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Authors: Michael Talbot

Tags: #Autoayuda, Ciencia, Ensayo

El Universo holográfico (45 page)

Aquel hombre no es el único que ha tenido una experiencia semejante. Hazrat Inayat Khan decía que, cuando entraba en un estado místico y viajaba a «realidades divinas», se encontraba de vez en cuando con seres que se le aparecían en formas mitad humanas y mitad de animales. Como el hombre del ejemplo anterior, Khan advirtió que aquellas transfiguraciones eran simbólicas y que cuando un ser se mostraba en parte como animal, era porque el animal simbolizaba alguna cualidad que el ser poseía. Por ejemplo, un ser que tenía una gran fuerza podía aparecer con cabeza de león, o un ser inusualmente listo y mañoso podía tener rasgos de zorro. Khan lanzó la hipótesis de que por eso algunas culturas antiguas, como la egipcia, representaban a los dioses que gobiernan el reino del más allá con cabezas de animales.
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La propensión de la realidad cercana a la muerte a adoptar formas holográficas que reflejan los pensamientos, los deseos y los símbolos que pueblan nuestras mentes explica que los occidentales tiendan a percibir a los seres de luz como figuras religiosas cristianas, o que los indios los vean como santos y deidades hindúes, etcétera. La plasticidad del reino de las proximidades de la muerte sugiere que, quizá, esas apariencias externas no son ni más ni menos reales que la comida que deseaba y creaba la niña mencionada anteriormente, que la mujer mitad cobra y mitad rosa o que la ropa espectral evocada y creada por el individuo que se avergonzó de su desnudez. Esa misma plasticidad explica otras diferencias culturales que podemos encontrar en las ECM, tales como el llegar al más allá atravesando un túnel, o cruzando un puente, o atravesando una extensión de agua, o simplemente bajando una cuesta. Parece nuevamente que, en una realidad creada por la interacción de estructuras de pensamiento solamente, hasta el paisaje mismo lo crean las ideas y las expectativas de la persona que la experimenta.

En este momento es necesario insistir en algo importante. Por asombroso y extraño que nos parezca el terreno de las cercanías de la muerte, los indicios que presentamos en este libro revelan que a lo mejor nuestro nivel de existencia no es muy distinto. Como hemos visto, nosotros también tenemos acceso a toda la información, sólo que nos resulta un poco más difícil. Y en alguna ocasión, podemos asimismo tener visiones futuras personales y enfrentarnos a la naturaleza fantasmagórica del tiempo y del espacio. Y también nosotros podemos cincelar y reconfigurar nuestros cuerpos, y a veces hasta nuestra realidad, con arreglo a nuestras creencias, sólo que cuesta un poco más de tiempo y esfuerzo. De hecho, las habilidades de Sai Baba indican que podemos llegar a materializar comida por el mero hecho de desearlo, y la inedia de Teresa Neumann muestra que, en última instancia, comer puede ser tan innecesario para nosotros como para los que están en el territorio cercano a la muerte.

De hecho, parece que esta realidad y la siguiente se diferencian en grado, pero no en clase. Ambas son construcciones mentales tipo hologramas, realidades que se establecen simplemente por la interacción de la consciencia con su entorno, como dicen Jahn y Dunne. Dicho de otra forma: al parecer nuestra realidad es una versión detenida de la dimensión del más allá. Nuestras creencias tardan un poco más en reformar nuestros cuerpos en cosas como los estigmas a modo de uñas, y al lenguaje simbólico de la psique le cuesta un poco manifestarse externamente como una sincronicidad. Pero manifestarse se manifiestan, en un fluir lento e inexorable, cuya presencia persistente nos enseña que vivimos en un universo que sólo estamos empezando a entender.

Información procedente de otras fuentes sobre el reino de las cercanías de la muerte

No hay que estar pasando una crisis que ponga en peligro la vida para visitar la dimensión del más allá. Hay pruebas de que se puede llegar también durante las experiencias fuera del cuerpo. En sus escritos, Monroe describe varias visitas a niveles de realidad en los que se encontró con amigos fallecidos.
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Otra persona aún más experta en viajes fuera del cuerpo que visitó el país de los muertos fue el místico sueco Swedenborg. Este hombre nació en 1688 y fue el Leonardo da Vinci de su época. De joven estudió ciencias. Fue el matemático más destacado de Suecia y hablaba nueve idiomas; fue grabador, político, astrónomo y hombre de negocios; fabricaba relojes y microscopios por afición; escribió libros sobre metalurgia, la teoría de los colores, comercio, economía, física, química, minería y anatomía, e inventó prototipos del aeroplano y del submarino.

