Por otra parte, Stevenson ha desvelado un fenómeno que no apareció en el estudio de Whitton, un descubrimiento que ofrece datos aún más espectaculares sobre el poder del inconsciente para elaborar las circunstancias de nuestra vida y para influir en ellas. Lo que averiguó es que la encarnación previa de una persona afecta aparentemente a la forma y a la estructura misma de su cuerpo físico actual. Ha descubierto, por ejemplo, que los niños birmanos que recuerdan vidas previas como pilotos de las fuerzas aéreas británicas o americanas derribados sobre Birmania durante la Segunda Guerra Mundial tienen el pelo más rubio y la tez más clara que sus hermanos.
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También ha encontrado ejemplos de rasgos faciales distintivos, deformidades de pies y otras características que se han llevado de una vida a la siguiente.
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Los casos más numerosos son los de heridas físicas que se traducen en cicatrices o marcas de nacimiento. Por ejemplo, un chico que recordaba que en su vida anterior le habían asesinado cortándole el cuello, tenía todavía una larga marca rojiza por todo el cuello que parecía una cicatriz.
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Otro ejemplo, un chico que recordaba que se había suicidado de un disparo en la cabeza en su encarnación pasada, aún tenía dos marcas de nacimiento que parecían cicatrices perfectamente alineadas con la trayectoria de la bala: una de ellas por donde la bala había entrado y la otra por donde había salido.
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Y otro más, un chico tenía una marca de nacimiento similar a una cicatriz quirúrgica, completada con una línea de marcas rojas que parecían las marcas de los puntos, en el sitio exacto en el que a su personalidad anterior le habían practicado una operación.
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De hecho, Stevenson ha recabado información de cientos de casos similares y actualmente está preparando un estudio en cuatro tomos sobre ese fenómeno. En algunos casos, ha podido obtener informes hospitalarios y/o de la autopsia de la personalidad fallecida y muestran que las heridas no sólo se produjeron, sino que estaban exactamente en el mismo sitio que la deformidad o la marca de nacimiento actuales. A su juicio, esas marcas, además de proporcionar una prueba fehaciente a favor de la reencarnación, sugieren la existencia de algún tipo de cuerpo no físico intermedio que haga de portador de los atributos desde una vida a la siguiente. Como dice él, «me parece que, entre una vida y otra, la impronta de las heridas de la personalidad previa debe ser transportada por una especie de prolongación del cuerpo que, a su vez, sirva de plantilla para la producción de un cuerpo físico nuevo con marcas de nacimiento y deformidades que se correspondan con las heridas del cuerpo de la personalidad previa».
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El «cuerpo plantilla» teórico de Stevenson recuerda la afirmación de Tiller de que el campo de energía humano es un plano holográfico que guía la forma y estructura que tendrá el cuerpo físico. Dicho de otra manera: es una especie de plano tridimensional con arreglo al cual se forma el cuerpo físico. De manera similar, sus hallazgos con respecto a las marcas de nacimiento sustentan la idea de que, en el fondo, sólo somos imágenes, construcciones holográficas creadas por el pensamiento.
Stevenson ha señalado asimismo que aunque su investigación sugiera que nosotros creamos nuestras propias vidas y, hasta cierto punto, nuestros propios cuerpos, nuestra participación en el proceso es tan pasiva que es prácticamente involuntaria. Al parecer, en esas elecciones participan los estratos más profundos de la psique, aquellos que están mucho más en contacto con lo implicado. O como dice él, «estos procesos deben estar gobernados por niveles de actividad mental mucho más profundos que los que regulan la digestión de la cena [y] la respiración normal».
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Por poco ortodoxas que sean muchas de las conclusiones de Stevenson, se ha ganado el respeto de distintos sectores gracias a su reputación de investigador concienzudo. Sus descubrimientos se han publicado en medios científicos tan distinguidos como el
American Journal of Psychiatry
, el
Journal of Nervous and Mental Disease
y el
International Journal of Comparative Sociology
. Y el prestigioso
Journal of the American Medical Association
, en una crítica de uno de sus trabajos, afirmó que, «ha recopilado minuciosa y objetivamente una serie detallada de casos en donde es difícil entender las pruebas a favor de la reencarnación con arreglo a cualquier otra base distinta… Ha aportado una gran cantidad de datos que no se pueden dejar de lado».
