El Universo holográfico (27 page)

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Authors: Michael Talbot

Tags: #Autoayuda, Ciencia, Ensayo

Al final de la investigación, el doctor Seidl y las hermanas estaban completamente convencidos de que Teresa Neumann no había comido ni bebido nada durante catorce días completos. La prueba parece concluyente, porque mientras que el cuerpo humano puede sobrevivir catorce días sin comer, es muy raro que pudiera sobrevivir sin agua la mitad de ese tiempo. No obstante, eso no era nada para ella:
ni comió ni bebió nada durante los siguientes treinta y cinco años
. Así pues, según parece, no sólo materializaba la enorme cantidad de sangre que necesitaba para perpetuar los estigmas, sino que también materializaba regularmente el agua y los nutrientes que necesitaba para estar viva y con buena salud. La inedia no es una capacidad exclusiva de Neumann. En
Los fenómenos físicos del misticismo
, Thurston cita varios ejemplos de estigmatizados que estuvieron años sin comer ni beber.

La materialización puede ser más común de lo que pensamos. En la literatura sobre hechos milagrosos abundan los informes convincentes de cosas que sangran, como estatuas, pinturas, iconos y hasta rocas con significación histórica o religiosa. También hay docenas de relatos de Madonnas y otros iconos que derraman lágrimas. En 1953 una epidemia literal de «Madonnas llorosas»
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barrió Italia. Y en la India, unos seguidores de Sai Baba enseñaron a Haraldsson imágenes de ascetas exudando ceniza sagrada de forma milagrosa.

Cambia todo el panorama

En cierto modo, la materialización pone en cuestión las ideas convencionales sobre la realidad, sobre todo porque, aunque no nos cuesta mucho ir encajando cosas como la PK en nuestra visión actual del mundo, la creación de un objeto de la nada sacude los cimientos mismos de dicha visión. No obstante, eso no es todo lo que la mente puede hacer. Hasta ahora hemos visto milagros que afectaban sólo a «partes» de la realidad, ejemplos de personas que movían partes de la realidad mediante la psicoquinesia, o que alteraban partes (las leyes de la física) para hacerse inmunes al fuego, o que materializaban partes (sangre, sal, piedras, joyas, ceniza, alimentos y lágrimas). Pero si la realidad es un todo continuo, ¿por qué los milagros aparentemente sólo afectan a partes de la misma?

Si los milagros son ejemplos de capacidades mentales latentes, la respuesta es que estamos programados internamente para ver el mundo en términos de partes. Esto significa que si no tuviéramos tan inculcado el pensar en términos de partes, si contempláramos el mundo de forma diferente, los milagros también serían diferentes. En vez de encontrar tantos ejemplos de milagros en los que se transforman partes de la realidad, encontraríamos más ejemplos en los que se transformaría la realidad entera. De hecho, existen unos cuantos ejemplos, pero son raros y ponen en entredicho nuestras ideas convencionales sobre la realidad más seriamente aún que las materializaciones.

Watson nos proporciona uno de tales ejemplos. Mientras estaba en Indonesia, se encontró también con otra mujer joven que tenía poderes. El nombre de la mujer era Tia y sus poderes, a diferencia de los de Alin, no parecían ser una manifestación de dotes psíquicas inconscientes. Por el contrario, estaban controlados conscientemente y surgían de la conexión natural de Tia con las fuerzas que yacen latentes en la mayoría de nosotros. En resumen: Tia era una chamán en proceso de formación. Watson fue testigo de muchos ejemplos de sus aptitudes. La vio hacer curaciones milagrosas y, una vez que estaba metida en una lucha de poder con el líder religioso de los musulmanes locales, la vio usar el poder de la mente para prender fuego al alminar de la mezquita local.

Una de sus demostraciones más pasmosas la presenció por casualidad cuando se encontró a Tía hablando con una niña en un bosquecillo sombrío de
kenaris
. Aun desde la distancia, Watson pudo deducir por los gestos que Tía estaba intentando comunicar algo importante a la niña. Aunque no podía oír la conversación, su aire de frustración le permitió colegir que no estaba teniendo éxito. Al final, pareció que tuvo una idea y empezó un baile misterioso.

Watson siguió observando hechizado mientras ella gesticulaba hacia los árboles, y aunque parecía que apenas se movía, había algo hipnótico en sus gesticulaciones sutiles. Entonces hizo algo que sorprendió y consternó a Watson. Hizo que el bosque entero de árboles desapareciera de repente. Como afirma Watson, «en un momento, Tia bailaba en un bosquecillo umbrío de
kenaris
; en el siguiente, estaba sola bajo la luz brillante y cegadora del sol».
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Unos segundos después hizo que el bosquecillo reapareciera y, por la forma en que la niña empezó a saltar y a correr tocando los árboles, Watson estaba seguro de que también había compartido la experiencia. Pero Tía no había acabado. Hizo que el bosquecillo desapareciera y apareciera varias veces más, mientras ella y la niña unían las manos y bailaban y, se reían ante toda aquella maravilla. Watson se alejó caminado, devanándose los sesos.

