El enigma de Copérnico (43 page)

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Authors: Jeam-Pierre Luminet

Tags: #Intriga, #Histórico, #Relato

Después de esta cita perfectamente auténtica, volvamos por un instante a la ficción novelesca. Con tan sólo dos o tres excepciones, todos los personajes que aparecen en el libro han sido tomados tal como aparecen en la historia y en las crónicas. Pero me ha parecido oportuno imaginar algunos puntos de sutura que, dispuestos a lo largo de sus vidas, relacionaran a los unos con los otros, por haber vivido en los mismos lugares, o corrido aventuras y perseguido objetivos análogos. Unas sencillas concordancias de lugares y fechas bastan para abastecer este grato ejercicio. Así, los encuentros de Copérnico con Behaim, Durero, Maquiavelo o AlejandroFarnesio son imaginarios, como también su idilio con Julia Farnesio. Pero habrían podido ser reales. La irrupción de Leonardo da Vinci en la sesión solemne de la academia de Linceo dedicada a la memoria de Marsilio Ficino no es inverosímil: se sabe que en 1499, la victoria francesa frente al duque de Milán obligó a huir a Leonardo, que volvió a Florencia como un hombre célebre, después de detenerse en otras ciudades de Italia. Lo mismo ocurre con el asesinato por envenenamiento de Lucas Watzenrode; es probable que no muriera así, pero la conjetura novelesca se inscribe en la pura lógica histórica.

La hipótesis de que el célebre grabado de Durero,
Melancholia
, represente al joven Copérnico, es también una invención mía; pero me parece defendible, por lo menos en el plano poético y emocional. Esa obra esotérica ha dado lugar a numerosos análisis, entre ellos los muy interesantes que se encuentran reunidos en la obra de R. Klibanski, E. Panofski y F. Saxl,
Saturne et la mélancolie
(Gallimard, 1989).

Elaborar una lista más precisa de esos juegos novelescos sería tan fastidioso como prosaico. Gracias a la breve reseña biográfica que sigue (esta sí, auténtica), el lector exigente podrá apreciar mejor lo que corresponde a la realidad histórica consensuada (verosímilmente, esto es lo que ocurrió) y la invención novelesca (esto es lo que habría podido ocurrir).

El cráneo de Copérnico

Hay acontecimientos imprevistos que vienen de pronto a cristalizar el lento trabajo de la imaginación. Apenas acabada mi novela, el 4 de noviembre de 2005, un despacho de la Associated Press en Varsovia anunció el descubrimiento del cráneo de Copérnico.

Los arqueólogos sabían que su cuerpo reposaba en algún lugar bajo el suelo de la catedral de Frombork, pero nunca habían conseguido localizar con exactitud el lugar, a pesar de siglos de conjeturas y de investigaciones. Hasta el día en que un científico de Olsztyn, el doctor Jerzy Sikorski, encontró informaciones que indicaban que los canónigos de Frombork eran enterrados delante del altar que había estado a su cargo mientras vivieron, lira sabidoque Copérnico se ocupaba del altar de la Santa Cruz. Se emprendieron de inmediato nuevas investigaciones, y una exploración con escáner del subsuelo situado delante del altar de la Santa Cruz (hoy altar de San Andrés) permitió localizar con exactitud el lugar en el que reposaban los cuerpos. Los arqueólogos buscaron el de un hombre de aproximadamente setenta años, lo que permitió no desplazar sin necesidad otros esqueletos distintos de los posibles restos del astrónomo polaco.

Para permitir la identificación, los científicos se contentaron con retirar el cráneo, que fue llevado al Laboratorio central de criminología de Varsovia. Así se pudo reconstituir, con la ayuda de programas informáticos, el rostro del individuo en el momento de su muerte. La imagen obtenida fue comparada después con los retratos de Copérnico realizados en vida… Todos presentan la misma asimetría, y una ligera desviación del arco nasal. Además, Copérnico mostraba, en uno de los retratos, una cicatriz en la frente; y en el mismo lugar, se encontró en el cráneo la marca de una herida. ¡Parece demostrado, por tanto, que los huesos eran en efecto los del célebre astrónomo!

