Enigma. De las pirámides de Egipto al asesinato de Kennedy (35 page)

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Authors: Bruno Cardeñosa Juan Antonio Cebrián

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Esta idea fue esbozada en un libro escrito por Stephen Knight y publicado en 1976 bajo el título
Jack the Ripper, the final solution
, donde aseguraba haber recogido las notas de un hombre llamado Joseph Sickert, hijo del pintor Walter Sickert, que decía haber conocido a Jack
el Destripador
, y que le habría confesado quién era el asesino en su lecho de muerte. La teoría que plantea Knight es que Sickert padre daba clases de pintura al príncipe Alberto y que éste conoció a una modelo que posaba para el pintor llamada Annie Crook, con la que no sólo tuvo sus devaneos amorosos, sino que llegó a casarse con ella. Más tarde, Knight metería también a la masonería inglesa en el tinglado.

Básicamente, el libro plantea que Mary Jeanette Kelly y otras prostitutas del East End trataron de extorsionar a la familia real con la información de que el príncipe Alberto se había desposado en secreto con la católica Annie Crook, cuando ésta se quedó embarazada de una niña a la que llamarían Alice. El primer ministro se alarma y le encomienda a sir William Gull, médico de palacio, que termine de cuajo con este problema. A éste no se le ocurre mejor manera que destripar a las conspiradoras.

Si el pueblo londinense hubiera llegado a conocer la unión del príncipe heredero con una mujer de clase baja, hubiera supuesto un escándalo público. Por ese motivo, la reina Victoria se habría empeñado en resolver el problema antes de que comenzasen a correr los rumores de la boda, delegando la tarea al médico de la casa real, el doctor William Gull. Éste actuó entonces secuestrando a Annie y, tras declararla demente, internándola en un hospital psiquiátrico, en donde fue obligada a vivir por el resto de sus días. Mientras, el príncipe Alberto fue llevado al palacio de Buckingham y se le prohibió abandonar sus dependencias, haciendo correr el rumor de que estaba gravemente enfermo.

Cuando Annie fue secuestrada, Mary Kelly, la última víctima del Destripador, se ocupaba por aquel entonces del bebé. Tanto ella como el resto de las jóvenes prostitutas asesinadas conocían la relación secreta entre el príncipe y su compañera, y sabían que, tras la desaparición de Annie, también sus vidas corrían peligro, por lo que decidieron guardar el secreto. Aun así se llevaron a cabo los asesinatos para impedir que las jóvenes hablasen del matrimonio entre la plebeya católica y el heredero anglicano, y se creó la imagen de un sanguinario psicópata con conocimientos de cirugía.

El cochero de la casa real, John Nestley, se encargó de localizar una a una a las chicas y de convencerlas para que subiesen al carruaje diciéndoles que una persona importante había solicitado sus servicios. Entonces, el doctor Gull, oculto en los callejones, las asesinaba y mutilaba salvajemente para hacer creer que el asesino era un sádico obsesionado con las prostitutas.

Esta teoría es la que mejor se adaptaría, según algunos especialistas, al silencio de Scotland Yard sobre los crímenes. Qué mejor razón para acallar un asunto que proteger el honor de la familia real. Es cierto que en Whitechapel existió una mujer llamada Annie Crook que tenía una hija ilegítima llamada Alice, pero no hay nada que pruebe que mantuvo una relación con el duque de Clarence (hay quien asegura que esta teoría es falsa porque las tendencias del príncipe Alberto se inclinaban más hacia los hombres que hacia las mujeres).

Uno de los más prestigiosos ripperólogos del momento, Stewart Evans, descubrió recientemente que Stephen Knight cometió un error de transcripción en una de las cartas escritas por el Destripador. El error en cuestión hace referencia a Robert James Lees, famoso vidente Victoriano en el que se basó gran parte de la teoría conspiratoria real-masónica que muy bien reflejaron las películas
From Hell
(2001) o
Asesinato por decreto
(1979). En la carta no aparece el nombre de Lees, sino la palabra
tees
, que es un término que utilizaba la policía londinense de la época. Quizá las prisas por culpar a los masones de los crímenes que se estaban cometiendo en uno de los barrios más marginales de Londres le llevaron a cometer este error crucial. Recordemos que Knight también había sido el autor de
The Botherhood
(1983), donde alertaba de una supuesta conspiración masónica para controlar el país. Denunciaba, entre otras cuestiones, que el 60 por ciento de los oficiales y jefes de la policía de Scotland Yard eran masones, así como numerosos políticos, jueces y otros funcionarios.

Se ha puesto en duda la capacidad del doctor Gull para ser Jack
el Destripador
, puesto que se dice que en 1887 sufrió un ataque de parálisis severo que le impediría realizar prácticas médicas, por lo que se dedicó exclusivamente a la enseñanza hasta el final de sus días, ocurrido en su casa en 1890, después de otro ataque que le dejaría mudo.

