Authors: Nick Hornby
Y Sean se encogió de hombros, y los tres miramos por la ventanilla durante un rato. No sabía de qué habían estado hablando.
Y entonces Sean dijo:
—¿Es usted buena en el juego de las preguntas y respuestas, Maureen? ¿Le apetece unirse a nuestro grupo? No importa si no sabe jugar. Estamos desesperados.
Ya sé, no es la historia más asombrosa que han oído en su vida, ¿no es cierto? Oigo hablar a Jess y a JJ y a Martin, y a ellos les suceden continuamente este tipo de cosas. Se encuentran con alguien en el ascensor o en un bar, y ese alguien dice: «¿Le apetece una copa?», o «¿Le apetece fornicar?». Y quizá han estado pensando que les apetecía fornicar, y el hecho de que les ofrezcan fornicar justo en el momento en que ellos estaban pensando que les apetecía fornicar les parece una coincidencia de lo más asombrosa. Pero tengo la impresión de que no se debe a lo que piensan, de que no se debe a lo que mucha gente piensa. De que es la vida, simplemente. Una persona tropieza con otra que quiere algo, o que sabe de alguien que quiere algo, y la consecuencia es que sucede algo. O, dicho de otro modo, si no sales de casa, y nunca conoces a nadie, no puede sucederte nada. ¿Cómo va a poder sucederte algo? Durante unos segundos apenas pude hablar. Quería participar en el juego de las preguntas y respuestas, y aquellos jóvenes necesitaban a alguien para su equipo, y un escalofrío me recorrió el espinazo.
Así que, en lugar de ir a casa, llevamos a Matty a la residencia. Stephen y Sean no tenían que trabajar, pero eran amigos de todos los empleados, así que les dijeron que Matty se quedaba toda la velada, y nadie dijo ni pío en contra. Quedamos en el pub en cuestión, y me fui a casa a cambiarme.
No sé qué parte de la historia contarles a continuación. Ahí hay otra coincidencia, así que no sé si contarla ahora mismo, en el apartado de coincidencias, o más tarde, después de haberles contado lo del concurso de preguntas y respuestas. Puede que si separo las coincidencias, si las espacio más, ustedes puedan creerlas con más facilidad. Aunque no me importa si me creen o no, porque son ciertas. Y, de todas formas, sigo sin poder decidirme sobre si son coincidencias o no: quizá el hecho de conseguir lo que uno quiere nunca sea una coincidencia. Si quieres un sándwich de queso y te dan un sándwich de queso, no puede ser una coincidencia, ¿no les parece? Y por la misma regla de tres, si quieres un empleo y te ofrecen un empleo, tampoco puede ser una coincidencia. Así que les cuento lo siguiente: la otra persona del equipo de preguntas y respuestas era un hombre mayor que se llamaba Jack y tenía un negocio de prensa justo al lado de Archway, y me ofreció un empleo.
No es un gran empleo: tres mañanas a la semana. Y el sueldo no es nada del otro mundo: 4,75 libras a la hora. Y tengo que estar un tiempo de prueba. Pero se está haciendo mayor y quiere volver a la cama a las nueve, después de abrir la tienda y ordenar los periódicos y apañárselas con la hora punta. Me ofreció el trabajo de la misma forma que Stephen y Sean me habían preguntado si quería entrar en su equipo de las preguntas y respuestas (como una broma, porque estaban desesperados...). Entre la tanda de preguntas de la televisión y la de deportes, Jack me preguntó a qué me dedicaba, y le dije que no hacía nada más que cuidar de Matty, y entonces él dijo: «¿No querrás un trabajo?» Y volví a sentir un escalofrío en el espinazo.
No ganamos el concurso. De once equipos, quedamos los cuartos. Pero mis compañeros estaban muy satisfechos con el resultado. Y yo supe algunas respuestas que ellos no sabían. Supe, por ejemplo, que el nombre del jefe de Mary Taylor Moore era Lou Grant. Y supe que el hijo de John Major se había casado con Emma Noble. Y supe que Catherine Cookson había escrito sobre Tilly Trotter y Mary Ann Shaughnessy. Así que nos apuntamos tres tantos que si no llega a ser por mí no habríamos conseguido, y seguramente por eso me dijeron que podía volver a concursar con el equipo. El compañero que faltaba, por lo visto, ya no era de fiar, porque acababa de echarse una novia. Y, sobre ese particular, les dije que yo era la persona más de fiar que podían encontrar.
Hace un par de meses leí un libro que saqué de la biblioteca sobre una chica que se enamoraba de un hermano a quien había perdido hacía mucho tiempo. Pero, por supuesto, luego resultó que no era su hermano, que el galán le había dicho eso porque le gustaba mucho el físico de su amada. También resultó que no era pobre, que era muy rico. Y, además, descubrieron que la médula ósea del perro de él era compatible con la médula ósea del perro de ella, que tenía leucemia, así que el perro del amante salva la vida al perro de la amada.
A decir verdad, no era tan bueno como pueda parecer por lo que cuento. Era un poco sensiblero. Pero lo que estoy tratando de decir es que tengo miedo de estar empezando a sonar un poco como ese libro, con lo del trabajo y el equipo de preguntas y respuestas y demás. Si estoy empezando a sonarles así a ustedes, me gustaría hacer hincapié en dos cosas. La primera, que proporcionarle cuidados a Matty cuesta más de 4,75 libras a la hora, así que ni siquiera estoy tan boyante como antes, y una historia en la que acabas no tan boyante como antes no es en absoluto un cuento de hadas, ¿no les parece? En segundo lugar me gustaría decir que, de cuando en cuando, aparecerá el cuarto miembro del equipo, así que no participaré en el concurso cada semana.
En el pub tomé una ginebra con limón, y mis compañeros no me dejaron que les invitara a una ronda; dijeron que era una sustituta estupenda, y que merecía que se me pagara por ello. Quizá fue la bebida la que me hizo sentir un ánimo tan positivo, pero al final de la velada sabía que cuando me volviera a encontrar con Jess y JJ y Martin el 31 de marzo, no iba a seguir queriendo tirarme desde lo alto de aquel edificio. No de momento, al menos. Y esa sensación, la sensación de que podía seguir resistiendo..., me hacía querer seguir así durante todo el tiempo que fuera posible. Y hasta hoy sigo en la brecha.
A la mañana siguiente del concurso, volví a la iglesia. No había estado en ninguna iglesia desde que estuvimos de vacaciones, y en la mía desde hacía semanas y semanas (desde que me subí a la azotea en Nochevieja). Pero ahora podía volver porque pensaba que, de momento, no estaba cometiendo el pecado de la desesperación, y por lo tanto podía volver y pedir perdón a Dios. Él sólo puede ayudarte si has dejado de estar desesperado, lo que, si lo piensas... Pero pensar en ello no es de mi incumbencia. Era un apacible viernes por la mañana, y apenas había gente en la iglesia. La anciana italiana que jamás se perdiera una misa estaba allí, lógicamente, y había también un par de damas africanas que nunca había visto antes. No había hombres, y no había gente joven. Antes de ir al confesionario me puse nerviosa, pero al final todo salió bien. Dije la verdad sobre cuánto tiempo hacía que no me confesaba, y me confesé del pecado de la desesperación, y el cura me puso de penitencia quince decenas del rosario, lo cual me pareció un poco excesivo incluso para el pecado de la desesperación, pero no me quejo. A veces uno olvida que Dios es infinito en Su Misericordia. Ojo, no habría sido infinito en Su Misericordia si me hubiera tirado de la azotea, pero no lo hice.
Y entonces el padre Anthony dijo:
—¿Podemos ayudar en algo? ¿Podemos aliviar algo tu carga? Porque has de recordar que eres parte de una comunidad, la de esta iglesia, Maureen.
Y yo dije:
—Gracias, padre, pero tengo amigos que me están ayudando.
No le dije a qué comunidad pertenecían esos amigos. Ni que todos ellos estaban cometiendo el pecado de la desesperación.
¿Recuerdan el salmo 50? «Invócame en el día de angustia; yo te libraré, y tú me honrarás.» Subí a Toppers' House porque había invocado e invocado e invocado, y nadie me había librado, y mis días de angustia habían durado mucho tiempo y no daban ninguna muestra de acabarse. Pero Él, por fin, me oyó, y me envió a Martin y a Jess y a JJ, y luego me envió a Stephen y a Sean, y el concurso de preguntas y respuestas, y luego me envió a Jack y su tienda de prensa. En otras palabras, me demostró que estaba escuchando. ¿Cómo podía seguir dudando de Él, con todas estas pruebas? Así que será mejor que lo glorifique lo mejor que pueda.
JESS
El tipo del perro no tenía nombre. O sea, debía de haber tenido alguno en algún tiempo, pero me dijo que no lo utilizaba más, porque no estaba de acuerdo con los nombres. Pensaba que los nombres te impedían ser quien querías ser, y cuando me lo explicó me pareció entender lo que quería decir. Pongamos que eres Tony, o Joanna. Bien, pues eras Tony y Joanna ayer, y serás Tony y Joanna mañana. Así que estás jodido. La gente siempre podrá decir cosas como: Oh, eso es tan propio de Joanna. Pero el tipo del que estoy hablando podía ser cien personas diferentes el mismo día. Me dijo que le llamara lo primero que me viniera a la cabeza, así que al principio le llamé Perro, por el perro, y luego Noperro, porque fuimos a tomar una copa a un pub y dejó el perro fuera. Así que en la primera hora que pasamos juntos tuvo dos personalidades completamente diferentes, porque Perro y Noperro son dos tipos como opuestos, ¿no? Un tipo con perro es diferente de un tipo sin perro. Este tipo con su perro tiene una imagen diferente de la de él mismo en un pub. Y no puedes decir: Oh, es tan propio de Noperro dejar que su perro cague en el jardín de alguien. No tendría sentido, ¿verdad? ¿Cómo puede Noperro tener un perro que caga en el jardín de otra persona? ¿O cómo puede tener perro, sin ir más lejos? Y lo que él dice es que todos podemos ser Perros y Noperros en el mismo día. Papá, por ejemplo, podría ser Nopapá cuando está en el trabajo, porque cuando está en el trabajo no es Papá. Sé que esto es muy profundo, pero si lo piensas detenidamente ves que tiene sentido.
Y aquel mismo día fue Flor, porque cogió una flor para mí cuando estábamos paseando por un pequeño parque de cerca de Southwark Bridge, y luego Cenicero, porque sabía a cenicero, y Flor es lo opuesto a Cenicero, ¿no? ¿Ven cómo funciona esto? Los seres humanos son millones de cosas en un mismo día, y el método de este tipo lo entiende mucho mejor que cualquier forma de pensamiento de Occidente. Después de aquello, sólo le llamé un nombre más, y fue un nombre guarro, así que será un secreto. Cuando digo que era guarro me refiero a que podría sonar guarro fuera de contexto. Pero sólo es guarro si no respetas el cuerpo masculino, y eso, en mi opinión, te haría a ti guarra, no a todo el mundo.
Así que este tipo... En realidad, sólo le veo una ventaja a la forma de pensar de Occidente, y es que si alguien tiene un nombre puedes llamarle así, ¿no? Y es una ventaja muy pequeña, y tiene millones de grandes desventajas, incluyendo la mayor de todas, que es que los nombres en realidad son fascistas y no nos permiten expresarnos como seres humanos, y nos convierten en una cosa. Pero mientras estoy hablando de él un montón, se me ocurre que puedo llamarle un nombre. Y servirá Noperro, porque es más raro, y se sabrá siempre de quién estoy hablando. Y es mejor que Perro, porque se podría pensar que estoy hablando de un puto perro, cuando no sería así porque estaría hablando de este tipo.
Así que, después de tomarnos la copa, Noperro me llevó a su casa. No pensaba que tuviera casa, la verdad, con lo del perro y demás. Tenía más aspecto de persona que vive a salto de mata en varios sitios, pero estaba claro que lo había conocido en un buen momento. Pero tampoco era una casa normal. Vivía en una tienda, en la zona de atrás de la estación de Rotherhithe. No era una tienda hecha vivienda, tampoco; era una tienda normal, aunque ya no se vendía nada en ella. Había sido una tienda normal y corriente, un poco chapada a la antigua, con sus estanterías y sus mostradores, y un gran escaparate que estaba tapado con una sábana. El perro de Noperro tenía su propio dormitorio en la trasera, que en tiempos debió de ser el almacén. Las tiendas son en realidad bastante cómodas, si puedes pasar por alto algunas incomodidades. Pones la ropa en las estanterías, la tele encima del mostrador —en el sitio de la caja registradora—, el colchón en el suelo, y santas pascuas. Y las tiendas tienen retrete, y agua, aunque no tienen bañera ni ducha.
Hicimos sexo nada más llegar, para quitárnoslo de en medio. Yo antes sólo había tenido sexo completo con Chas, y no estuvo nada bien, pero con Noperro me gustó. Y funcionaron también un montón de cosas más, si saben a lo que me refiero, porque a Chas no le funcionaron bien sus cosas y a mí no me funcionaron bien las mías, así que todo nos costó Dios y ayuda. En fin, esta vez, con Noperro, a él le funcionaron bien sus cosas, así que las mías también funcionaron, y nos fue mucho más fácil entender por qué ninguno de los dos quiso hacerlo otra vez. La gente no hace más que decir que la primera vez es tremendamente importante, pero es la segunda vez la que realmente importa. O la segunda persona, en definitiva.
Hay que ver lo tonta que fui la primera vez, toda obsesionada y disgustada y llorosa. Si la segunda vez hubiera sido igual, me habría dado cuenta de que iba a tener problemas. Pero a Noperro me daba igual si iba a volver a verlo o no, así que fue un progreso, ¿no? Es más o menos como las cosas tienen que ser, si una quiere que le vaya bien en la vida.
Cuando terminamos, Noperro encendió el pequeño televisor en blanco y negro, y nos quedamos tumbados en el colchón viendo una cosa y otra, y luego nos pusimos a charlar, y acabé contándole lo de Jen, y lo de Toppers' House, y lo de los otros. Y él no parecía sorprendido, o comprensivo, o nada parecido. Dijo que sí con la cabeza, y luego dijo: Oh, yo siempre estoy tratando de matarme. Y yo digo: Pues parece que no te sale muy bien, ¿no? Y él dice: Bueno, ésa es la idea, ¿no? Y yo digo: Ya. Y él dice que la idea era ofrecerte constantemente a los dioses de la Vida y de la Muerte, que eran dioses paganos y por tanto no tenían nada que ver con la iglesia. Y si el Dios de la Vida te quería para él, vivías. Y si el que te quería para él era el Dios de la Muerte, morías. Así que él pensaba que aquella Nochevieja había sido elegida por el Dios de la Vida, y que por eso no me tiré de la azotea. Y yo digo: No me tiré porque una gente se sentó encima de mi cabeza, y él me explica que el Dios de la Vida hablaba a través de aquella gente, y me pareció una explicación razonable. Porque ¿por qué otra razón se iba a preocupar aquella gente, si no la estaban guiando unas fuerzas invisibles? Y entonces él me dijo que la gente con el cerebro muerto como George Bush y Tony Blair y los jueces de
Operación Triunfo
nunca se ofrecían a sí mismos a los dioses de la Vida y de la Muerte, y por lo tanto nunca podrían probar que tenían derecho a vivir, y nosotros no deberíamos obedecer sus leyes o aceptar sus decisiones (las de los jueces de
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, por ejemplo). Así que si nos dicen que bombardeemos países, no debemos hacerlo, y si nos dicen que la Gorda Michelle o cualquier otro artista ha ganado el
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, no tenemos que escucharles. Sino decir, simplemente: No, no ha ganado.