El bokor (61 page)

Read El bokor Online

Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

—Por supuesto, por eso está aquí ¿no? Por el mensaje que le dejé…

—¿Qué decías en ese mensaje?

—Que Jeremy había vuelto, que necesitaba verlo aquí…

—¿Has mencionado el lugar?

—No lo recuerdo, supongo que…

—¿Te das cuenta que dejar ese tipo de mensajes solo logrará que la policía nos crea culpables?

—No importa…

—Por supuesto que importa —dijo levantando la voz y asustando al chico. —Esos hombres creen que yo maté a los drogadictos y ahora tú les das más motivos para pensar que es así.

—Un bokor como usted no debería temer de simples policías.

—¿De dónde sacas que soy un bokor?

—Jeremy…

—Jeremy estaba mal de la cabeza y tú no lo estás mejor.

—Jeremy me lo dijo, usted es uno a veces y otro cuando se requiere. Como la Mano de los Muertos, el tipo que lo inició.

—Deja de decir tonterías.

—Ahora estará confundido, padre Kennedy pero cuando sea otra vez el bokor entenderá todo y podrá hacerme inmortal igual a usted, igual a Jeremy.

—No existen tales cosas como los hombres inmortales.

—Los hay, usted lo sabe, es solo que no desea compartir conmigo el conocimiento —dijo con un semblante diferente.

—Francis, créeme, ni yo ni Jeremy podemos vencer a la muerte…

—¡Miente! —dijo echándose hacia atrás.

—Francis, ven acá.

—No. Usted no es quien dice ser, maldición, no es más que el sacerdote en este momento…

—Francis, acércate.

El chico caminaba hacia atrás con la mirada extraviada mientras Kennedy trataba de acercarse sin asustarlo de más. Un ruido de ramas quebradas se escuchó a espaldas del joven que volteó la cabeza.

—Francis, ven, hablemos…

—No —dijo el joven que comenzaba de nuevo a hiperventilar.

Adam intentó alcanzarlo pero Francis echó a correr hacia adentro del bosque y pronto los árboles le impidieron al sacerdote seguirle el rastro.

El ruido de ramas quebradas volvió a escucharse y Adam se dio cuenta de que no estaban solos en aquel lugar. No podían ser los policías, de seguro no se esconderían de aquella forma, como ladrones. Kennedy levantó su voz:

—¿Quién está allí?

No hubo respuesta, sin embargo, el sacerdote sentía la mirada clavada, como si tras la maleza estuviera una fiera presta a lanzarse contra su presa.

—Sea quien sea, salga, deseo hablar con usted.

Un nuevo ruido de ramas se dejó escuchar y a Kennedy le pareció oir un siseo como respuesta. Le causó la misma reacción que si hubiera escuchado un ruido de serpiente cascabel, sus sentidos se agudizaron, un viejo enemigo parecía haber vuelto de la tumba y estar enfrentándolo, agazapado entre los arbustos, sin dejarse ver. Recordó al tipo que había hablado con Francis, el que decía haber venido de Haití a buscarlo, el que decía ser la Mano de los Muertos.

—¿Hay noticias de mi hijo? —dijo Trevor Bonticue al teléfono. Alexander McIntire hablaba con él a primera hora de la mañana.

—No. Nada que pueda servirnos, algunos policías lo andan buscando por los alrededores de tu casa, pero con la ventaja que tiene, puede que se encuentre muy lejos.

—No tiene adonde ir.

—¿Nadie? ¿Ni un maldito amigo?

—No que yo sepa, solo tu hijo parecía congeniar con Francis.

—Es preciso encontrarlo antes que la policía, cualquier cosa que diga el joven podría fastidiarnos.

—No creo que sepa nada al respecto.

—No lo sé, pero no me gustaría dejar nada al azar.

—¿Tus hombres están involucrados?

—Lo buscan también.

