La chica desnuda de la habitación contigua supone una verdadera sorpresa. A Adrian le da un vuelco el corazón cuando la ve, casi se le cae la linterna y todo. Es la chica que Cooper trajo la otra noche. Adrian estaba seguro de que Cooper ya la habría violado, asesinado y que se habría deshecho de ella, pero no. Ahí está, la chica que acaba de desenterrar es sin duda otra chica. Esta no parece muerta. Como si quisiera confirmarlo, la chica mueve ligeramente uno de los brazos en dirección a él, un espasmo como el que tienen los gatos cuando sueñan que cazan ratones. Lleva los ojos tapados con cinta americana y hay dos botellas de agua vacías en el suelo, junto a ella. Tiene los brazos atados a la espalda.
Cuando siguió a Cooper hasta aquí el lunes por la noche, escondió el coche a un lado de la carretera y se acercó a pie. En el camino de entrada donde él y Ritchie se habían detenido ese día, estuvo debatiéndose acerca de lo que debía hacer a continuación. Quería acercarse más, a hurtadillas, para poder verlo mejor, pero tenía miedo de que lo descubriera. Tuvo el valor suficiente para llegar hasta la entrada de Sunnyview, pero no más allá. No había podido oír lo que sucedía dentro, pero tampoco necesitaba oír o ver nada para saber lo que estaba ocurriendo. Había vuelto corriendo por el camino y había seguido por la carretera hasta llegar al coche. Desde Sunnyview volvió directamente a la ciudad, dejó el coche en la cuneta y se llevó el de la chica que había secuestrado Cooper. Durante todo este tiempo había asumido que estaba muerta, se alegraba enormemente de haberla encontrado con vida.
Ya está pensando para qué puede utilizarla.
En última instancia será otro regalo para Cooper, pero tampoco quiere que forme parte de una prueba como había acabado siendo la otra. Quiere que sea algo mejor y el universo también lo quiere. Por eso la ha encontrado.
Pero primero la chica necesita su ayuda.
—Estoy aquí para ayudarte —dice.
Ella no responde. Tiene que darle agua, pero tiene miedo de que, si se la da ahora, la chica recupere las fuerzas e intente escapar. Se la lleva fuera. Ella gime un poco pero no llega a decir nada. Tiene la piel caliente. Le cuesta meterla en el maletero del coche porque aún lleva el cadáver de la otra chica dentro, pero con perseverancia consigue acurrucarlas a las dos. No le ha quitado la cinta americana que le tapa los ojos para que no vea el cadáver, pero sabe que sin duda notará el hedor.
Antes de cerrar la puerta del maletero, agarra el trapo que tiene en el asiento delantero, lo empapa con el líquido que adormece a la gente y luego lo sostiene frente a la cara de la chica. Ella no ofrece resistencia, un instante después ya está dormida. Adrian cierra el maletero con cuidado, no quiere pillarle los dedos o un brazo, y vuelve a salir a la carretera. Conduce en medio de la oscuridad de vuelta hacia su nuevo hogar y ya casi no siente picores, solo le queda una cosa más por hacer antes de volver a su nuevo hogar con Cooper.
Me pregunto si Jane Tyrone y Emma Green se conocían. Me pregunto si tenían algo más en común aparte del hecho de ser jóvenes y rubias, el tipo de chicas que a Cooper le gustaba violar y asesinar. Intento no pensar en el infierno que Karen Ford debió de pasar aquí con un tipo mentalmente inestable y otro absolutamente loco. Sea cual sea el tipo de relación que hay entre Cooper Riley y Adrian Loaner, no hay duda de que Karen Ford tuvo que sufrir. Su cuerpo está demacrado. Tiene restos de pegamento y piel desgarrada en los labios y del inferior le cuelga una pajita de beber. Intento no pensar en sus últimos cinco minutos de vida, pero es lo único que tengo en la cabeza: qué cruel, morir en un sitio de mierda como este.
El equipo de la policía encargado de rastrear la zona ha crecido en número durante la última hora. Hasta el momento solo han encontrado un cuerpo más y según el forense también llevaba varios años enterrado, al menos veinte. La escena del crimen ahora está iluminada por docenas de lámparas halógenas de gran potencia. Las mariposas de la luz vuelan a toda velocidad alrededor de las lámparas y algunas impactan contra ellas y se queman, otras disfrutan del calor de los focos mientras danzan por el aire. Desde lejos parece una especie de excavación arqueológica, o un grupo de científicos desenterrando un hallazgo extraterrestre. Todavía no hay ni rastro de Emma Green. Las huellas dactilares que hallaron en su piso, en su cepillo y en los libros que estaba leyendo se han comparado con las huellas encontradas en Grover Hills y no han coincidido. Grover Hills es el refugio de Adrian Loaner, pero no el de Cooper Riley.
Schroder ha estado llamando al personal que trabajaba en Grover Hills. La primera llamada que ha hecho parecía ir bien hasta que ha mencionado a los Gemelos. Entonces se ha cortado en seco. La mujer con la que estaba hablando ha dicho que quería un abogado. Todas las llamadas posteriores han seguido un patrón parecido.
