El misterio de la jungla negra (25 page)

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Authors: Emilio Salgari

Tags: #Aventuras, Clásico

Dio la antorcha a Tremal-Naik, invitó al
dondy
a seguirlo y se lanzó por el pasadizo, que ahora había quedado medio descubierto.

La corriente se había hecho menos impetuosa, signo evidente de que el depósito de agua del pequeño pantano estaba a punto de agotarse. Era, pues, probable que los cipayos, asombrados por aquella fuga de agua, hubieran encontrado las causas y logrado descubrir la plancha metálica.

Avanzando lentamente a causa de la corriente que chocaba contra sus piernas amenazando a veces derribarlos, y agarrándose a las protuberancias de las paredes para resistir mejor aquel empuje, los dos faquires lograron recorrer otros trescientos pasos, llegando casi a la mitad del camino. Se detuvieron un momento para recobrar el aliento y luego se lanzaron nuevamente adelante, socorriéndose recíprocamente para vencer la corriente que cada vez era más fuerte a causa de la mayor pendiente de la galería.

Habían recorrido ya otros cincuenta o sesenta metros cuando en el otro extremo del túnel se oyó un ruido de pasos.

—¿Oyes? —preguntó Windhya.

—Sí —respondió el
dondy.

—Han descubierto la galería.

—¿Tú crees?

—¡Silencio! ¡Escucha…!

Una voz que el túnel transmitía con claridad gritó con acento de triunfo:

—¡Aquí está el pasadizo!

—Nos han descubierto —murmuró el
dondy. —
Huyamos.

—Espera un momento. Si han encontrado ya la plancha veremos sus antorchas.

Reanudaron la marcha procurando no hacer ruido y, llegados a la curva de la galería, distinguieron a ciento cincuenta pasos un vivo resplandor. Unos hombres estaban a punto de entrar en el pasadizo que habían descubierto.

—¡Atrás! —dijo Windhya con voz ahogada—. Si los subterráneos de la vieja pagoda no están desalojados dentro de pocos minutos estaremos prisioneros.

Ambos se lanzaron por la galería, dejándose empujar por la corriente, y en unos pocos instantes llegaron a la caverna donde les esperaban Tremal-Naik y el viejo
thug
con el prisionero.

—Huyamos —dijo Windhya.

—¿Nos persiguen? —preguntó Tremal-Naik.

—Los cipayos han descubierto el pasadizo y pronto estarán aquí.

Tremal-Naik sacó el puñal y, haciéndolo centellear ante los ojos de Bharata, le dijo:

—Camina o te mato.

La galería de desagüe que conducía a los subterráneos de la vieja pagoda había quedado ya medio descubierta, por haber disminuido bastante el agua. Los cinco indios se introdujeron por ella, cerraron la plancha detrás de ellos para retardar un poco más la marcha de los perseguidores y se lanzaron resueltamente adelante, manteniendo alta la antorcha.

Aquel segundo conducto subterráneo era bastante más espacioso que el primero, permitiendo el paso de tres e incluso cuatro hombres al mismo tiempo, y la bóveda era tan alta que la luz de la antorcha no lograba iluminarla.

Había cesado la irrupción de agua, ya que se había cerrado la plancha metálica, pero se oían más adelante sordos fragores que el eco de las galerías repetía incesantemente.

Parecía como si el torrente, siguiendo las pendientes de aquellos vastos subterráneos, continuase avanzando precediendo a los fugitivos. Se oían roces y zambullidas sordas y gorgoteos lejanos que se perdían en las negras cavernas y en las amplias galerías situadas bajo la vieja pagoda.

Windhya, que conocía aquellos tenebrosos pasadizos, indicaba el camino. Había tomado la antorcha y avanzaba sin vacilar, unas veces subiendo y otras descendiendo. Ya había desaparecido toda el agua y caminaban sobre un suelo completamente seco, ya que la roca porosa había absorbido rápidamente las últimas gotas de agua.

Durante media hora el faquir guió a sus compañeros a través de aquellas galerías que describían curvas continuadas y luego llegó a un amplio subterráneo donde se veían gran número de extraños túmulos, quizás tumbas de antiguos rajaes.

Windhya se detuvo porque en el extremo opuesto la caverna estaba todavía inundada por gran cantidad de agua.

—El camino está cerrado —dijo con un temblor en la voz. —La galería que debe llevarnos a la segunda caverna está sumergida.

—¿Tendremos que volver? —preguntó Tremal-Naik.

—¡Sería nuestra muerte!

—¿No hay ningún paso?

—Ninguno —respondió el faquir con aire tétrico.

—¿Es larga la galería que conduce al segundo subterráneo?

—Unos sesenta pasos.

—Yo soy un buen nadador.

—Y también nosotros —dijeron el viejo
thug
y el
dondy.

—¿Qué quieres insinuar?

—Que intentaremos pasar bajo el agua —respondió resueltamente Tremal-Naik.

—¿Y el prisionero…?

—Nos seguirá, si no quiere ahogarse.