Además de todo eso, también meditaba con regularidad y, cuando llegó a una edad madura, desarrolló la facultad de entrar en un trance profundo, durante el cual abandonaba el cuerpo y visitaba lo que le parecía que era el cielo y conversaba con los «ángeles» y los «espíritus». No cabe duda de que Swedenborg experimentaba algo profundo durante esos viajes. Se hizo tan famoso por esa habilidad que la Reina de Suecia le pidió que averiguara por qué su hermano fallecido no le había contestado una carta que ella le había mandado antes de su muerte. Swedenborg prometió que consultaría al fallecido y al día siguiente volvió con un mensaje que la Reina confesó que contenía información que sólo conocían ella y su hermano. Swedenborg realizó ese servicio varias veces para diversas personas que buscaron su ayuda y en otra ocasión le dijo a una viuda dónde encontrar un compartimento secreto en el escritorio de su marido, en el cual encontró unos documentos que necesitaba desesperadamente. Este último incidente fue tan famoso que inspiró al filósofo alemán Immanuel Kant un libro entero sobre Swedenborg titulado
Sueños de un visionario, explicados por los sueños de la metafísica
.

Pero lo más asombroso de los relatos de Swedenborg sobre el reino del más allá es la exactitud con la que reflejan las descripciones que hacen las personas que tienen ECM en la actualidad. Por ejemplo, Swedenborg habla, de atravesar un túnel oscuro; de ser recibido por espíritus acogedores; de paisajes más bellos que cualquier paisaje de la tierra, en los que no existen ni el tiempo ni el espacio; de una luz deslumbrante que emite un sentimiento de amor; de aparecer ante seres de luz y de verse envuelto por una paz y una serenidad que abarcan todo.
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Cuenta también que le permitieron observar de primera mano la llegada al cielo de personas recién fallecidas y estar presente mientras eran sometidas a la revisión de la vida, proceso que él denominaba «la apertura del Libro de las Vidas». Reconocía que durante ese proceso se presenciaba «todo lo que había sido o hecho alguna vez», pero añadía una peculiaridad única. Según Swedenborg, la información que surgía durante la apertura del Libro de las Vidas se grababa en el sistema nervioso del cuerpo espiritual de la persona. Así, para evocar el repaso de la vida, un «ángel» tenía que examinar todo el cuerpo de la persona, «empezando por los dedos de las manos y siguiendo por el todo».
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Swedenborg se refiere también a las bolas de pensamiento holográfico que los ángeles usan para comunicarse y dice que no son distintas de los retratos que podía ver en la «sustancia ondular» que rodea a la persona. Al igual que la mayor parte de los que han tenido una ECM, describe esos fogonazos de conocimiento telepático como un lenguaje de imágenes tan denso y tan lleno de información que cada imagen contiene mil ideas. Una serie comunicada de esos retratos puede ser muy larga y, «durar hasta varias horas, en una disposición secuencial tal, que uno sólo puede maravillarse».
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Pero incluso aquí Swedenborg añade una peculiaridad fascinante. Además de utilizar retratos, los ángeles emplean también un lenguaje que contiene conceptos que trascienden el entendimiento humano. De hecho, la razón principal de que utilicen retratos es que es la única manera en que pueden hacer que sus pensamientos e ideas sean comprensibles para los seres humanos, aunque no sea sino una pálida versión de los mismos.
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Las experiencias de Swedenborg corroboran también algunos aspectos de las experiencias cercanas a la muerte que menos veces se cuentan. Comentaba que en el mundo de los espíritus ya no se necesita comer, pero añadía que la información ocupa el lugar de la comida como fuente de alimentación.
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Decía que cuando hablaban los espíritus y los ángeles, sus pensamientos se incorporaban constantemente a imágenes simbólicas tridimensionales, sobre todo de animales. Decía, por ejemplo, que cuando los ángeles hablaban de amor y cariño, «se presentaban animales bellos, como los corderos… Sin embargo, cuando los ángeles hablan de inclinaciones malignas, las representan mediante animales inútiles, fieros y odiosos, como tigres, osos, lobos, escorpiones, serpientes y ratones».
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Aunque no es una característica que citen las personas que han tenido una ECM en la actualidad, Swedenborg comentaba que le asombró descubrir que también había espíritus de otros planetas en el cielo, afirmación pasmosa en un hombre nacido ¡hace más de trescientos años!
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Las observaciones más intrigantes de Swedenborg son las que parecen referirse a las cualidades holográficas de la realidad. Decía, por ejemplo, que aunque parece que los seres humanos están separados unos de otros, en realidad todos estamos conectados formando una unidad cósmica. Además, cada uno de nosotros es un cielo en miniatura y cada persona, y todo el universo físico en realidad, es un microcosmos de una realidad divina superior. Como hemos visto, creía asimismo que tras la realidad visible subyace una sustancia de apariencia de onda.

