El Terror (83 page)

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Authors: Dan Simmons

Tags: #Terror, #Histórico

Lentamente, una cabeza triangular se materializó entre la niebla, metro y medio por encima del suelo. Un húmedo pellejo blanco se mezclaba con la niebla. Unos ojos negros e inhumanos los examinaron desde dos metros de distancia.

Crozier apuntó la pistola a un punto justo por encima de aquella cabeza. Su mano era tan firme y tensa que ni siquiera tuvo que contener el aliento.

La cabeza se desplazó más cerca, flotando, como si no estuviese unida a ningún cuerpo. Luego los hombros gigantescos aparecieron a la vista.

Crozier disparó, asegurándose de hacerlo bien alto, para no dar en aquella cara.

El estruendo resultó ensordecedor, especialmente para unos sistemas nerviosos estragados por el escorbuto.

El oso blanco, que apenas era más que un cachorro, dejó escapar un sobresaltado «uf», retrocedió, dio la vuelta y echó a correr a cuatro patas: desapareció entre la niebla en cuestión de segundos. El ruido de las garras que corrían y rascaban la grava resultó audible durante un largo minuto después, dirigiéndose hacia el mar de hielo, al noroeste.

Crozier y Fitzjames se echaron a reír entonces.

Ninguno de los dos podía parar. Cada vez que uno de ellos iba disminuyendo las risas, el otro empezaba, y ambos quedaban atrapados de nuevo en una hilaridad loca y sin sentido.

Se agarraban los costados de dolor por las risas contra sus amoratadas costillas.

Crozier dejó caer la pistola y ambos hombres se echaron a reír más fuerte aún.

Se daban palmadas en la espalda entre sí, señalaban hacia la niebla y reían hasta que las lágrimas se les helaron en las mejillas y en la barba. Se agarraron el uno al otro buscando apoyo y rieron más fuerte aún.

Ambos capitanes cayeron en la grava y se apoyaron en el mojón, y esa simple acción hizo que las risas redoblaran su intensidad.

Al final, las carcajadas se convirtieron en risitas, y las risitas en jadeos abochornados, y los jadeos en unas pocas risas finales, y al final éstas acabaron buscando aire.

—¿Sabe por tener qué daría mi huevo izquierdo ahora mismo? —preguntó el capitán Francis Crozier.

—¿El qué?

—Un vaso de whisky. O sea, dos vasos. Uno para mí y otro para usted. Las bebidas correrían de mi cuenta, James. Le invitaría a una ronda.

Fitzjames asintió, quitándose el hielo de los párpados y recogiendo mocos helados de su rojizo mostacho y su barba.

—Gracias, Francis. Y yo haría el primer brindis a su salud. Nunca he tenido el honor de servir bajo un comandante mejor ni mejor persona.

—¿Podría devolverme la tinta y la pluma, por favor? —dijo Crozier.

Quitándose el guante, trasteó con las piedras, encontró la lata, la abrió, extendió la hoja de papel y la puso boca abajo en su rodilla, se volvió a poner el guante, rompió la tinta con la pluma y en el diminuto espacio que quedaba debajo de su firma añadió: «Salimos mañana, 26, hacia el río del Pez de Back».

44

Goodsir

Latitud 69° ¿? ¿?" N — Longitud 98° ¿? ¿?"

Cala del Consuelo, 6 de junio de 1848

Del diario privado del doctor Harry D. S. Goodsir:

Martes, 6 de junio.

El capitán Fitzjames ha muerto al fin. Es una Bendición.

A diferencia de los otros que han muerto en las últimas Seis Semanas desde que empezamos a Tirar de los Botes hacia el sur (una Ocupación que supone un Infierno Viviente del cual ni siquiera el Único Cirujano Superviviente de los dos buques está exento), el Capitán, en mi opinión, no ha perecido del Escorbuto.