Le quitó la mordaza que había puesto en los labios de Bharata y le dijo:

—Si quieres vivir, ven con nosotros. ¿Sabes nadar?

—Sí —respondió el sargento.

—Entonces síguenos.

En aquel momento se oyó en la lejanía una detonación, que repercutió muchas veces en las galerías y en la amplia caverna.

—Han hecho estallar otra vez un explosivo —dijo Windhya.

—Habrán hecho saltar la segunda plancha para poder continuar la persecución.

—¡Apresurémonos!

Se dirigieron al otro extremo de la caverna y volvieron a sumergirse. Al ser el suelo bastante inclinado, el agua se había encharcado, obstruyendo enteramente la galería que debía de comunicar con la segunda caverna.

—El paso está ante nosotros —dijo Windhya.

—¿Es amplio?

—Y también bastante alto. Yo pasaré primero.

—Vigilemos a Bharata —dijo Tremal-Naik.

Los cinco hombres hicieron buena provisión de aire y luego se hundieron simultáneamente.

Tras cuatro brazadas llegaron al pasadizo sumergido y se metieron por él nadando vigorosa y rápidamente.

Durante aquella inmersión, dos veces Tremal-Naik intentó salir a flote creyendo que había atravesado ya la galería y había llegado a la segunda caverna, pero las dos veces chocó contra la bóveda. Al tercer intento su cabeza emergió finalmente.

Apenas hubo llenado sus pulmones de aire gritó:

—Windhya, ¿dónde estás?

—Cerca de ti —respondió el faquir.

—¿Y los otros?

—Yo estoy aquí —respondió el viejo
thug.

—Y también estoy yo —dijo el
dondy
emergiendo a pocos pasos de ellos.

—¿Y Bharata? Nadie respondió.

—¡Bharata! —repitió Tremal-Naik.

Tampoco aquella segunda llamada obtuvo respuesta.

—¡Por la muerte de Siva! —gritó el cazador. —Ese bribón ha desaparecido.

—Quizá se haya ahogado —sugirió Windhya. —Dejemos a los muertos y pensemos en nosotros. ¡Si os interesa salvar la piel, seguidme!

LA PERSECUCIÓN

Seguir al faquir no era cosa fácil, dada la profunda oscuridad que reinaba en la segunda caverna y teniendo en cuenta que ya no contaban con antorchas.

Sus compañeros se encontraban en una situación extremadamente embarazosa, porque no sabían dónde dirigirse y se veían además obligados a nadar para mantenerse a flote, ya que no habían encontrado ningún punto de apoyo.

El agua que se había introducido a través de las galerías estaba acumulada en aquella caverna a causa de la pendiente del terreno y era todavía tan profunda que no permitía a los cuatro indios tocar el fondo.

—¿Adonde vamos? —preguntó Tremal-Naik, que comenzaba a inquietarse—. ¿No nos hemos equivocado?

—Intentad seguirme —dijo Windhya. —Sé dónde se encuentra el túnel que debe conducirnos al Ganges.

—¿Lo encontrarás en esta oscuridad?

—Así lo espero.

—¿Estará también inundado?

—No, porque debe estar mucho más alto.

—¿Y si no podemos descubrirlo?

El faquir no respondió.

—Habla —insistió Tremal-Naik.

—Entonces, para nosotros todo habría acabado —dijo Windhya con resignación. —No temo a los hombres del capitán; la galería llena de agua que hemos atravesado basta para protegernos. Lo que me espanta es el agotamiento de nuestras fuerzas.

—Yo ya comienzo a estar cansado —dijo el
dondy,
que nadaba penosamente. —Si tuviera que mantenerme a flote todavía media hora no lo lograría.

—Ve a buscar el túnel —dijo Tremal-Naik a Windhya. —Nosotros intentaremos seguirte.

El faquir nadó hasta que encontró la pared de la tenebrosa galería y luego se puso a seguirla para descubrir más fácilmente el pasadizo.

Tremal-Naik y sus compañeros, guiados por el gorgoteo del agua removida por los brazos del nadador, lo siguieron procurando mantenerse unidos para no perderse.

Aunque los cuatro eran valientes y resueltos, el fúnebre rumor de las aguas removidas por sus miembros y aquella profunda oscuridad hacían gran impresión en sus ánimos. Incluso Tremal-Naik se sentía presa, poco a poco, de una vaga sensación de terror que iba en aumento.

Dos veces el faquir dio la vuelta a la caverna sin encontrar nada. La desesperación, acrecentada por la oscuridad y el temor a un peligro inminente, estaba a punto de hacer presa en él cuando sus pies chocaron con un obstáculo. Alargó rápidamente una pierna y le pareció que subía un escalón.

¡Quizás estamos a salvo! —exclamó con acento de triunfo.

¿Has encontrado la abertura? —le preguntó el
dondy
con voz angustiada. —Siento que me faltan las fuerzas.

—He encontrado un punto de apoyo —respondió Windhya.

—¿Podemos utilizarlo nosotros? —preguntó el
thug. —
También yo estoy agotado.

—Estamos cerca de la galería; hay un escalón debajo de mí. —Avanza —dijo Tremal-Naik.