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El pensamiento como constructor
Al igual que tantos «descubrimientos» que hemos visto anteriormente, la idea de que una parte de nosotros mismos, la parte espiritual diríamos y profundamente inconsciente, pueda transcender las fronteras del tiempo y ser la causante de nuestro destino se puede encontrar también en muchas tradiciones chamanísticas y en otras fuentes. Según el pueblo batta, de Indonesia, el alma o
tondi
determina todo lo que experimenta una persona y se reencarna de un cuerpo a otro; es asimismo el medio de reproducir la conducta y los atributos físicos de su ser anterior.
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También los indios ochibúes o chipevés creen que la vida de una persona está escrita de antemano por un espíritu o alma invisible y preparada para promover el crecimiento y el desarrollo. Si una persona muere sin aprender por completo todas las lecciones que tiene que aprender, su cuerpo espiritual vuelve renaciendo en otro cuerpo físico.
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A esa faceta invisible, los kahunas la llamaban
aumakua
, o «ser elevado». Es la parte inconsciente de la persona que, como la metaconsciencia de Whitton, puede ver las partes del futuro que han cristalizado o se han «fijado». Es también la parte de nosotros responsable de la creación de nuestro destino, pero no está sola en el proceso. Los kahunas, como muchos investigadores mencionados en el presente libro, creían que los pensamientos eran cosas y estaban formados por una sutil sustancia energética que ellos llamaban
kino mea
, o «materia nebulosa del cuerpo». De ahí que nuestras esperanzas, miedos, planes, preocupaciones, culpas, sueños e imaginaciones no se desvanezcan una vez que abandonan la mente, sino que se conviertan en formas y éstas, también, se transformen en hebras en bruto con las que el ser elevado teje nuestro futuro.
La mayoría de la gente no controla sus pensamientos —decían los kahunas— y bombardean constantemente a su ser elevado con una mezcla incontrolada y contradictoria de planes, deseos y temores. Eso confunde al ser elevado y por eso las vidas de la mayoría de las personas se nos antojan igualmente arbitrarias y descontroladas. Se decía que los kahunas poderosos que estaban en comunicación directa con su ser elevado podían ayudar a la gente a rehacer su futuro. De manera similar, consideraban extraordinariamente importante tomarse un tiempo, a intervalos frecuentes, para pensar sobre la vida y para visualizar, en términos concretos, lo que uno desea que le suceda. Los kahunas afirmaban que así podemos controlar más conscientemente los hechos que nos ocurren y construir el propio futuro.
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En una línea que recuerda la idea de Tiller y Stevenson del cuerpo sutil intermediario, los kahunas creían que la materia nebulosa del cuerpo forma una plantilla sobre la cual se moldea el cuerpo físico. Por otra parte, se decía que los kahunas que tenían una sintonía extraordinaria con su ser elevado, podían conformar y reformar la materia nebulosa y, por ende, el cuerpo físico de otras personas y que así era cómo se realizaban las curaciones milagrosas.
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Esa visión ofrece asimismo una comparación interesante con algunas de las conclusiones que hemos sacado nosotros sobre la causa de que los pensamientos y las imágenes tengan un impacto tan poderoso sobre la salud.
Los místicos del Tíbet se referían a la «materia» de los pensamientos como
tsal
y sostenían que las acciones mentales producían ondas de esa energía misteriosa. Creían que todo el universo es producto de la mente y está creado y animado por el
tsal
colectivo de todos los seres. La mayoría de la gente no sabe que posee ese poder —aseguraban los seguidores del tantrismo— porque la mente humana media actúa «como un pequeño charco aislado del gran océano». Se decía que sólo los grandes yoguis expertos en contactar con los niveles más profundos de la mente eran capaces de utilizar conscientemente esa fuerza y que una de las cosas que hacían para lograrlo era visualizar repetidamente la curación deseada. Los tantras tibetanos están llenos de ejercicios de visualizados o
sadhanas
, ideados con esa finalidad; los monjes de algunas sectas, como los kargyupa, pasan hasta siete años en completa soledad, en una cueva o en una habitación sellada, perfeccionando su capacidad de visualización.
