El Universo holográfico (28 page)

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Authors: Michael Talbot

Tags: #Autoayuda, Ciencia, Ensayo

Esto puede explicar asimismo por qué la aspirina ayuda a prevenir el ataque al corazón a los americanos y no a los británicos. Quizá sea también un campo de realidad relativamente nuevo, que se está formando todavía. Hay indicios incluso de que la capacidad de materializar sangre es un campo de realidad relativamente reciente. Rogo observa que se empezó a hablar de milagros de sangre en el siglo XIV, con el milagro de san Jenaro. El hecho de que no se conozcan milagros de sangre anteriores parece indicar que la facultad apareció en aquella época. Una vez establecida, facilitó a otros la utilización del campo de realidad de su posibilidad, lo que explicaría por qué ha habido numerosos milagros de sangre desde san Jenaro, pero ninguno antes.

Si el universo es un cuarto de la realidad virtual, habría que contemplar todas las cosas que parecen estables y eternas, desde las leyes de la física a la sustancia de las galaxias, como campos de realidad, como quimeras ni más ni menos reales que los accesorios de un sueño gigante, mutuamente compartido. Habría que considerar ilusoria toda permanencia y sólo sería eterna la consciencia, la consciencia del universo vivo.

Naturalmente, hay otra posibilidad. Tal vez los únicos campos de realidad sean los acontecimientos anómalos, como el incidente del paraguas, y tal vez al mundo en general no le afecte la consciencia y siga siendo tan estable como nos han enseñado a creer. Lo malo de esta suposición es que nunca se puede demostrar. La única prueba de fuego que tenemos para determinar si algo es real, pongamos un elefante púrpura que acaba de entrar en el cuarto de estar, es averiguar si otra gente puede verlo también. Pero una vez que admitimos que dos personas o más pueden crear una realidad —sea un paraguas que se transforma o un bosquecillo evanescente de
kenaris
— ya no tenemos otra forma de demostrar que la mente no crea todo lo demás que hay en el mundo. En resumidas cuentas: todo es una cuestión de filosofía personal.

Y las filosofías personales varían. Jahn prefiere pensar que sólo es real la realidad creada por las interacciones de la consciencia. En su opinión, «la pregunta de si hay un “ahí fuera” ahí fuera es una pregunta teórica. Y una cuestión teórica, si no hay forma de verificarla, no sirve de nada intentar formularla».
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Globus, que admite de buena gana que la realidad es una construcción de la consciencia, prefiere pensar que hay un mundo más allá de la burbuja de la percepción. Dice: «Me atraen las buenas teorías y una buena teoría postula la existencia».
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Reconoce, sin embargo, que eso es meramente lo que se inclina a pensar él, pero que no hay forma empírica de demostrar una suposición semejante.

En cuanto a mí se refiere, como resultado de mis propias experiencias, estoy de acuerdo con don Juan cuando afirma: «Somos perceptores. Nos damos cuenta; no somos objetos; no tenemos solidez. No tenemos límites. El mundo de los objetos y la solidez es una forma de hacer nuestro paso por la tierra más conveniente. Es sólo una descripción creada para ayudarnos. Nosotros, o mejor dicho, nuestra
razón
, olvida que la descripción es solamente una descripción, y así atrapamos la totalidad de nosotros mismos en un círculo vicioso del que rara vez salimos en vida».
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Dicho de otra forma: no hay
ninguna
realidad por encima o más allá de la realidad creada por la integración de todas las consciencias; el universo holográfico puede ser creado potencialmente por la mente de un sinfín de maneras.

En caso de que eso sea cierto, las leyes de la física y la sustancia de las galaxias no son las únicas cosas que son campos de realidad. Deberíamos considerar que nuestro cuerpo incluso, el instrumento de nuestra consciencia en esta vida, no es ni más ni menos real que los anomalones o las playas de champán. O como afirma Keith Floyd, un psicólogo del Virginia Intermont College y otra de las personas que respaldan la idea holográfica, «en contra de lo que todo el mundo sabe que es así, quizá no sea el cerebro el que produce la consciencia, sino más bien la consciencia la que crea la apariencia del cerebro, la materia, el espacio, el tiempo y todo lo que nos gusta interpretar como universo físico».
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Esto es quizá lo más perturbador de todo, porque estamos tan profundamente convencidos de que nuestros cuerpos son sólidos y objetivamente reales, que nos cuesta incluso prestar atención a la idea de que tal vez también nosotros no somos sino quimeras. Ahora bien, hay datos concluyentes de que es así. Otro fenómeno que se asocia muchas veces con los santos es la
bilocalización
, o capacidad de estar en dos sitios a la vez. Según Haraldsson, Sai Baba la supera: numerosos testigos han contado que le han visto chasquear los dedos y desaparecer para reaparecer instantáneamente unos cien metros más allá, o más. Hechos como éste indican claramente que nuestros cuerpos no son objetos, sino proyecciones holográficas que pueden desaparecer de un lugar y reaparecer en otro en un abrir y cerrar de ojos, con la misma facilidad con que una imagen puede desaparecer y reaparecer en una pantalla de vídeo.