Sí, tenía Escorbuto, de eso no cabe ninguna Duda. Acabo de Completar el examen post mórtem de ese Buen Hombre, y los Hematomas y Encías Sangrantes y Labios Ennegrecidos lo afirman sin lugar a dudas. Pero creo que el Escorbuto no ha sido su Asesino.

Los últimos tres días, el Capitán Fitzjames los ha pasado aquí, a unos ciento treinta kilómetros al sur del campamento
Terror
, en un lugar helado, en una bahía barrida por los vientos, donde la masa de la Tierra del Rey Guillermo se curva agudamente hacia el Oeste. Por primera vez en Seis Semanas, hemos desempaquetado Todas las Tiendas (incluyendo las grandes) y usado algo de Carbón de los pocos sacos que hemos traído y la Estufa de Hierro de la Ballenera que una tripulación ha arrastrado hasta aquí. Casi todas nuestras comidas en las seis semanas pasadas han sido frías o Parcialmente Calentadas en las diminutas estufas de alcohol. Durante las últimas dos noches hemos tenido comida caliente, nunca la suficiente, un tercio de las raciones que necesitamos para el Trabajo increíblemente Extenuante que estamos Llevando a cabo, pero de todos modos, caliente. Por Dos Mañanas nos hemos despertado en el mismo sitio. Los hombres llaman a este lugar la Cala del Consuelo.

Sobre todo hemos parado para permitir al Capitán Fitzjames Morir en Paz. Pero no ha habido Paz para el capitán en sus últimos días.

El pobre Teniente Le Vesconte había manifestado varios Síntomas idénticos a los del Capitán Fitzjames los últimos días. El Teniente Le Vesconte murió súbitamente el decimotercer día de este terrible Viaje al Sur, sólo a 29 kilómetros del campamento
Terror
, si recuerdo correctamente, y el mismo día que expiró el soldado Pilkington, pero los Síntomas de Escorbuto estaban más Avanzados en ambos, tanto el teniente como el soldado, y su Agonía Final fue menos espantosamente prolongada.

Confieso que no me acordaba de que el nombre de pila del Teniente Le Vesconte era Harry. Nuestra relación había sido siempre bastante Amistosa, pero también bastante Formal, y en la lista recuerdo que su nombre figuraba como H. T. D. Le Vesconte. Me preocupa ahora que seguramente debí de oír a los Demás Oficiales llamarle Harry de vez en cuando, cien veces quizá, pero siempre estaba demasiado atareado o preocupado para darme cuenta. Sólo después de la muerte del Teniente Le Vesconte me fijé en que los otros Hombres le llamaban por su nombre de Pila.

El nombre de Pila del soldado Pilkington era William.

Recuerdo aquel día, a principios de mayo, después del breve funeral conjunto de Le Vesconte y del soldado Pilkington, que uno de los hombres sugirió que llamásemos al pequeño espolón de tierra donde estaban enterrados «Cabo Le Vesconte», pero el Capitán Crozier vetó la idea, diciendo que si llamábamos a cada trozo de tierra donde uno de nosotros acababa enterrado con el nombre de la persona que quedaba allí, nos quedaríamos sin tierra antes de quedarnos sin nombres.

Esto Aturdió a los hombres, y Confieso que me Aturdió a mí también. Debió de ser un Intento de Humor, pero me conmocionó. Conmocionó también a los hombres y los dejó en Silencio.

Quizás ése era el Objetivo del Capitán Crozier. Acabar con las ideas de los hombres de poner el nombre de sus Oficiales Muertos a Accidentes Naturales.

El Capitán Fitzjames había mostrado un Restablecimiento General durante algunas semanas, antes incluso de dejar el campamento
Terror
, pero hace Cuatro días parece que fue Abatido por algo mucho más Súbito en su ataque, y mucho más Atroz en sus efectos.

El Capitán había venido sufriendo Problemas de Estómago y de Intestinos, pero, de repente, el 2 de Junio, Fitzjames se vino abajo.