—Debes advertirles que no deben propasarse con mi hijo o de lo contrario…

—No es momento de lanzar amenazas.

—Ya una vez se les fue la mano con Jeremy.

—No deberías decir esas cosas y menos por un medio no seguro.

—Sabes bien lo que hicieron y si piensas que dejaré que a mi hijo le suceda lo mismo…

—Jeremy murió por una sobredosis, mis hombres no le hicieron nada.

—Si a dejarlo morir te refieres entonces sí, no hicieron mucho más que dejar que la naturaleza hiciera su parte.

—Jeremy murió por la sobredosis de la cual solo él era responsable.

—O la abstinencia en que entró por tu culpa.

—Solo quería sacarlo de ese mundo para su bien y el de Jenny.

—Y de paso asegurarte que no interfiriera con nuestros planes.

—De lo que el principal beneficiado eres tú.

—No puedes involucrarme en la muerte de ese chico.

—Nadie estará involucrado.

—Pues como no aparezca el cuerpo, habrá muchas especulaciones.

—Que de nuevo apuntan a tu hijo como principal sospechoso de este hecho macabro.

—Y por supuesto al padre Kennedy.

—¿Has sabido algo del sacerdote?

—Nada desde ayer. La policía lo dejó en libertad sin detenerse a seguirlo siquiera.

—¿Crees que esté con Francis?

—No lo sé, pero no me agrada la idea.

—A mi tampoco, este sujeto Kennedy es muy extraño.

—No empezarás a pensar en brujería, ¿o si?

—Prefiero no pensar en eso, pero luego de lo que le ha sucedido a esos tipos en la iglesia y en el bosque, es para tomárselo en serio.

—Espero que tú no hayas tenido nada que ver en esas muertes.

—No deberías decir esas cosas.

—Hay mucho en juego Alexander y no dejaré que por un mal manejo de tu parte todo se venga abajo.

—No hay nada de que preocuparse, pronto aparecerán tu hijo y el sacerdote y todo esto será tan solo un mal recuerdo.

—Quisiera estar tan seguro como tú.

—Debes estarlo.

—No estoy acostumbrado a que la policía venga a buscarme a la casa y mucho menos por un asesinato.

—¿Y te piensas que yo sí?

—Bueno, con todo lo de Jeremy, al menos sabías que tarde o temprano algo así sucedería.

—Creo que será mejor que dejemos este tema.

—Ocúpate de que tus hombres no vuelvan a meter la pata y puede que todo salga bien.

McIntire, cortó la comunicación y maldijo a Bonticue en voz alta, sin percatarse de que Jenny estaba a sus espaldas.

—¿Qué es todo este espectáculo?

—Jenny, ¿Qué haces allí? No te oi llegar.

—Supongo que no, de ser así habrías bajado la voz o hablado en claves como acostumbras.

—Espero no haberte despertado —dijo Alexander intentando descifrar qué tanto había escuchado su esposa de la conversación.

—No te preocupes por eso, ya habrá tiempo para descansar. Ahora dime, ¿qué es lo que pasa con Bonticue?

—Nada.

—¿Por nada haces un escándalo y lo maldices?

—Bueno, es solo que su hijo ha desaparecido y la policía lo está buscando.

—¿Y qué tienes que ver tú con eso?

—Trevor esperaba que pudiera decirle algunos escondites que pudieran tener él y Jeremy.

—¿Jeremy?

—Si. Trevor piensa que quizá el chico esté involucrado en la desaparición del cuerpo.

—Tonterías…

—Al menos no se le ocurre pensar en una resurrección o algo parecido.

—Ya tendrás tiempo de creer cuando lo veas. ¿Qué hay del padre Kennedy?

—También está desaparecido.

—¿Crees que los tres puedan estar juntos?

—Espero que cuando hablas de los tres no estés hablando de Jeremy.

—¿De quién más? Jeremy ha vuelto y lo más probable es que esté con quienes compartían su manera de ver las cosas y su especie de religión.

