Read El líder de la manada Online
Authors: César Millán,Melissa Jo Peltier
Tags: #Adiestramiento, #Perros
Como siempre es importante no olvidar que cuando elegimos una herramienta algo más avanzada como la que nos ocupa, el propietario siempre debe dejarse aconsejar por un experto, o al menos por la persona que le vende la cadena, sobre el modo correcto de utilizarla. Y sobre todo, la energía que hay detrás de esa cadena debe ser siempre serena y firme, no tensa, furiosa o ansiosa. Si alguien tira de la correa de un perro sintiéndose furioso o frustrado, esta herramienta útil e inocente puede de verdad llegar a ahogar... y convertirse en el instrumento de crueldad que su desafortunado nombre implica.
Mi Centro de Psicología Canina al sur de Los Ángeles está situado en el corazón del territorio de las bandas organizadas. A lo largo de la historia, los hombres más agresivos han tendido siempre a rodearse de perros grandes y fuertes para que les hicieran parecer más poderosos. En nuestra era, los pitbull suelen ser la elección de los miembros de las bandas, los traficantes de drogas y otros tipos antisociales. En los últimos quince años, la cultura sumergida y brutal de las peleas de perros se ha transformado en una fuente de ingresos para los miembros de las bandas y otros delincuentes. Muchos de los perros que han acabado en mi centro son supervivientes de esa brutalidad, y si visitas los refugios o las perreras de Los Ángeles, las encontrarás habitadas en su mayoría por pitbull que seguramente perderán la vida porque tuvieron la desgracia de pertenecer a gente de esa cultura. Me opongo frontalmente a esa clase de vida, que no es sólo inhumana para los animales, sino para muchos de los que asisten a esas peleas y que llevan incluso a sus hijos a presenciarlas, con lo que se está creando una nueva generación totalmente insensible a la crueldad con los animales. Asimismo se está creando un clima de prejuicios hacia los pitbull y otras razas consideradas como «potencialmente peligrosas», peligro que no es culpa de la raza, sino del dueño del animal.
Las cadenas parecen formar parte de esta práctica tan destructiva. Los miembros de las bandas suelen llevar a sus animales con gruesas y pesadas cadenas al cuello con la intención de hacerles parecer más fieros, o porque creen que así se hacen más fuertes para poder participar después en las peleas. Es un error pensar que poner peso al cuello de un perro le hace mejor luchador. Si el cuello es fuerte pero el cuerpo es delgado, el animal nunca será un buen luchador. De hecho, esas gruesas cadenas pueden causarle al animal problemas en la cabeza y el cuello. Las cadenas también se emplean para encadenarlos en el jardín, bien con fines de guarda o sólo para quitarse al animal de en medio durante cierto tiempo, práctica habitual de los delincuentes y de la gente que es inmune a la crueldad animal, o que desconoce su alcance. Esta práctica es muy peligrosa y cruel porque cuanto más atado está un perro, cuanto menos puede moverse, más energía concentrada tendrá y más agresivo se volverá. Un perro frustrado atado a una cadena se transforma en un arma, y es tres veces más probable que ataque a una persona que a un perro que se cuele accidentalmente en el jardín
[1]
. Muchos activistas en Los Ángeles están trabajando para que se dicten leyes contra esta práctica, y yo suscribo sus esfuerzos.
Antes de empezar a trabajar rehabilitando perros, entrenaba animales de ataque y guarda. Como te dirá cualquier entrenador de perros policía, un perro que ha sido condicionado para ser agresivo contra el hombre es muy difícil que cambie de actitud. La gente que trabaja con estos animales son preparadores muy expertos y se han especializado en controlar esa clase de perros. Como ya dije en
El encantador de perros
, hay que pensar larga y detenidamente antes de decidirnos a utilizar un perro como arma.
El collar martingala fue diseñado para que el animal se sintiera más cómodo llevando la correa. Tiene una sección más larga y más ancha para la que se emplean materiales como el cuero, la cadena o el nailon, que quedan unidos por dos lazadas, la más grande alrededor del cuello del animal pero suelta y la más pequeña unida a la correa. Si el perro tira de la correa, la tensión cierra el lazo pequeño lo cual hace que el más grande apriete el cuello del animal, pero gracias a su sección más ancha evita por un lado que el collar llegue a apretar tanto que pueda cortarle la respiración al perro, y por otro que se le enrede en el pelo. En mi experiencia, las martingalas son una buena alternativa para los perros de buen carácter que no necesitan mucha corrección y para los perros que se portan bien prácticamente siempre, y apenas necesitan algún que otro recordatorio ocasional.
Hace unos cuantos años mi mujer, Ilusión, me sugirió que inventase una correa que ayudase al dueño a sujetar el cuello del animal erguido durante el paseo, tal y como yo lo hacía en nuestro programa de televisión, y yo le sugerí que aceptase ella misma el reto. Con la ayuda del diseñador Jaci Rohr, Ilusión perfeccionó su idea del collar, cuya finalidad es utilizar la arquitectura natural del cuello del animal a favor del dueño.
