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Authors: César Millán,Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

El líder de la manada (15 page)

Asustar y otras herramientas relacionadas con el sonido

Un uso más beneficioso del periódico, como método de disciplina, es simplemente enrollarlo y golpear con él tu otra mano para asustar al perro. Los perros tienen un oído muy sensible, de hecho, siempre están alerta, y los ruidos extraños y fuertes los sobresaltan con facilidad. Ésta es la filosofía que se oculta tras un subgrupo de herramientas de aprendizaje, como las bolsas de guisantes o el lanzamiento de objetos. Estos elementos se usaban con asiduidad cuando el animal se acercaba a un determinado punto para aliviarse: el dueño lanzaba un objeto con el fin de asustarlo. El problema es que el animal nunca pensará que ese objeto proviene del espacio exterior, ya que poseen un buen sentido de causa y efecto, y también un buen sentido de la dirección. Una vez el animal haya asociado ese objeto desconocido contigo habrás empezado a romper su lazo de confianza, porque para él el que tú le lances un objeto no tiene sentido. Puede que se asuste lo suficiente como para que no vuelva a repetir el comportamiento no deseado, pero no vas a conseguir que te respete o que muestre su sumisión con serenidad.

Acércate al zoo y pásate el día observando cualquier sociedad de primates. Verás que lo de lanzar cualquier objeto para llamar la atención de otro miembro del clan es una «cosa de primates»
[4]
, algo que también podrás encontrar en el recreo de cualquier escuela infantil. Es una actividad natural e innata para un primate, pero ¡no para un perro! Creo firmemente en la utilidad de las técnicas que remedan en la medida de lo posible lo que un can haría con otro, o el aprendizaje que tiene lugar en la naturaleza. Para que esta técnica sea efectiva, primero tendrás que conseguir sorprender al perro. Segundo, tendrás que actuar con sigilo, como los cazadores, para que cuando lances el objeto el perro no sepa de dónde ha partido. Tercero, tendrás que llevar algún objeto siempre contigo; y cuarto, tu precisión temporal tendrá que ser absoluta a la hora de hacer la corrección. Es una técnica que requiere paciencia, precisión y un cierto grado de incomodidad, y aunque en teoría funciona y en opinión de la mayoría es muy humana, en mi opinión nueve de cada diez personas que lo intenten fallarán... o abandonarán presas de la frustración.

Pulverizador

El pulverizador está considerado por muchos como otro de los métodos más humanos de modificar el comportamiento inadecuado de un perro, pero es por definición una herramienta de confrontación. Como cualquiera de las demás herramientas basadas en la sorpresa, su eficacia depende por completo de la firmeza y la ocasión, lo que significa que el dueño del perro debe llevar siempre consigo el pulverizador. Mi experiencia me enseña que este método es eficaz sólo en un 40 por ciento, y únicamente en determinados comportamientos. Por otro lado, no es un método totalmente seguro. Los perros sufren irritaciones de ojos, oído y nariz, infecciones y otros problemas menores de salud debido al uso incorrecto del pulverizador. En mi opinión, como cualquier otra cosa que se emplee para golpear o lanzar al perro, no es un método de disciplina que sea natural para ellos. Y no olvidemos que el animal no puede evitar asociarnos con el pulverizador, de modo que mostrarse firmes y serenos es imprescindible.

Cómo reducir la necesidad de utilizar herramientas

La finalidad de este capítulo era presentarte algunas de las herramientas básicas empleadas para modificar el comportamiento de los perros y ayudarte a mejorar tu relación con ellos. Aunque no defiendo su uso del mismo modo que tampoco defiendo el del resto, como he querido dejar claro en mis anteriores descripciones, creo que algunas funcionan mejor que otras en determinadas situaciones y con cierto tipo de perros. Hay quien pueda estar en desacuerdo con tales opiniones, incluso quien disponga de pruebas o experiencias que respalden sus creencias; yo te animo a investigar personalmente el asunto y a informarte todo lo posible sobre ellas.

Mi conclusión es que el uso de herramientas o cuál de ellas elegir es un asunto muy personal. Cada perro es diferente; cada uno presenta sus particulares dificultades, y cada dueño es un mundo. Si decides emplear alguna de las herramientas más modernas, como el collar electrónico, el de castigo, el bozal, etcétera, insisto en que debes informarte con un especialista sobre su manejo. Si necesitas una herramienta avanzada para manejar a tu perro, nadie ni nada puede sustituir el consejo profesional, aunque sea sólo una charla con el vendedor de la tienda de animales que más merezca tu confianza. También hay miles de etólogos y entrenadores caninos cualificados que esperan tu llamada, y merece la pena hacer una pequeña inversión y que uno de ellos te visite durante una hora, te muestre el uso correcto del aparato y responda a tus preguntas. Con cada adiestrador, al igual que con las herramientas, has de encontrar al profesional que mejor se adapte a tu filosofía y a tus valores, y antes de hacer nada definitivo debes pedir referencias y tener una conversación con él o ella sobre sus puntos de vista y métodos antes de imponérselo a tu perro. Hay un dicho que reza así: «si existe algo en lo que dos profesionales de los animales pueden ponerse de acuerdo es que un tercer profesional lo está haciendo todo mal». Confía en mí: hay montones de puntos de vista, métodos y filosofías, y entre todas ellas encontrarás una que te parecerá la mejor. Con nuestras mascotas siempre debemos encontrar el punto justo entre el corazón y la razón. Un buen profesional debe ser capaz de combinar ambas cosas para formar un lazo fuerte y saludable con tu perro.

