—¿El señor McIntire?
—Así es. El tipo quería jugar a ser su padre y le prohibía muchas cosas. Usted sabe, algo parecido al mío, solo que en mi caso es mi padre biológico aunque casi no lo vea. En el caso de Jeremy era su padrastro pero lo tenía muy controlado. El señor McIntire es un exmilitar y pretendía criar a Jeremy en esa línea, incluso hablaba de meterlo al ejército para que lo hicieran un hombre de bien. Habló en una oportunidad con mi padre sobre el asunto, pero mi padre se limitó a prohibirme la amistad con Jeremy.
—Y supongo que lo desafiaste.
—Por supuesto, no iba a dejar que mi padre controlara mi vida. Aunque eso le costó la vida a Jeremy.
—¿Sugieres que su rebeldía le costó la vida?
—Jeremy se metió en drogas, cada día consumía más y cuando empezó a meterse con esos tipos, supe que tenía que alejarme de él.
—¿A qué tipos te refieres?
—Los tipos de la iglesia.
—¿Hablas de los que aparecieron muertos? ¿Acaso los conoces?
—Conozco al tipo blanco, era un proveedor de drogas de Jeremy. Al negro no lo ví bien, pero puedo haberlo visto antes.
—Pero estás seguro de que Jeremy conocía al menos a uno de ellos.
—De no conocerlos no habría vuelto para matarlos.
—¿De qué hablas?
—Esos tipos mataron a Jeremy o al menos eso creyeron y él se vengó volviendo de la muerte.
—Comienzas a pensar en tonterías, ¿Me dices que mi principal sospechoso es un chico que murió hace unas semanas?
—Su madre lo ha visto.
—Su madre está trastornada.
—Kennedy sabe que digo la verdad. Él sabe de los zombis y su poder.
—Creo que el sacerdote les metió ideas descabelladas en la cabeza.
—Estoy seguro de que si abren su tumba no encontrarán más que una caja vacía.
—Francis —dijo Bronson intentando quitar la fantasía del chico del tema. —¿Sabes si Jeremy y Kennedy tuvieron algún altercado?
—El padre Kennedy reprendía a Jeremy por su interés en esa religión de la que él es parte.
—Te refieres a la iglesia…
—No. Me refiero a la Regla de Oshá.
—¿Crees que Kennedy practica el vudú?
—Kennedy o lo que regresó de la isla.
—Creo no entenderte.
—Recuerde al chico que dejó de ser zombi, el que regresó a casa después de dieciocho años de estar como esclavo.
—¿Qué hay con él?
—Es lo mismo que sucede con Adam Kennedy, el tipo que volvió de Haití no es el mismo.
—Según tú es un zombi liberado…
—Es la verdad.
—Volvamos a las reprimendas de Kennedy a Jeremy. ¿Se produjo alguna cerca de la fecha en que el chico murió?
—No estuve con él ese día, solo hablé por teléfono y me dijo que estaba molesto con su padrastro porque se había aliado con Kennedy.
—¿Aliado?
—En su contra, vamos que su padrastro habló con Kennedy para sacar a Jeremy de ese mundo. Entiendo que querían meterlo en un centro de desintoxicación, una especie de clínica para adictos.
—No logro comprender. Si dices que Kennedy es practicante de la Regla de Oshá, ¿Por qué querría sacar a Jeremy de ese mundo?
—Por que como le dije, en la Santería hay magia negra, blanca y gris.
—¿Y crees que Kennedy practica la blanca?
—No lo sé. Pero puede ser que todo el lío con estos hombres se deba a que eran partidarios de diferentes creencias dentro de la misma Regla de Oshá.
—Francis, ¿Alguna vez viste a Kennedy practicando algún tipo de culto o quizá Jeremy te habló de eso?
—Jeremy parecía sentir una especie de devoción por el padre Kennedy, no me extrañaría que se debiera a que lo consideraba un babalao.
—¿Un brujo?
