El camino de los reyes (102 page)

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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

—Y sin embargo sonríes.

—No puedo evitarlo. Soy dulce, colorida y deliciosa.

—Tienes razón en lo de colorida —dijo él, claramente divertido ante su rubor—. Y en lo de la dulzura. No puedo saber si eres deliciosa…

—¡Kabsal! —exclamó ella, aunque no estaba del todo escandalizada. Se había dicho a sí misma que él solo estaba interesado en ella para proteger su alma, pero cada vez le resultaba más difícil de creer. Pasaba a verla al menos una vez por semana.

Él se rio de su vergüenza, pero eso solo la hizo ruborizarse aún más.

—¡Basta! —Se puso la mano delante de los ojos—. ¡Debo de tener la cara del color del pelo! No deberías decir esas cosas: eres un hombre de religión.

—Pero sigo siendo un hombre, Shallan.

—Uno que decía que su interés en mí era solo académico.

—Sí, académico —dijo él, abstraído—. Dedicado a muchos experimentos y mucha información de campo de primera mano.

—¡Kabsal!

Él se rio de buena gana, mientras daba un bocado a su pan.

—Lo siento, brillante Shallan. ¡Pero no puedo evitar esa reacción!

Ella gruñó y bajó la mano, pero sabía que él decía aquellas cosas, en parte, porque lo animaba. No podía evitarlo. Nadie le había mostrado nunca el tipo de interés que él le mostraba cada vez más. Le gustaba: le gustaba hablar con él, le gustaba escucharlo. Era una forma maravillosa de romper la monotonía del estudio.

No había, naturalmente, ninguna posibilidad de unión. Suponiendo que ella pudiera proteger a su familia, tendría que buscar un buen matrimonio político. Tontear con un fervoroso propiedad del rey de Kharbranth no le serviría a nadie.

«Pronto tendré que empezar a insinuarle la verdad —pensó—. Él debe saber que esto no va a ninguna parte. ¿No?»

Kabsal se inclinó hacia ella.

—Eres de verdad lo que pareces ¿no, Shallan?

—¿Capaz? ¿Inteligente? ¿Encantadora?

Él sonrió.

—Auténtica.

—Yo no diría eso.

—Lo eres. Lo veo en ti.

—No soy tan auténtica. Soy ingenua. He vivido toda mi infancia en la mansión de mi familia.

—No tienes aires de reclusa. Te muestras tranquila conversando.

—He tenido que aprender a hacerlo. Pasé casi toda mi infancia sin ninguna compañía, y detesto interlocutores aburridos.

Él sonrió, aunque sus ojos mostraban preocupación.

—Me parece una lástima que alguien como tú no llame la atención. Es como colgar un hermoso cuadro de cara a la pared.

Ella se apoyó en su mano segura y se terminó el pan.

—Yo no diría que careciera de atención, no cuantitativamente, desde luego. Mi padre me prestó mucha atención.

—He oído hablar de él. Un hombre con fama de severo.

—Es… —Tenía que fingir que su padre seguía vivo—. Mi padre es un hombre apasionado y virtuoso. Nunca las dos cosas a la vez.

—¡Shallan! Puede que eso sea lo más ingenioso que te he oído decir.

—Y tal vez lo más sincero. Por desgracia.

Kabsal la miró a los ojos, buscando algo. ¿Qué veía?

—No pareces apreciar mucho a tu padre.

—Otra declaración sincera. Las bayas nos están haciendo efecto.

—¿Es un hombre duro, entonces?

—Sí, pero nunca conmigo. Soy demasiado preciosa. Su hija perfecta e ideal. Verás, mi padre es exactamente el tipo de hombre que cuelga un cuadro de cara a la pared. Así no podrán ensuciarlo ojos indignos ni tocarlo dedos indignos.

—Es una lástima. Me pareces muy tocable.

Ella lo miró con mala cara.

—Y te he dicho que se acabaron esas bromas.

—No era ninguna broma —dijo él, mirándola con sus profundos ojos azules. Ojos sinceros—. Me intrigas, Shallan Davar.

Ella sintió que se le aceleraba el corazón. Extrañamente, también sintió que el pánico crecía en su interior.

—No debería ser intrigante.

—¿Por qué no?

—Los acertijos lógicos son intrigantes. Los cálculos matemáticos pueden ser intrigantes. Las maniobras políticas son intrigantes. Pero las mujeres…, solo deben ser un misterio.

—¿Y si creo que empiezo a comprenderte?

—Entonces estoy en seria desventaja. Ya que no me comprendo a mí misma.

Él sonrió.

—No deberíamos hablar así, Kabsal. Eres fervoroso.

—Un hombre puede abandonar el fervor, Shallan.

Ella sintió un escalofrío. La miraba fijamente, sin pestañear. Guapo, bien hablado, ingenioso. «Esto podría volverse muy peligroso muy rápidamente», pensó.

—Jasnah piensa que te acercas a mí porque quieres su animista —estalló Shallan. Entonces dio un respingo. «¡Idiota! ¿Esa es tu respuesta cuando un hombre da a entender que podría dejar el servicio al Todopoderoso para poder estar contigo?»