Como colofón he de decir que cualquier herramienta que elijas debería ser sólo un paso más del camino que te conduzca a la herramienta mejor y de mayor confianza de todas: tu energía. En una situación ideal, lo que debería ocurrir es que empezases con una herramienta, como el collar de castigo, te ganases la confianza de tu perro, establecieras un lazo de confianza y respeto con él y volvieses después a una correa sencilla de nailon. En cuestión de un año, podrás usar una simple cuerda, y un año más tarde podrás disfrutar de algunos momentos maravillosos con tu perro y sin ninguna clase de correa. ¿Deberías sentirte mal si después de tres años sigues usando alguna herramienta avanzada para controlar a tu perro? Por supuesto que no. ¿Significa que debes renunciar a trabajar tus dotes de liderazgo para intentar ser un mejor líder de la manada? ¡No! En nuestra naturaleza humana está el impulso que nos empuja a luchar para superarnos a nosotros mismos y mejorar nuestro mundo. Creo que soy un buen padre para mis hijos, pero estoy convencido de que podría hacerlo aún mejor. Con mis clientes he descubierto que a medida que su confianza crece, su relación con sus perros mejora y de un modo natural empiezan a olvidarse de las herramientas y aprenden a comunicar reglas y límites a través de su energía. Nada puede sustituir ni a la energía ni a ese lazo —nada que el dinero pueda comprar— y casi no existe en la tierra experiencia similar a la unión espiritual que se alcanza cuando tu perro y tú estáis en verdadera sintonía.

Lo que se debe y no se debe hacer cuando decidas emplear una herramienta

  1. Investiga a fondo sobre la herramienta que estás pensando utilizar. No confíes en las habladurías y contrasta al menos tres fuentes distintas.
  2. Ponte en contacto con un profesional si no estás familiarizado con la herramienta que vas a utilizar.
  3. Recuerda que una herramienta es sólo una extensión de ti mismo y de tu energía.
  4. Trabaja para reducir tu necesidad de emplear herramientas, especialmente las más avanzadas.
  5. Sigue trabajando tu energía serena y firme y tus habilidades de líder, independientemente de la herramienta que utilices.
  6. No uses ninguna herramienta si te sientes tenso, ansioso, enfadado o frustrado.
  7. No pienses en las herramientas como métodos de castigo.
  8. No confíes en herramientas muy avanzadas, como collares electrónicos, como solución permanente.
  9. No emplees ninguna herramienta hasta que no te sientas al cien por cien cómodo con su uso, tanto intelectual, moral o espiritualmente, y diga lo que diga el experto.
4
Satisfacer la raza

«Un perro verdaderamente sociable e indispensable es un

accidente de la naturaleza que no puede obtenerse mediante

la selección de una raza, ni se puede comprar con dinero».

E. B. WHITE

«Tenemos amigos cazadores», me dijo en voz baja John Grogan, autor de
Marley & Me
. «Cuando vienen por aquí y ven a Gracie suelen decirme: “Qué lástima que alguien como tú al que no le gusta la caza tenga una perra tan magnífica como ésta”. Todos opinan que tiene ese instinto».

Corría el verano de 2006 y Marley, el querido labrador golden retriever que se había ganado el corazón de la gente de medio mundo, había muerto y yo había viajado hasta un tranquilo rincón de la Pensilvania rural para ver a John y Jenny Grogan, los devotos dueños de Marley, por su nueva labrador retriever, Gracie. Y aunque la preciosa Gracie era de la misma raza que Marley, sus dificultades eran totalmente distintas ¿O lo eran sus dueños?

Los Grogan, Gracie y yo

Cuando dejaron de llorar a su adorado Marley, los Grogan se dieron cuenta, al igual que muchos de nosotros, de que su casa no volvería a ser un verdadero hogar sin un perro. Nueve meses después de su pérdida, Jenny acudió a un criador y eligió a una adorable labrador, que se parecía a su amigo perdido. Dado que Marley había sido un animal de tanta energía y tan revoltoso, Jenny se sintió atraída por la aparente calma de aquella cachorra y se la llevó a casa pensando que tras trece años de Marley, lo más probable era que les tocase el perro «perfecto» aquella vez. Le pusieron por nombre Gracie.

