El Terror (91 page)

Read El Terror Online

Authors: Dan Simmons

Tags: #Terror, #Histórico

Y todos los temblorosos supervivientes respondimos: amén.
Entonces hubo un gran Silencio. La nieve caía suavemente encima de Nosotros. El agua negra chapoteaba con un Sonido Hambriento. El hielo Gruñía y se Movía ligeramente bajo nuestros pies.

Todos nosotros, creo, estábamos Pensando que aquellas palabras eran un Panegírico y una Despedida para cada uno de nosotros. Hasta aquel Día y la pérdida del bote del teniente Little con todos sus hombres (incluyendo al irreemplazable señor Reid, y al señor Peglar, querido por todos), sospecho que muchos de nosotros todavía pensábamos que podíamos Sobrevivir. Entonces supimos que las oportunidades de que aquello ocurriese habían Desaparecido.

La largamente esperada y Universalmente Vitoreada Agua Abierta no era más que una Trampa maligna.

El Hielo no nos dejaba escapar.

Y la criatura del hielo no nos permitía salir.

El contramaestre Johnson exclamó:

—¡Compañía..., fuera los sombreros!

Nos quitamos nuestras variopintas y sucias coberturas de la cabeza.

»Sabed que nuestro Redentor vive —dijo el Capitán Crozier con aquel Susurro Ronco que ahora tenía por voz—. Y que permanecerá hasta el Último Día en la Tierra. Y aunque después de nuestro pecado los Gusanos destruyan nuestros cuerpos, en nuestra carne veremos al Señor: a Él solo veremos en nosotros mismos, y nuestros ojos sólo a Él contemplarán.

»Oh, Señor, acepta a tus Humildes Siervos el patrón del hielo James Reid, el capitán de la cofa del trinquete Harry Peglar y a su Desconocido Tripulante en tu Reino, y con los dos que podemos Nombrar, por favor, acepta también las Almas del Teniente Edward Little, el marinero Alexander Berry, el marinero Henry Sait, el Marinero William Wentzall, el Marinero Samuel Crispe, el Marinero John Bates y el Marinero David Sims.

»Cuando llegue el día de unirnos a Ellos, Señor, por favor, permite que nos reunamos con ellos en Tu Reino.

»Oye nuestras plegarias, oh, Señor, por nuestros Compañeros de Navegación y por Nosotros Mismos, y por todas Nuestras Almas. Y con tus oídos atiende a nuestra llamada: no permanezcas ajeno a nuestras lágrimas. Protégenos un poco más para que podamos recuperar nuestras fuerzas, antes de que nosotros les sigamos también y dejemos de existir.

»Amén.

—Amén —susurramos todos.

Los contramaestres levantaron los Sudarios de lona y los dejaron caer en el agua negra, donde se hundieron al cabo de unos Segundos. Unas burbujas blancas se alzaron como un Ultimo Intento de Hablar por parte de nuestros Compañeros desaparecidos, y luego la superficie del lago volvió a quedar Negra y Tranquila.

El Sargento Tozer y dos Marines dispararon una sola andanada de sus mosquetes.

Vi que el Capitán Crozier miraba al lago negro con una expresión llena de Emociones contenidas.

—Ahora nos vamos —nos dijo Firmemente a todos, a aquella partida de hombres tristes y deprimidos, Mentalmente Derrotados—. Podemos tirar de estos trineos y botes más de un kilómetro antes de que llegue la hora de dormir. Nos dirigiremos hacia el sudeste, hacia la boca del río Back. Ese viaje será mucho más Fácil aquí en el hielo.

Resultó que el viaje era mucho más Difícil en el hielo. Al Final era Imposible, no por las habituales Crestas de Presión y las previsibles Dificultades de transportar los botes, aunque aquello cada vez era más Problemático debido a nuestra Hambre, Enfermedad y Debilidad, sino a causa del Hielo que se Rompía y a la Criatura del Agua.

Moviéndonos en Relevos como de Costumbre con Nueve Hombres Menos en nuestra Expedición aquella Larga Tarde Ártica del 10 de julio, Progresamos mucho menos de kilómetro y medio antes de detenernos a montar las tiendas en el Hielo y Dormir al fin.