En términos de uso de una correa, el cuello de un perro posee tres partes: superior, media y baja.
La parte más baja es la más fuerte y sobre la que el perro ejerce mayor control. Intentar controlar a un perro inestable con una correa en este punto puede provocarle ahogamiento, además de que el animal reaccionará tirando y resistiéndose, y lo más probable es que tú seas el perdedor del combate de lucha libre. Pero cuando la correa está sujeta en la parte más alta del cuello, ejerces presión en la parte más sensible, y por tanto requiere muy poco esfuerzo comunicarse, guiar y corregir al perro llevando la correa en esa posición. Es más natural para el perro claudicar, y de ese modo convertirlo en una experiencia de aprendizaje positiva. También contribuye a que aparte el hocico del suelo y a que no se distraiga con lo que le rodea. El collar Ilusión está diseñado para utilizar la parte baja del cuello como apoyo y al mismo tiempo la parte superior para comunicarse con él y controlarle.
Asimismo le ayuda a conseguir una posición corporal en la que parece más orgulloso, y creo que ésa es la razón de que los dueños de los perros de concurso lleven las correas en la parte alta del cuello: para mantener la cabeza del animal erguida y mostrar a los jueces y a la audiencia que el perro es un concursante orgulloso y confiado. Cuando un perro mantiene la cabeza erguida y mira hacia delante, todo su lenguaje corporal cambia. El rabo y el pecho suelen seguir la línea erguida de la cabeza, y una vez cambia ese lenguaje, la energía también. Cuando un perro mantiene alta la cabeza está comunicando que se siente orgulloso de sí mismo.
El decir que un perro se siente orgulloso ¿es un modo de proyectar un sentimiento humano en él? Yo creo que no. En el reino animal, hay muestras de lenguaje corporal que comunican ese orgullo. Todos hemos oído el dicho de «orgulloso como un pavo real». Cuando un macho de esta especie abre su abanico multicolor, saca pecho y se pavonea, pretende atraer a la hembra. Para mí esa actitud es una versión animal del orgullo; un orgullo que en el mundo animal se traduce en confianza, autoestima, nivel de energía, firmeza e incluso dominancia, una dominancia que también puede mostrarse en animales de talante más sumiso, porque con la clase de orgullo y autoestima que estoy describiendo se mezcla también el espíritu lúdico. No es una dominancia pura, que requiere sumisión de los demás, es simplemente un perro que se siente orgulloso de serlo.
Ahora que lo pienso, lo que acabo de describir no difiere mucho de lo que llamamos
orgullo
en el mundo humano. Creo que sentirse orgulloso de uno mismo es un estado natural que comparte todo el reino animal. Y la autoestima. Y el lenguaje corporal que indica ambas cosas no varía mucho entre animales, ni siquiera de animal a humano.
Hace poco estuve en el Central Park de Nueva York observando a los miles de perros que por allí paseaban y a sus dueños. ¡Los neoyorquinos son geniales! Ellos saben intuir, mucho mejor que los habitantes de Los Ángeles con sus enormes jardines particulares, que los perros tienen que caminar. Es obvio que si un perro se pasa el día en un pequeño apartamento, necesita caminar, y por otro lado los neoyorquinos son grandes caminantes. Sin embargo, sólo un pequeño porcentaje de los perros que vi en el parque paseaban del modo correcto. La mayoría de ellos eran los que paseaban a sus respectivos dueños. También me di cuenta de que los arneses se han hecho muy populares.
No hemos de olvidar que los arneses se inventaron con el fin de que un perro tirase de algo o para el rastreo, y no para controlar al animal. Los huskies utilizaron el arnés antes que ninguna otra raza para tirar de los trineos sobre la nieve en los climas fríos. Los perros que tiraban de los carros, como el perro suizo de montaña y el pastor alemán, utilizaban arneses para llevar cargamentos. El arnés permite que el perro utilice todo el peso de su cuerpo para realizar la tarea. Obviamente la carga va siempre detrás de él, incluso aunque esa carga sea su dueño.
En el rastreo el arnés permite al perro llevar el morro en contacto con el suelo, mientras que un collar o una correa no le permiten emplear libremente el hocico, esencial a la hora de rastrear.
