El arca (56 page)

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Authors: Boyd Morrison

Tags: #Intriga, arqueología.

En ese caso concreto, también facilitaba enormemente los planes de Tyler.

No estaba seguro de por qué no había contado a Dilara lo que se proponía hacer. Se dijo que fue porque no necesitaba saberlo, pero en el fondo supuso que se debía al hecho de que no quería ponerla de nuevo en peligro. Ya había perdido a un ser amado. No sabía si amaba a Dilara, pero le importaba, y lo sucedido durante aquellas dos últimas semanas le había hecho comprender que no estaba dispuesto a perder a nadie que le importara.

Reinaba un ambiente sofocante en la fundición. El calor que despedían los hornos lo inundó como en una tarde de verano en Phoenix. Subió una escalera hasta el pasadizo de la segunda planta. Cuando estuvo sobre uno de los tanques alimentadores que contenían hierro fundido, se sacó del bolsillo el amuleto de Sem.

El ámbar relució a la luz del fuego, revelando el perfil del anfibio que podría haber causado innumerables muertes. Cuando Tyler arrojó a Ulric el orbe de ámbar, pensó que el millonario no se tomaría la molestia de inspeccionarlo de cerca, teniendo en cuenta la situación en que se hallaban. Y Tyler no quería arriesgarse a que el amuleto fuese recuperado cuando excavaran el arca de Noé. Alguien lo habría utilizado para desarrollar de nuevo el arma de priones. Estaba convencido de ello. En ese caso, todos sus esfuerzos habrían sido en vano.

Nadie sabía que Tyler tenía el auténtico amuleto. Ni siquiera Dilara. O Grant. Si el Ejército de Estados Unidos lo descubría, lo habrían detenido antes de que desembarcase del avión en Estambul.

Lo miró por última vez, maravillado ante el hecho de que algo tan simple, tan hermoso, pudiera al mismo tiempo ser tan mortífero. Entonces, con un giro de muñeca, lo arrojó al hierro fundido. El orbe se fundió al entrar en contacto con el líquido de tres mil grados, lo cual destruyó por fin los priones.

Bajó por la escalera y devolvió el casco en la entrada. Sonó el timbre del teléfono móvil. Era Miles Benson.

—Gracias por arreglar nuestra estancia en el Four Seasons, Miles.

—De nada, Tyler. No tienes más que pedir. Gracias a ti estamos solucionando todos los pleitos por lo del camión, así que la estancia en ese hotel no cuesta un céntimo del dinero de Gordian. Todo es cortesía de las propiedades de Ulric. ¿Has ido ya a la fundición?

—Ahora salgo de allí.

—Supongo que no vas a contarme el porqué de tu visita.

—Lo haré cuando volvamos a vernos dentro de una semana.

—Quizá tenga que acortar tus vacaciones. Esas recientes escapadas tuyas nos han granjeado la atención del ejército y las fuerzas policiales. Tengo algunos proyectos nuevos que atender, y tú eres la persona ideal para el trabajo. ¿Han dado ya de alta a Grant?

—Estoy a punto de recogerlo.

—Estupendo, dile que saque el trasero de esa cama de hospital. Os necesito a ambos.

Tyler contuvo la risa. Miles sabía cómo aprovechar una oportunidad de negocio.

—Lo siento, jefe, te estoy perdiendo. Creo que tengo problemas de cobertura. Te llamaré dentro de unos días.

—Maldita sea, ¿sabes de cuánto dinero estamos ha…?

Tyler colgó, y a continuación silenció el teléfono. Gordian y el resto del mundo sobrevivirían sin él durante una semana. Necesitaba algo de tiempo para descansar.

Mientras abría la puerta del taxi, empezó a lloviznar, las últimas lluvias antes de que desaparecieran las nubes. Levantó la vista y se preguntó qué pensaría Dilara del fenómeno que cruzaba en ese momento el cielo. Su existencia tenía una explicación fácil de entender, pero dado lo sucedido recientemente podía pensar que tenía mayor significado.

«Mi arco he puesto en las nubes, y será señal del pacto entre la tierra y yo.»