Aquel sueño fue Interrumpido menos de Dos Horas después cuando el Hielo súbitamente empezó a crujir y romperse. Toda la masa de hielo se movía arriba y abajo. Era una Experiencia muy Perturbadora, y todos nos dirigimos a gatas hacia la salida de nuestras Respectivas Tiendas y hubo cierta Confusión. Los marineros empezaron a desmontar las tiendas y prepararnos para empaquetarlas en los Botes cuando el Capitán Crozier, el Señor Couch y el Primer Oficial Des Voeux les gritaron que se quedaran quietos. Los oficiales señalaron que no había señal alguna de grieta en el hielo cerca de nosotros y sólo aquel Movimiento.

Al cabo de unos quince minutos, el hielo se Aquietó, hasta que la Superficie del Mar Helado debajo de nosotros una vez más quedó firme como una Roca. Volvimos a introducirnos en las tiendas.

Una hora después empezó de nuevo el Movimiento y los Crujidos. Muchos de nosotros repetimos nuestro viaje apresurado afuera, hacia el Viento Impetuoso y la oscuridad, pero los Marineros más Valientes se quedaron en los sacos de dormir. Los que nos habíamos Asustado volvimos a entrar de nuevo en las Tiendas Pequeñas, Atestadas y Malolientes, llenas de Ronquidos, Exhalaciones de los durmientes y Cuerpos Apelotonados en unos Sacos Húmedos, y el Olor rancio de unos hombres que no se habían cambiado de Ropa desde hacía varios meses, con el rostro algo avergonzado. Afortunadamente, estaba demasiado Oscuro para que nadie lo notara.

Todo el día siguiente luchamos por arrastrar los Botes hacia delante, hacia el sudeste, por encima de una Superficie no más sólida que una piel muy tirante de caucho. Aparecían grietas, algunas de las cuales mostraban un grosor de hielo de seis pies y más aún entre la Superficie y el Mar, pero la sensación de estar atravesando una Llanura de Hielo había desaparecido, reemplazada por la Realidad de movernos de Témpano en Témpano, en un océano blanco y ondulante.

Debo consignar aquí que la Segunda Tarde después de abandonar el Lago de Hielo Interior, yo estaba cumpliendo mi Deber de hacerme cargo de las pertenencias personales de los Muertos, la mayor parte de las cuales se habían Dejado Atrás en nuestros Almacenes Generales, cuando el grupo de reconocimiento del Teniente Little abandonó nuestro grupo en su ballenera, y había cogido la pequeña mochila del Capitán de la Cofa del Trinquete Peglar que contenía algunas Ropas, unas Cartas, unos pocos objetos personales, como un Peine de Cuerno y algunos Libros, cuando mi Ayudante, John Bridgens, dijo:

—¿Podría quedarme algunas de estas cosas, Doctor Goodsir?

Me sorprendí. Bridgens indicaba el Peine y una gruesa Libreta encuadernada de Piel.

Yo ya había hojeado aquella Libreta. Peglar escribía en una especie de Código Rudimentario, deletreando las palabras al Revés, y poniendo en Mayúscula la última letra de la última palabra de cada Frase, como si fuese la primera, pero mientras el Resumen del Ultimo Año de nuestra Expedición quizás hubiese tenido algún Interés para un Pariente, Tanto la escritura del capitán como la Estructura de sus frases, por no mencionar su ortografía, se habían hecho mucho más Rudimentarias y Trabajosas en los Meses inmediatamente anteriores y posteriores a nuestro Abandono de los Buques, hasta que había acabado casi por desintegrarse. En una entrada se podía leer: «Oh, muerte, dónde está tu agigón, la tunva de la Cala del Consuelo para qien tenga alguna duda de como... [aquí una línea ilegible, donde la libreta había resultado dañada por el agua]... el moribumdo dio...».

En la parte posterior de esta hoja, yo observé que Peglar había dibujado un círculo tembloroso y dentro había escrito: «el canpamento del terror abandonado». La fecha era ilegible, pero debía de haber sido en torno al 25 de abril. Otra página incluía fragmentos que decían:

«Como emos tenido un suelo mui duro para tirar..., qeremos un poco de grog para remogarnos el... fasil... todo mi corazón Tom porqe creo qe... tiempo... deveria prepararme i entonzes... la noche del 21, dezidio».