Hay otro episodio que pone de relieve la naturaleza holográfica e inmaterial del cuerpo y se puede encontrar entre los fenómenos que llevó a cabo un médium islandés llamado Indridi Indridason. En 1905, varios científicos destacados de Islandia decidieron investigar lo paranormal y eligieron a Indridason como uno de los sujetos de sus investigaciones. En aquella época, Indridason era un patán sin experiencia en cosas psíquicas, pero pronto demostró que era un médium extraordinariamente dotado. Podía entrar en trance rápidamente y realizar demostraciones espectaculares de psicoquinesia. Pero lo más extraño de todo era que a veces, mientras estaba sumido en un trance profundo, se le desmaterializaban por completo diferentes partes del cuerpo. Como contemplaron atónitos los científicos, se le desvanecía un brazo o una mano hasta que dejaba de existir, para volver a materializarse antes de que se despertara.
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Hechos semejantes nos ofrecen de nuevo un destello seductor de las inmensas potencialidades que podrían estar latentes en todos nosotros. Como hemos visto ya, la ciencia se muestra completamente incapaz de explicar los diversos fenómenos que hemos examinado en este capítulo con arreglo a su interpretación actual del universo y, por tanto, no le queda otra opción que prescindir de ellos. No obstante, si investigadores como Grof y Tiller tienen razón y la mente es capaz de interferir en el orden implicado, la placa holográfica que da origen al holograma que llamamos el universo, y crear así la realidad o las leyes físicas que quiera, entonces no sólo son posibles todas esas cosas, sino prácticamente todo.

Si esto es verdad, la solidez aparente del mundo es sólo una pequeña parte de lo que nuestra percepción tiene a su disposición. Aunque la mayoría de nosotros estamos verdaderamente atrapados en nuestra descripción actual del universo, hay unas cuantas personas con capacidad para ver más allá de la solidez del mundo. En el siguiente capítulo echaremos un vistazo a algunas de ellas y examinaremos lo que ven.

C
APÍTULO 6

La visión holográfica

Los seres humanos pensamos que estamos hechos de «materia sólida». En realidad, el cuerpo físico es el producto final, por así decirlo, de los campos de información sutiles que configuran el cuerpo físico y toda la materia física. Esos campos son hologramas que cambian con el tiempo (y están) fuera del alcance de nuestros sentidos normales. Es lo que los clarividentes perciben como halos ovoides de colores o auras alrededor de nuestros cuerpos físicos.

I
TZHAK
B
ENTOV,

Stalking the Wild Pendulum
{xv}

Hace unos años, iba caminando con una amiga cuando me llamó la atención una señal de la calle. Era una simple señal de «No parking» y no parecía distinta de las otras señales de «No parking» que salpican las calles de la ciudad. Pero, por alguna razón, me dejó totalmente pasmado. Ni siquiera me daba cuenta de que la estaba mirando fijamente hasta que mi amiga exclamó de repente: «¡Esa señal está mal escrita!» El anuncio me sacó de mi ensoñación y mientras la miraba, la «i» de la palabra «parking» se transformó rápidamente en una «e».

Lo que pasó es que mi mente estaba tan acostumbrada a ver la señal escrita correctamente, que mi inconsciente borró lo que ponía y me hizo ver lo que esperaba ver. Resultó que mi amiga, en un principio, también había visto la señal con la ortografía correcta y por eso tuvo una reacción tan ruidosa cuando se dio cuenta de la falta de ortografía. Seguimos andando, pero el incidente me preocupaba. Por primera vez me di cuenta de que el ojo/el cerebro no es una cámara fiel, sino que trata de reparar el mundo antes de ofrecérnoslo.

Los neurofisiólogos lo saben desde hace mucho tiempo. En sus primeros estudios sobre la visión, Pribram descubrió que la información visual que recibe un mono a través del nervio óptico no va directamente a la corteza visual, sino que se filtra previamente a través de otras zonas del cerebro.
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Numerosos estudios han puesto de manifiesto que pasa lo mismo con la visión humana. El lóbulo temporal prepara y modifica la información visual que entra en el cerebro antes de que llegue a la corteza visual. Algunos estudios indican que menos del 50 por ciento de lo que «vemos» se basa realmente en la información que nos entra por los ojos. El 50 por ciento restante se va reconstruyendo en función del aspecto que esperamos que debería tener el mundo (y tal vez con arreglo a otras fuentes, como los campos de realidad). Puede que los ojos sean los órganos visuales, pero el que ve es el cerebro.