Nuestro protocolo en la Marcha es no detenernos por los hombres enfermos, sino colocarlos en uno de los botes de mayor tamaño y llevarlos junto con los demás Suministros y peso muerto. El Capitán Crozier se aseguró de que el Capitán Fitzjames estaba lo más cómodo posible en nuestra Ballenera.

Como estamos haciendo nuestra Larga Marcha al Sur por etapas, trabajando Horas sin Fin para tirar de 5 de los 10 Pesados Botes sólo unos pocos cientos de metros por esta terrible grava y Nieve, siempre intentando quedarnos en Tierra en lo posible, en lugar de vernos obligados a lidiar con la Banquisa y las Crestas de Presión, a veces cubriendo apenas un kilómetro en un Día en el hielo y la grava reacios, yo he llegado a acostumbrarme a quedarme con los hombres más enfermos mientras los equipos de Tiro vuelven a por los otros 5 Botes. A menudo el señor Diggle y el señor Wall, preparándose animosamente para cocinar Comida Caliente para casi un centenar de Hombres Hambrientos en sus pequeñas estufas de alcohol, y unos pocos hombres con mosquetes para protegernos de la Criatura del Hielo o de los Esquimales son mis únicos compañeros durante esas horas.

Aparte de los Enfermos y los Moribundos.

Las náuseas, vómitos y diarrea del Capitán Fitzjames eran terribles. Constantes. Los Calambres le doblaban en Posición Fetal y hacían gritar en voz alta a aquel hombre tan fuerte y Valiente.

El Segundo Día intentó unirse a sus hombres para tirar de la ballenera, porque hasta los Oficiales tiran de vez en cuando, pero pronto se Desmayó de nuevo. Esta vez los vómitos y calambres eran Incesantes. Cuando dejaron la Ballenera en el Hielo aquella tarde, mientras los hombres más sanos volvían para traer hacia delante los 5 Botes que habían quedado atrás en el Primer Viaje, el Capitán Fitzjames me confesó que su Visión estaba terriblemente borrosa, y que con frecuencia veía Doble.

Le pregunté si había llevado las Gafas de Tela Metálica que usamos para protegernos del sol. Los hombres las Odian porque les Oscurecen la visión terriblemente, y las Gafas tienden a inducirles dolores de cabeza. El Capitán Fitzjames admitió que no las había llevado, pero señaló que el día había sido bastante Nublado. Ninguno de los demás hombres las llevaba tampoco. En aquel momento nuestra Conversación se detuvo porque se vio atacado por la diarrea y el vómito de nuevo.

Aquella misma noche, en la Tienda Holland donde yo le Atendía, Fitzjames me dijo entre jadeos que tenía problemas para tragar, ya que su Boca estaba constantemente Seca. Pronto tuvo problemas también para Respirar, y ya no pudo hablar. Al anochecer, la Parálisis se había desplazado a la parte superior de los brazos, hasta el punto de que no podía levantarlos ni usar las manos para Escribirme mensajes.

El Capitán Crozier hizo un Alto aquel día, el primero de un día entero que habíamos disfrutado desde que dejamos el campamento
Terror
, hacía casi seis semanas. Se montaron todas las tiendas. La Tienda Mayor destinada a Enfermería fue extraída por fin de la Ballenera de Crozier. Costó casi Tres Horas montarla entre el viento y el frío (y los hombres además son mucho más Lentos ahora) y por primera vez en casi un mes y medio, todos los Enfermos se pusieron cómodos en un solo lugar.

El señor Hoar, el mozo del Capitán Fitzjames que tanto tiempo llevaba sufriendo, murió el segundo día de nuestra Marcha (habíamos recorrido apenas kilómetro y medio aquel primer y Terrible día de Tiro, y las reservas de Carbón, Estufas y otros bienes estaban todavía Horrible pero Plenamente Visibles detrás de nosotros, en el campamento
Terror
, aquella primera noche. Era como si no hubiésemos Conseguido Nada después de doce horas de Terribles Esfuerzos. Aquellos primeros días, pues nos costó Siete Días cruzar la estrecha y helada Ensenada al sur del campamento
Terror
y viajar sólo diez kilómetros, casi destruye nuestra Moral y Voluntad de seguir).