Yo Supuse al Ver aquello que Peglar había escrito aquella Entrada la Tarde del 21 de Abril, cuando el Capitán Crozier había dicho a las Tripulaciones Reunidas del
Terror
y del
Erebus
que los últimos que quedaban debían Abandonar el Barco a la mañana siguiente.

Aquéllos eran, en otras Palabras, los balbuceos de un Hombre semianalfabeto, y no un Reflejo Orgulloso de los conocimientos o la Habilidad de Harry Peglar.

—¿Y por qué quiere esas cosas? —le pregunté a Bridgens—. ¿Era amigo suyo Peglar?

—Sí, Doctor.

—¿Y necesita usted un Peine? —El viejo Mozo estaba casi calvo.

—No, Doctor, sólo es un Recuerdo de ese hombre. Con eso y esta Libreta tengo bastante.

Muy raro, pensé, porque todo el mundo estaba aligerando su Carga en aquel momento y no añadiendo Pesados Libros a lo que ya tenían que Transportar.

Pero le entregué a Bridgens el Peine y el Diario. Nadie necesitaba la Camisa de repuesto ni los Calcetines de Peglar, ni los Pantalones de Repuesto de Lana ni su Biblia, así que los dejé en el Montón de artículos descartados a la mañana siguiente. En conjunto, las Posesiones Finales Abandonadas de Peglar, Little, Reid, Berry, Crispe, Bates, Sims, Wentzall y Sait formaron un pequeño y triste Monumento a la Mortalidad.

A la mañana siguiente, 12 de julio, empezamos a Atravesar más Fragmentos Ensangrentados en el Hielo. Al principio los Hombres estaban Aterrorizados temiendo que aquello fueran más Rastros de nuestros Compañeros, pero el Capitán nos dirigió hacia las Zonas Manchadas de mayor tamaño y nos demostró que en el Centro de la Gran Salpicadura Escarlata estaba el Cuerpo Muerto de un Oso Blanco. Todas aquellas zonas Manchadas de Sangre eran de Osos Polares Muertos, a menudo con poco más que una Cabeza destrozada, un Pellejo Blanco Ensangrentado, unos Huesos Partidos o unas Garras que quedaban como rastro.

Al principio los hombres se Tranquilizaron. Y luego, claro, se les ocurrió la Pregunta Obvia: ¿qué era lo que estaba matando a aquellos Enormes Predadores antes de nuestra Llegada?

La respuesta era Obvia.

Pero ¿por qué mataba Osos Blancos? Esa respuesta también era Obvia: para privarnos de cualquier posible Fuente de Alimentos.

Hacia el 16 de julio, los hombres parecían Incapaces de seguir adelante. En un Día de Incesante Arrastre durante 18 horas, habíamos cubierto menos de kilómetro y medio en el Hielo. A Menudo podíamos ver el Montón de Ropa y Artículos Desechados de la noche anterior cuando acampábamos la Noche Siguiente. Habíamos encontrado más Osos Polares Descuartizados. La Moral estaba tan baja que si hubiésemos Votado aquella semana, la Mayoría habría decidido Rendirse, Echarse a Descansar y Morir.

Aquella noche del 16 de Julio, mientras los Demás Dormían y sólo Un Hombre permanecía de Guardia, el Capitán Crozier me pidió que fuese a su Tienda. Ahora él dormía en la misma tienda que Charles des Voeux, su sobrecargo, Charles Hamilton Osmer (que mostraba signos de neumonía), William Bell (el timonel del
Erebus)
y Phillip Reddington, el antiguo capitán del castillo de proa de Sir John y del Capitán Fitzjames.

El capitán hizo una seña y todo el mundo excepto el Primer Oficial Des Voeux y el Señor Osmer dejaron la tienda para que tuviéramos algo de Intimidad.

—Doctor Goodsir —empezó el Capitán—, necesito su consejo.

Yo Asentí y Escuché.

—Tenemos Ropa y Cobijo adecuados —dijo el Capitán Crozier—. Las botas de repuesto que hice que llevaran los Hombres que Tiraban de las Pinazas con los Suministros han salvado Muchos Pies de la Amputación.