En mi opinión, quienes no saben utilizar bien la correa o el collar pueden hacer que su perro tosa y temen que se pueda ahogar. Desde luego algunos perros son más delicados que otros en ese sentido, o bien padecen alguna enfermedad..., o simplemente no han sido debidamente condicionados para aceptar la correa. Muchos de los dueños de tales perros eligen el arnés como herramienta primaria, lo cual puede ser una elección adecuada siempre y cuando se establezca la debida etiqueta para el paseo, con el perro caminando al lado del amo. Un perro despreocupado y tranquilo, sin problemas de obediencia, podrá llevar un arnés sin problemas, pero la dificultad estriba en que en muchos animales el arnés puede desencadenar el reflejo de tirar. ¡Yo diría que a muchos dueños les gusta que sus perros tiren de ellos! Esto puede ser divertido, una versión del esquí acuático, pero no servirá para ganarte el respeto de tu perro.
Si nos fijamos un poco, se ve a mucha gente —especialmente a hombres en la playa—, cuyos perros van delante de ellos, tirando; normalmente perros de razas poderosas. Y es como si dijeran: «Mírame. Soy un tipo duro porque llevo un perro duro». El perro se transforma de este modo en un símbolo de estatus de macho, como si fuera una moto o un Ferrari, y me gustaría recordarle a quien encaje en esta descripción que su perro es un ser vivo que tiene necesidades propias y que no se puede comparar con el último aparato electrónico de moda. Y si por otro lado, tu perro no te respeta, ¿a qué queda reducida tu imagen de macho?
Hay distintas marcas y estilos de arneses antiarrastres en el mercado. Están diseñados para ser más humanos y que el animal los sienta de un modo más natural en su cuerpo (incluso están disponibles para a cerdos, gatos, conejos, etcétera). Esta clase de arnés aprieta suavenente el pecho del perro cuando éste empieza a tirar, con lo que crea una sensación de incomodidad que evita que siga tirando. Muchos dueños están encantados con esta herramienta, pero, como todas las demás, puede tener su lado negativo. He visto a muchos perros en Central Park con esta clase de arnés y que no tenían el menor problema para arrastrar tras de sí a sus dueños, para lo cual se contorsionaban extrañamente y tiraban hacia un lado. No recomendaría esta herramienta para animales de muy alto o alto nivel de energía. Aunque ofrecen más control que un arnés normal, especialmente para un paseo no demasiado largo, no son los ideales para animales a los que cueste mucho trabajo controlar.
Conducir a un animal por la cabeza en lugar de hacerlo por el cuello no es un concepto novedoso. Llevamos haciéndolo así miles de años. De hecho, es el modo primario de controlar a los caballos, animales mucho más grandes y fuertes que nosotros. El collar halti, o collar de cabeza, se presenta en distintas formas y recibe muchos nombres. Como cualquier otra herramienta, el halti funciona cuando se utiliza debidamente, imprimiendo la energía adecuada, y funciona mejor con perros de una fisiología determinada, particularmente los que tienen el morro largo. Hay quienes tienen fe ciega en él y afirman que es la mejor herramienta para controlar a un perro, pero en manos inadecuadas puede resultar tan poco efectiva como cualquier otra, y a veces resultar incómoda para el perro.
Un aspecto positivo del halti es que si no eres lo bastante fuerte para utilizar un collar de entrenamiento normal en un perro difícil de controlar, un halti puede ayudarte a evitar que tire de ti. El halti está diseñado para ponerse en el morro del perro y funciona siguiendo el mismo principio que cualquier otro dispositivo que te permita aplicar al perro un correctivo cuando se comporte de modo inadecuado. Cuando el perro tira, el halti le oprime la boca, cuando se relaja, el halti automáticamente se afloja. La corrección causa-efecto pretende mantener al perro en la posición en la que el dueño quiere que esté.
Una característica negativa de este collar es que algunos perros se sienten incómodos llevándolo, ya que no es natural para ellos llevar algo que les rodea la boca, y es fácil que se resistan, que intenten quitárselo con las patas delanteras o que sacudan la cabeza e intenten desembarazarse de él. El mejor remedio para esto es asegurarse de que asocien sus primeras experiencias con este collar a recompensas muy positivas, como comida o un masaje. Como siempre, recomiendo que un entrenador profesional o un etólogo, un veterinario, o al menos una tienda de mascotas de probada reputación, se asegure de que le colocas el halti correctamente a tu perro para que no haya posibilidad de que le hagas daño físico o le produzcas una tensión innecesaria. Y quien elija esta herramienta debe asegurarse de trabajar antes su capacidad de liderazgo para que el perro no llegue a sentir dependencia del halti para mostrar un buen comportamiento.
Llevar bozal no es algo natural para un perro. A diferencia del halti, impide por completo que el animal utilice la boca y puede ser muy incómodo al principio. El bozal fue creado específicamente para prevenir que un perro pudiese morder a una persona o a otro animal, y yo sólo recomiendo su uso, como una especie de tirita temporal, mientras se trabaja con el animal para conseguir su rehabilitación total. Si el único modo de poder salir con tu perro es poniéndole un bozal, probablemente tienes un problema mayor que el que pueda suponer emplear la herramienta más adecuada.