El soldado Heather, que había perdido un trozo de Cerebro meses antes, finalmente permitió Morir a su Cuerpo el Cuarto Día. Sus compañeros marines supervivientes tocaron la gaita sobre su tumba poco honda y excavada a toda prisa aquella misma tarde.

Y así ocurrió con los otros Enfermos, que murieron rápidamente, pero luego vino un Largo Período después de las muertes hermanadas del teniente Le Vesconte y el soldado Pilkington, al final de la Segunda Semana, en el cual nadie murió. Los hombres se Convencieron a sí mismos de que los verdaderamente Enfermos ya habían muerto, y sólo los Fuertes permanecían.

El colapso repentino del Capitán Fitzjames nos recordó que todos nos estábamos poniendo más Débiles. Ya no había nadie verdaderamente Fuerte entre nosotros. Excepto quizá el Gigante, Magnus Manson, que avanza pesadamente, imperturbable, y que nunca parece perder ni peso ni energía.

Para tratar los vómitos constantes del Capitán Fitzjames le administré dosis de asafétida, una resina gomosa usada para controlar los espasmos. Pero no sirvió de mucho. No era capaz de Retener ni alimentos sólidos ni líquidos. Le di también agua de lima para estabilizar el estómago, pero tampoco le sirvió.

Para las dificultades a la hora de tragar le administré Jarabe de Escillas, unas hierbas cortadas e introducidas en una solución de tanino que es un Expectorante Excelente. Normalmente es efectivo, pero pareció hacer poco a la hora de lubricar la Garganta del moribundo.

Cuando el Capitán Fitzjames perdió el Uso y Control primero de sus Brazos y luego de sus Piernas, intenté darle Vino de Coca Peruano, una adición muy potente de vino y cocaína, así como soluciones de cuerno de ciervo, una Medicina hecha con astas bien crecidas de ciervo rojo que huele fuertemente a amoniaco, así como Solución de Alcanfor. Estas Soluciones, a Media Dosis de lo que administré al capitán, suelen Detener e incluso Revertir la parálisis.

Pero no sirvieron de nada. La Parálisis se extendió por todas las extremidades del Capitán Fitzjames. Siguió Vomitando y Doblado en Dos por los Calambres mucho después de dejar de hablar y de hacer gestos.

Al menos el Entorpecimiento de su Aparato Vocal libró a los hombres del Suplicio de oír al Capitán del
Erebus
gritar de dolor. Pero yo vi sus convulsiones y vi su boca Abierta en silenciosos gritos aquel Último e Interminable Día.

El Cuarto y Último Día de Agonía del Capitán Fitzjames por la mañana sus pulmones empezaron a cerrarse cuando la parálisis alcanzó los músculos respiratorios. Luchó por respirar todo el día. Lloyd y yo, a veces ayudados por el Capitán Crozier, que pasó muchas horas con su Amigo al Final, colocábamos a Fitzjames en posición Sedente o le Sujetábamos Erguido, o hacíamos Caminar al hombre agarrotado por la Tienda, arrastrando sus Paralizados Pies calzados con las Medias por el suelo de Hielo y Grava, en un vano intento de ayudar a sus desfallecientes pulmones a Continuar funcionando.

Desesperado, he probado la Tintura de Lobelia, una solución de color whisky de tabaco Indio que era casi nicotina pura; se la he metido al Capitán Fitzjames por la garganta, y he masajeado sus músculos paralizados con los dedos desnudos. Era como alimentar a un Pajarillo moribundo. La Tintura de Lobelia era el mejor estimulante respiratorio que me quedaba en la agotada botica de Cirujano, un Estimulante ante el cual el doctor Peddie habría refunfuñado. «Habría levantado a Jesús de entre los muertos un día antes», solía decir Peddie, que blasfemaba cuando se había tomado unas copas.

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