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Authors: Larry Niven

El protector (11 page)

Tres golpes medidos de alguna parte debajo de él. Pausa.

Algo golpeó junto a su brazo derecho. Phssthpok aplicó la herramienta ablandadora al casco. Pum… y treinta centímetros de cruda varilla de vidrio pasaron a través de la mampara. Phssthpok dio un tirón de ella, buscó a través de la pared y halló algo más blando. Tironeó.

Encontró algo con una forma corporal toscamente similar a un Pak, pero de menor tamaño y más denso. Asía una lanza por el revés. Phssthpok lo golpeó salvajemente donde su cabeza se unía con sus hombros. Algo se rompió, y el ser quedó laxo. Phssthpok sondeó su cuerpo con pequeños golpes. Había un lugar en el medio del cuerpo donde el hueso no protegía. Phssthpok empujó fuerte en ese lugar y retorció con sus dedos hasta que algo cedió. Presumiblemente ahora estaba muerto.

Comenzó a echar humo. Phssthpok lo observó. Algo en la atmósfera de la cabina estaba causando que echara humo. Parecía prometedor. La lanza no hablaba de una civilización avanzada. Probablemente no tenían nada capaz de penetrar el twing. No le gustaba arriesgarse, pero la alternativa era derramar su propio aire respirable en el polvo, para envenenarlos.

Abrió su casco por un momento y olfateó. Lo cerró rápidamente. Pero había olido sustancias químicas con las que estaba familiarizado…

Consiguió un pomo de agua, echó unas gotas sobre la pierna del extraño. El resultado fue una bola de fuego. Phssthpok retrocedió. Desde el otro lado del cuarto observó quemarse al extraño.

Eso parecía suficiente.

Comenzó a trabajar aparejando una manguera desde la reserva de agua de la cabina hasta el casco. Luego se movió deprisa: usó la herramienta ablandadora, pasó la manguera a través del casco, quitó la herramienta para que se endureciera el twing; luego abrió el agua. Hubo un frenético golpetear en el casco, que se detuvo rápidamente.

Dejó salir hacia el polvo la mayor parte de su reserva de agua.

Esperó varias horas, hasta que el zumbido del sistema de aire bajó al volumen normal. Entonces se quitó su traje de presión y se unió a Brennan. El cautivo no había notado nada.

El agua mantendría lejos a los nativos por un tiempo, pero las reservas de Phssthpok menguaron casi absurdamente. Su nave estaba abandonada, su último sistema de impulsión era inútil, su ambiente estaba rodeado por una cáscara esférica de polvo. Ahora su reserva de agua se había terminado. La historia de su vida estaba visiblemente llegando a una conclusión.

Pronto estaba soñando de nuevo.

El Buey Azul había circundado el sol y estaba ahora del otro lado del sistema, moviéndose hacia el espacio interestelar. Entre el Buey y el U Thant había ahora una pausa de treinta minutos en la comunicación. Sohl y Garner esperaron, sabiendo que cualquier mensaje les llegaría media hora tarde.

Marte estaba tres cuartos lleno e impresionantemente grande en su cámara posterior.

Se habían hecho todas las preguntas, adivinaron las respuestas, mapearon el patrón de búsqueda que seguirían en la región de Lacis Solis. Luke estaba aburrido. Extrañaba las comodidades integradas en su silla de viaje. Pensaba que Nick también estaba aburrido, pero se equivocaba. En el espacio Nick era silencioso por hábito.

La pantalla destelló al encenderse: un rostro de mujer. La radio carraspeó y habló.

—U Thant, soy Tina Jordan a bordo del Buey Azul… —Luke sintió el pánico apenas reprimido de la mujer. Tina controló su voz, luego dijo bruscamente:—. Estamos en problemas. Estábamos analizando esa raíz extraña en el laboratorio, ¡y Einar se comió un bocado de ella! La maldita cosa estaba como asbesto por la exposición al vacío, pero él mordió un trozo y lo tragó antes de que pudiera detenerlo. No puedo entender por qué lo hizo. ¡Olía espantoso!

»Einar está enfermo, muy enfermo. Trató de matarme cuando alejé la raíz de él. Ahora está en coma. Lo hemos conectado al autodoc de la nave. El doc dice Datos Insuficientes.

Ellos oyeron una áspera inspiración. Luke creyó que podía ver algunos moretones comenzando a formarse en la garganta de la mujer, que concluía:

—Nos gustaría pedir permiso para llevarlo con un doctor humano.

Nick maldijo y pulsó la tecla de transmisión.

—Nick Sohl al habla. Elijan una ruta y tómenla. Luego terminen de analizar la raíz. ¿El olor te recordó algo? Sohl fuera —desconectó—. ¿Qué rayos lo poseyó? ¿Estaría hambriento?

Luke se encogió de hombros.

—¡Einar Nilsson, por el nombre de Finagle! —dijo Luke—. Él fue mi jefe por un año, antes de dejar la política. ¿Por qué trataría un truco suicida como ése? No es tan estúpido.

Nick tabaleó sobre el brazo de su silla, luego buscó a Ceres con el láser de comunicación. En la media hora que pasó antes de que el Buey Azul llamara de nuevo, consiguió los archivos de los tres tripulantes.

—Tina Jordan es una Llanera. Eso explica por qué esperó a recibir órdenes —dijo.

—¿Es que necesita una explicación?

—La mayor parte de los Espaciales hubieran vuelto en el momento en que Einar cayó enfermo. La nave Exterior está vacía, y no hay problemas en seguirla. Nada importante los retiene. Pero Jordan todavía es una Llanera, aún acostumbrada a que se le diga cuando tiene que respirar, y La Pan probablemente no confía lo bastante en su propio juicio para contradecirla.

—La edad —dijo Luke—. Nilsson era el jefe.

—¿Qué tiene eso que ver?

—No lo sé. El también era el mayor del grupo. Tal vez estaba tras la emoción de un nuevo sabor… No, maldición, ni siquiera yo me lo creo…

—Buey Azul llamando al U Thant. Estamos camino a casa; hemos tomado curso a Vesta. Los análisis de la raíz son casi normales. Alta en carbohidratos, incluyendo azúcares dextrógiros. Las proteínas se ven ordinarias. Sin ninguna vitamina. Encontramos dos compuestos que Nate dice que son completamente nuevos. Uno parece una hormona, testosterona, pero definitivamente no es testosterona.

»La raíz no huele como nada que conozca, excepto posiblemente leche agria o crema agria. El aire en la nave exterior era ligero, con una adecuada presión parcial de oxígeno, sin compuestos peligrosos, al menos dos por ciento de helio. Tomamos un espectro del material de la portilla, y… —ella listó un grupo de elementos, alto en silicio—. El doc todavía informa Datos Insuficientes sobre la enfermedad de Einar, pero ahora se ha encendido una luz de emergencia. Cualquier cosa que sea, no es buena. ¿Alguna otra pregunta?

—No por el momento —dijo Nick—. No llamen de nuevo, porque estaremos muy ocupados descendiendo.

Desconectó. Se sentó redoblando en la consola con sus largos, delgados dedos.

—Helio. Eso debería decirnos algo.

—Un mundo pequeño sin luna —especuló Luke—. Las grandes lunas tienden a reducir la atmósfera de un planeta. La Tierra se vería como Venus sin su enorme luna. El helio sería el primero en irse, ¿verdad?

—Tal vez. También sería el primero en irse de un pequeño planeta. Pero piensa en la fuerza del Exterior. No vino de ningún planeta pequeño.

 
Nick y Luke eran hombres que se detenían a pensar antes de hablar. La conversación en el U Thant tenía lapsos de minutos, luego volvía al punto donde la habían dejado.

—¿Qué, entonces?

—De alguna parte en una nube de gas, con grandes cantidades de helio. El núcleo galáctico está en la dirección de donde vino. Hay muchas nubes de gas y polvo en esa dirección.

—Pero está a una tremenda distancia. ¿Podrías dejar de golpear los dedos?

—Me ayuda a pensar. Como cuando tú fumas.

—Golpea, entonces —contemporizó Luke.

—No hay límites a la distancia desde la que pudo venir. Cuanto más rápido se mueve una nave con estatorreactor Bussard, más combustible puede reunir.

—Debe haber un límite en el que la velocidad del escape iguala la del gas que llega al campo del reactor.

—Posiblemente. Pero eso está a Finagle sabe qué distancia. Ese tanque de aire era enorme. El Exterior está muy lejos de casa.

El autodoc estaba montado en la pared trasera, puesto sobre una de las tres cuchetas. Einar estaba en esa cucheta. Su brazo estaba en el doc casi hasta el hombro.

Tina miraba su cara. Se había estado poniendo progresivamente peor. No se veía como enfermedad; se veía como vejez. Einar había envejecido décadas en la última hora. Necesitaba urgentemente un doctor humano, pero poner el Buey a su máximo empuje lo hubiera matado, y el Buey era todo lo que tenían.

¿Podría haberlo detenido? Si ella hubiera gritado en el momento… Pero para entonces Einar tenía las manos en la garganta de ella, y ya era demasiado tarde. ¿Dónde habría conseguido Einar esa fuerza? Estaba convencida de que la habría matado.

De pronto el pecho del enfermo dejó de moverse.

Tina miró los diales del doc. Usualmente un panel cubría esos diales; una nave espacial tenía demasiados dispositivos que controlar como para que se acumularan distracciones añadidas. Tina había estado mirando esos diales cada cinco minutos, por horas. Ahora todos estaban rojos.

—Está muerto —dijo.

Oyó la sorpresa en su propia voz, y se maravilló de ella. Las paredes de la cabina comenzaron a borronearse y alejarse. Nate se giró fuera de la cucheta de control y se inclinó sobre Einar.

—¡Y recién ahora lo notas! ¡Debe haber estado muerto por una hora!

—No, lo juro…

Tina tragó contra la creciente anestesia en sus venas. Su cuerpo era de agua. Estaba por desvanecerse.

—¡Mira su cara y repíteme eso!

Tina se elevó sobre piernas flojas. Miró la cara estragada. Einar, muerto, lucía de cientos de años de edad. Con dolor, pena y repugnancia, se estiró para tocar la mejilla muerta.

—Aún está tibio.

—¿Tibio? —Nate tocó el cadáver—. Es cierto, está ardiendo. Fiebre. Debe haber estado vivo hace segundos. Lo siento, Tina, salté a una conclusión equivocada… ¡Hey! ¿Estás bien?

—¿Qué tan peligrosos son estos descensos?

—Detecto un pequeño temblequeo en tu voz —dijo Nick. Era pura calumnia; Luke estaba únicamente interesado—. Debo haber hecho doscientos de éstos en mi vida. Pero como emocionante, nunca sentí nada mejor que cuando me llevaste volando al Puerto del Valle de la Muerte.

—Dijiste que estabas apurado.

—Lo estaba, sí. Luke, me gustaría pedirte un silencio admirativo por los próximos minutos.

—¡Ajá! ¡Ajá!

El planeta rojo se les aproximaba, agrandándose como el puño de un dios de la guerra. El humor bromista de Nick se evaporó. Su rostro tomó un aspecto pétreo. No había sido completamente sincero con Luke. Él había efectuado varios cientos de descensos con potencia en su vida, es cierto; pero habían sido sobre asteroides, con una gravedad insignificante o poco más.

Deimos estaba en la dirección técnicamente conocida como «nave arriba». Nick acercó poco a poco una palanca hacia sí. Marte se aplanaba y se deslizaba simultáneamente mientras se movían al norte.

—La base debería estar por aquí —dijo Luke—. En el borde norte de ese arco. Ese debe ser, ese pequeño cráter.

—Usa el telescopio.

—A ver… diablos. Ah. Allí está. Desinflada, por supuesto. ¿La ves, Nick?

—Sí.

Se veía como el trozo abandonado de un globo azul cielo.

El polvo se levantó en nubes, salpicado por la llama del impulsor. Nick juró viciosamente e incrementó el empuje. Para ese momento, Luke ya había conocido las variantes de Nick en la blasfemia. Cuando juraba por Finagle era por humor o énfasis. Cuando maldecía en cristiano, decía lo que sentía.

El U Thant se frenó y flotó. Estaba sobre el polvo, luego dentro del polvo, y gradualmente las nubes ocres se aclararon y se alejaron. Una tormenta de arena en forma de anillo se alejaba ahora, sobre los trescientos sesenta grados del horizonte. El lecho de roca yacía expuesto por primera vez en milenios debajo de ellos. Era tosca, marrón y gastada. A la luz del impulsor la roca redondeada destellaba blanca, con agudas sombras negras. Cuando la llama del empuje la tocó, se derritió.

—Deberé aterrizar en el cráter. Ese polvo volverá a cubrir el pozo que hemos hecho tan pronto como apague el motor —dijo Nick, girando la nave a la izquierda y apagando el empuje.

El fondo se desplomó. Ellos cayeron todo el camino con los jets de corrección, y tocaron Marte con un fuerte rebote.

—Hermoso —dijo Luke.

—Lo hago todo el tiempo. Bien, voy a mirar en la base. Vigílame por la cámara del casco.

La pared del cráter se elevaba sobre él con el aspecto de roca volcánica, gastada y redondeada. El polvo chorreaba de vuelta desde el borde, corriendo como melaza por la cuesta poco inclinada para juntarse en una laguna alrededor de las patas de impacto de la nave. El cráter tenía unos ochocientos metros de diámetro. Aproximadamente en el centro estaba la cúpula, rodeada por el invasor mar de polvo.

Nick miró frente a él, ceñudo. Parecía no haber forma de llegar a la cúpula sin cruzar por el polvo, que podía no ser tan poco profundo como parecía. El cráter era antiguo —sólo podría verse más joven comparado con el mismo planeta— pero estaba cruzado con grietas más recientes. Algunos de los bordes eran casi filosos; el aire no era tan denso y el polvo no lo bastante fuerte para erosionar rápido las cosas. Sería malo pisar ahí.

Comenzó a caminar con cuidado alrededor de la base de la pared del cráter. El polvo llenaba algunas de las grietas. Un pequeño e intenso sol colgaba sobre el borde del cráter, en un cielo púrpura profundo.

En el lado lejano de la cúpula, una estrecha huella de polvo fundido con láser llevaba desde la base a la pared del cráter. Debió haber sido hecha con el láser de comunicaciones de la base. Los botes estaban allí, amarrados a lo largo de la huella. Nick no se detuvo a estudiarlos.

Debía haber decenas de rajaduras en el material de la cúpula. Nick encontró doce cuerpos secos adentro. Los marcianos habían asesinado al personal de la base un siglo antes. Habían matado a Miller del mismo modo, luego de que volviera a inflar la cúpula.

Nick buscó sucesivamente en cada uno de los pequeños edificios. En algunos lugares debió arrastrarse bajo los transparentes pliegues de la cúpula. No había ningún Exterior que encontrar. No había signos de manoseo desde la forzada visita de Miller.

—Una vía muerta —informó—. ¿Cuál será el próximo paso?

—Deberás llevarme en tus espaldas hasta que podamos alcanzar un bote de arena.

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