En 1975, cuando estaba en el último curso en la Michigan State University tuve una experiencia igualmente misteriosa que puso en cuestión la realidad. Fui a cenar con una de mis profesoras a un restaurante local y estuvimos discutiendo las repercusiones filosóficas de las experiencias de Carlos Castañeda. Nuestra conversación se centraba en un incidente en particular que Castañeda revela en
Viaje a Ixtlan
. Don Juan y Castañeda están en el desierto una noche buscando un espíritu cuando se encuentran con una criatura que parece un ternero pero que tiene orejas de lobo y un pico de pájaro. Está hecho un ovillo y chilla como si estuviera en mitad de una muerte agonizante.

Al principio Castañeda está aterrorizado, pero después de decirse a sí mismo que lo que está viendo seguramente no es real, su visión cambia y ve que el espíritu moribundo es en realidad la rama de un árbol caído que tiembla en mitad del viento. Castañeda señala la verdadera identidad de la cosa con orgullo, pero, como siempre, el viejo chamán yaki le reprende. Le dice que la rama
era
un espíritu moribundo mientras estaba vivo, pero se transformó en una rama de árbol cuando Castañeda dudó de su existencia. Sin embargo, recalca que ambas realidades eran igualmente reales.

En mi conversación con la profesora, le confesaba que me intrigaba la afirmación de don Juan de que dos realidades mutuamente excluyentes pudieran ser reales y que me parecía que la idea podía explicar muchos acontecimientos paranormales. Momentos después de discutir ese incidente, abandonamos el restaurante y decidimos dar un paseo puesto que hacía una noche clara de verano. Mientras seguíamos hablando, me percaté de que había un pequeño grupo de gente andando delante de nosotros. Hablaban en un idioma extraño e irreconocible y parecía que estaban borrachos, a juzgar por su conducta ruidosa y bulliciosa. Además, una de las mujeres llevaba un paraguas verde, lo cual era extraño porque el cielo estaba totalmente despejado y no había predicciones de lluvia.

Como no queríamos chocar con el grupo, retrocedimos un poco, y cuando lo hicimos, la mujer empezó de repente a balancear el paraguas de una forma salvaje y errática. Trazaba enormes arcos en el aire y varias veces estuvo a punto de rozarnos con la punta del paraguas cuando giraba en redondo. Aflojamos el paso aún más, pero cada vez era más evidente que su actuación estaba destinada a captar nuestra atención. Finalmente, tras conseguir atraer y fijar nuestra mirada en lo que estaba haciendo, sostuvo el paraguas por encima de su cabeza con las dos manos y lo lanzó teatralmente a nuestros pies.

Ambos lo miramos en silencio, preguntándonos por qué lo había hecho, cuando de pronto empezó a suceder algo extraordinario. El paraguas hizo lo que sólo puedo describir como «titilar», como la luz de una linterna cuando está a punto de extinguirse. Emitió un ruido extraño y crujiente, como el sonido del papel de celofán cuando se arruga y, en medio de un despliegue asombroso de luces multicolores y centelleantes, se curvó, cambió de color y acabó transformado en un bastón nudoso de color marrón grisáceo. Yo me quedé tan perplejo que no dije nada durante unos segundos. Mi profesora fue la primera en hablar y dijo con una voz baja y conmocionada que creía que el objeto era un paraguas. Le pregunté que si había visto que pasaba algo extraordinario y ella asintió con la cabeza. Ambos escribimos lo que pensábamos que había ocurrido y nuestros relatos coincidieron punto por punto. Lo único que difería levemente en nuestras descripciones era que, según mi profesora, el paraguas había «crepitado» cuando se transformó en bastón, un sonido que no es tan distinto del que produce el celofán cuando se arruga.

¿Qué significa todo?

Ese incidente suscita muchas preguntas para las que no tengo respuesta. No sé quiénes eran las personas que arrojaron el paraguas a nuestros pies, ni si fueron conscientes siquiera de la transformación mágica que tuvo lugar mientras se alejaban paseando, aunque la representación extraña y aparentemente intencionada de la mujer sugiere que no estaban totalmente ajenos. La transformación mágica del paraguas nos dejó tan paralizados a mi profesora y a mí que, cuando tuvimos la presencia de ánimo necesaria para preguntarles, hacía tiempo que se habían ido. No sé por qué pasó aquello, salvo que parece obvio que estaba relacionado de alguna manera con nuestra charla sobre la vivencia de Castañeda de un acontecimiento similar.

Ni siquiera sé por qué tengo el privilegio de experimentar tantos sucesos paranormales, salvo que parece estar relacionado con el hecho de haber nacido con grandes aptitudes psíquicas innatas. De adolescente empecé a tener sueños vívidos y detallados sobre hechos que sucedían posteriormente. A menudo sabía cosas de otras personas que no tenía derecho a saber. Cuando tenía 17 años, desarrollé espontáneamente la capacidad de ver un campo energético o «aura» alrededor de cosas vivas y, hasta la fecha, muchas veces puedo determinar cosas sobre la salud de una persona por la forma y el color de la niebla luminosa que veo a su alrededor. Por encima y más allá de eso, todo lo que puedo decir es que todos estamos dotados de aptitudes y cualidades diferentes. Algunos son artistas naturales. Otros bailarines. Parece que yo he nacido con la química necesaria para provocar cambios en la realidad, para catalizar de alguna manera las fuerzas requeridas para precipitar acontecimientos paranormales. Estoy agradecido por tener esa aptitud, pues me ha enseñado mucho acerca del universo, pero no sé por qué la tengo.