El faquir alargó la mano y sintió cerca de sí otros escalones. Se agarró a ellos gritando:

—¡Venid: estamos a salvo!

Delante de él se encontraban otros escalones. Comenzó a subir por ellos y pronto sus manos encontraron una abertura. Con un último esfuerzo se izó y se encontró ante un pasadizo.

—Lo hemos conseguido —dijo. —Venid y llegaremos a las orillas del Ganges.

—¿Ves la luz? —preguntó Tremal-Naik.

—Todavía no; debemos pasar por otras galerías y otras cavernas.

Sus tres compañeros, guiados por su voz, no tardaron en llegar cerca de la escalera.

Windhya se había ya lanzado por el túnel y avanzaba a tientas, no sabiendo de una manera exacta dónde se encontraba.

Se había acordado en aquel momento de que en las cavernas existían otros pasadizos que él no había explorado jamás: por consiguiente, ignoraba si el camino encontrado era el que conducía a las orillas del Ganges.

—Si tuviéramos nuestras antorchas… —murmuró. —No sé si con esta oscuridad lograremos salir del trance.

De repente chocó contra un obstáculo, que parecía cerrar la galería. A pesar de los escalofríos que experimentaba a causa del frío reinante en aquel subterráneo y a la larga inmersión en el agua, sintió su frente perlada de sudor.

—¿Dónde estamos? —se preguntó con angustia—. ¿Nos habremos extraviado en estos inmensos subterráneos de la pagoda?

—¿Qué ocurre ahora? —le preguntó Tremal-Naik, que había caído encima de él, ya que no preveía la repentina detención del faquir.

—El camino está cerrado —respondió Windhya.

Durante algunos instantes un silencio pavoroso reinó entre los cuatro hombres. Aquel inesperado obstáculo que les impedía proseguir la fuga los aterrorizaba.

—Comienzo a creer que estamos perdidos —dijo Tremal-Naik con sorda rabia—. ¿Qué podemos hacer ahora?

—No sé qué hacer —respondió el faquir. —Sin una antorcha no sabría adonde dirigirme.

—¿Qué es lo que cierra la galería?

—No sé si es una piedra o una puerta.

Tremal-Naik extrajo de su cinturón una pistola, caminó unos pasos hacia delante y con la culata del arma golpeó repetidamente el obstáculo. Un sonido metálico resonó en la tenebrosa galería.

—Es una puerta de hierro —dijo el cazador de serpientes. —Quizás haya algún modo de abrirla. Busquemos a ver si hay un botón.

Hizo correr sus manos por aquella gran plancha metálica, por arriba, por abajo, por los dos lados, pero no encontró nada. La puerta era perfectamente lisa, sin la menor protuberancia.

—Nada. No hay nada que hacer —murmuró con voz ronca.

Reunió todas sus fuerzas y trató de empujar; esfuerzo inútil. Aquella puerta, que debía de ser maciza, no se movió.

—Para derribarla se necesitaría una mina —dijo.

—Volvamos a la caverna y busquemos otro paso —sugirió el
dondy.

—Si no lo hemos encontrado antes, dudo que lo descubramos ahora.

—Veamos —dijo Tremal-Naik—. ¿Estás seguro de que el pasaje no está sumergido?

—Si estuviera cubierto de agua no habría ya aire respirable.

—Vamos, pues, a buscarlo —aconsejó el viejo
thug.

—¿Y si esperásemos a que bajase el agua? —preguntó el
dondy.

—¿Y los cipayos? —dijo el
thug. —
¿Has olvidado que nos persiguen…?

—El túnel nos protege.

Como para darle un mentís al
dondy,
en aquel momento se oyó a breve distancia un espantoso estallido y luego un relámpago luminoso cruzó por la caverna, iluminándola enteramente.

Las aguas, elevadas por el estallido de alguna mina poderosa, se lanzaron entonces contra las paredes con ruidos ensordecedores, mientras de las bóvedas oían precipitarse, con zambullidas sordas, pedazos de roca.

Tremal-Naik, el
dondy
y el viejo
thug
lanzaron un grito de terror, creyendo que se derrumbaba toda la caverna; Windhya, por el contrario, lanzó un grito de triunfo.

A la luz del relámpago había descubierto una segunda escalerilla que subía hacia la bóveda y en seguida la había reconocido.

—¡El pasadizo está descubierto! —gritó—. ¡Rápidamente, a la caverna!

Luego, sin ver si le seguían o no sus compañeros, se precipitó al agua todavía agitada y nadó con supremo vigor.

—¡Windhya! —gritó Tremal-Naik.

—Venid —respondió el faquir con voz imperiosa—. ¡Los cipayos están a punto de irrumpir en la caverna!

Los tres indios, comprendiendo que estaban a punto de ser sorprendidos por los soldados del capitán Macpherson, se lanzaron al agua tratando de seguirle. Por la parte de la galería que comunicaba con la primera caverna se oían voces. De vez en cuando, fugaces resplandores iluminaban las paredes y se reflejaban en las aguas.

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