El Universo holográfico (26 page)

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Authors: Michael Talbot

Tags: #Autoayuda, Ciencia, Ensayo

Mientras Watson le examinaba las heridas, la llama de la lámpara se volvió azul y produjo una llamarada repentina; bajo aquella luz más brillante empezó a caer una lluvia copiosa de sal sobre la comida hasta dejarla totalmente cubierta e incomible. Como explicó después: «No fue un diluvio repentino, sino una acción lenta y deliberada que duró lo suficiente como para permitirme mirar hacia arriba y ver que parecía empezar en medio del aire, justo por encima del nivel de los ojos, tal vez a un metro o algo más por encima de la mesa».

Watson se levantó de su asiento de un salto, pero el espectáculo aún no se había acabado. De repente, una serie de sonidos fuertes y secos surgió de la mesa y ésta empezó a tambalearse. La familia se levantó también y vio la mesa saltar por los aires «como la tapa de una caja que contuviera algún animal salvaje». Finalmente se volcó sobre uno de los lados. Al principio la reacción de Watson consistió en salir de la casa corriendo con el resto de la familia, pero, en cuanto recuperó el control, regresó y buscó por la habitación alguna prueba de algún truco que pudiera explicar lo ocurrido. No encontró ninguna.
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Los hechos que tuvieron lugar en la pequeña cabaña indonesia constituyen ejemplos clásicos de actividad poltergeist, que se caracteriza por sonidos misteriosos y actividades psicoquinéticas más que por apariciones de fantasmas o aparecidos. Como los poltergeist tienen a centrarse alrededor de personas (Alin en este caso) más que de sitios, muchos parapsicólogos creen que son manifestaciones inconscientes de la capacidad psicoquinética de la persona en torno a la cual se vuelven más activos. La materialización tiene también una historia larga e ilustre en los anales de la investigación sobre el fenómeno poltergeist. Por ejemplo, A.K.G. Owen, profesor de matemáticas y miembro de la junta rectora del Trinity College de Cambridge, en su obra clásica sobre el tema,
Can We Explore the Poltergeist?
{xiii}
ofrece numerosos ejemplos de objetos que se materializan de la nada en casos de poltergeist, desde el año 530 después de Cristo hasta los tiempos modernos.
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No obstante, los objetos que se materializan con más frecuencia son piedras pequeñas en vez de sal.

En la introducción comenté que he experimentado de primera mano muchos de los fenómenos paranormales que se tratan en el libro y que iba a contar unas cuantas experiencias propias. Así pues, ha llegado el momento de desembuchar y confesar que sé muy bien cómo se debió de sentir Watson tras contemplar la repentina embestida de actividad psicoquinética en la pequeña cabaña indonesia, porque cuando yo era pequeño, la casa a la que se acababa de mudar mi familia (una casa nueva que habían construido mis padres) se convirtió en lugar de visitas activas de poltergeist. Como nuestro poltergeist dejó la casa de mi familia y me siguió cuando me fui a la universidad, y como parecía que su actividad estaba conectada de un modo definitivo con mi estado de ánimo —sus travesuras eran más maliciosas cuando yo estaba enfadado o tenía bajo el ánimo y más endiabladas y caprichosas cuando me sentía de magnífico humor—, siempre he aceptado la tesis de que los poltergeist son manifestaciones de la capacidad psicoquinética inconsciente de la persona alrededor de la cual son más activos.

La conexión con mis emociones era patente con mucha frecuencia. Si yo estaba de buen humor, podía despertarme y encontrar todos mis calcetines tendidos sobre las plantas de la casa. Pero si mi estado de ánimo era más apagado, el poltergeist podía manifestarse lanzando un objeto pequeño por la habitación o incluso rompiendo algo, como ocurrió en alguna ocasión. Durante años, tanto yo como diversos amigos y miembros de mi familia fuimos testigos de una amplia gama de actividades psicoquinéticas. Mi madre dice incluso que cuando yo era un crío que empezaba a andar, un día se empezaron a caer cacerolas y sartenes al suelo inexplicablemente desde el centro de la mesa de la cocina. He escrito acerca de esas experiencias en mi libro
Más allá de la teoría cuántica
.

No hago estas revelaciones a la ligera. Soy consciente de lo extraño que sucesos como ésos resultan para la mayoría de la gente y comprendo totalmente el escepticismo con el que serán recibidas en varios sectores. No obstante, me siento obligado a hablar de ellas porque creo que es de vital importancia que intentemos entender esos fenómenos y no nos limitemos a echar tierra encima de ellos.