Tal y como Jenny esperaba, Gracie creció y resultó ser una perra mucho más tranquila y pacífica que Marley. A diferencia de su predecesor, no devoraba los muebles, ni la ropa, ni se hacía daño intentando hacer agujeros en las paredes para escapar cada vez que estallaba una tormenta. Gracie no tenía el miedo de Marley a los ruidos, ni su energía hiperactiva, ni su imperiosa necesidad de lanzarse sobre cualquier desconocido que aparecía en su domicilio. Gracie era pacífica y obediente dentro de casa, aunque a veces actuaba de manera distante y hacía lo que le daba la gana, lo que contrastaba vivamente con Marley, que siempre quería estar en el centro de cualquier actividad familiar. Pero cuando salían Gracie se transformaba en un verdadero problema para los Grogan.

John y Jenny son dueños de una propiedad de casi una hectárea, rodeada de colinas, árboles, regatos y lagos, ardillas, conejos y otros animales salvajes..., un oasis de paz e intimidad, el paraíso perfecto para cualquier perro. Instalaron una valla invisible y subterránea para crear límites a su perra, y la dejaban ir y venir libremente todo el día. Como tantos de mis clientes, habían cometido el error de dar por sentado que Gracie haría suficiente ejercicio por su cuenta y que no era necesario salir con ella. Pero una vez salía de la casa, se transformaba en otro perro. Se negaba a volver cuando la llamaban y el único modo en que Jenny conseguía hacerla entrar de nuevo en la casa era sobornándola con salchichas. «Funciona de maravilla... hasta que te quedas sin salchichas», me confesó con tristeza. El otro problema —que los Grogan consideraban totalmente aislado de la desobediencia de Gracie— era su obsesión con la caza. Se pasaba el día acosando y devorando a cualquier animal pequeño o ave que se cruzara con ella. La familia tenía varias gallinas que la proveían de huevos y éstas además podían recorrer a sus anchas por la propiedad mientras comían gusanos y otros parásitos del jardín. Por supuesto, John y Jenny se habían encariñado con ellas y las trataban como mascotas. Desgraciadamente dos gallinas fueron a reunirse con el Creador cuando Gracie les echó la vista encima. «Se comió a Liberace», me contó Jenny disgustada. «Ves a tu perro de un modo distinto cuando se ha comido a otro de tus animales». Los Grogan desplazaron la valla invisible para que el corral en el que estaban las gallinas quedase un par de metros alejado de la frontera que Gracie no podía traspasar, pero aun así las acosaba de modo obsesivo y tuvieron que renunciar a dejarlas picotear libremente. Y por supuesto, cuando Gracie estaba totalmente imbuida por su modo depredador, ni siquiera con salchichas conseguían sus dueños hacerla obedecer.

En mi opinión, el problema estaba claro: su dificultad con la obediencia y la obsesión con la caza estaban totalmente relacionados. Los Grogan habían comprado un retriever de pura sangre, de la mejor línea, y cuando se llevaron a Gracie a casa, también se llevaron su impronta genética. Aunque Gracie era un animal confiado, leal y sociable, los Grogan no estaban satisfaciendo sus necesidades de perro-animal como yo las llamo, es decir, ejercicio estructurado, reglas y límites claros. Debido a esta carencia, se estaban enfrentando constantemente a su
raza
, que era lo que se apoderaba de Gracie y la empujaba a deshacerse de todo su exceso de energía y frustración. «Cuanto más pura es la sangre de un perro, más intensas son las necesidades de la raza». La genética de Gracie, su raza, la estaban transformando en una cazadora excepcional, decidida y de voluntad inquebrantable, pero no en una mascota respetuosa.

La importancia de la raza

Para satisfacer las necesidades de tu perro y que él a su vez satisfaga encantado las tuyas es fundamental empezar por dirigirte al
animal
que hay en tu perro. Todos los animales necesitan trabajar para ganarse la comida y el agua, y todos ellos se comunican con los demás por medio de su energía. El siguiente nivel de comunicación consiste en dirigirte al
perro
que hay en tu mascota. Un perro, un carnívoro social, desea de manera innata pertenecer a una manada. Los perros luchan por ver su mundo en perfecto orden, con reglas muy definidas por las que regirse para vivir y una jerarquía establecida para el trabajo y la posición dentro de la manada. Los perros ven el mundo primero a través de su nariz, en segundo lugar, con los ojos y en tercero, con las orejas. Lo creas o no, dirigiéndote y satisfaciendo las necesidades de tu mascota, primero como animal y luego como perro, podrás aprender a evitar o conquistar muchos de los problemas a los que puedes enfrentarte con tu perro.

Sin embargo, el siguiente nivel en la psicología de tu perro, es su
raza
. Del mismo modo que recibe «señales» de su lado animal y de su lado canino, cuanto más pura sea su raza más receptiva será a las señales que provengan de ese lado y más inducida se sentirá a obedecerlas.

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