—No quieren hablar si no es en presencia de un abogado —me dice Schroder—. Intentar sacarles algo es como pedirle peras al olmo. La razón es que sabían que ahí dentro pasaban cosas. Tendremos que empezar a conseguir órdenes judiciales y a efectuar interrogatorios. Esta mierda se alargará mucho más de lo que debería.
Durante los últimos treinta minutos han empezado a aparecer furgonetas de medios de comunicación, de las que salen hombres y mujeres vestidos con ropa cara para esperar en los caminos sin asfaltar, puesto que no se les permite cruzar el cordón policial que han colocado justo antes de que llegara la primera furgoneta. Otros están rodeando el perímetro, se dirigen a los árboles de la colina cercana con la esperanza de conseguir una perspectiva mejor, deseando desesperadamente ser los primeros en compartir la tragedia con el resto del país, que sean los suyos los rostros sonrientes que aparecerán en las noticias de las diez y media para hablar de horrores desenterrados, todos ellos conscientes de que cuantos más cuerpos encontremos, más impactante será la historia, más tiempo podrán exprimirla y más altos serán los índices de audiencia. En este punto no tienen ni idea acerca de la historia que están cubriendo, solo saben por la cantidad de dispositivos policiales que se trata de algo grande. Emma Green y Cooper Riley son nombres que se transmitirán por las ondas mientras los presentadores de las noticias debaten teorías en directo con los periodistas que se encuentran al pie de la noticia. Mientras los observo, un BMW que no ha cumplido ni un año se detiene y de él baja Jonas Jones, el adivino ha venido a «predecir» que hay cuerpos en las tumbas. Me permito una breve sonrisa mientras imagino qué ocurriría si un pequeño terremoto abriera una brecha en el terreno justo debajo de los medios y de repente la ciudad tuviera dos docenas de periodistas menos, pero la sonrisa desaparece cuando me doy cuenta de que simplemente vendrían más para sustituirlos, aunque entonces tendrían más cosas que contar, las sonrisas serían más amplias y las audiencias, más altas.
—Se nos acaba el tiempo —digo y Schroder asiente para darme la razón. Me vuelvo hacia Benson Barlow—. ¿Quién mató a Karen Ford? ¿Adrian Loaner o Cooper Riley? ¿O los dos juntos? ¿Y quién la secuestró? ¿Lo hizo Riley y luego Adrian se los llevó a los dos? ¿O fue Adrian solo? Y en ese caso, ¿por qué?
—Es posible que Riley y Loaner hayan empezado a actuar juntos —dice Barlow—. Hay muchos casos de relaciones entre asesinos en las que una personalidad domina sobre la otra. Digo que es posible, pero imagino que es altamente improbable. Riley no le dedicará tiempo a Loaner. Creo que si llega a tener una sola oportunidad de matar a Adrian Loaner, Cooper Riley la aprovechará. Si sigue vivo, Cooper hará cuanto esté en sus manos para manipularlo y conseguir que lo libere. Imagino que Adrian está intentando complacer a Cooper y que la chica fue un regalo para él.
—Dios —digo—. Entonces, ¿usted cree que Cooper Riley sigue vivo?
—Mientras Loaner siga viéndolo como una novedad, sí.
—¿Y Emma Green?
—Si sigue viva, le quedará poco tiempo de vida. De eso estoy bastante seguro.
—No sabemos nada con seguridad —dice Schroder—. Por lo que sabemos, Adrian podría intentar comerse a Cooper. —Me pone una mano en el hombro para apartarme de las fosas—. Mira, sé que no me vas a dejar en paz, y como tú has dicho, hay cosas que tú puedes hacer y que no están en nuestras manos.
—¿Qué me estás pidiendo, Carl?
—No lo sé muy bien —dice, aunque creo que sí lo sabe, es solo que no quiere verbalizarlo. Se vuelve un momento para ver si Barlow nos sigue, pero no es así. Abre la puerta de su coche y busca algo dentro. Saca cuatro expedientes. Uno de Adrian Loaner, otro de Cooper Riley, otro de Karen Ford y otro más de Jane Tyrone. Los apoya contra su pecho—. Mira, Theo, a ti te va esto de encontrar personas y de descubrir cosas sobre ellas, y si Emma Green realmente sigue viva… bueno, no sé, quiero decir que haz lo que haga falta. Supongo que es eso lo que te estoy pidiendo. Haz lo que haga falta, y tratándose de ti, un poco menos.
Asiento y me da los expedientes. El que lleva el nombre de Adrian escrito es de lejos el más delgado. Lo abro y hay una fotografía suya de cuando estaba en el centro. No sé cuándo la tomaron, pero no se parece mucho al retrato robot que arranqué del periódico.
Schroder vuelve a buscar algo dentro de su coche.
—Y este no vuelvas a perderlo —me dice mientras me da el expediente de Melissa X, aunque ahora es más grueso y en la portada hay escrito «Natalie Flowers / alias Melissa X».