Sin embargo, admito con cierto temor y agitación que mi poltergeist también materializaba objetos. La materialización comenzó cuando yo tenía 6 años y caían lluvias inexplicables de gravilla sobre el tejado, por la noche. Posteriormente pasó a acribillarme
dentro
de casa con pequeñas piedras pulidas y trozos de cristales rotos con los bordes romos, como los fragmentos de cristal a la deriva que uno encuentra en la playa. Raras veces también materializaba otros objetos, entre ellos, monedas, un collar y diversas bagatelas extrañas. Desgraciadamente, yo no solía ver las materializaciones reales, sino únicamente sus secuelas, como el día que me cayó en el pecho un montón de espaguetis (
sans sauce
)
{xiv}
mientras dormía la siesta en mi apartamento de Nueva York. Dado que estaba yo solo en una habitación en la que no había ninguna puerta ni ventana abiertas y dado que no había nadie más en el apartamento y que no había señales de que nadie hubiera hecho espaguetis, ni hubiera irrumpido en mi casa para lanzarlos sobre mí, solamente puedo suponer que, por razones desconocidas, el puñado de espaguetis fríos que me cayó del aire sobre el pecho se materializó de la nada.

Pero unas cuantas veces sí he visto materializarse algunos objetos. En 1976, por ejemplo, mientras estaba trabajando en el despacho, levanté la vista por casualidad y vi un pequeño objeto marrón que apareció de repente en el aire a unos cuantos centímetros del techo. En cuanto empezó a existir, bajó zumbando en un ángulo muy agudo y aterrizó a mis pies. Cuando lo recogí vi que era un trozo de cristal marrón que podría haberse usado originalmente para fabricar botellas de cerveza. No fue tan espectacular como una lluvia de sal de varios segundos de duración, pero me enseñó que esas cosas eran posibles.

Quizá las materializaciones más famosas de los tiempos modernos sean las que producía Sathya Sai Baba, un hombre santo indio de 64 años que vivía en un rincón remoto del estado de Andhra Pradesh, en el sur de la India. Según numerosos testigos oculares, Sai Baba es capaz de producir muchas más cosas que un puñado de sal y unas cuantas piedras. Extrae de la nada medallones, anillos y joyas y los reparte como regalos. También materializa una provisión interminable de golosinas y dulces indios y de sus manos surge una cantidad enorme de
vibuti
o ceniza sagrada. Esos hechos han sido contemplados por miles de individuos, literalmente, entre los que figuran tanto científicos como magos, y nadie ha detectado jamás el menor asomo de superchería. Un testigo es el psicólogo Erlendur Haraldsson, de la Universidad de Islandia.

Haraldsson ha pasado más de diez años estudiando a Sai Baba y acaba de publicar sus averiguaciones en un libro titulado
Milagros modernos: informe científico de los fenómenos psíquicos de Sai Baba
. Aunque admite que no puede demostrar de forma concluyente que las producciones de Sai Baba no son fruto del engaño o juegos de manos, ofrece una gran cantidad de pruebas que indican convincentemente que ocurre algo fuera de lo normal.

Para empezar, Sai Baba puede materializar los objetos específicos que le pidan. Una vez que Haraldsson y él tenían una conversación sobre asuntos éticos y espirituales, Sai Baba dijo que la vida diaria y la vida espiritual deberían «crecer juntas, como un
rudraksha
doble». Cuando Haraldsson le preguntó qué era un
rudraksha
doble, ni Sai Baba ni el intérprete conocían el término equivalente en inglés. Sai Baba intentó seguir con la discusión, pero Haraldsson seguía insistiendo, y cuenta: «Entonces, de repente, con un signo de impaciencia, Sai Baba cerró el puño y agitó la mano durante un segundo o dos. Cuando la abrió, se volvió hacia mí y me dijo: “Esto”. En la palma de la mano tenía algo similar a una bellota. Eran dos bellotas que habían crecido juntas, como las naranjas gemelas o las manzanas gemelas».

Cuando Haraldsson dijo que quería conservar la doble semilla como recuerdo, Sai Baba accedió, pero antes le pidió que la volviera a mirar. «Encerró la bellota en ambas manos, sopló sobre ellas y abrió las manos hacia mí. Dos escudos dorados unidos por una pequeña cadena dorada cubrían la doble bellota por la parte de arriba y por la de abajo. En la parte superior tenía una cruz dorada con un pequeño rubí y una argollita para poder colgarla de una cadena alrededor del cuello».
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Haraldsson descubrió después que las
rudrakshas
dobles eran anomalías botánicas extraordinariamente raras. Varios botánicos indios con los que consultó le dijeron que nunca habían visto una, y cuando al final consiguió un espécimen pequeño y deformado en una tienda de Madrás, el tendero quería por ella el equivalente en moneda india a casi trescientos dólares. Un joyero inglés confirmó que el oro de la decoración tenía una pureza de 22 quilates por lo menos.

Regalos como ése no son raros. Sai Baba entrega con frecuencia joyas y anillos costosos, así como objetos de oro, a las multitudes que le visitan a diario y que le veneran como a un santo. También materializa enormes cantidades de comida y, cuando le caen de las manos las diversas golosinas que produce, están tan sumamente calientes que a veces la gente ni siquiera puede cogerlas. Puede hacer que manen siropes dulces y aceites fragantes de sus manos (e incluso de sus pies) y, cuando acaba, no le queda en la piel ni una señal de la sustancia pegajosa. Puede producir objetos exóticos tales como granos de arroz con diminutas imágenes de Krishna perfectamente grabadas en ellos, o frutas fuera de temporada (cosa casi imposible en una zona rural que carece de electricidad y refrigeración) y frutos anómalos, como manzanas que, cuando las pelas, resulta que son manzanas por un lado y otra fruta por el otro.