—La brillante Jasnah es muy lista —dijo Kabsal, cortando otro trozo de pan.

Shallan parpadeó.

—¡Oh! ¿Quieres decir que tiene razón?

—La tiene y no la tiene —dijo Kabsal—. Al devotario le gustaría mucho, muchísimo, conseguir ese fabrial. Pensaba pedirte ayuda en algún momento.

—¿Pero?

—Pero mis superiores pensaron que era una idea terrible. —Hizo una mueca—. Piensan que el rey de Alezkar es tan volátil que marcharía a la guerra contra Kharbranth por ella. Las animistas no son espadas esquirladas, pero pueden resultar igualmente importantes. —Sacudió la cabeza y le dio un mordisco al pan—. Elhokar Kholin debería avergonzarse por permitir a su hermana usar ese fabrial, sobre todo de manera tan baladí. Pero si la robáramos… Bueno, las repercusiones podrían sentirse en toda la Roshar vorin.

—¿Ah, sí? —dijo Shallan, sintiéndose enferma.

Él asintió.

—La mayoría de la gente no piensa en ello. Yo no lo hice. Los reyes gobiernan y hacen la guerra con las esquirlas, pero sus ejércitos subsisten gracias a las animistas. ¿Tienes idea del tipo de líneas de suministro y personal de apoyo que sustituyen las animistas? Sin ellas, la guerra es virtualmente imposible. ¡Se necesitarían cientos de carros llenos de comida cada mes!

—Supongo que…, eso sería un problema. —Ella inspiró profundamente—. Me fascinan estas animistas. Siempre me he preguntado cómo sería usar una.

—Yo también.

—¿Entonces nunca has empleado una?

Él sacudió la cabeza.

—No hay ninguna en Kharbranth.

«Cierto —pensó ella—. Naturalmente. Por eso el rey necesitó que Jasnah ayudara a su nieta.»

—¿Has oído alguna vez a alguien hablar de cómo se usan? —se estremeció ante la descarada pregunta. ¿Lo estaría haciendo sospechar?

Él asintió, ausente.

—Hay un secreto en ello, Shallan.

—¿De veras? —preguntó ella, el corazón en la garganta.

Él la miró, como si fuera un conspirador.

—En realidad no es tan difícil.

—¿Es…? ¿Qué?

—Es cierto. Lo he oído decir a varios fervorosos. Hay demasiadas sombras y rituales en torno a las animistas. Las mantienen rodeadas de misterio, no las utilizan donde la gente pueda verlas. Pero la verdad es que no tienen ningún misterio. Te pones una, presionas la mano contra algo y le das un golpecito a la gema con el dedo. Funciona de forma así de simple.

—No es así como lo hace Jasnah —dijo ella, quizá demasiado a la defensiva.

—Sí, eso me confundió, pero es de suponer que si usas una el tiempo suficiente, aprendes a controlarla mejor. —Sacudió la cabeza—. No me gusta el misterio que ha crecido a su alrededor. Huele demasiado al misticismo de la antigua Hierocracia. Mejor que no volvamos a recorrer ese camino. ¿Qué importaría si la gente supiera lo sencillo que es usar las animistas? Los principios y dones del Todopoderoso suelen ser simples.

Shallan apenas escuchó esa última parte. Por desgracia, parecía que Kabsal era tan ignorante como ella. Más ignorante, aún. Ella había intentado el método exacto del que hablaba, y no funcionó. Tal vez los fervorosos que Kabsal conocía mentían para proteger el secreto.

—Creo que me estoy yendo por las ramas —dijo Kabsal—. Me preguntaste si pretendo robar la animista, y puedo asegurarte que no pretendo ponerte en esa situación. Fue una tontería pensarlo, y en seguida me prohibieron intentarlo. Me ordenaron que cuidara de tu alma y me encargara de que las enseñanzas de Jasnah no te corrompieran, y si era posible que intentara recuperar también el alma de Jasnah.

—Bueno, eso último va a ser difícil.

—No me había dado cuenta —contestó él secamente.

Ella sonrió, aunque no podía decidir cómo sentirse.

—He matado el momento, ¿verdad? ¿Entre nosotros?

—Me alegro de que lo hicieras —dijo él, sacudiéndose las manos—. Me he dejado llevar, Shallan. En ocasiones, me pregunto si soy tan malo siendo fervoroso como tú siendo recatada. No quiero ser presuntuoso. Es la forma en que hablo, mi mente empieza a dar vueltas y mi lengua a decir ocurrencias.

—Y por tanto.

—Y por tanto debemos dar por concluido el día —dijo Kabsal, poniéndose en pie—. Necesito tiempo para pensar.

Shallan se levantó también, extendiendo la mano libre para que la ayudara: incorporarse con un estrecho vestido vorin era difícil. Se encontraban en una sección de los jardines donde la cortezapizarra no era tan alta, así que, una vez de pie, Shallan pudo ver que el rey pasaba cerca, charlando con un fervoroso de mediana edad de rostro largo y afilado.