Aun así, las variantes de la conspiración de la monarquía británica en los asesinatos seguirán prosperando, porque es la historia que más se presta a una buena película o un buen libro de suspense…

Capítulo X
Sociedades secretas
¿Existen los Illuminati?

Quienes defienden —con acierto, y pruebas las hay— la existencia de grupos más o menos ocultos, secretos y discretos, que manejan el poder y los latidos del mundo, parecen estar en la obligación de aceptar que los Illuminati son reales. Pero a fuerza de ser sinceros, no hay ninguna prueba que certifique la existencia de este grupo en la actualidad, tal y como algunos autores transmiten que es y opera.

A pesar de ello, los Illuminati están de moda. Algunos autores les consideran como la mano negra que mueve los grandes acontecimientos internacionales para generar consecuencias que sirvan al poder y al gran capital. A sus filas pertenecerían los presidentes de las grandes naciones, los dueños de las multinacionales más poderosas y los banqueros más acaudalados. Pero cualquier intento serio de definirlos se desmorona cuando esos mismos autores —léase por ejemplo al británico David Icke— sitúan a la reina de Inglaterra a la cabeza de la secta, ya que se trataría de un demoníaco ser de otro mundo… En cierto modo, estos autores casi califican al grupo como un instrumento del Mal, amén de hacerlo partícipe de la conspiración sionista para dominar el mundo.

Se tiene la impresión de que toda la información que existe sobre los Illuminati tiene por objeto destruir la credibilidad de otras habitualmente encuadradas dentro de la teoría de la conspiración y que sí tienen visos de caminar por la senda correcta. Pero la desinformación generada al hilo de los Illuminati contamina otras versiones creíbles del lado oscuro de la realidad, como por ejemplo pueden ser las referencias a grupos como Bilberberg o La Trilateral, que reúnen a algunos de los hombres más poderosos del mundo en reuniones discretas para trazar las líneas políticas del futuro.

Sin embargo, en tiempos pasados sí existió una sociedad secreta que empleó este nombre, que evoca de inmediato la figura del «iluminado», tan habitual en las corrientes herméticas de siglos pasados. El grupo en cuestión fue fundado en el año 1776 por un profesor de la Universidad de Ingolstadt, Baviera, llamado Adam Weishaupt. Y se creó con un objetivo: reunir a los jóvenes más inteligentes y brillantes para que entre ellos pudieran acceder a conocimientos sobre determinados asuntos que entonces eran prohibidos por la Iglesia, que imponía a los ciudadanos aquello que se debía o no conocer. De puertas afuera, el grupo actuaba como un club social al que pertenecían los estudiantes de la elite, algo muy parecido a las hermandades de las universidades norteamericanas. Sin embargo, de puertas adentro, el grupo era una auténtica sociedad secreta cuyos miembros alcanzaban puestos de poder —debido a que al entrar en ella ya gozaban de cierta situación social— y que bebía de los organigramas y ritos propios de la masonería.

Existen versiones modernas —por similitud, pero nada más— de aquel colectivo, como puede ser la hermandad Skull and Bones, de la Universidad de Yale. A este grupo han pertenecido a lo largo del tiempo varios miembros de la familia Bush, Bill Clinton y otros presidentes de Estados Unidos. Pero que pertenecieran a dicho grupo no era casual: aquellos jóvenes procedían de familias acomodadas con ambiciones políticas, lo cual es un denominador común en esa universidad y en esa «hermandad».

La leyenda sobre los verdaderos Illuminati se empezó a forjar ocho años después de su creación, cuando el gobierno de Baviera prohibió la existencia de sociedades secretas. Todas las miras fueron puestas en este grupo, al que políticamente se consideró «revolucionario». Finalmente, después de varios años de persecución, los Illuminati fueron disueltos en 1886, y todos los intentos de revitalizar el colectivo quedaron en saco roto, pese a que algunos estudiosos opinen lo contrario. Y así hasta hoy. Efectivamente, los Illuminati existieron, pero en la actualidad no pasan de ser un mito.

Sociedad de la Niebla

Toda sociedad secreta que se precie tiene que ser eso, secreta y lo más discreta posible. La Sociedad de la Niebla casi consigue esos dos objetivos.

Hasta hace muy pocos años, su existencia había quedado muy bien camuflada. Se trataba de una sociedad artística-literaria-mística-masónica, muy influida por las doctrinas rosacruces y en la que estaban «todos los que tenían que estar». Haciendo un símil cinematográfico, era una especie de
Club de los poetas muertos
en la que se reunían novelistas, poetas, pintores, políticos y artistas en general para estudiar un libro raro:
Hypnerotomachia Poliphili
, también conocido como
El sueño de Polifilo
, una obra impresa por Aldo Manucio en Venecia, en el año 1499.