Fuera cual fuese la explicación, permaneció de pie un instante, disfrutando de la vista, recordatorio de que la vida es breve y que más vale hacer un alto en el camino y disfrutar de vez en cuando de la belleza de la naturaleza. Tyler tuvo que admitir, sin importar qué o quién fuera responsable de su creación, que nunca en la vida había contemplado un arco iris tan hermoso.

Epílogo

En un
thriller
contemporáneo, a veces resulta complejo distinguir entre las tecnologías y escenarios reales o ficticios. Si ése es el caso de
El arca,
lo consideraré un cumplido porque significará que he hecho bien mi trabajo y he logrado que parezcan creíbles, al menos en el contexto del relato. Para quienes sientan curiosidad, dedico unas líneas para explicar qué es real y qué no lo es (aún, al menos).

Los priones causaron la llamada enfermedad de las vacas locas. Lo que resulta fascinante de los priones es que no son seres vivos. Son agentes infecciosos formados por complejas proteínas que se han deformado. Las enfermedades que causan son especialmente peligrosas porque son intratables y mortíferas sin excepción. Hasta el momento, no se ha descubierto ningún prion capaz de afectar la integridad de las células del cuerpo humano. La enfermedad causada por el Arkon es, por tanto, ficticia, pero aún no comprendemos del todo el comportamiento de los priones. Confiemos que el Arkon no deje de ser una fantasía.

Algunas de las tecnologías utilizadas por Tyler y Gordian no existen. El sistema de catalogación para clasificar los restos de un accidente de aviación, el traductor del habla que proyecta texto en las gafas de Aiden MacKenna y el sistema de cartografiado en tres dimensiones utilizado en el interior del arca son ficticios, pero no hay razones científicas que impidan que puedan ser realidad. Si existe algo parecido a estas herramientas, no he encontrado información al respecto. Sin embargo, la silla iBOT que utiliza Miles Benson es un producto real con unas prestaciones impresionantes desarrollado por Dean Kamen, inventor del Segway.

El USS
Dunderberg
fue un «ironclad» de la Unión, un barco acorazado de la Guerra Civil americana con casco de madera que, con 377 pies de eslora, se considera la mayor embarcación de madera jamás construida, mucho más corta que los 450 pies del arca de Noé. Si bien hay quienes afirman que la goleta
Wyoming
fue el mayor velero con sus 450 pies, dicha medida incluía desde el extremo del botalón de foque hasta la punta de la botavara de cangreja. La eslora únicamente medía 350 pies, y su casco era más corto que el del
Dunderberg.

En
El arca
hay referencias a diversas tragedias reales. El reactor privado de Payne Stewart se estrelló tal como describe el texto, y un fontanero en paro se comportó como un loco en San Diego subiéndose a un tanque robado. En un accidente auténtico donde se pudo evitar la tragedia, un 747 de la British Airways perdió los motores cuando sobrevoló una nube de ceniza volcánica. La tripulación logró poner de nuevo en marcha los motores y aterrizar sin mayores percances.

La mayor parte de los vehículos que aparecen en
El arca
son reales. El camión minero Liebherr es el más grande del mundo, y el deportivo eléctrico Tesla es un coche auténtico, aunque, que yo sepa, nunca un Tesla ha sido aplastado por un Liebherr. Aunque el
Alba del Génesis
es una embarcación ficticia, cada año se botan nuevos barcos gigantes como el
Oasis of the Seas,
con sus 220.000 toneladas, de la Royal Caribbean.

Los paneles de policarbonato se vuelven quebradizos al tratarlos con acetona, un descubrimiento que hice cuando leí el excelente estudio de Mark Eberhart titulado
Por qué se rompen los objetos.
Dejo en manos de los cazadores de mitos que lo verifiquen.

El Penetrador Masivo de Artillería (
Massive Ordenance Penetrator
, conocido también por sus siglas MOP) ya ha sido probado, y pronto el arsenal de la Fuerza Aérea contará con esta nueva arma.

Khor Virap es tal y como se describe en el libro, un monasterio precioso y un templo armenio situado a la sombra del monte Ararat.

Tal vez el arca de Noé sea una caverna llena de tesoros, pero seguirá siendo únicamente una teoría hasta que alguien la encuentre.

Agradecimientos

Escribir y publicar puede ser una tarea ardua, pero si, como yo, estás rodeado de gente estupenda, el viaje se vuelve mucho más sencillo, y por supuesto más divertido.