—Por así decirlo.
—¿Pero tú nunca viste nada que te llamara la atención?
—No creo que el padre Kennedy confiara tanto en mí como para eso, recuerde que yo no me involucré como lo hizo Jeremy.
—¿Pero nunca te sugirió que te unieras?
—¿Jeremy? Muchas veces, me decía que era un mundo diferente donde podría experimentar cosas nuevas.
—Cosas como la brujería.
—Y las drogas como parte de un deseo de elevación a otra dimensión.
—Y te decía que Kennedy estaba en ese mundo.
—Supongo que lo mencionó alguna vez, aunque como le digo, Kennedy no era particularmente del mismo bando en que estaba Jeremy, quizá por eso intentó que mi amigo se saliera de allí.
—Ya me habías dicho que tanto Kennedy como el padre de Jeremy lo obligaban a salirse de ese culto.
—Así es. Pero creo que fue demasiado tarde, Jeremy ya sabía demasiado de ellos.
—¿Piensas que lo mataron porque sabía algo?
—No lo sé. Estoy muy confundido y a decir verdad, me da miedo decirle todas estas cosas.
—No tienes por qué temer la policía…
—Usted no entiende, esto está mucho más allá del poder de la policía. Ni siquiera mi padre con sus contactos políticos podría ayudarme si esta gente desea silenciarme. Ahora, si no tiene más preguntas quisiera irme a casa.
—Francis, quiero que sepas que cualquier cosa que necesites puedes contar conmigo.
Ah lo olvidaba —dijo cuando ya el chico se disponía a salir de la oficina— me dicen que Jeremy y tú tenían un código, una especie de idioma en el que se comunicaban.
—Es creole.
—¿El lenguaje haitiano?
—Así es.
—Chicos listos.
—En realidad es una mezcla de idiomas.
—Supongo que Kennedy tuvo algo que ver con que lo aprendieran.
—Yo no diría que lo aprendimos, pero algunas palabras nos servían para evitar que oídos curiosos se enteraran de lo que hablábamos.
—¿Podrías darme algunos ejemplos?
—Bonjou!, significa buenos días!, bonswa! que significa buenas tardes.
—Ya veo lo que dices cuando hablas de mezcla de idiomas.
—Se hace más fácil si ya se habla francés, a Jeremy se le hizo más difícil, no era de Nueva Orleans.
—Entiendo.
—Para saludar puede usar komon ou ye? Significa ¿cómo está usted?
Usted podría responder n'ap boule! Significa ¡Bien!
—¿Tiene para tí significado algo así como wen regresa?
Francis sonrió nervioso y se acomodó en la silla, como si de pronto estuviera sentado en brasas.
—¿Dónde lo ha escuchado?
—Lo escuché a un negro la otra noche que allanamos un antro —mintió Bronson.
—Pues dicho así como usted lo dice no significa nada, pero si es a Mwen regret sa.
—Eso es, justo como lo has dicho.
—Quiere decir lo siento.
—¿Nada más?
—Es todo lo que significa para mí. No me tome por un experto, como le he dicho apenas si conocíamos algunas palabras que nos servían de clave.
—¿Qué dirías por ejemplo —dijo Bronson pensándoselo un momento— si estuvieras en peligro?
—Anmwe.
—¿No es lo mismo?
—No señor, quizá para un oído inexperto pueda serlo. Anmwe significa auxilio. Es como que usted diga casa y caza, para alguien distraído, voy a la casa o voy de caza puede sonar muy parecido, pero los significados son completamente diferentes.
—Lo siento y auxilio, entonces.
—Así es Mwen regret sa y Anmwen. Claro, el regret sa es más claro.
—¿Mezclaban ustedes el español con el creole?
—Por supuesto, era algo parecido al spanglish. La verdad es que debimos sonar algo bobos.
—¿Podría ser entonces que un Anmwen regresa pudiera ser tomado por un Mwen regret sa?