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Los sufíes persas del siglo XII subrayaban asimismo la importancia de la visualización para alterar y reformar el destino propio y denominaban
âlam al-mithâl
a la materia sutil del pensamiento. Al igual que muchos clarividentes, creían que los seres humanos poseen un cuerpo sutil controlado por centros de energía como los chakras. Sostenían también que la realidad está dividida en una serie de planos del ser más sutiles, o
hadarât
, y que el plano de existencia contiguo al nuestro era una especie de plantilla en la cual el
âlam al-mithâl
tomaba forma de ideas-imágenes que, a su vez, determinaban finalmente el curso de la vida. Los sufíes añadían además un giro de su propia cosecha. Pensaban que el chakra del corazón, o
himma
, era el causante del proceso y que, por consiguiente, controlar el chakra del corazón era un requisito previo para controlar el propio destino.
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También Edgar Cayce hablaba de los pensamientos como cosas tangibles, como una forma más sutil de materia, y cuando estaba en trance repetía una y otra vez a sus clientes que los pensamientos crean el destino y que «el pensamiento es el constructor». Según lo veía él, el proceso del pensamiento es como una araña que está tejiendo y ampliando constantemente su red. En su opinión, en cada momento de la vida creamos las imágenes y las pautas que dan energía y forma a nuestro futuro.
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Paramahansa Yogananda aconsejaba a la gente que visualizara el futuro que deseaba para sí y que lo cargaran con la «energía de la concentración». Como dijo él, «la visualización adecuada, ejercitando la concentración y la fuerza de voluntad, nos permite materializar los pensamientos, no sólo como sueños o visiones en el terreno mental, sino también como experiencias en el terreno material».
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Lo cierto es que esas ideas se pueden encontrar en una gran variedad de fuentes. «Somos lo que pensamos —decía Buda—. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos hacemos el mundo».
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«Como un hombre actúa, así se vuelve. Como es su deseo, así es su destino», se afirmaba en el Upanishad hindú precristiano Brihadaranyaka.
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«El Destino no controla todas las cosas del mundo de la Naturaleza, porque el alma tiene un principio propio», decía Jámblico, filósofo griego del siglo IV.
[81]
«Pedid y se os dará… Si tenéis fe, nada será imposible para vosotros», afirma la Biblia.
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«El destino de una persona está asociado a las cosas que ella misma hace y crea», escribió el rabino Steinsaltz en la obra cabalística
Thirteen-Petaled Rose
.
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Una señal de algo más profundo
Hoy incluso se sigue oyendo por todas partes la idea de que nuestros pensamientos crean nuestro destino. Es el tema de libros de autoayuda que han sido éxitos de ventas, como el de Shakti Gawain,
Visualización creativa
, y el de Louise L. Hay,
Usted puede sanar su vida
. Hay, que dice que se curó a sí misma de un cáncer cambiando sus pautas mentales, imparte seminarios sobre sus técnicas con un éxito enorme. Es asimismo la principal filosofía inherente en muchas obras populares «canalizadas», como
Un curso de milagros
y los libros de Seth de Jane Roberts.
Algunos psicólogos famosos también están abrazando la idea. Jean Houston, antigua presidenta de la Association for Humanistic Psychology y directora actual de la Foundation for Mind Research de Pomona, Nueva York, la discute ampliamente en su libro
The Possible Human
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. En él, figuran varios ejercicios de visualización, uno de ellos bajo el título «Orquestando el cerebro y entrando en el holoverso».
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Otro libro inspirado en gran parte en el modelo holográfico con el fin de sustentar la idea de que podemos usar la visualización para reconfigurar el futuro es el de Mary Orser y Richard A. Zarro
Changing Your Destiny
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. Zarro es además el fundador de Futureshaping Technologies, una empresa que organiza seminarios para ejecutivos sobre técnicas de «configuración del futuro» y cuenta entre sus clientes a Panasonic y a la International Banking and Credit Association.
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El ex astronauta Edgar Mitchell, el sexto hombre en pisar la Luna y explorador tanto del espacio interior como del exterior desde hace mucho tiempo, utiliza una táctica similar. En 1973, fundó el Instituto de Ciencias Noéticas, una organización con base en California que se dedica a investigar los poderes de la mente. El instituto sigue en plena forma todavía y entre sus proyectos actuales figura un estudio a gran escala del papel de la mente en las curaciones milagrosas y en las remisiones espontáneas, así como otro estudio del papel de la consciencia en la creación de un futuro global positivo. En su opinión, «creamos nuestra propia realidad porque nuestra realidad emocional interior —el subconsciente— nos arrastra a situaciones de las que aprendemos. Las vivimos como cosas extrañas que nos pasan en la vida [y] conocemos a gente de la que necesitamos aprender. Así pues, creamos esas circunstancias en un nivel subconsciente y metafísico muy profundo».
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