Me siento afortunado de que mi extraordinaria agente, Irene Goodman, viera potencial en mi escritura y que la tuviera a mi lado en la época de vacas flacas. No podría haber deseado mejor agente.

Mis agentes encargados de gestionar los derechos internacionales, Danny Baror y su hija y coagente Heather Baror, no sólo son grandes profesionales, sino también gente maravillosa, y me siento orgulloso de que sean ellos quienes me representen ante el mundo.

Agradezco a Sulay Hernández, mi fantástica editora en Touchstone, que me diera una oportunidad cuando nadie antes lo había hecho, y por ayudarme a dar forma al material de mi historia hasta convertirla en una novela acabada.

Gracias a Stacy Creamer, David Falk, Marcia Burch, Kelly Bowen, Josh Karpf, Cherlynne Li, Ervin Serrano y a todo el equipo de Touchstone por cuidar de este novato durante el proceso de publicación.

Mucha gente hizo aportaciones cruciales al contenido de este libro, y merecen atención especial. Sin embargo, cualquier error que haya podido producirse en cuanto a hechos o detalles, intencionado o no, es responsabilidad mía.

Querría agradecer al doctor Mark Eberhart, profesor de geoquímica de la Colorado School of Mines, su ayuda en materia de ciencia.

Gracias a Gary Brugger por sus consejos en cuanto al negocio de la consultoría de ingeniería.

El doctor Erik Van Eaton, buen amigo y cirujano traumatólogo, se mostró muy generoso compartiendo conmigo sus conocimientos de medicina.

Mi hermano, el teniente coronel retirado Martin Westerfield, es un antiguo piloto de la Fuerza Aérea que me proporcionó información importante acerca de los aviones y los procedimientos de vuelo.

Mi hermana, la doctora Elizabeth Morrison, es conservadora de manuscritos medievales en el museo J. Paul Getty, y aportó su valioso conocimiento en lo relativo a manuscritos antiguos, traducción de documentos y sitios religiosos.

Mi suegro, el geólogo doctor Frank Moretti, me proporcionó información muy necesaria acerca de los procesos geológicos, así como tempranos consejos sobre diversos aspectos de la novela.

Susan Tunis, amiga desde la primera edición de las conferencias ThrillerFest, me hizo una primera crítica muy valiosa de las versiones iniciales del manuscrito.

Cuando en un primer momento autoedité la versión digital de esta novela, muchos lectores entusiastas aprovecharon la ocasión para erigirse en paladines de un autor desconocido y pelear por mi obra. Sin su apasionada reacción, mi vida sería muy distinta, así que me gustaría reconocer a algunos de mis primeros lectores: T. J. Zecca, Catherine Weatbrook, Leo Bricker, Charlie Roth, Gayla Timmerman, Gwyn Evans y S. J. Dunham. Desearía poder incluir a todas las personas que me escribieron y que recomendaron con generosidad mis
ebooks
a otros lectores.

Finalmente, nunca lo habría logrado sin el inquebrantable apoyo de mi esposa Randi. Ella ha sido mi sustento, mi animadora, mi tabla de salvación y mi mejor audiencia. No teníamos la menor idea de a dónde podía llevarnos este camino, pero sabíamos que, mientras lo recorriésemos juntos, sería una vivencia increíble que nunca olvidaríamos. Y no nos equivocábamos. Mi vida junto a ella es una aventura mayor que cualquiera que pueda escribir.

 

[1]
 
El Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (o la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, del inglés
Bureau of Alcohol, Tobacco, Firearms and Explosives
, y abreviado ATF) es una agencia federal de seguridad de los Estados Unidos, así como una organización dedicada a la regulación de las actividades en las que tiene jurisdicción perteneciente al Departamento de Justicia (DOJ) de los Estados Unidos. Sus competencias incluyen la investigación y prevención de las infracciones federales derivadas del uso ilegal, manufactura y posesión de armas de fuego y explosivos, incendios provocados y atentados con bombas, y tráfico ilegal de alcohol y tabaco. La ATF también regula, a través de licencias, la venta, posesión y transporte de armas de fuego, municiones y explosivos, para su uso comercial en el ámbito interestatal.

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