—¿Auxilio regresa contra un lo siento? Bueno, podría ser.
—Francis, para dos chicos tan unidos como ustedes dos, la muerte de Jeremy debe haber sido devastadora para ti, ¿no es verdad?
—Era mi amigo. Alguien a quien confiaba todos mis problemas y… —dijo con la voz quebrantada.
—Y al contrario sería igual ¿no?
—No había secretos entre nosotros, al menos eso creo.
—¿Hubo algo que te hiciera pensar que Jeremy querría suicidarse? Quizá algún comportamiento extraño, algo que no acostumbraba hacer o decir.
—Sé que no se suicidó. Alguien tiene que haberlo asesinado y como ya le había dicho, creo que fueron esos dos tipos y ahora Jeremy volvió de la tumba para hacerles justicia.
Francis no esperó más y con un gesto agradeció la soda y se marchó.
Bronson se quedó pensativo. Miró los expedientes de aquellos dos hombres asesinados y se sorprendió al pensar que tampoco debía importarle tanto a la ciudad la muerte de dos granujas, pero, la muerte de Ryan y si como decía Francis, Jeremy fue ejecutado por saber algo, eso sería otra historia. Por lo pronto ni siquiera sabía a ciencia cierta si las cuatro muertes tenían relación. Hasta ahora, Jeremy se había suicidado con una sobredosis, los tipos de la iglesia sin duda fueron ejecutados y en cuanto al padre Ryan, como dijo Kennedy, bien pudo tratarse de un infarto por la tensión que estaba viviendo. Lo único que unía a todos los muertos era su relación con Adam Kennedy.
Pulsó un botón del intercomunicador y le contestó la voz melosa de la secretaria de la comisaría:
—¿En que puedo servirle detective Bronson?
—Quisiera que me consiga todo lo que pueda del Padre Ryan, del chico llamado Jeremy Sanders y del padre Adam Kennedy.
—Lo buscaré de inmediato. Por cierto detective, su compañero llamó mientras usted hablaba con el chico Bonticue, dice que obtuvo la orden del juez y que va camino a la casa del sacerdote y a usted lo espera el padre Kennedy, lo tienen detenido y ha pedido insistentemente hablar con usted.
—Iré a verlo apenas pueda, pero en cuanto tenga noticias de Johnson hágamelo saber.
Johson llegó al apartamento de Kennedy deseoso de encontrar evidencias. Nunca le había pasado antes que deseaba con todas sus fuerzas que aquel a quien investigaba fuera el culpable, pero algo había en aquel sacerdote que le exacerbaba el rencor que sentía por la iglesia católica. Durante el camino de la casa del juez Vinton hasta aquel edificio para clase baja había repasado sus encuentros con el sacerdote. El último hizo que le volviera a doler la nariz y la boca.
—El maldito golpea como una coz de burro —dijo resoplando. —Nadie esperaría que un anciano y sacerdote para más, pudiera golpear así de fuerte.
Al llegar aparcó el coche frente a un hidrante justo en el momento en que una chica entraba al edificio. Al verlo se volvió retadora.
—No debería usted aparcar su auto al frente de un hidrante.
Johnson subió las ventanas del auto y salió sin darle importancia.
—Creo que tendré que llamar a la policía.
—No se moleste usted señorita, soy de la policía.
—Con mucho más razón debería respetar las reglas.
—¿Puedo saber quién es usted?
—Una simple ciudadana consciente…
—Vestida así yo diría que es usted algo más que una simple ciudadana.
La joven llevaba una minifalda que mostraba más de dos tercios de los muslos y una blusa escotada hasta el vientre. Al sentir que la estaba escrutando se cubrió los senos con los brazos.
—Es usted un mirón y además un patán.
—No quise ser particularmente delicado con usted.
—Dudo que lo pueda ser con alguien. Quizá por eso le han roto la nariz.
Johnson acusó el golpe.
—¿Tienen todos en este edificio tan mal carácter?