Ésa es la causa de que no siempre nos demos cuenta de que un amigo cercano se ha afeitado el bigote o de que nuestra casa siempre nos parezca distinta y extraña cuando volvemos de las vacaciones. En ambos ejemplos, estamos tan acostumbrados a responder a lo que pensamos que hay ahí, que no siempre vemos lo que hay ahí en realidad.

El llamado «punto ciego» del ojo ofrece una prueba más espectacular aún del papel que desempeña la mente en la creación de lo que vemos. En mitad de la retina, donde el nervio óptico se conecta con el ojo, tenemos un punto ciego en el que no hay fotorreceptores. Esto se puede demostrar rápidamente con la ilustración que mostramos en la figura 8.

FIGURA 8
. Como demostración de que el cerebro construye lo que percibimos como realidad, sostén la ilustración a la altura de los ojos, cierra el ojo izquierdo y mira fijamente el círculo que está en medio de la cuadrícula con el ojo derecho. Poco o poco mueve el libro a lo largo de la línea de visión hacia atrás y hacia adelante hasta que desaparezca la estrella (entre unos 25 cm y 40 cm). La estrella desaparece porque cae en tu punto ciego. Ahora cierra el ojo derecho y contempla la estrella. Mueve el libro hacia atrás y hacia adelante hasta que desaparezca el círculo que está en medio de la cuadrícula. Cuando lo haga, fíjate que, aunque el círculo desaparece, las líneas de la cuadrícula permanecen intactas. Esto se debe a que el cerebro rellena lo que cree que debería haber ahí.

Cuando miramos el mundo que nos rodea no nos damos cuenta en absoluto de que hay agujeros abiertos en nuestra visión. Da igual que estemos mirando un trozo de papel en blanco o una vistosa alfombra persa. El cerebro rellena los huecos ingeniosamente al igual que un sastre experto remienda un agujero en una tela. Y lo que es verdaderamente extraordinario es que el cerebro reteje el tapiz de nuestra realidad visual con tanta maestría que ni siquiera nos damos cuenta de que lo hace.

Lo cual nos lleva a una cuestión inquietante. Si vemos menos de la mitad de lo que hay ahí fuera, ¿qué hay ahí fuera que no vemos? ¿Qué señales callejeras mal escritas y qué puntos negros escapan por completo a nuestra atención? Las hazañas tecnológicas nos proporcionan unas cuantas respuestas. Por ejemplo, ahora sabemos que las telas de araña, si bien nos parecen blancas y grises, para los ojos sensibles a los rayos ultravioleta de los insectos, a quienes están destinadas, son realmente de colores brillantes y, por tanto, fascinantes. La tecnología también nos permite saber que las lámparas fluorescentes no dan luz constantemente, sino que, en realidad, se encienden y se apagan a un ritmo demasiado rápido como para que podamos distinguirlo. Y, sin embargo, ese desagradable efecto estroboscópico es visible para las abejas, que tienen que ser capaces de volar sobre un prado a una velocidad de vértigo y aún así ver cada flor que pasa zumbando.

Ahora bien, ¿hay otros aspectos importantes de la realidad que no vemos, que están fuera del alcance de nuestros conocimientos tecnológicos? Según el modelo holográfico, la respuesta es sí. Recordemos que, de acuerdo con la visión de Pribram, el hecho es que la realidad en general es un dominio de frecuencias y el cerebro es una especie de lente que convierte esas frecuencias en el mundo objetivo de las apariencias. Aunque Pribram empezó estudiando las frecuencias de nuestro mundo sensorial normal, como las del sonido y de la luz, ahora utiliza la expresión «dominio de frecuencias» para referirse a los patrones de interferencia que constituyen el orden implicado.

Pribram cree que ahí fuera, en el dominio de frecuencias que no vemos, puede haber toda clase de cosas, cosas que nuestros cerebros han aprendido a eliminar regularmente de nuestra realidad visual. En su opinión, cuando los místicos tienen experiencias trascendentales, lo que están haciendo realmente es captar destellos del dominio de frecuencias. Según él, «la experiencia mística tiene sentido cuando uno puede proporcionar las fórmulas matemáticas que le llevan de acá para allá, del mundo ordinario o dominio de “imagen-objeto” al dominio de “frecuencias”».
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