—Estoy de acuerdo, Señor. —Aunque yo sabía que aquél no era el asunto sobre el cual se me pedía Consejo.

—Mañana por la mañana les voy a decir a los Hombres que debemos Dejar Una de las Balleneras y dos Cúteres y una Pinaza y que continuaremos sólo con los Cinco Botes Restantes —dijo el Capitán Crozier—. Esas dos balleneras, dos cúteres y pinaza están en Mejores Condiciones, y deberán bastar para el Agua Abierta, si es que la Encontramos antes de la Boca del Río Back, ya que nuestras Provisiones son tan Reducidas.

—Los Hombres se Alegrarán de Todo Corazón al oír eso, Capitán —dije yo.

Ciertamente, era así. Como yo había ayudado también a tirar de los botes, el Conocimiento de que los días de Espantosos Relevos habían concluido Literalmente me quitaba un Peso enorme de los hombros y de la espalda.

—Lo que me gustaría Saber, Doctor Goodsir —continuó el Capitán, con la voz convertida en un Áspero y Exhausto susurro, el rostro Solemne—, es si podemos recortar aún más las Raciones de los Hombres. O más bien si cuando tengamos que recortarlas los Hombres seguirán siendo Capaces de tirar de los Trineos. Necesito su Opinión Profesional, Doctor.

Yo miré al suelo de la Tienda. Una de las Sartenes del Señor Diggle, o quizás el Artefacto Portátil del Señor Wall para Calentar el Té, cuando todavía nos quedaban botellas de Éter para las Estufas de Alcohol, había formado un Agujero Redondo allí.

—Capitán, Señor Des Voeux —dije finalmente, sabiendo que no hacía otra cosa que Afirmar lo Obvio ante ellos—, los hombres ya no tienen suficiente Nutrición ahora mismo para cumplir los Requisitos de su Labor Cotidiana. —Tomé aliento—. Lo único que comen está Frío. Las últimas Comidas en Lata se Consumieron hace muchas Semanas. Las Estufas de Alcohol y las Lámparas de Alcohol se quedaron en el Hielo junto con la Ultima Botella Vacía de Éter Pirolígneo.

»Esta tarde, en la Cena, cada hombre tendrá una Galleta, un trocito de Cerdo Salado Frío, una Onza de chocolate, un Puñado de Té, menos de una Cucharadilla de Azúcar y su Sorbito Diario de Ron.

—Y la Pizca de Tabaco que hemos guardado para ellos —añadió el Señor Osmer.

Yo asentí.

—Sí, y su poquito de tabaco. Y les encanta el tabaco. Fue un golpe brillante dejar un poco escondido entre los Víveres. Pero no, Capitán, no puedo decir que los Hombres puedan aguantar con menos Cantidad de Comida que la actual, que ya es Inadecuada.

—Pero deben hacerlo —dijo el Capitán Crozier—. Nos quedaremos sin cerdo salado dentro de seis días. Y sin Ron dentro de diez.

El Señor Des Voeux se aclaró la garganta.

—Todo depende de si Encontramos y Matamos más focas en los Témpanos.

Por entonces yo sabía, como sabía todo el mundo en la Tienda, y todo el mundo en la Expedición, que habíamos matada y Disfrutado solamente de dos Focas desde que dejamos la cala del Consuelo, dos Meses antes.

—Estoy pensando —dijo el Capitán Crozier— que podría ser lo Mejor dirigirnos de nuevo hacia el Norte por la Costa de la Tierra del Rey Guillermo, quizás una travesía de Tres Días o de Cuatro. Es posible comer allí Musgo y Líquenes. Me han dicho que si se encuentran las Variedades adecuadas se puede hacer una sopa que resulta Casi Sabrosa. Si podemos encontrar las Variedades adecuadas de Musgo y Líquenes.

Other books

The Outback Heart by Fiona Palmer
Beauty's Beasts by Tracy Cooper-Posey
Three Views of Crystal Water by Katherine Govier
One Last Bite by Betts, Heidi
BROKEN BLADE by J.C. Daniels
Ablaze: Erotic Romance by Morgan Black
The Seduction by Julia Ross
The Magic Thief by Sarah Prineas
The Keeper by John Lescroart