Lo que sé es que «el incidente del paraguas», como he acabado llamándolo, implicó una alteración radical en el mundo. En este capítulo hemos visto milagros que han implicado cambios de la realidad cada vez mayores. Para nosotros es más fácil comprender la psicoquinesia que la capacidad de crear un objeto de la nada y, para la mayoría de nosotros, es más fácil aceptar la materialización de un objeto que la aparición y desaparición de todo un bosque de árboles, o la aparición paranormal de un grupo de gente capaz de transformar la materia como por encanto. Esos incidentes insinúan cada vez con más fuerza que la realidad es, en un sentido muy real, un holograma, una construcción mental.

La cuestión pasa a ser la siguiente: ¿es un holograma relativamente estable durante largos periodos de tiempo y sometido únicamente a alteraciones mínimas por la consciencia, como sugiere Bohm? O ¿es un holograma que solamente parece estable, pero que en circunstancias especiales puede cambiar y reformarse de maneras ilimitadas literalmente, como sugieren los indicios de los milagros? Algunos investigadores que han abrazado la idea holográfica creen que la última opción es la correcta. Grof, por ejemplo, no sólo se toma en serio la materialización y otros fenómenos paranormales extremos, sino que cree que la realidad está verdaderamente formada por nubes y es flexible ante la autoridad sutil de la consciencia. Como él dice, «el mundo no es necesariamente tan sólido como lo percibimos».
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El físico William Tiller, jefe del departamento de Ciencia de Materiales de la Universidad de Stanford y partidario de la idea holográfica, está de acuerdo con él. Cree que la realidad es semejante al «simulador» que aparece en la serie de televisión
Star Trek: la nueva generación
. En la serie, el simulador de realidad virtual es un entorno en el que los ocupantes pueden hacer aparecer una simulación gráfica prácticamente de cualquier realidad que deseen, como un bosque exuberante o una ciudad bulliciosa. También pueden cambiar cada simulación como se les antoje, como hacer que una lámpara se materialice o que desaparezca una mesa que no quieren. Tiller cree que el universo es también una especie de entorno de realidad virtual creado por la «integración» de todas las cosas vivas. Afirma que, «lo hemos creado como instrumento de la experiencia y hemos creado las leyes que lo gobiernan. Y cuando alcanzamos el límite de lo que entendemos, podemos efectivamente cambiar las leyes, de modo que también estamos creando la física a medida que avanzamos».
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Si Tiller tiene razón y el universo es un enorme cuarto de la realidad virtual, la capacidad de materializar un anillo de oro o de hacer que un bosquecillo de
kenaris
desaparezca y reaparezca ya no nos resulta tan extraña. Hasta el incidente del paraguas se puede contemplar como una aberración temporal de la simulación holográfica que llamamos realidad ordinaria. Aunque mi profesora y yo no éramos conscientes de que poseíamos esa capacidad, puede ser que el fervor emocional de nuestra discusión sobre Castañeda hiciera que nuestros inconscientes cambiaran el holograma de la realidad para que representara mejor lo que ambos creíamos en aquel momento. Dada la afirmación de Ullman de que la psique está tratando constantemente de enseñarnos cosas que no sabemos cuando permanecemos en estado de vigilia, puede que el inconsciente esté programado incluso para producir semejantes milagros de vez en cuando, con el fin de ofrecernos destellos de la verdadera naturaleza de la realidad, para que veamos que el mundo que creamos para nosotros mismos es, en última instancia, tan infinitamente creativo como la realidad de nuestros sueños.

Decir que la realidad se crea por la integración de todas las cosas vivas no difiere realmente de afirmar que el universo está compuesto por campos de realidad. Si esto es verdad, explica por qué parece estar relativamente fijada la realidad de algunas partículas subatómicas, como los electrones, mientras que la realidad de otras partículas subatómicas, como los anomalones, parece ser más flexible. Puede que los campos de realidad que percibimos ahora como electrones se convirtieran en parte del holograma cósmico hace mucho tiempo, quizá mucho antes de que los seres humanos formaran parte siquiera de la totalidad integrada de todas las cosas. Por tanto, es posible que los electrones estén tan profundamente arraigados en el holograma que ya no sean tan susceptibles de ser influidos por la consciencia humana como otros campos de realidad más nuevos. De manera similar, puede que los anomalones varíen de un laboratorio a otro
porque
son campos de realidad más recientes y todavía son rudimentarios y titubean confusos buscando su identidad, como quien dice. En un sentido, son como la playa de champán que percibían los sujetos del experimento de Tart cuando todavía se encontraba en un estado gris y no se había desplegado completamente de lo implicado.

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