—Jenny por favor, Jeremy ha muerto y nada ni nadie podrá cambiar eso, el que lo niegues solo es parte del duelo, pero no te llevará a nada bueno.

—¿Si es así, dónde está el cuerpo?

—Maldito si lo sé, alguien lo robó para probar no sé qué cosa, pero lo averiguaremos.

—Crees que fue el padre Kennedy y estás equivocado.

—Equivocado o no, el sacerdote está muy involucrado en todo esto y ahora que la policía lo dejó ir puede que esté ocultando todo rastro.

—Kennedy no es un criminal.

—Lo dices como si lo conocieras.

—Lo conozco, jamás le haría daño a Jeremy.

—Pero quizá si a los tipos que le hicieron daño vendiéndole drogas.

Jenny no respondió. Se quedó pensando en las posibilidades de que el sacerdote hubiera emprendido una cacería para preparar el camino de regreso de Jeremy. Tenía sentido, antes de que su chico volviera era preciso eliminar a aquellos que le habían hecho daño, lo cual, sin duda, también incluía a Alexander. Lo miró con una sonrisa que le erizó al hombre los vellos de la nuca.

—¿En qué estás pensando, mujer?

—Pensaba que si yo fuera Jeremy, quién sería el próximo en la lista y ¿sabes Alexander? De ser tú estaría muy preocupado.

—¿Por qué querría Jeremy hacerme daño?

—Porque siempre lo trataste como una basura.

—Solo quise encarrilarlo, quitarle los malditos genes de su verdadero padre. Tú sabes bien que tenía buenas intenciones con el muchacho.

—Entonces no tienes nada que temer de mi hijo.

—Solo me preocupa que tú quieras ver que le fallé al joven…

—Ya te lo he dicho, Jeremy ha hablado conmigo y sé que no te portaste bien con él.

—Es cierto que quizá pude haber hecho más, pero de ahí a que me responsabilices…

—No lo hago yo. No debes preocuparte por una pobre mujer a la que todos consideran loca.

—Creo que saldré a caminar un poco. ¿Crees que estarás bien?

—Por supuesto que sí, ¿por qué no habría de estarlo?

McIntire volvió a sentir el peso de aquella mirada y prefirió marcharse de inmediato. Ya en la acera, tomó el móvil y marcó de prisa.

—Buenos días señor McIntire.

—Buenos días…

—Aun no hay noticias respecto al chico Bonticue.

—Esperaba una resolución más pronta.

—De noche todos los gatos son pardos.

—Es posible que Francis esté con el sacerdote Kennedy.

—¿Ya ha hablado con Bonticue?

—Les he dicho que dejen a Trevor de mi parte.

—Hoy iremos a peinar el sitio donde su hijo…

—¿Creen que esté allí?

—Estamos seguros, es un sitio difícil de escudriñar por la noche, pero ahora de mañana no habrá problemas para encontrarlo.

—Espero no se equivoque.

—¿Qué debemos hacer cuando lo hallemos?

—Quiero que le saquen todo lo que sabe respecto al paradero del cuerpo y luego si no hay problema, lo lleven a la policía.

—No quisiera que los polis piensen que estoy interfiriendo en su trabajo. Quizá sea mejor que se lo llevemos a usted y se encargue directamente de las preguntas.

—Tendría que dar explicaciones sobre mi interés en el caso.

—¿No le basta con el que quiera saber dónde está el cuerpo de Jeremy para tranquilidad de su esposa?

—Puede ser, pero ahora lo más importante es que aparezca el cuerpo de Jeremy y podamos asegurarnos de que no hay nada de qué preocuparnos.

—Si se refiere a huellas y esas cosas, ya debe ser demasiado tarde.

—Aún así, no quiero cabos sueltos.

—Como usted diga señor McIntire.