El rostro reconstruido circula ahora por Internet. ¿Y qué es lo que se ve? La visualización exacta del maestro en los últimos años de su vida, tal como lo descubre Rheticus (a través de la imaginación del novelista) por primera vez al llegar a Frauenburg: un hombre de gran estatura, de frente amplia, con la nariz larga y abultada, los ojos muy hundidos bajo unas cejas enmarañadas, y profundas arrugas en la frente. En suma, una bella y extraña fealdad, que recuerda más a un viejo soldado que a un hombre de Iglesia… Una curiosa gratificación retrospectiva para el novelista biógrafo, y una demostración perfecta de la manera como la intuición del escritor puede aproximarse a la verdad profunda de una persona.

El tema no está aún cerrado… Con el fin de eliminar la menor duda relativa a la identificación del cráneo, los investigadores polacos van a proceder a una prueba de ADN. Copérnico era un clérigo y no tuvo descendencia, pero sí tenía familia: Lucas Watzenrode, su tío, el obispo de Warmie, cuya tumba es conocida. Sus restos serán comparados con los encontrados en la catedral de Frombork.

La anécdota me ha llenado de satisfacción, y más aún porque, si los arqueólogos hubieran leído la reseña biográfica que dedicó François Arago a Copérnico (véase más arriba), no habrían tardado tantos siglos en localizar los restos del astrónomo debajo del altar mayor. En efecto, he aquí un párrafo entresacado de dicha reseña… ¡Sin comentarios!

El emperador Napoleón, al pasar por Thorn en 1807, se propuso enterarse en persona de todo cuanto había conservado la tradición relacionado con Nicolás Copérnico. Supo que la casa del ilustre astrónomo estaba ocupada por un tejedor, y quiso visitarla. Era una vivienda de apariencia muy sencilla, compuesta por una planta baja y dos pisos. Todo conservaba su primitiva disposición. El retrato del gran astrónomo estaba colgado sobre el lecho, cuyas cortinas de sarga negra databan de la época de Copérnico; la mesa, el armario, las dos sillas, todo el mobiliario del sabio seguía en su lugar.

El emperador pidió al tejedor que le vendiera el retrato del gran hombre, para exponerlo en el museo Napoleón del Louvre, pero el artesano se negó, porque consideraba ese retrato como una santa reliquia portadora de buena suerte. El emperador no insistió, y respetó aquella conmovedora superstición.

Después de visitar la casa de Copérnico, Napoleón fue a la iglesia de San Juan para ver la tumba del autor de la obra sobre las revoluciones celestes. El tiempo la había maltratado, y el emperador ordenó las reparaciones necesarias y la hizo trasladar al lado del altar mayor, para que pudiera ser vista desde todos los lugares de la iglesia. Los trabajos fueron costeados por el propio Napoleón.

FIN

Notas

[1]
Citaré, sin embargo, una obra poco conocida pero muy inspirada: La Structure poétique du monde: Copernic, Kepler, de Fernand Hallyn (Seuil, Paris, 1987)
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[2]
Tychonis Brahei, equitis Dani, astronomorum coryphaei, vitae Accessit Nicolai Copernici, Georgii Peurbachii, & Joannis Regiomontani, Astronomorum celebrium, vita, Hagae Comitum (La Haya), Vlacq, 1655.
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[3]
Vies des savants illustres: savants de la Renaissance, Hachette (Paris), 1870.
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[4]
«Biographies des principaux astronomes», en Oeuvres complètes de François Arago. Tome troisième. Notices biographiques. Volume 3. Publicadas por orden suya bajo la dirección de M. J.-A. Barrai. París, Gide et J. Baudry; Leipzig, T. O. Weigel, 1854.
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[5]
Discurso sobre Nicolás Copérnico, Varsovia, 1818.
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[6]
Copernic et ses travaux, París, 1847.
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[7]
The Sleepwalkers, Hutchinson (Londres), 1959. Hay traducciones al español.
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[8]
Véase mi novela histórica, Le Bâton d'Euclide, Lattes, 2001.
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