El rey salía a menudo a pasear a mediodía por los jardines. Ella lo saludó, pero el amable anciano no la vio. Conversaba con el fervoroso. Kabsal se dio la vuelta, advirtió al rey y se agachó.

—¿Qué haces?

—El rey lleva la cuenta de sus fervorosos. El hermano Izil y él creen que estoy haciendo trabajo de catalogación hoy.

Ella sonrió.

—¿Te escapas de un día de trabajo para tomar un bocadillo conmigo?

—Sí.

—Creía que tenías que estar conmigo —dijo ella, cruzándose de brazos— para proteger mi alma.

—Así era. Pero entre los fervorosos hay quienes están preocupados porque paso demasiado tiempo contigo.

—Tienen razón.

—Iré a verte mañana —dijo él, asomándose por encima del muro de cortezapizarra—. Suponiendo que no me pongan a archivar como castigo. —Le sonrió—. Si decido dejar el fervor, será por cosa mía, y no pueden prohibirlo…, aunque puedan intentar distraerme.

Se marchó antes de que ella pudiera decirle que estaba suponiendo demasiado.

No pudo dar voz a sus pensamientos. Tal vez porque cada vez estaba menos segura de lo que quería. ¿No debería estar concentrada en ayudar a su familia?

A estas alturas, Jasnah habría descubierto ya que su animista no funcionaba, pero no veía ninguna ventaja en revelarlo. Shallan debería marcharse. Podía ir a verla y usar la terrible experiencia en el callejón como excusa para retirarse.

Y sin embargo, se sentía enormemente reacia a hacerlo. Kabsal era parte de ello, pero no el motivo principal. La verdad era que, a pesar de sus quejas ocasionales, le encantaba aprender. Incluso después de la instrucción filosófica de Jasnah, incluso después de pasarse días leyendo un libro tras otro. Incluso con la confusión y la tensión, Shallan a menudo se sentía completa de un modo que nunca había experimentado antes. Sí, Jasnah había hecho mal al matar a aquellos hombres, pero Shallan quería saber lo suficiente de filosofía para citar los motivos correctos de por qué. Sí, rebuscar en archivos históricos podía ser tedioso, pero Shallan apreciaba las habilidades y la paciencia que estaba aprendiendo; sin duda serían valiosas cuando tuviera que hacer sus propias investigaciones en el futuro.

Pasar los días aprendiendo, almorzar riendo con Kabsal, las noches charlando y debatiendo con Jasnah. Eso era lo que quería. Pero esas partes de su vida eran completas mentiras.

Preocupada, recogió la cesta de pan y mermelada y regresó al Cónclave y la suite de Jasnah. Un sobre dirigido a ella la esperaba. Shallan frunció el ceño y rompió el sello para leerlo.

Muchacha: Recibimos tu mensaje.
El Placer del Viento
pronto volverá al puerto de Kharbranth. Naturalmente te daremos pasaje y te devolveremos a tu casa. Será un placer tenerte a bordo. Somos hombres de Davar. En deuda con tu familia.

Vamos a hacer un viaje rápido al continente, pero volveremos enseguida a Kharbranth. Te recogeremos dentro de una semana.

Capitán TOZBEK

El texto inferior, escrito por la esposa de Tozbek, decía aún más claramente:

Te ofrecemos felizmente pasaje gratis, brillante, si estás dispuesta a hacernos de escribana durante el viaje. Los libros de cuentas necesitan un repaso.

Shallan se quedó mirando la nota un largo rato. Quería saber dónde estaba el barco y cuándo planeaba regresar, pero al parecer habían interpretado su carta como una solicitud para que vinieran a recogerla.

Parecía un plazo adecuado. Eso pondría su marcha tres semanas después del robo de la animista, como le había dicho a Nab Nalat. Si Jasnah no había reaccionado para entonces al cambio de la animista, Shallan tendría que interpretar que no estaba bajo sospecha.

Una semana. Estaría en ese barco. La destrozaba aceptarlo, pero tenía que ser así. Bajó el papel y salió del pasillo de invitados y recorrió los serpenteantes pasillos del Velo.

Poco después, estuvo delante del reservado de Jasnah. La princesa estaba sentada ante su escritorio, escribiendo en un cuaderno. Alzó la cabeza.

—Creí haberte dicho que podías hacer lo que quisieras hoy.

—Lo hiciste —respondió Shallan—. Y me di cuenta de que lo quería hacer es estudiar.

Jasnah sonrió de manera taimada y comprensiva, casi satisfecha de sí misma. Si supiera…

—Bueno, no voy a reprochártelo —dijo, volviendo a su investigación.

Shallan se sentó, le ofreció pan y mermelada, pero Jasnah negó con la cabeza y continuó trabajando. Shallan se cortó otra rebanada y la untó de mermelada. Entonces abrió un libro y suspiró satisfecha.

Al cabo de una semana, tendría que marcharse. Pero mientras tanto, se permitiría fingir un poco más.

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