¡Nada! —dijo Bronson con los ojos cansados. —No hay nada en el expediente que nos ayude en algo. Todo es como el sacerdote me lo había contado.

—¿Sigues pensando que era inocente?

—¿Del crimen de esa mujer? No lo sé. Dice haber actuado con buenas intenciones de salvar el alma de esa mujer y que las autoridades de Haití se encargaron de hacer todo oscuro y como parte de un ritual satánico cuando en realidad era lo contrario.

—Ese hombre es bastante extraño, debes admitirlo, todo eso de las oraciones en creole, su apartamento, su adicción a la marihuana, todo encaja dentro del perfil de un posible asesino.

—Puede que tengas razón, pero seguimos sin tener ni una maldita prueba contundente de que mató a esos hombres.

—No sé exactamente a qué te puedes referir con pruebas contundentes, pero para mí, el tipo está más que involucrado y si no en los asesinatos propiamente, si en toda esta basura del vudú y con eso ya debería ser suficiente para tenerlo tras las rejas un buen tiempo.

—No quiero poner el caso en riesgo, si Kennedy es culpable debemos estar más que convencidos, ya otras veces se nos han escapado culpables por llevar pruebas insuficientes, sobre todo con Vinton que parece reacio a ayudarnos en nada.

—Al menos lo ha hecho con la exhumación.

—Lo que me lleva a que debemos pedirle la del tipo de Haití, Jean…

—Renaud. Ya hice la solicitud, la conocerá esta misma mañana. Supongo que el que le haya dicho que el chico no está la ha despertado el morbo. Creo que a esta apertura deseará ir en persona.

—No es que sea nada agradable. Cualquiera de las dos cosas que pueden suceder es espeluznante. Encontrarse un ataúd vacío como en el caso de Jeremy o un cadáver descompuesto como en aquel del tipo de Miami al que su esposa había envenenado…

—No me lo recuerdes que aun no desayuno.

—¿Crees que Renaud estará allí o no?

—Te soy sincero, si ese tipo aparece en la tumba que debe estar sería una sorpresa para mí.

—¿Pero qué crees que pueda estar pasando con los cuerpos de estos sujetos?

—Que Kennedy está montando un circo de zombís y estos son sus primeros reclutas.

—No digas tonterías.

—Piensa lo que quieras, quizá no logre volverlos de la muerte, pero el simple hecho de que se comience a hablar de que han regresado de la muerte da para que todo Nueva Orleans comience a convulsionar, ya sabes lo extraña que es la gente aquí.

—No tienes ni que decírmelo, pero, qué sacaría Kennedy al alimentar estas creencias.

—El tipo está loco de remate, quizá él si considera que volver de la muerte es posible o puede que se le haya ido la mano en su tratamiento del glaucoma.

—También podría tratarse del tipo misterioso ese, el que se nos ha escapado dos veces ante nuestras propias narices.

—¿El abogado?

—Si es que realmente lo era.

—¿Conoces a Jean Renaud?

—¿A qué te refieres?

—A que si has visto fotos del hombre…

—Creo haberlo visto en la casa del sacerdote ¿A qué viene la pregunta? No estarás pensando que este tipo que ha venido a sacarlo de la cárcel pueda ser este Renaud resucitado o como zombi.

—Sería todo un acontecimiento.

—Y un progreso para el gremio de los abogados.

—Quizá tengas razón, pero mejor pongámonos a trabajar que quiero salir de este caso cuanto antes.

Other books

Peacock's Walk by Jane Corrie
Fan the Flames by Rochelle, Marie
Elemental Flame by Phaedra Weldon
A Dragon's Seduction by Tamelia Tumlin
Celia's Song by Lee Maracle
The First Wife by Erica Spindler
La Estrella de los Elfos by Margaret Weis, Tracy Hickman
Zambezi by Tony Park
The Mak Collection by Tara Moss
Arsenic and Old Puzzles by Parnell Hall