Sobre su posible autor, Francesco Colonna, y su contenido, todo son especulaciones. Está escrito en latín vulgar, con mezcla de griego, lombardo, y voces hebreas y caldeas. Y para complicarlo más, el autor utilizó palabras inventadas y un lenguaje arcaizante que ha sacado de quicio a sus críticos y traductores. En el mismo se describen los amores eróticos y alegóricos entre Polifilo y una tal Polia. Se sabe tan poco de su profundo significado que desde el siglo XVI se ha visto rodeado de un aura esotérica. De hecho, estamos ante uno de los libros más curiosos y enigmáticos del Renacimiento, una obra tan fascinante que ha cautivado a grandes intelectuales de todas las épocas y, en concreto, a varios escritores franceses del siglo XIX.

Según las investigaciones de Michel Lamy —reflejadas en su obra
Jules Verne, initíé et initiateur
(1984)—, Julio Verne pertenecía a esta sociedad secreta, llamada Sociedad Angélica (también recibía el nombre de la Niebla, término que designa para los francmasones el Principio Universal o caos originario del que surge el Principio de la Verdad), que tenía como breviario o texto básico el
Hypnerotomachia Poliphili
. Lamy comenta que esta sociedad fue fundada en el siglo XVI por el impresor lionés Sébastien Gryphe, inspirándose en otra sociedad griega llamada
Nephes
(que significa ’alma’ en hebreo y ’niebla’ en griego), que tenía como símbolo al grifo, animal mitológico, y a la que pertenecían lumbreras literarias como Rabelais o el pintor Poussin. Sobre Rabelais existen suficientes evidencias que indican su pertenencia a una extraña Sociedad Agla, que empleaba como emblema una «cifra de cuatro» como la que se cree que utilizaban los antiguos cátaros para reconocerse entre sí. En cualquier caso, Lamy cree que «Agla» no es sino otra forma más de definir a La Niebla.

Tras un largo letargo, la sociedad fue reactivada en el siglo XIX y a ella se incorporaron, además de Julio Verne, Alejandro Dumas, Gérard de Nerval, Gastón Lerroux, Maurice Leblanc, Maurice Barres y George Sand, así como el pintor Delacroix, en cuyos cuadros algunos críticos han querido ver rastros de
El sueño de Polifilo
.

¿Qué hacían en estas reuniones? Poco se sabe de sus cónclaves, salvo que aprovechaban para hablar de política y literatura. Sus principales sesiones consistían en leer pasajes de
El sueño de Polifilo
, algo que parece absurdo a priori, salvo que existiera algún secreto que desconocemos. Desde Rabelais, pasando por Cervantes hasta Julio Verne, se ha creído que en esta obra se ocultan códigos secretos y mensajes cifrados. La Sociedad de la Niebla tenía como objetivo analizar los pasajes oscuros o fijarse en sus numerosos jeroglíficos para detectar enigmas. Toda una sociedad secreta que gira en torno a un libro secreto donde tan importante es el texto como los dibujos. De hecho, algunos de sus extraños grabados se han reproducido en pinturas o se han copiado en esculturas, ex libris o fachadas de edificios. En España, por ejemplo, se pueden ver varios esculpidos en las paredes del claustro de la Universidad de Salamanca. Incluso los diseñadores de parques y jardines románticos se han inspirado en sus diseños y a tal efecto se citan los jardines de Versalles, en Francia, el de Bomarzo en Italia o el de Aranjuez en España.

Julio Verne dijo de sí mismo: «Me siento el más desconocido de los hombres». Y es que todo en su vida fue un verdadero misterio…

Alejandro Dumas padre tuvo famosos amigos ocultistas como Papus, Eliphas Lévi o el quiromántico D’Arpentigny, que fue quien le presentó a Verne. Tan prometedor le pareció este joven que Dumas se convirtió en su padre espiritual y le inició en los ritos de la Sociedad de la Niebla. Allí conoció a su futuro editor Pierre Jules Hetzel. Dumas y Hetzel fueron tal vez dos de los miembros más activos de esa sociedad. El primero captaba jóvenes valores literarios y había escrito su novela,
El capitán Pánfilo
(1839), como un guiño al grupo al que pertenecía, donde su protagonista va manteniendo conversaciones con la elite de París. Recordemos que Pan, al igual que el término Poli, significa ’todo’ y Filo, ’hijo’. Hetzel, por su parte, publicaba los libros de sus miembros divulgando soterradamente sus ideas, promocionándolas a través de su
Magazine d’Education et Récréation
, dirigido por un notable masón llamado Jean Macé.

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