De hecho, varios expertos en Swedenborg han observado las múltiples semejanzas que existen entre algunos conceptos suyos y la teoría de Bohm y Pribram. Uno de ellos es el doctor George F. Dole, catedrático de Teología de la Swedenborg School of Religion de Newton, Massachussets. Dole, titulado por Yale, Oxford y Harvard, señala que uno de los principios básicos del pensamiento de Swedenborg es que nuestro universo es creado y mantenido constantemente por dos fluidos similares a las ondas: uno procedente del cielo y otro que proviene de nuestra propia alma o espíritu. «Si juntamos esas imágenes, la semejanza con un holograma es sorprendente —dice Dole—. Estamos formados por la intersección de dos caudales: uno directo que viene de lo divino y otro indirecto que procede de lo divino vía nuestro entorno. Podemos vernos a nosotros mismos como patrones de interferencia, porque la afluencia es un fenómeno ondulatorio y nosotros estamos donde las ondas se encuentran».
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Swedenborg creía también que el cielo, a pesar de tener cualidades efímeras y fantasmales, es un nivel de la realidad más fundamental que nuestro mundo físico. Según él, es la fuente arquetípica de la que se originan todas las formas terrenales y a la que regresan todas las formas, un concepto que no difiere demasiado de la idea de Bohm de los órdenes implicado y explicado. Además, también creía que el reino del más allá y la realidad física difieren en grado pero no en clase y que el mundo material es sólo una versión paralizada de la realidad del cielo construida con el pensamiento. La materia que comprende tanto el cielo como la tierra «fluye por etapas» de lo Divino —afirmaba Swedenborg— y «en cada nueva etapa se hace más general y por tanto más burda y confusa, y se vuelve más lenta y por tanto más viscosa y más fría».
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Swedenborg escribió al menos veinte libros con sus experiencias. Cuando estaba en el lecho de muerte le preguntaron si quería retractarse de algo. Él contestó seriamente: «Todo lo que he escrito es tan cierto como que tú ahora me estás contemplando. Podría haber dicho mucho más si se me hubiera permitido. Después de la muerte verás todo y entonces tendremos mucho que decirnos el uno al otro sobre el tema».
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El país de ninguna parte

Swedenborg no es el único personaje histórico que poseía la capacidad de viajar fuera del cuerpo a niveles de realidad más sutiles. Los sufíes persas del siglo XII empleaban igualmente una meditación profunda, similar al trance, para visitar «la tierra en la que moran los espíritus». Y de nuevo son asombrosas las similitudes entre sus relatos y el conjunto de indicios acumulados en este capítulo. Ellos afirmaban que, en ese otro ámbito, uno posee un «cuerpo sutil» y confía en sentidos que no siempre están asociados con «órganos específicos» del cuerpo. Declaraban que es una dimensión poblada por muchos maestros espirituales, o imanes, y a veces la llamaban «el país del Imán escondido».

Sostenían que es un mundo hecho solamente de la materia sutil del
alâm al-mithâl
, o pensamiento. Hasta el espacio mismo, con la «cercanía», las «distancias» y los lugares «remotos», era creado por el pensamiento. Pero eso no significaba que el país del Imán escondido fuera irreal o un mundo formado por la pura nada. Y tampoco era un paisaje creado por una sola mente. Era, en cambio, un plano de existencia
creado por la imaginación de mucha gente
y, aún así, tenía su propia dimensión y su propia corporalidad, sus bosques y montañas e incluso sus ciudades. Los sufíes dedicaron muchos escritos a esclarecer este punto. Tan extraña es esta idea para muchos pensadores occidentales, que el difunto Henry Corbin, catedrático de Religión Islámica de la Sorbona de París y una autoridad destacada en pensamiento islámico e iraní, acuñó el término «imaginal» para describirla, refiriéndose a un mundo creado por la imaginación, pero no menos real ontológicamente hablando que la realidad física. «La razón que me llevó a buscar otra expresión fue que, durante muchos años, mi profesión requería que interpretara textos arábigos y persas, y sin duda habría traicionado su significado si me hubiera contentado simplemente con el término
imaginario
», declaró Corbin.
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Dada la naturaleza imaginal del reino del más allá, los sufíes llegaron a la conclusión de que la
imaginación misma es una facultad de la percepción
, una idea que arroja una luz nueva sobre el motivo de que el sujeto de la prueba de Whitton materializara una mano solamente después de empezar a pensar y sobre el motivo de que visualizar imágenes lenga un efecto tan potente sobre la salud y la estructura física del cuerpo. También contribuyó a la creencia de los sufíes el hecho de poder utilizar la visualización, proceso que ellos llamaban «oración creativa», para alterar y reformar el tejido mismo del propio destino.

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