—No. Algunos son realmente malhumorados.
—Como el padre Kennedy supongo.
—Supone usted bien. El padrecito es un hombre peligroso si se le provoca y puedo decirle que soy su protegida.
—¿Protegida o amante?
La mujer lo fulminó con la mirada e hizo intento de subir de nuevo las escaleras que la separaban de la entrada al edificio cuando Johnson la tomó del hombro.
—Disculpe usted, me he pasado. No he tenido un buen día.
La mirada de la mujer dejaba claro que no sería tan fácil que lo disculpara.
—Vamos. No sea usted tan dura. Disculpe mis excesos.
—Si eso lo hace feliz… —dijo soltándose con firmeza y llegando hasta la puerta.
Johnson la siguió con la mirada, al subir las escaleras la parte restante de sus muslos quedaba al descubierto y la vista no le desagradó al detective que tuvo tiempo para sonreírle antes de que desapareciera.
—Vamos a ver si este sacerdote es tan fiero como dicen.
Caminó resuelto hasta el administrador del edificio y le mostró la placa y la orden de registro para el apartamento de Kennedy. El tipo era un desastre. Parecía que había pasado bebiendo toda la noche y despedía un olor agrio que molestó la nariz maltratada del policía.
—El elevador no sirve, tendrá usted que subir por las escaleras.
—No hay problema. Ya he estado en el apartamento del sacerdote.
—Bien. No espere que lo acompañe, no me pienso mover de aquí —dijo alcanzándole las llaves de la habitación.
Johnson subió las escaleras de dos en dos y a cada paso la madera crujía al punto que el detective pensó que podía ceder ante su peso. Al llevar subidos dos tramos, se encontró de nuevo con la chica que luchaba por encontrar su llave en un bolso cargado con demasiadas cosas.
—¿Necesita usted ayuda?
—Gracias puedo sola.
—Vamos, no sea usted rencorosa —dijo tomando el bolso y metiendo su mano para buscar las llaves, luego las sacó y las hizo tintinear frente a la cara de la mujer. Solícito le abrió la puerta de su cuarto.
—No esperará que lo invite a pasar.
—Claro que no. Estoy de servicio, quizá en otra oportunidad.
La mujer cerró la puerta en las narices del detective que sonriendo continuó subiendo las escaleras hasta la habitación de Kennedy.
Al llegar introdujo la llave en la puerta y para su sorpresa estaba abierta. Con sigilo puso su mano en el arma de reglamento que llevaba a un lado del pecho y tal y como lo decía el protocolo entró anunciándose como policía. No le costó recorrer el pequeño apartamento y cerciorarse de que no había nadie allí. El olor a humedad ahora estaba mezclado con yerba.
—Así que consumes marihuana —dijo con una sonrisa— y empezó una revisión del aposento. Kennedy no se caracterizaba por el orden, su cama no estaba hecha y las sábanas parecían decir que el sacerdote se había revolcado en ellas. Una pequeña cómoda con un espejo manchado llamó la atención del policía, pegadas en los bordes habían algunas fotografías en blanco y negro, en ellas aparecía el padre Kennedy con un hombre de color, la tomó y le dio vuelta para ver el anverso, decía Adam y Jean diciembre del 71, Haití. Estaba escrito con una caligrafía aceptable. Una nueva foto mostraba al padre con una chica joven de buen ver, quizá demasiado juntos para que Johnson no la mirara con malicia. Al voltearla pudo leer, María, 1971. Era la misma caligrafía por lo que supo que se trataba de la de Kennedy. Una tercera foto mostraba una ceremonia religiosa con máscaras e imágenes de santos por doquier, muchas candelas iluminaban el sitio y al fondo se veía al sacerdote con una vieja de cabellos blancos. Por detrás de esta no había nada escrito. Luego una estampa, una especie de pergamino de los que se usan para las oraciones, este en particular estaba escrito en un idioma que el detective no pudo identificar. Lo tomó e intentó leer: