El secreto del Nilo (24 page)

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Authors: Antonio Cabanas

Tags: #Histórico

—La conozco. Al ser nombrado Horus viviente, Tutmosis IV mandó grabar una estela conmemorativa en la que se explicaba lo acontecido.

—La estela del Sueño. Es una bonita historia, sin duda, en la que queda patente el poder de nuestros dioses —añadió el anciano con cierta socarronería—. Harmakis legitimó a quien no le correspondía gobernar.

—Hatshepsut y el gran Tutmosis también fueron legitimados p le gobeor el divino Amón —apuntó el joven como para sí.

—Precisamente. ¿Comprendes ahora el alcance de mis palabras? ¿Comprendes las consecuencias del reinado ilegítimo de Hatshepsut? —Neferhor hizo un gesto afirmativo—. Harmakis es una divinidad solar de primer orden, y detrás de ella se encuentran los sacerdotes de Heliópolis, como bien sabes. Ellos apoyaron la candidatura del príncipe y movieron los hilos de una manera conveniente para otorgarle la doble corona de Egipto. La guerra estaba servida, y te aseguro que se atacaron los intereses de Amón hasta donde permitió el decoro. Todos los puestos clave de la administración fueron a parar a manos de personas de confianza del nuevo rey; a gente del norte. Tutmosis deseaba recuperar el poder que mil quinientos años atrás habían tenido los faraones. En el Imperio Antiguo ellos eran los verdaderos dioses sobre Kemet, y el ascenso de los cultos solares le daba la posibilidad al nuevo rey de regresar a la edad de las pirámides. Como comprenderás, el clero heliopolitano estaba encantado con ello, pues fundamentaría el poder real sobre su propia teología, sobre Ra, el dios por antonomasia durante aquellos lejanos tiempos. Los sacerdotes de Karnak se enrocaron en sus posiciones a la espera de años mejores, mas Tutmosis no estaba dispuesto a perdonar su injerencia en las cuestiones de Estado. La Casa Real no permitiría de nuevo verse manipulada por ningún profeta.

Neferhor pareció desorientado ante estas palabras, cuyo alcance no llegaba a entender bien. Huy lo miró comprensivo.

—Es lógico que dudes —le dijo en su habitual tono pausado—. La vida en el interior de los templos poco tiene que ver con la que discurre fuera de ellos. Son miles los caminos que circulan más allá de sus muros, y casi todos diferentes. Infinidad de historias que se cruzan y, en ocasiones, no llevan a ninguna parte, o situaciones capaces de cambiarlo todo. Siento la mayor de las reverencias por aquellos que buscan la santidad a través del conocimiento. Incluso yo he ido en pos de ella, y mira lo lejos que me he quedado de conseguirla.

—No es la santidad lo que ambiciono, noble príncipe, aunque sí la sabiduría que atesoramos en el interior de nuestros templos.

—¡Ah, noble príncipe! —exclamó el anciano con retintín—. He aquí el título que me corresponde por ley, aunque ya deberías saber que no me gusta que me llamen así. Huy está bien, pues no encuentro un diminutivo mayor para mi nombre.

El joven se puso colorado y al punto se avergonzó por su vanidad, ya que la búsqueda del conocimiento no debía dar lugar a vanagloriarse por ello.

—Tutmosis IV resultó ser muy inteligente. Se percató de que los años de conquistas y campañas militares habían terminado. Que era mejor dejarlos en el recuerdo para mayor gloria de su padre y su abuelo. Los límites de las fronteras de la Tierra Negra se hallaban bien trazados, y era más útil dedicarse a sacar rendimiento a cuanto poseían. Las guerras habían beneficiado, fundamentalmente, a los grandes templos, y la paz traería consigo un mejor control sobre ellos.

Neferhor miró al anciano sin saber qué decir.

—Puede que mis palabras te escandalicen, pero recuerda que solo hablo de los hombres y no de los dioses de="23. De hecho, la divinidad nacional siguió siendo Amón-Ra. Tutmosis IV erigió un enorme obelisco en Karnak, que tú has visto en innumerables ocasiones, y que había sido abandonado, aún sin terminar, por su augusto abuelo
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muchos años atrás. Pero la semilla de la que te hablé ya había fructificado, y el culto solar germinaba imparable. Dicho culto dio origen a un nuevo concepto que se ocupaba del cuerpo físico de Ra, de su forma habitual, del disco solar en sí mismo, el Atón.

—Esa palabra siempre se ha utilizado para designar el aspecto del sol —puntualizó el joven.

—Pero a partir de aquellos días pasó a convertirse en algo más, a representar la fuerza vital que hay en el disco solar, su hálito divino. Fue entonces cuando comenzó a ser adorado como un dios. Un dios con una simbología universal independiente de Ra: el Atón.

—Conozco los textos que hablan sobre él. Mis maestros se referían al Atón como una nueva tendencia surgida del antiguo Ra —dijo Neferhor, pensativo.

—Se trata de mucho más que una tendencia —apuntó el anciano con ironía—. Es un dios creado desde la propia monarquía para recuperar su poder milenario.

Neferhor pareció dubitativo.

—Pero el dios que gobierna las Dos Tierras, Nebmaatra, vida, salud y prosperidad le sean dadas, es un hijo devoto del divino padre Amón. Karnak se halla engrandecido por sus obras…

—Conozco bien cuáles son sus obras —le interrumpió Huy—. No en vano yo soy el responsable de su construcción. Nebmaatra, que me honra con su amistad, siempre ha mostrado respeto y devoción hacia nuestros dioses. Él ama al Oculto como un hijo, como tú bien has dicho. Su tutor, Heqareshu, era un hombre piadoso que educó al pequeño Amenhotep con arreglo a las tradiciones hasta que este accedió al trono siendo apenas un niño, tras la prematura muerte de su padre, el rey Tutmosis IV. Yo tenía poco más de cincuenta años en aquellos tiempos, y desde entonces el nuevo faraón me dio su favor para que mi juicio fuera escuchado en Kemet. Así, durante casi treinta años, he trabajado para mantener el país unido siguiendo el camino del
maat
del que nunca me apartaré. Mas la venganza que un día se fraguó dista mucho de verse cumplida.

Neferhor no perdía detalle de cuanto le decían, aunque poco supiera él acerca de resarcimientos, y mucho menos de aquellas antiguas disputas.

—No viene al caso explicarte los pormenores de mi política durante todos estos años, pero el faraón entendió muy bien qué era lo que más convenía a la Tierra Negra para que esta viviera en paz y colmada por la abundancia. Él me dio la potestad para nombrar y reponer visires y sumos sacerdotes, gobernadores, superintendentes del Tesoro, o cualquier cargo que ostentara el poder en Kemet, y todo como simple escriba que soy. Él leyó en mi corazón y supo de mi inmenso amor hacia Egipto, y también la importancia de mantener un equilibrio permanente entre las fuerzas que se esconden bajo el falso manto del
maat
con que se cubren. Durante todo este tiempo, el dios Nebmaatra, al que Osiris tarde en reclamar a su presencia, su o delha extendido su fervor y generosidad por las Dos Tierras para erigir más monumentos que ningún otro faraón que haya gobernado jamás. Nadie ha honrado nunca a nuestros dioses como él, a la vez que su poder se ha mantenido incólume ante las injerencias externas.

Neferhor permaneció pensativo durante unos instantes.

—Sin embargo, mi divino padre Amón, ha tenido un poderoso profeta al frente de su clero durante los últimos años que a la vez ha gobernado el sur de Egipto como visir —intervino el muchacho.

—Su influencia ha sido enorme —convino Huy—, y los intereses de Amón se han visto fortalecidos de nuevo gracias a él.

El joven puso cara de no entender nada, y el anciano sonrió satisfecho.

—El culto solar del que te hablé no ha desaparecido. Muy al contrario, se ha ido alimentando en silencio al abrigo de todos estos años de bienestar hasta convertirse en una amenaza. Sus máximos defensores son personas muy próximas al faraón, con un gran ascendiente sobre él. Después de veinte años sin que Karnak tuviera notoriedad política, se hizo necesario devolverle parte de su antiguo protagonismo. Digamos que Egipto es un gran tablero en el que se desarrolla un juego cuyo desenlace es difícil de calibrar. Las piezas que participan en él tienen movimientos complejos, y saben esperar para cobrar ventaja. Tiyi ha demostrado ser una jugadora excepcional. Sus intereses y los del templo de Karnak son antagónicos, y la gran influencia que ejerce sobre su augusto esposo la hace poseer un poder formidable. La reina es la principal impulsora de las tendencias solares. Ella fue la que consiguió para su hermano el nombramiento como segundo profeta de Amón, un puesto de gran responsabilidad, mediante el que se tiene acceso nada menos que a la administración de los bienes del templo, como sabes. Anen supuso un duro golpe para Karnak que, no obstante, supo encajar con la habilidad que le caracteriza. Se hacía necesaria para Kemet una respuesta apropiada, y ese fue el motivo por el que se dispuso que Ptahmose ostentara los títulos de primer profeta de Amón y a la vez visir del Alto Egipto. La elección de Ptahmose fue un acierto, ya que él es un hombre del norte, y levantaba pocos recelos en la corte. Sin embargo, yo conocía bien su fidelidad hacia Karnak, y también su capacidad para fortalecer de nuevo sus intereses. Hacía muchos
hentis
que un sumo sacerdote de Amón no acaparaba tanto poder, y ello obligó a sus enemigos a ser más cautos.

Neferhor entendió perfectamente el alcance de cuanto le decían, aunque no por ello dejara de sentirse incómodo. Su salida de Karnak continuaba siendo un misterio para él, y tampoco acertaba a comprender por qué un personaje de la talla de Huy le confiaba todo aquello. Su
ba
se hallaba lejos de todos esos intereses que, por otro lado, le desagradaban. Sin duda el anciano debía de tener motivos para hablarle de semejante modo; más allá de demostrarle la vanidad que sus inmensas aptitudes habían terminado por crear en él. Para su sorpresa, Huy pareció leerle, otra vez, el pensamiento.

—Si te cuento todo esto es solo para que te familiarices con el terreno que pisas. En Per Hai todo el mundo lo sabe —le dijo, burlón—, hasta el último pinche de la cocina del dios. Verás que la Casa del Regocijo es un lugar que poco tiene que ver conne mun los claustros de Karnak; y sus residentes con los sacerdotes que viven en el silencio del templo. Harás bien en seguir guardando el tuyo, aunque ya sé que eres poco dado a la charlatanería. Escucha cuanto puedas, y pronto serás capaz de darte cuenta de lo mucho que no te he contado.

—Karnak me dio su adiós para enviarme a un lugar en el que me encuentro perdido —dijo el joven sin ocultar su decepción.

—El Oculto está lejos de olvidarse de ti. No importa lo que los demás piensen, ya que se le puede servir de muchas formas. Yo mismo me considero un fiel creyente del divino padre, y velo por su templo. Él forma parte consustancial de Kemet; nuestra amada tierra que debemos salvaguardar.

—En ese caso, creo que debería conocer cuál es el propósito que me ha traído hasta aquí.

Huy le miró fijamente durante unos instantes, y luego le sonrió.

—Tienes razón, aunque no creas que va a resultar fácil explicártelo, y mucho menos que lo entiendas.

Neferhor hizo un gesto con el que invitaba al anciano a hacerlo, y este soltó una risita, divertido.

—Como todo Egipto sabe, el festival
Heb Sed
del dios se encuentra cercano. No hace falta que te diga la importancia de una ceremonia como esta, que solo contados faraones en nuestra milenaria historia han podido celebrar. Nebmaatra se halla entusiasmado con la conmemoración, hasta el punto de que ha decidido que sea recordado en los tiempos venideros como un acto digno de nuestros dioses. Para ello el faraón no ha reparado en gastos ni esfuerzos. Está decidido a que todo el país participe en su jubileo como parte del cosmos que él gobierna con sabiduría desde hace casi treinta años. El mismo palacio en el que nos encontramos es una buena prueba de lo que te digo, pues la opulencia y el lujo se hallan por doquier; en ocasiones, hasta el exceso. Esto no es más que una muestra de la grandeza que Nebmaatra ha sembrado en Egipto. Sus templos y estatuas son gloria del género humano. Nadie hizo nunca tanto por los dioses de las Dos Tierras, y por sus gentes. Mira si no Tebas. Hace menos de cien años tan solo era una pequeña capital de provincia con poco más que orgullo y espiritualidad. Ahora es una gran ciudad capaz de rivalizar con la antigua Menfis. El dios la ha embellecido para convertirla en un lugar a la altura del acontecimiento que en ella se llevará a cabo. El faraón renovará su poder divino ante su pueblo, y está dispuesto a que el acto resulte memorable. Para ello deben cuidarse todos los detalles, entre ellos revisar los textos antiguos que nos hablan de las liturgias empleadas en otros tiempos. Hay papiros que se refieren a ello diseminados por todo Kemet, pero los que en verdad nos interesan se encuentran en el Bajo Egipto; en los templos de los dioses que gobernaron las Dos Tierras durante las primeras dinastías. Nebmaatra quiere que el festival rememore al que los antiguos faraones celebraron en aquellos lejanos tiempos, por lo que se hace necesario revisar los viejos archivos, muchos olvidados, si no perdidos, para que los ritos se oficien tal y como se realizaban antaño. El faraón me ha designado como la persona encargada de organizar su jubileo. Un honor que no merezco, como comprenderás, para el que necesitaré de la colaboración de todos. Las liturgias que han de celebrarse son parte fundamental del
Heb Sed
; pont> ner eso te he elegido, para que vayas al norte y recabes toda la información necesaria.

Neferhor no ocultó su sorpresa.

—¿Yo? Discúlpame, noble Huy, pero tus palabras no hacen sino aumentar mi perplejidad —aseguró el joven sin ocultar su tono jocoso—. Tienes Kemet repleto de escribas que trabajan a tu servicio, y reclamas la ayuda de uno que no es más que un sacerdote inconcluso a quien poco o nada interesan las cuestiones mundanas.

El anciano hizo un gesto de desagrado, aunque enseguida adoptara su expresión habitual.

—Conozco a los escribas que están a mi cargo mejor que tú. Sin embargo, eres la persona apropiada para este trabajo. En cuanto a las cuestiones mundanas de las que hablas, deberás acostumbrarte a ellas. No regresarás a Karnak, al menos de momento, e incluso puede que nunca. —El joven se encendió ante aquellas palabras—. Es más, nadie en Kemet deberá saber cuál es tu origen. Tu relación con el clero de Amón será la de un escriba más que aprendió las palabras de Thot en su Casa de la Vida y que se vio obligado a abandonar el templo por su manifiesta impiedad.

—¿Impiedad? —inquirió Neferhor, acalorado—. ¿Qué clase de burla es esta? ¿Qué suerte de intriga habéis tramado en mi persona?

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