¿Qué hace James O'Hara aquí?

—Mataré a Kieran —juró Lolach mirando a su alrededor y sintiendo que la rabia le comenzaba a consumir.

—¡Antes lo mataré yo! —masculló Duncan apretando la mandíbula al reconocer a algunos guerreros de James O'Hara y propios borrachos como cubas.

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