Igualmente increíbles son sus producciones de ceniza sagrada. Cada vez que anda entre las masas que le visitan, le salen de las manos cantidades prodigiosas de ceniza. Él la reparte por todas partes: en los recipientes que le ofrecen, en las manos que se extienden hacia él, sobre las cabezas y formando largas estelas serpenteantes por el suelo. En un solo paseo por los terrenos que rodean su
ashram
puede producir la ceniza suficiente como para llenar varios bidones. En una de sus visitas, Haraldsson y el doctor Karlis Osis, director de investigación de la American Society for Psychical Research, vieron parte de la ceniza en proceso de materialización. Como relata Haraldsson, «abrió la palma de la mano, la volvió hacia abajo y sacudió la mano haciendo unos cuantos círculos pequeños y rápidos. Cuando lo hizo, apareció una sustancia gris en el aire, justo debajo de la palma. El doctor Osis, que estaba sentado un poco más cerca, observó que la materia apareció primero en forma de gránulos (que al ser tocados se desmenuzaban convertidos en ceniza) y podrían haberse desintegrado antes si Sai Baba los hubiera producido mediante un truco de manos que nosotros no pudimos detectar».
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Haraldsson señala que las manifestaciones de Sai Baba no son producto de una hipnosis masiva, pues él permite que se filmen libremente sus exhibiciones al aire libre y en la película aparece todo lo que hace. Asimismo, la producción de objetos específicos, la rareza de algunos de ellos, lo caliente que está la comida y el puro volumen de las materializaciones parecen ir en contra de la posibilidad del engaño. Haraldsson señala también que nadie nunca ha salido con alguna prueba creíble de que Sai Baba está amañando sus aptitudes. Además, Sai Baba ha estado produciendo un chorro continuo de objetos durante medio siglo, desde que tenía 14 años, hecho que atestigua tanto el volumen de materializaciones como su reputación intachable. ¿Produce Sai Baba objetos de la nada? El veredicto está en el aire, de momento, pero Haraldsson dice claramente cuál es su posición. Cree que las demostraciones de Sai Baba nos recuerdan el, «enorme potencial latente en algún sitio que acaso tenemos todos los seres humanos».
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En la India no son desconocidas las noticias de personas capaces de materializar objetos. En su libro
Autobiografía de un yogui
, Paramahansa Yogananda (1893-1952), el primer santón eminente de la India que estableció su residencia permanente en Occidente, describe sus reuniones con varios ascetas indios que podían materializar frutas fuera de temporada, platos de oro y otros objetos. Es interesante que Yogananda advirtiera que tales poderes, o
siddis
, no constituyen siempre una prueba de que quien los posee es una persona evolucionada espiritualmente. «El mundo no es sino un sueño objetivizado —dice Yogananda—, y aquello en lo que crea intensamente tu mente poderosa, ocurrirá al instante».
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¿Han descubierto esas personas una forma de aprovechar el mar inmenso de energía cósmica que según Bohm llena cada centímetro cúbico del espacio vacío?

Una serie extraordinaria de materializaciones que ha sido objeto de una verificación mayor aún que la que Haraldsson otorgó a Sai Baba fue la producida por Teresa Neumann. Además de los estigmas, Neumann poseía también el don de la inedia: la capacidad, fuera de lo normal, de vivir sin comer. Empezó en 1923, cuando «transfirió» la enfermedad de garganta de un joven sacerdote a su propio cuerpo y subsistió sólo con líquidos durante varios años. Después, en 1927, dejó totalmente la comida y el agua.

Cuando el obispo local de Regensburg oyó hablar del ayuno de Teresa Neumann, envió una comisión a su casa para que investigara. Del 14 al 29 de julio de 1927 y bajo la supervisión de un médico llamado Seidl, cuatro enfermeras franciscanas examinaron todos sus movimientos. La observaron día y noche y medían y pesaban cuidadosamente el agua que usaba para lavarse y para aclararse la boca. Las hermanas descubrieron varias cosas inusuales sobre ella. Nunca fue al baño (después de un periodo de seis semanas sólo evacuó el vientre una vez y el excremento, examinado por un tal doctor Reismanns, contenía únicamente una pequeña cantidad de moco y bilis, pero ningún resto de comida). Tampoco mostraba signos de deshidratación, aun cuando el ser humano expele una media diaria de unos cuatrocientos gramos de agua en el aire que exhala y una cantidad similar a través de los poros. Y su peso permanecía constante; aunque perdía casi cuatro kilos y medio (de sangre) durante la apertura semanal de los estigmas, su peso volvía a la normalidad un día o dos después.

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