Me pierdo durante el camino de vuelta a casa. No tiene sentido desperdiciar el tiempo en Grover Hills y no se me ocurre el nombre de nadie con quien pueda hablar a continuación. Es de noche y en estas carreteras no hay más fuentes de luz que los faros de mi coche y la rodaja de luna que hay en el cielo. No se reconoce nada y nada se parece en absoluto a lo que he visto esta tarde. No tengo ni idea de cómo los medios de comunicación han logrado llegar hasta aquí, supongo que para conseguirlo tuvieron que vender sus almas al diablo y este les regaló un GPS de propina. Recorro varias carreteras sin asfaltar equivocadas hasta que por casualidad acabo encontrando el camino de vuelta a lo que considero la civilización. La autopista me devuelve a la carretera que lleva a la ciudad, donde el tráfico es intenso pero fluido, y por primera vez en mi vida consigo cruzar el centro sin encontrar más de media docena de semáforos en rojo.
El centro está lleno de gente que sale el viernes por la noche, tipos con camisetas estrechas, marcando bíceps, y chicas con vaqueros tan ajustados que parecen pintados sobre la piel. Coches relucientes de colores chillones recorren las calles a toda velocidad, los neumáticos patinan en cada cruce y el humo que desprenden queda suspendido en el aire seco. Hay coches aparcados en grupos, en los que se apoyan adolescentes vestidos con sudaderas oscuras mientras ríen, beben cerveza y dedican gestos obscenos a cualquiera que pase por delante de ellos en coche. Todos llevan los vaqueros demasiado bajos, revelando demasiado la ropa interior, incitándome a atropellarlos a todos. Es un mundo tan distinto del que acabo de dejar que estos niños no tienen ni idea de la suerte que llegan a tener.
Aparco el coche de alquiler en el camino de entrada a mi casa. No aparece nadie de los medios de comunicación. Muchos de ellos me han gritado preguntas mientras pasaba por su lado con el coche hace un rato, la mayoría de ellos me han reconocido y me han preguntado si vuelvo a estar en activo. En mi estudio abro los cuatro expedientes nuevos, extiendo los contenidos por la mesa y dejo el de Melissa X para más tarde. Por muchas ganas que tenga de encontrar a Natalie Flowers, ella no es quien ha secuestrado a Emma Green, ella no es quien ha secuestrado a Cooper Riley. Este tiene alguna relación con ella, pero no es lo suficientemente relevante como para ayudarnos a encontrar a Emma. Incluso si diera con Natalie en menos de una hora, eso no ayudaría en nada a Emma Green.
Abro una Coca-Cola y empiezo a leer. El expediente de Adrian se reduce a una sola página. En ella consta su nombre, su edad y la fecha en la que fue ingresado en la clínica, pero no dice nada acerca del motivo por el que lo mandaron allí. El secreto profesional de los médicos y todo eso. Lo que significa que jamás sabremos qué fue lo que lo volvió loco. En el expediente aparece la dirección del centro de reinserción como dirección actual.
El expediente de Cooper Riley es el más grueso. Le da un repaso a su historia desde la infancia: la escuela, el instituto, la universidad, se convierte en criminólogo y luego en catedrático. El expediente de Karen Ford es delgado porque no la han dado por desaparecida hasta hace un rato. Era una prostituta conocida, pero puesto que la prostitución no es ilegal en Nueva Zelanda, tampoco tiene antecedentes penales. El expediente de Jane Tyrone es grueso. Contiene toda la información que hay acerca de la investigación de su desaparición, hay una fotografía suya en la que aparece sonriendo y con aspecto feliz, una chica en la flor de la vida. Le echo un vistazo al expediente de Emma Green, pero no encuentro casi nada que no supiera ya. Sabemos quién se la llevó del mismo modo que sabemos quién se llevó a Cooper Riley.
Si presionara a Ritchie Munroe, si lo amenazara con apartarlo de Melina, ¿sabría algo más acerca de su mejor amigo? Me pregunto si a Adrian debió de costarle mucho llegar a Grover Hills. Me pregunto si Cooper tuvo problemas con el trayecto las primeras veces. Jonas Jones no: seguramente ha utilizado su capacidad adivinatoria. Pero para el resto de nosotros, encontrar el camino de vuelta es todo un reto. Me imagino que Cooper debía de conducir hasta Grover Hills y de allí a otra clínica para seguir haciendo entrevistas y ahorrar gasolina.
—Maldita sea —exclamo a la vez que golpeo la mesa. ¿Cómo no me he dado cuenta antes?
No me he dado cuenta por el mismo motivo por el que no se ha dado cuenta nadie más, aunque eso no es excusa. Cojo el móvil. Hay dos edificios más que fueron centros psiquiátricos y que además se encuentran en la misma situación que Grover Hills. Los dos están abandonados. Y Cooper Riley eso lo sabe mejor que nadie. Barlow ha dicho que Adrian querría volver a algún lugar que ya conociera y, aunque Adrian no estuvo en ninguno de los dos otros centros, el parecido podría ser suficiente. De hecho, esa similitud es lo único que tiene. Y respecto a Cooper Riley, ¿qué mejor sitio que uno de esos dos para tener encerrada a Emma Green? Podría haber otras salas como la Sala de los Gritos y sin duda alguna habrá celdas acolchadas.